Archivo del Autor: Guillermo Fischer

Pornomiseria arquitectónica

Febrero 6, 2013

 

En la última Bienal de Venecia se presentó como “instalación” la dramática ocupación de un rascacielos abandonado, la Torre David en Caracas, por parte de gente sin techo. El edificio de 45 pisos cuya construcción se paró en el año 1994, quedó inconcluso, y posteriormente fue saqueado, y así, sin fachadas, ni instalaciones hidráulicas y eléctricas, ni ascensores, fue ocupado en el año 2007 y actualmente es morada para 2.500 personas.

 

El autor de la instalación fue el colectivo Urban-ThinkThank,  que la presentó en como si fuese arte; y precisamente así, como si lo fuese, fue premiada con el León de Oro.

 

Asistimos tal vez al lógico devenir de la arquitectura-espectáculo, temática ya demasiado ajada para el mercado de la imagen; estamos ante una nueva forma del espectáculo arquitectónico, más sofisticada, sin embargo, similar a la que hace décadas rondó el cine: la pornomiseria.

 

Vale la pena recordar la película Agarrando Pueblo, donde Carlos Mayolo y Luis Ospina hacen una sarcástica disección del fenómeno de mostrar la miseria ajena con el doble propósito de lograr reconocimiento y hacer dinero.

 

Esta pornomiseria arquitectónica es más sofisticada que la arquitectura-espectáculo porque contiene un elemento nuevo, perverso, el mismo mecanismo que se esconde al mirar por el ojo de la cerradura: el mirar, sin que nadie se de cuenta, lo que es está prohibido: contemplar, con placer, la miseria de los otros.

 

En esta nueva tendencia de ver y mostrar  arquitectura estamos perdiendo lo poco que quedaba de ese fláneur, de ese deambular baudeleriano, para pasar directamente al voyeur. Mientras el fláneur se rodea de gente en su paseo urbano, y de esto algo queda todavía en la arquitectura espectáculo –ya que no es exclusivamente mercadería mediática sino también turística– el voyeur arquitectónico fisgonea escondido, ya sea desde la comodidad de su computador, o en la relativa privacidad de la sala de exhibición.

 

Como lo bien lo anota Ramón Gutiérrez, en esta Bienal donde la arquitectura parece estar ausente,  ya no tiene como beneficiario el ego y bolsillo de los arquitectos estrella, sino los de quienes han estado detrás de bambalinas, sin que se les haya reconocido: “teóricos” provenientes de la academia, que ahora van por su porción de gloria mediática y el considerable reconocimiento económico que puede retribuir la miseria ajena.

 

Aquí podemos ver cómo esta mutación de la arquitectura mediática que se ha bautizado “arquitectura y política”, toma también prestado del arte,  específicamente del “arte político” de donde recoge su modus operandi: el ejercicio de la denuncia con fines  mercantiles, apoderándose como en este caso, de uno de sus procedimientos: la “instalación”,  y  de sus agentes:  el “colectivo”.

 

Para la próxima Bienal  se mantendrá el planteamiento paradójico del comisario del versión 2012, David Chipperfield: el divorcio del starsystem por parte de sus mismos protagonistas. Para el 2014 ya fue  nombrado como comisario Rem Koolhaas, quien se ha apresurado a declarar:

 

«El arquitecto estrella es una figura que no existe, un lugar común para referirse a los que ganan montañas de dinero y realizan todos los proyectos que desean. Un invento de los periodistas perezosos»

Perfecto, el derecho al cinismo es para todos.

 

Guillermo Fischer

 

 

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Sobre la XXIII Bienal Colombiana de Arquitectura 2012

Enero 22-2013

 

Quien le pegue una mirada a los catálogos de las veintitrés Bienales colombianas de Arquitectura encontrara un valioso testimonio del devenir de la arquitectura colombiana en los últimos cincuenta años. Los diferentes organizadores de la Bienal a lo largo de estos años se han preocupado por recoger, bianualmente, lo más significativo de la producción arquitectónica colombiana, componiendo un panorama de las diferentes formas de hacer y pensar arquitectura en Colombia. Me refiero a corrientes teóricas, a influencias locales y foráneas, a la función social, y por qué no, también, a la moda.

Constituye de esta manera una documentación invaluable para la investigación académica en arquitectura, así mismo, conforma un testimonio comprensible a la gente del común, que les permite entender cómo fueron formadas nuestras urbes y construidas nuestras identidades arquitectónicas. Esta Bienal XXIII recoge nuevamente un espectro amplio del quehacer arquitectónico de los dos últimos años, y es meritorio que esta tradición testimonial se haya mantenido.

Sin embargo, en esta Bienal, como en la anterior, se ha consolidado el concepto -muy equivocado- de que una Bienal es un concurso, tal como escuetamente ha quedado escrito en las bases: «tipo concurso»,  sin bases que permitan debatir la calificación, lo cual genera una tautología: es el mejor, porque es el mejor.

A la Bienal le ha ido como a los concursos de belleza, que en Colombia hace años conmocionaban el país  y ocupaban la prensa de farándula varios meses antes de su ocurrencia; ahora escasamente ocupan media revista Cromos. Esta última Bienal, como la anterior, ha pasado desapercibida. El carácter frívolo que sus organizadores le otorgaron la convirtió en un reinado, y lo que lograron no es más que la banalización extrema de un evento que como en los países desarrollados debería tener un carácter y servir como un espacio para la reflexión y la discusión sobre la situación actual de la arquitectura. A lo que hemos llegado empieza a parecerse bastante a una premiación de Hollywood, donde todo gira alrededor de las celebridades y los egos. Paralelamente, se ha incrementado la cantidad de premios; y premios hay a tutiplén; mientras que en las Bienales reconocidas por su carácter académico, las premiaciones son prácticamente inexistentes, pues se considera que el hecho de participar en la selección de una Bienal ya es reconocimiento suficiente. La premiación individual entra en contradicción con este carácter de gran muestra de trabajo colectivo supuestamente constituye una Bienal.

Un ejemplo que vale la pena aplaudir es el de la BIAU, que después de las controversias suscitadas en su penúltima edición, eliminó los premios, reconociendo de esta manera, la importancia ser una muestra colectiva del ejercicio iberoamericano, y no la de un individuo.

Es aquí se encuentra el aspecto más chocante de este asunto de la premiación: la configuración, sin ninguna vergüenza, de un jurado proclive a quien termina por llevarse la mayoría de los premios. Si uno examina detenidamente la composición del jurado de la Bienal XXIII, encontrará que casi la totalidad de ellos, son amigos próximos o han estado involucrados en alguna actividad de promoción o exhibición de trabajos del arquitecto de los premios. La escogencia de un jurado claramente tendencioso, no solamente constituye una burla a los otros arquitectos participantes, sino que da un pésimo mensaje a los posibles participantes de futuras Bienales, pero sobretodo, al publico en general. Aquí no esta en tela de juicio la calidad de la arquitectura ganadora ni la libertad del jurado de premiar el proyecto que le parezca, sino la responsabilidad en este asunto de quienes han estado detrás de las Bienales y Congresos de la SCA: Jorge Pérez y Francisco Ramírez.

 

El acta presenta una lastimosa redacción que parafrasea el lenguaje críptico de la memoria del proyecto premiado, empero, la principal y más grave falacia consiste en adjudicarle el mérito a los arquitectos de algo que no es de su resorte: el objetivo social de los proyectos, el cual les corresponde a los gobernantes que planificaron y ordenaron el diseño y ejecución estos proyectos. Los arquitectos simple y llanamente tenían la obligación de hacer que estos proyectos cumplieran de manera satisfactoria con los objetivos sociales planteados por el Estado. Es esta la gran falacia que nos ha acompañado en los últimos años: hacernos creer que tenemos una nueva generación de arquitectos preocupados por lo social, cuando en realidad han sido ávidos contratistas del Estado, ya que casi todos los proyectos construidos y premiados en esta Bienal y en las últimas, han sido iniciativa de los gobernantes.

Si existiera algún mínimo de coherencia en la justificación de la premiación, simplemente quienes deberían ser premiados tendrían que ser los gobernantes. Tal como pasó en la Bienal del 2000, cuando se premió el Programa de Parques de Bogotá del alcalde Peñalosa.

 

Guillermo Fischer

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Mazz Plagio

Agosto 16– 2012

En proporciones alarmantes las siguientes palabras han desaparecido de las publicaciones de arquitectura: Belleza, inspiración, magia, hechicería, encanto, y también serenidad, misterio, silencio, privacía, asombro. Todas ellas han encontrado un hogar amoroso en mi alma, y si estoy lejos de pretenderles haberles hecho plena justicia en mi obra, no por eso han dejado de ser mi faro.
Luis Barragán
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La arquitectura desde sus orígenes ha servido como vehículo para transmitir significados. Las grandes construcciones de la antigüedad, más que nada, actuaban como maquinarias semióticas para comunicar el poder religioso-militar-político a sus iletrados súbditos. La carga simbólica que tenían estos signos arquitectónicos, ya no es relevante o es inexistente, en otros casos, no ha sido descifrada, y sólo nos queda la conmovedora presencia de su signo mudo.

Este rol de ser vehículo para contenidos simbólicos no se ha perdido, simplemente el significado ha mutado. Mientras la religión parecería día por día perder su conexión al poder político, el capital se erige como la nueva deidad asociada al mismo. Para entender esto basta ver la carrera por el edificio más alto, localizada  ahora en Asia; o la competencia del edificio –museo o biblioteca– más icónico posible; estrategia más conocida como el “efecto Bilbao”, emulada hasta en los países mas pobres, incluido el nuestro, so pretexto de generar ingresos turísticos, cuando en realidad sólo se trata de ejercicios de ego de políticos y arquitectos. Nada nuevo bajo el sol. Lo mas triste de todo esto: la arquitectura usada como propaganda y herramienta para la subyugación ideológica.

Afortunadamente existe otra cara de la moneda y la arquitectura también es capaz de transmitirnos cosas diferentes a estas cargas simbólicas impuestas. Cosas que hacen parte de su esencia.

Hablando ahora en primera persona, dentro de la misma naturaleza, existe lo que suscita mi interés como arquitecto: develar esta  esencia, hacerla visible.  ¿Cómo es esto  posible?  Creo firmemente que la manera más efectiva de hacerlo, es por medio de su misma corporeidad, tratándola como materia susceptible de expresión poética.

Acudo de nuevo a la historia para tratar de explicarme. Si miramos las  maquinarias semióticas de la antigüedad que son las arquitecturas que tanto admiramos, y nos preguntamos ¿qué es lo que nos conmueve? aparte de su monumentalidad y sus significados religiosos y políticos, que muchas veces, no interpretamos, me aventuro a decir que aquello que nos conmueve tal vez sea la forma en que la luz baña la arquitectura, en que define la materia que la compone, en las sombras que produce, en el como palpamos su superficie, en la manera en que los sonidos ocupan sus espacios, en cómo resuena el agua de la lluvia.

Pero sobre todo, como acoge nuestra soledad.

Mi interés yace  simplemente en lo que un ser humano experimenta al  encontrarse con la arquitectura y en las emociones que esta le despierte. Como dice Tadao Ando: “La arquitectura sólo se considera completa con la intervención del ser humano que la experimenta. En otras palabras, el espacio arquitectónico sólo cobra vida en correspondencia con la presencia humana que lo percibe”. Lo que enlaza perfectamente con la recurrente concepción de Heidegger: “El habitar es el rasgo fundamental de los mortales, y la esencia del construir, es el dejar habitar”.

En asocio con Weiss+Cortes arquitectos, diseñamos y construimos un pequeño edificio de cuatro pisos en el centro de la ciudad en el año 2011, llamado, “San Martín”, destinado a restaurantes.

Edificio San Martín, 2011 Fischer/Weiss+Cortés

El edificio integra dos concepciones teóricas provenientes del siglo XVIII sobre el origen primigenio de la arquitectura, ideas que han perdurado como parte fundamental de la proyección contemporánea, y que han cobrado mayor relevancia en los últimos años, tal vez hasta llegando a opacar las ideas de la Modernidad. Estas concepciones provienen de Gottfried Semper y Eugène Viollet-le-Duc.

Semper encuentra en el revestimiento el origen textil de la arquitectura, y por ende, establece la primacía del revestimiento como generador del espacio. Viollet-le-Duc, inspirado en la estructura de la arquitectura gótica como generadora del espacio, encuentra otro camino para plantear una arquitectura, en el cual la definición del espacio recae en el sistema de soporte

El edificio San Martín involucra estas dos concepciones. Con el objeto de generar una percepción de carácter ontológico de la arquitectura en el ser humano que se encuentra con ella, la estructura en perfiles de acero es mostrada de manera directa, correspondiendo a la lógica simple del manejo del acero como material de soporte: un sistema elemental de pórticos, donde las vigas se sostienen sobre columnas que se apoyan directamente en el suelo.

Esta lectura está reforzada por la dialéctica que se establece con el revestimiento y el modo en el que está dispuesto. A la naturaleza esbelta y pesada del acero, pintado de gris –próximo a su color natural– se opone la percepción de un cerramiento liviano, cuya geometría ha sido manipulada para que sugiera un cortinaje, y se asocie así, a lo textil, a la levedad; aunque paradójicamente esté hecho en un material pesado: el concreto, buscando que al dramatizar el dualismo estructura-revestimiento se incremente su percepción.

Detalle fachada San Martin

Este manejo plástico de un material pesado, tiene que ver con lo que Antonio Armesto  en su conferencia en la Universidad Nacional en el año 2011, nos ilustró, cómo desde la antigüedad han existido maneras de transmutar perceptualmente las propiedades de la materia. Armesto preguntó al auditorio cómo se podría  convertir la piedra en transparencia, para luego demostrarlo, con la imagen de una Venus, cuyo velo, aparentemente transparente, es la misma pieza de mármol del resto de la escultura.

Modestia, Antonio Corradini

Está en juego aquí otro elemento en la percepción: el de la honestidad constructiva, planteado por Viollet-le-Duc, que en palabras simples, se trata de mostrar al observador, cómo es que el edificio está construido.

Como lo he querido ilustrar en este escrito, hay una fundamentación teórica en mi quehacer arquitectónico, usada exclusivamente como herramienta de proyección; como un medio y no fin, ya que mi interés se centra en la percepción de la arquitectura por parte del observador común; no en interpretación del crítico o el  teórico de arquitectura, capaces de incorporarle contenidos pertenecientes tanto a la teoría de la arquitectura o de cualquier otra ciencia, como está en boga hoy en día, para justificar cualquier juego formal, así no sea legible para el observador común.

Lejos de mí está el usar el conocimiento teórico en arquitectura como carta de presentación para justificar una arquitectura, como está ocurriendo con la logorrea pseudofilósofica que se ha tomado partes de la academia, y una buena cantidad de publicaciones de arquitectura, donde la arquitectura se “adorna” con teoría; fenómeno paralelo a lo que viene ocurriendo desde los ochenta en el panorama de la plástica.

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Giancarlo Mazzanti ha diseñado un proyecto para un casino en Bogotá en la calle 82, en el año 2012, , donde, común a su proceder de tomar prestado, ha utilizado como revestimiento de la fachada unos paneles que coinciden (con una pequeña variación geométrica, como es su proceder) con los paneles que utilizamos  en el diseño en el edificio San Martin.

Casino calle 83, 2012, G. Mazzanti

Aprovecho este “tomar prestado” de nuestro proyecto, para ilustrar el procedimiento proyectual del “copy and paste”, tan en boga en el medio arquitectónico colombiano, y compararlo con procesos proyectuales de contenido epistemológico.

Por un lado, está claro que Mazzanti no ha trabajado nunca proyectualmente las líneas teóricas de Semper y Viollet-le-Duc; quien se tome el trabajo de revisar sus conferencias (porque no ha escrito) podrá ver que sus referencias teóricas van y vienen entre las experimentaciones de Koolhaas y las de Deleuze y Guattari, de los cuales extrae la analogía formal del rizoma de Mil Mesetas; para terminar el coctel con citas del sociólogo-historiador de la ciencia Bruno Latour. Por demás, está su evidente desinterés por la historia; como no se cansa de repetirlo..

La ligereza del procedimiento proyectual de Mazzanti resulta evidente al comparar los proyectos:

Por un lado está la forma en que está utilizada la apropiación formal, que carece de contraste con la estructura a la vista que posee el edificio San Martín y que realza su origen textil. Carece también del juego formal de hacer que un material pesado, el concreto, parezca liviano, ya que la fachada del casino esta hecha en delgado acrílico. Para no perder la costumbre, el panel está construido de la manera más burda: pegado a la mampostería de la fachada: La materialización perfecta del “copy & paste”.

También agradezco el hecho de tomar de un proyecto nuestro, considerando que suele hacerlo de arquitectos de reconocida maestría, lo considero un halago.

Ahora bien, bienvenido este accionar deliberado, si es que con esto busca poner nuevamente sobre la mesa de discusión el tema de la autoría en arquitectura; discusión que, como se ha expuesto ampliamente en este foro que comenzó con la biblioteca España, nunca ha estado cerrada; en razón a la ambigüedad del tema de la copia en arquitectura, y a la dificultad de establecer sus limites, más que en otros oficios.

Como lo reiteramos varios durante el mencionado foro y como recientemente lo ha reiterado y ampliado Benjamín Barney, tal vez en arquitectura todo esté dicho, tal vez procedemos de manera analógica al Jazz, donde los temas son recreados una y otra vez, siendo colectivos y únicos al mismo tiempo. O como lo resalta el reciente artículo de Marianne Ponsford en Arcadia, “No es nadie, solo el autor”, donde plantea que la creatividad  digital colectiva ha venido  desbordado el concepto del autoría personal y nos encontramos ahora en un momento donde no solamente desaparece el autor, sino también la obligación de la cita.

Por esta razón, en este preciso momento se hace necesario que el gremio y la academia aclaren su posición ante esta forma de proyectar arquitectura, que se volvió natural en Colombia.

La SCA (Sociedad Colombiana de Arquitectos) ya ha dejado clara su posición ante la copia: no solamente la tolera, y elude la discusión sobre el tema, sino que además la premia, como hemos podido apreciar en las últimas Bienales de  Arquitectura.

En cuanto a la academia, habría que preguntar especialmente por la posición de la Universidad de los Andes, donde no solamente enseña Mazzanti, sino otros docentes cuyo método proyectual también está basado en la copia. Si en el ejercicio profesional el límite entre autoría y plagio puede ser difuso, en la academia este limite tiene que estar definido, al menos por razones éticas.

A mi parecer, el daño mayor en la academia no se encuentra en el campo de la ética: la apropiación no reconocida de ideas ajenas, inclusive , hago manifiesto mi poco interés de convertir la discusión en un campo exclusivo de la ética.

El problema mayor se encuentra en el área epistemológica. Como la universidad de Yale lo ha demostrado, si entendemos aprendizaje como la organización del área cognoscitiva, la  práctica del “cpy & paste” no genera procedimientos de aprendizaje. Por el contrario, los anula, ya que bloquea la conducta investigativa, y con ésta la posibilidad de nuevo conocimiento.

Guillermo Fischer

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Constructores sin escrúpulos

La sostenibilidad de las ciudades modernas está basada sobre cuatro principios: densificarse o “crecer hacia adentro”, reemplazar el automóvil particular por sistemas de transporte colectivo, preservar el entorno natural y crear espacio público, este último el crisol para la existencia de una sociedad con sentido de colectividad. Estos preceptos se hacen cada día más claros para el público y, por fortuna, son también los compromisos del nuevo alcalde Gustavo Petro.

Desafortunadamente, contra todo esto apunta un tipo de urbanización denunciada y reconocida mundialmente como la más antiecológica para el desarrollo de la ciudad moderna: Los suburbios de baja densidad en los municipios periféricos de Bogotá, casas para estratos altos que, a pesar de la etiqueta “verde” que las acompaña, su edificación implica la innecesaria construcción de nuevas vías, con cargo al erario público. Y dada la capacidad económica de los compradores, más y más vehículos privados para evitar el pico y placa y la molestia del transporte público, con el resultado directo de más congestión y menos transporte público.

Traigo como ejemplo ilustrativo de este dañino proceder, los desarrollos urbanísticos que están inundando de concreto el valle del cercano municipio de La Calera, gracias a las firmas constructoras más reconocidas del país (alguna inclusive con Cruz de Boyacá), las cuales cínicamente se autocalifican de poseer conciencia ecológica, pero incumplen todos los preceptos para tener una ciudad sostenible. Este municipio cuenta con un solo punto de acceso vial a Bogotá: la calle 87 con Séptima, actualmente colapsado. El futuro de esta vía, así como de las pocas que comunican a los otros municipios circundantes, es negro, debido a la misma razón: la urbanización periférica de baja densidad.

Estos constructores sin escrúpulos, a quienes solo interesa el lucro personal, y para nada el bienestar comunal, les importa un comino qué va a pasar con este problema. Deliberadamente le dejan al Estado la solución del problema que generan, haciendo que dineros que podrían ser utilizados en educación o salud, sean malgastados en vías innecesarias.

El interés económico de los constructores está unido a la gravísima corrupción de las oficinas de planeación y alcaldías de estos municipios, cuyos usos de la tierra, gracias a conveniencias particulares, son cambiados casi a diario.

Se hace necesario que el nuevo Plan de Ordenamiento Territorial de carácter ecológico que Petro ha prometido, no solamente involucre a los demás municipios que comparten la Sabana, sino que este nuevo POT ciudad-región de la Sabana de Bogotá también conlleve el control físico centralizado de la misma.

Guilermo Fischer

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El método Bonilla

Septiembre 21 – 2011

 

Arc en Ciel , Bordeaux, Bernard Bühler

 

EAN, Bogotá, Daniel Bonilla

 

 

 

EAN, Daniel Bonilla

Arc en Ciel, Bernard Bühler 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como es usual cuando se muestran imágenes de proyectos con las similitudes que podemos apreciar en el Arc en Ciel de Bernard Bühler del  año 2010 con  el edificio recién terminado  para la EAN de Daniel Bonilla, las palabras sobran.

Sin embargo, aunque mostrar esta coincidencia de apariencia pueda parecer superficial, tanto por el hecho en sí mismo, como por el hecho de denunciarlo, existen bajo la superficie hechos que para mí, son de gravedad para la salud de la práctica del diseño arquitectónico, no solamente en Colombia, sino en Latinoamérica.

Me atrevo entonces profundizar sobre lo que está bajo la superficie:

¿Coincidencia  o copia?

La  estrategia proyectual de Bonilla se ha convertido en lugar común de muchos arquitectos. Consiste en disponer de imágenes de  proyectos de la  vanguardia foránea, reutilizarlas  de manera casi directa y presentarlos como originales. Menciono algunos, comenzando por uno en el que Bonilla tuvo a Giancarlo Mazzanti como colaborador: el auditorio de Plaza Mayor en Medellín, que coincide formalmente con el Museo Universitario de Alicante, de Alfredo Maya. Otro es el edificio de oficinas actualmente en construcción de la calle 83 abajo de la 11, que coincide con el edificio de Sanaa para Dior en Tokio.

Otras veces, cuando el origen no es único, sino que proviene de varios proyectos, se recurre al maclaje, sin importar su diversa procedencia ideológica y formal. En la Capilla de la Milagrosa podemos ver brevemente cómo este procedimiento proyectual implica inevitablemente la ausencia de conceptos.

 

Capilla la Milagrosa

 

 

En la Milagrosa, mientras el volumen ligero coincide con el proyecto del estadio de Lassesarre de Eduardo Arroyo, el volumen sólido coincide con el proyecto de los baños de Peter Zumthor.

 

 

 

Daniel Bonilla

Eduardo Arroy 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Daniel Bonilla

Peter Zumthor

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es evidente que la capilla resulta un maclaje de dos proyectos diferentes, en  diferentes lugares, con usos diferentes, tomados de arquitectos con ideologías diferentes.

Para unir estas arquitecturas no se ha tenido en cuenta ninguno de los factores que pudieren haber motivado a Arroyo y a Zumthor.

Cualquiera puede inferir que una estrategia proyectual basada en la utilización no acreditada de arquitecturas de diversos autores, con ideologías de signo tan diferente como Zumthor y Arroyo, no puede producir sino la anulación de cualquier ideología propia.

El procedimiento similar al maclaje, que me viene a la cabeza, está inventado y definido en el campo de la plástica desde hace más de un siglo: el collage, técnica usada para dar nuevos significados a elementos que ya poseían uno anterior. Sin embargo, teniendo en cuenta que Bonilla no describe de esta manera su procedimiento proyectual,la hipótesis carece de validez.

En cambio, Bonilla ha presentado el diseño de la carpintería como una abstracción del paisaje, producto de una caminata con su familia…con la mala fortuna de que esta explicación también coincide con la manera en la que Arroyo explica el origen formal del la fachada de Lassesarre. ¡Demasiadas coincidencias!

Estos dos procedimientos proyectuales, la reproducción y el maclaje–reproducción son la forma de operación proyectual.

Por si la semejanza visual deja alguna duda acerca del procedimiento proyectual, sus ex colaboradores pueden dar testimonio.

Este procedimiento proyectual es lugar común  en el grupo mediático” conformado por Daniel Bonilla, Giancarlo Mazzanti, Lorenzo Castro, Miguel Mesa y Juan Manuel Peláez, el cual se ha tomado todos los “escenarios mediáticos”, ya sean revistas de arquitectura, bienales, congresos y conferencias, tanto de carácter comercial, como académico.

Uno podría pensar que este tipo de procedimiento le hace daño a nadie y que se trata de un tema que solo concierne a quienes lo practican. Pero tal modo de actuar nos afecta a todos y tiene en realidad consecuencias enormemente negativas para la comunidad de arquitectos, así como para quienes habitan esos espacios. Me explico:

La exclusión de la rosca

Este grupo utiliza como estrategia proyectual la reutilización no reconocida de formas e ideas de otros arquitectos, pertenecientes a lo que se entiende como la vanguardia arquitectónica foránea. También se caracteriza por su enorme capacidad excluyente de otras arquitecturas, otros procedimientos proyectuales, y, especialmente, por el desconocimiento y desprecio de las ideas propias de cualquier arquitecto local.

Lo que se conoce como “The Establishment” en el contexto internacional es lo que en el contexto latinoamericano equivale a “La Rosca”: una sociedad pactada para brindar beneficios exclusivamente a sus miembros.

Son características de esta rosca, la jerga oscura en conferencias y paginas web, intentando por medio de la ininteligibilidad pasar por intelectuales del diseño, cosa que no lo son en absoluto. Para quien quiera verificar esto o formarse una opinión propia sobre este asunto, invito a consultar sus autopresentaciones en las páginas web de sus oficinas

Anulación de debates argumentativos

A todos los miembros de este clan los he invitado a debatir públicamente varias veces sin obtener nada más allá de los manidos “esto es personal”, o “esto es envidia”, o “esto no es más que beligerancia conceptual”. Mi réplica a esta respuesta es la misma para todos a quienes he mencionado: no es personal, es ideológica. Dado que el escenario sería público, si están seguros de lo que hacen y de que lo que yo digo es falso, deberían estar agradecidos por tener la oportunidad de debatir sus ideas. La negativa a debatir su ideología me lleva a la interpretarla como una prueba de su inexistencia. Lamentablemente, tal ausencia ideológica genera pobreza en el ámbito de la discusión y la crítica de arquitectura en el país.

Apropiación de los concursos de la SCA

Los Concursos de la SCA son, entre otros, un mecanismo para que arquitectos con talento, pero sin reconocimiento, y a causa de esto, sin relaciones comerciales, puedan establecer una práctica profesional independiente.

Este grupo ha monopolizado los concursos de la SCA, con una práctica arquitectónica especializada en esta modalidad, con métodos cuestionables como el uso de talleres satélites mercenarios, o el empleo de trabajadores ¨a riesgo por un porcentaje menor del premio y sin derecho a créditos.

Ha sido también coyuntural la debilidad en la selección de jurados por parte de la politizada SCA Nacional, que suele recaer en la endogámica práctica de nombrarse jurados a sí mismos dentro del grupo. Esta vez vas tú, la próxima voy yo…

Al  monopolizar los concursos y convertirlos en su negocio, al tiempo que se propician prácticas carentes de ética profesional, le es negada la oportunidad de reconocimiento a los arquitectos jóvenes que merecen un espacio en la práctica de la arquitectura. Pero no sólo a ellos. Este tipo de práctica nos afecta a todos, al tiempo que el país se está perdiendo de la riqueza intelectual que debería surgir de una  mayor cantidad de arquitectos talentosos con práctica.

Presentación como la arquitectura colombiana

Bonilla es consultado a menudo por las revistas y universidades extranjeras acerca de quién en su opinión debe ser publicado o invitado como conferencista. Su parecer ejerce una curaduría sobre cuál es la arquitectura es la que nos debe representar. Obviamente, siempre ha escogido (dentro de la misma endogamia de los concursos) a su rosca mediática, favor que le ha sido devuelto varias veces. Para esto son las roscas y ésta, funciona como un relojito .

Ellos piensan –varios me lo han manifestado explícitamente y estoy seguro de que lo creen–, que ellos han “hecho figurar la arquitectura colombiana a nivel mundial”; en tanto los envidiosos como yo, lo que están haciendo es quedar a los arquitectos colombianos “como unos Cantinflas…”

En mi opinión, ellos en realidad hacen parte de quienes le han hecho creer al mundo que la arquitectura que hacemos los demás arquitectos en Colombia es banal y reaccionaria; a diferencia de la de ellos que es original y vanguardista.

Mal paradigma

Esta pseudovanguardia con sus imágenes de fácil digestión, se ha constituido en ejemplo a seguir para los arquitectos recién egresados, a quienes se les ofrece la oportunidad del camino expedito a la fama mediante una práctica facilista, desprovista de reflexión sobre el proyectar. Desgraciadamente, el éxito de este modelo conlleva la anulación de las otras corrientes arquitectónicas que trabajan de manera ardua en la construcción de procedimientos proyectuales propios.

Aquí cabe la pregunta a las instituciones de educación superior que han acogido a este grupo ¿acaso es  beneficioso para los estudiantes tener como profesores a quienes utilizan como práctica de diseño la copia aleatoria y no reconocida de formas e ideas? ¿es válido tener en su cuerpo académico a quienes rechazan la discusión argumentativa como elemento pedagógico? ¿considerando que en la academia se insiste tanto en el uso de “referentes” no será que se está olvidando el muy académico uso de la “referencia bibliográfica”?

En una entrevista del año pasado en la revista Casaviva, Bonilla posa de fenomenologista al considerar a Zumthor como su más admirado arquitecto;  a continuación declara que a la arquitectura nacional le hace falta “respeto y dignidad”

No podría estar mas de acuerdo con él, pero declararse admirador no es lo mismo que aceptar un uso no reconocido de las ideas de quien admira.

No es que no se pueda admirar o incluso copiar.

Lo que no se puede es engañar, haciendo pasar como propias, ideas y ideologías ajenas.

Guillermo Fischer

 

Créditos imágenes:
http://www.e-architect.co.uk/bordeaux/arc_en_ciel.htm
http://arkinetia.blogspot.com/2007/12/daniel-bonilla-atquitectos-porcincula.html
flick-r /yves kleindress
flickr./jabigarrido

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La mercadotecnia de Hadid y Schumacher


Un  reciente articulo  de Zaha Hadid y su socio Patrik Schumacher en El País de España, titulado “Edificios adaptables”, constituye uno de los textos mas falaces que haya leído en el campo de la arquitectura.

Como anota Owen Hatterley en su articulo “Zaha Hadid y la vanguardia neoliberal”, en la verborrea seudocientífica de este dúo, es posible entrever a las “mil mesetas” de Deleuze y Guatari, texto de predilección de todos los arquitectos charlatanes que se califican de vanguardistas, aunque Hadid y Schumacher se tomen el cuidado de no citarlos.

Zaha Hadid  ha tenido como costumbre, el no hablar ni escribir de arquitectura, pero ha dibujado de una manera que se podría calificar de “critica”. En cambio, su locuaz socio Schumacher, toma la palabra y habla por ella en artículos y entrevistas que aparecen firmados por ambos.

En este articulo, Schumacher nos habla de su herramienta para el cambio socio-ambiental: un estilo al que han bautizado Parametricismo, término prestado de la informática:

“El posfordismo exige patrones de ordenación espacial nuevos, más variados, complejos y densamente integrados que sean inherentemente adaptables. Desde un punto de vista retrospectivo, el posmodernismo (años ochenta) y el deconstructivismo (años noventa) podrían entenderse como los primeros pasos en esta dirección. Pronto fueron sustituidos -y sus adquisiciones parciales de conocimientos y sus descubrimientos fueron conservados y elaborados- por un nuevo y poderoso paradigma y un estilo que promete liderar una nueva ola de investigación e innovación en el campo del diseño: el parametricismo.”

 

Como la estrategia de todo arquitecto charlatán está basada en abrumar a su audiencia con conceptos que no son explicados, hago la tarea: posfordismo significa producción diversificada o producción flexible en aras de calidad, en oposición al término fordismo que implica  “producción en serie“,

Luego, para generar mayor estupefacción, nos “explica” en que consiste su nuevo estilo:

La premisa del parametricismo es que todos los elementos urbanos y arquitectónicos deben ser paramétricamente adaptables. En lugar de ensamblar figuras geométricas rígidas y herméticas (como han hecho todos los estilos arquitectónicos anteriores), el parametricismo introduce elementos maleables en un juego dinámico de receptividad mutua y de adaptación contextual. Los procesos clave del diseño son la variación y la correlación. Todo componente de la arquitectura debe interconectarse con todos los demás aspectos del diseño y tener un efecto en ellos. Esto debería tener como consecuencia una intensificación generalizada de las relaciones que enriquecen y dan coherencia, y facilita que los usuarios comprendan la arquitectura y se muevan por ella.”

 

Primero que todo, para evitar confusiones, hay que aclarar que el diseño paramétrico no es un estilo, es una forma digital de producción de objetos, y su definición es sencilla: se trata de la utilización -en un programa de diseño asistido por computador- de parámetros que “restringen” las formas. A modo de ilustración, un parámetro puede ser el que los muros de un proyecto solo tengan ángulos de 30° entre sí, que las ventanas solo existan cuando el muro tiene orientación norte, que las cubiertas estén generadas por un radio determinado, etc. Esto produce una forma que cumple con los decisiones que los diseñadores han tomado previamente; los parámetros pueden ser de variada índole: estilísticos, ambientales, aerodinámicos, etc.

Hay que aclarar también, que desde épocas remotas todo diseño arquitectónico incorpora relaciones con el entorno, con los usuarios, con la técnica, etc. El que esas relaciones sean visibles para el usuario o no, siempre ha dependido del arquitecto; aquí no hay nada de nuevo, contrario a lo que Schumacher quiere hacer aparecer.

Schumacher le acomoda al término paramétrico el sufijo “ismo” y  lo declara “estilo”. Y como es claro que todo estilo implica algún tipo de comunicación, Schumacher, con su varita mágica, le otorga el poder de comunicar:

“Las ciudades deben seguir ofreciendo unas condiciones de vida que favorezcan el trabajo innovador. Antes de que podamos abordar de lleno la cuestión de cómo optimizar nuestras ciudades desde el punto de vista de la ingeniería medioambiental, debemos responder primero a la pregunta de qué patrones y arquitectura urbanos tendrán más posibilidades de vitalizar y potenciar la vida productiva y los procesos de comunicación de los que depende todo lo demás.

Esta pregunta guarda relación con la competencia fundamental y la función social imperecederas de la arquitectura, es decir, ordenar y enmarcar la comunicación social mediante el diseño innovador o adaptable del entorno construido. La comunicación social requiere instituciones y las instituciones requieren marcos arquitectónicos.”

 

Esto es una impostura. La función social imperecedera de la arquitectura ha sido y es la preservación de la vida humana. La comunicación es otra función de la arquitectura, pero no la principal, ni es imperecedera: han existido épocas en la historia en que la arquitectura se ha despojado intencionalmente su capacidad simbólica, como ocurrió con el Movimiento Moderno, actitud que dicho sea de paso, se podría calificar de ingenua.

Si revisamos lo que Hadid nos ha comunicado a través de sus primeros dibujos, antes de que su obra fuera construida, dibujos que recientemente fueron expuestos en el Guggenheim -y que encuentro particularmente poéticos- la conclusión sería que se mostró allí a  esa Zaha que en los primeros años de su ejercicio retoma del constructivismo ruso, especialmente de Malevich, la imagen de fluidez, recurso utilizado usualmente para comunicar la idea de cambio.

La arquitectura constructivista rusa tuvo la clara  intención de poseer carácter simbólico, mediante innovadoras  formas vanguardistas, no solamente con el propósito de romper con los contenidos de las formas clásicas asociadas a las estructuras del poder que la revolución acababa  de desmontar, sino con la función de comunicar, con vigoroso dinamismo, el cambio social que implica la revolución marxista-leninista.

En el Movimiento Moderno occidental , a semejanza del constructivismo ruso, desaparece el concepto de estilo por la misma razón, porque a sus iniciadores les parece que atado a este concepto vienen contenidos simbólicos del poder no democrático. Y si es que la arquitectura va a jugar un papel preponderante en la construcción de una nueva sociedad mas progresista, es necesario encontrar nuevas formas que interrumpan la transmisión de significados del poder establecido. Pero, el constructivismo, a diferencia del deconstructivismo, no se plantea la construcción de formas -vehículo de nuevos significados-, sino que se toma la opción de pretender que la arquitectura no sea vehículo de ningún significado. La arquitectura es vista simplemente como herramienta para el cambio social, lo que conocemos como la “función social” de la arquitectura, esto es, desprovista de su carga simbólica y solo se le permite que comunique su función y la forma como está construida. Le Corbusier, para quien la arquitectura es ante todo herramienta, hace la única analogía permitida: la de la máquina.

El trabajo de esta primera Hadid está basado en la descomposición formal de los elementos murarios, de cubierta y basamento, que el deconstructivismo -derivación estilística del constructivismo ruso que la silente Hadid abraza en ese momento- incluye en la aceptación y la exploración del valor simbólico de la arquitectura. ¿Pero que es lo que intentan comunicar? El deconstructivismo  pretendió transmitir la idea de cambio, por medio de la descomposición dinámica y el uso de formas fluidas;  sin embargo, como nunca se estableció en que consistía el cambio sugerido, este deconstructivismo terminó por ser un simple ejercicio formal con ninguna función social, a diferencia del constructivismo ruso que estaba ligado a una ideología política.

Schumacher reconoce la necesidad de adjudicarle contenidos simbólicos a la arquitectura, y para ello acude al  camino recorrido por Rossi y Venturi, en pos de recuperar el ingrediente simbólico. La diferencia está en el contenido: mientras estos  estaban preocupados por recuperar  el ingrediente historicista, Schumacher quiere adjudicarle contenidos asociados a lo que resulte comercial, en este momento, como lo veremos mas adelante. Es sorprendente como el discurso de Hadid y Schumacher cambia de acuerdo a la conveniencia del mercado. En el  año 2008,  publica su pretencioso  y críptico “Manifiesto Parametricista”, donde no aparece su arquitectura como vehículo de conceptos ecológicos.

Y en ese mismo año, Hadid da una entrevista en El Periódico, plantea que este nuevo estilo, el parametricismo, representa la nueva sociedad:

“ Me interesa especialmente dar forma al terreno, esculpiendo, explosionando. No sólo como un gesto formal, sino como una manera de lidiar con le componente social de la arquitectura. Las complejidades de la vida contemporánea no pueden ser moldeadas en simples cuadrículas y cubos platónicos de la era industrial. Hoy, en plena era digital, en el siglo XXI, las vidas de las personas son mucho más flexibles y globalizadas, y tenemos que tratar problemas sociales mucho más complicados que aquellos programas sociales del siglo XX industrial. Esto requiere una nueva arquitectura de la fluidez.”

 

Aquí le esta adjudicando a su Arquitectura de la Fluidez, el poder de solucionar la complejidad de la  vida contemporánea. Esto resulta tan difícil de creer, que se podría  pensar que ni él mismo se lo cree; pero el asunto que me interesa, es el que aparece implícito: la capacidad que le adjudica al parametricismo de simbolizar la complejidad social actual.

En esta entrevista de El País, el discurso cambia. Ahora la arquitectura de Hadid, sin que exista un cambio estilístico -ya que es  la misma arquitectura “fluida” de sus últimos quince años-, de repente es capaz de comunicar lo ecológico, lo sustentable: “La neutralidad y monotonía desorientadoras y genéricas del modernismo dan paso a la elocuencia ecológicamente adaptable del parametricismo”

Es Philip Johnson, quien claramente  entiende la arquitectura como objeto de consumo del capitalismo, el que acuña el término de “ Estilo Internacional”, en razón a que para el público general, la manera mas fácil de digerir la arquitectura es a través del nomenclaturas de “estilo”. Detrás de esta nomenclatura estilística de “parametricismo” simplemente se encuentra una estrategia bastante vulgar de mercadotecnia: la realidad es que la deconstrucción ha perdido valor comercial, porque está “demodé”, en este instante. Al contrario, todo objeto de consumo que tenga la etiqueta “ecológico” es exitoso comercialmente. Resulta curioso ver que las formas de Hadid continúan siendo las mismas desde hace más de veinte  años,  continúan comunicando ese significado de dinamismo, heredado del  deconstructivismo. Y de repente, de manera descarada, se les adjudica la capacidad de transmitir como significado un valor ecológico, lo cual no es más que un desvergonzado ejercicio comercial.

 

El artículo termina de manera penosa, cayendo en la autopromoción desvergonzada de sus proyectos en España; pero tal vez, ésta sea la parte más sincera del texto.

Llama la atención las coincidencias con los arquitectos que se consideran vanguardia en Colombia: el lenguaje críptico, las  asociaciones  a Deleuze y Guatari, y el carácter de arquitectura  “eco-social”  que le quieren colgar a sus obras, a si no lo sean en lo más mínimo.

 

Para quienes quieran ver en vivo a este maestro de la charlatanería arquitectónica, el jueves 14  de julio dará una charla en el Hotel Sheraton de Bogotá, a las 3:30 p.m.

 

Guillermo Fischer

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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