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PRITZKER-ElTiempo

Pritzker

El Premio Pritzker fue instituido en 1978 por Jay y Cindy Pritzker, propietarios de la cadena de Hoteles Hyatt, y se ha adjudicado en 34 ocasiones, 3 de ellas a dos arquitectos simultáneamente: en 1988 a Oscar Niemeyer y Gordon Bunshaft, en 2001 a Herzog y De Meuron, y en 2010 a Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa. El codiciado galardón ha premiado a 15 arquitectos de Europa, 8 de Norteamérica, 7 de Asia, 3 de Latinoamérica, 1 de Australia y ningún africano. Su propósito es “honrar anualmente un arquitecto vivo cuyo trabajo construido demuestre una combinación de talento, visión y compromiso, y haya producido contribuciones consistentes y significativas a la humanidad y el medio construido, por medio del arte de la arquitectura”. Dentro del gremio se le considera el mayor reconocimiento de la profesión y se lo equipara a los premios Nobel por su importancia y criterios de adjudicación. Pero no siempre se cumplen esos criterios y entonces se parece más al Oscar.

Los premios Nobel se adjudican a “personas que efectúen investigaciones y hagan descubrimientos sobresalientes, lleven a cabo el mayor beneficio a la humanidad o aporten una contribución notable a la sociedad”. Y el Premio Oscar es “concedido por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas en reconocimiento a la excelencia de los profesionales en la industria cinematográfica”.

La mayoría de los galardonados son arquitectos de gran prestigio, con proyectos grandes y numerosos. Pero hay también algunos que han trabajado con éxito un formato mediano, como Hans Hollein (1985), Robert Venturi (1991), Sverre Fehn (1997), Paulo Mendes da Rocha (2006) y Toyo Ito (2013). Y otros que se han destacado por excelentes proyectos en pequeño formato, como Glenn Murcutt (2002), Peter Zumthor (2009) y, el último, Shigeru Ban (2014), el maestro del cartón. Unos pocos son conocidos por una obra sobresaliente, como Gottfried Bôhm (1986) por su proyecto para la alcaldía de Bensberger en Alemania, y Gordon Bunshaft (1988) por el edificio Lever House en la Quinta Avenida de Nueva York. En esta forma, el jurado ha confirmado que la buena arquitectura no se mide en dólares ni en metros cuadrados; y hasta aquí loas al jurado.

En algunas ocasiones, el jurado se ha alejado de las condiciones para la adjudicación del premio, como en el caso del famoso arquitecto Aldo Rossi, reconocido como crítico, teórico y escritor, y menos por su “trabajo construido”. Como sucede en cualquier elección: ni son todos los que están, ni están todos los que son. Entre los que fueron y no están, y así se me tilde de provinciano y patriotero, yo incluiría en primera fila a Rogelio Salmona.

Pero donde yo considero que se les fueron las luces a los jurados fue cuando empezaron a premiar –con un “Oscar” en estos casos– a los principales exponentes de la arquitectura del espectáculo: Frank Gehry en 1989, Christian de Portzamparc en 1994, Rem Koolhaas en el 2000 y Zaha Hadid en el 2004. Las “contribuciones consistentes y significativas a la humanidad y el medio construido” de sus ostentosas esculturas difícilmente habitables son muy discutibles. Su derroche de formas, espacios y voladizos tienen más como objetivo descrestar al ciudadano que mejorarle su calidad de vida.

Veamos como ejemplo el edificio para el Centro Lou Ruvo de Salud Mental en Cleveland (EUA) de Frank Gehry: el texto de la imagen que acompaña este artículo no aclara si Gehry reconoce que el fracaso es este edificio –que parece que lo pararon caliente– o se refiere a otras obras. Y quedan varias preguntas entre el tintero: ¿los espacios interiores son mejores que los de un edificio normal construido con nivel y plomada? ¿El sistema constructivo es más eficiente? ¿Es más económico? ¿La ciudad ganó algo? ¿Es bello? Para mí la respuesta a todas las preguntas es ¡NO! Y la última pregunta: ¿el edificio fue diseñado para curar enfermos mentales o para producirlos?

El juicio insobornable del tiempo sabrá acomodar estos edificios en el lugar que les corresponde dentro de la historia de la arquitectura, o dentro de la historia de la escultura. El premio Pritzker debe redefinir su norte y afianzar su rumbo de acuerdo con lo establecido por sus generosos fundadores.

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Imagen tomada de El Tiempo.

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