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Mataos los unos a los otros

Septiembre 26 – 2011

Mis mejores amigos son arquitectos, como le sucedía a la mayoría de mis colegas hasta el fatídico abril de 1993 cuando apareció la ley 80, Estatuto General de Contratación Pública, de forzosa aplicación en las obras del estado.

Uno de los artículos de la ley establecía que una vez acordada la calificación de los proyectos por parte de los jurados, ésta se daría a conocer a los concursantes para que en cinco días hábiles pudieran hacer observaciones, o inclusive demandar el fallo. A partir de ese día se instauró el imperio de los francotiradores.

Empezaron entonces a llover solicitudes de eliminación del proyecto ganador por motivos tan importantes como que un dibujo estaba corrido un poco a la derecha, ó que un fondo gris-verdoso era realmente verde-grisoso y los colores estaban prohibidos. Entretanto el agredido desconocía el ataque y no podía acudir al sagrado derecho de la defensa.

Salvo algunas observaciones sensatas, las acusaciones y reclamos tienen dos cosas en común: Nunca se ataca un proyecto que no tenga derecho o posibilidades de conseguir el contrato, y el ataque siempre proviene de quien ocupa el segundo o tercer lugar, y aspira por lo tanto a destruir al ganador para quedarse con el encargo. Este canibalismo ya institucionalizado en las licitaciones de obras de ingeniería, fue la herencia funesta que recibieron los concursos de arquitectura. Como resultado de este pernicioso comportamiento, algunos arquitectos concursantes empezaron a incluir dentro de su equipo un abogado habilidoso.

Ojalá los concursos arquitectónicos los ganen buenos edificios y no abogados inescrupulosos. Esta preocupación ha sido compartida por la Sociedad Colombiana de Arquitectos, quien considera que los concursos es el sistema más adecuado para garantizar la escogencia de la mejor arquitectura, y brindarles la oportunidad a los arquitectos jóvenes de desarrollar proyectos de reconocida importancia. La bondad de los concursos puede demostrarse con la buena calidad de los edificios contratados bajo este esquema por las Cajas de Compensación. Menos uno.

Durante meses se vio en la carrera 30 con calle 53 de Bogotá una estructura metálica tubular sobredimensionada que semejaba una refinería. La estructura ya fue recubierta en vidrio con dibujos verde limón, y su aspecto cambió radicalmente. Ahora parece una refinería cubierta con vidrios verde limón y un aviso que dice Colsubsidio. El proyecto fue adjudicado por concurso. Si se mueren los médicos, también se equivocan los jurados.

WILLY DREWS

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Lonchera, clóset y bicentenario

Agosto 29 – 2011

Había resuelto olvidarme del Parque de la Independencia y esperar los fallos de la justicia, pero me encontré un amigo con ganas de husmear en el tema, y dada su «confesión» de último momento, me pareció oportuno darle un último más de lo mismo, a modo de aclaración, dirigido a los no-arquitectos que se asoman a este portal y que ven con incredulidad cómo la mayoría de arquitectos pasa de agache por cuanto obstáculo público se les atraviesa.

Me preguntó este colega -que como buen arquitecto prefiere mantenerse anónimo- que si yo sabía por qué otro amigo común -también arquitecto, reconocido experto en patrimonio, prolífico escritor y también autoexiliado del mundo de la opinión- no había dicho una palabra en defensa del Parque de la Independencia. O contra el proyecto Parque del Bicentenario, que es lo mismo.

Tampoco lo hizo con Eldorado, le respondí, y seguí derecho. Sin temor a equivocarme, le aseguro que se debe al fenómeno conocido como patear la lonchera. O no patearla, que es en realidad de lo que se trata, pues nuestro colega recibe fondos públicos, o privados pero con mediación de alguna institución pública, y no se puede poner a cuestionar al Ministerio de Cultura, o al Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, o a la Sociedad Colombiana de Arquitectos, o a cualquiera que pueda mediar para que le quiten estos preciados recursos.

A propósito -continué aprovechando la atención inesperada de mi colega- la SCA está obligada a vivir con una estopa en la boca y dejar que entre Camacol, los promotores inmobiliarios y las curadurías urbanas, hagan de la ciudad su propio mercado persa. Pues como lo hemos oído hasta el cansancio, cualquier murmullo que se le escape a la SCA que incomode al establecimiento, será utilizado en su contra para negarle un concurso.

¿Está seguro? me dijo con cara de monja. ¿No será que la SCA y nuestro abanderado del patrimonio no han dicho nada en defensa del Independencia, o contra el Bicentenario, porque el nuevo parque les parece, genuina y honestamente, lo que la ciudad se merece? Por qué asume -me reclamó esta vez con cara de cura- que a todo el mundo le tiene que parecer tan malo como a usted?

Después de un suspiro le respondí que no conozco al primero que haya respondido, verbalmente o por escrito, qué es lo bueno que tiene el Parque Bicentenario propuesto por Giancarlo Mazzanti. Mucho menos he oído o leído que alguien considere válida la necesidad de adueñarse de una parte del parque actual; y mucho menos he recibido un argumento que me explique por qué es legítimo talar más de cien árboles de un sitio que a pesar de la incompetencia de las autoridades nacionales y distritales para denominarlo oficialmente un «patrimonio», es, por sí mismo, un espacio de enorme valor patrimonial.

Pues a pesar de la ignorancia de la Ministra de Cultura, el estatus de patrimonio cultural le viene de la historia y no de una oficina ocupada del folclor y del patrimonio inmaterial que está de moda…pero me huele que usted también es de esos que opinan que a quienes nos ofende el proyecto Parque Bicentenario es por envidia y por hacerle daño al pobre arquitecto ¿O es que tiene alguna duda respecto a la equivocación histórico-cultural-patrimonial del planteamiento?

No, eso no es cierto, dijo. Estoy de acuerdo que al proyecto se le va la mano, pero prefiero pensar que se podría mejorar.

…eso también lo he dicho yo, me apresuré a responder. Pero mejorar, en el sentido de replantear por completo la propuesta, que es lo que se necesita, no se les ha pasado por la frente. Lo único que han hecho es darle vueltas a lo mismo para ganar tiempo, y de paso, ver si logran aprobar tardíamente el proyecto, con una exculpación acá y otra allá, pero esencialmente el mismo parque, más del doble de grande de lo necesario.

Dejemos claro, continué, -aprovechando que para este momento mi juez de turno ya tenía las dos cejas apretadas- que a quien se le va la mano en estos casos es al arquitecto que propone el proyecto, no al proyecto «en sí»; como tampoco son las instituciones «en sí» las que yerran, sino sus directivos. Se lo reitero a usted y a los aparentes amigos -no sé si del proyecto, del arquitecto o de los dos- a ver si alguno sale del closet: el proyecto propuesto, además de ilegal, es invasivo, irrespetuoso y arrogante. Esto es lo que he dicho y argumentado ya varias veces. Además, he afirmado que mientras el nuevo parque no invada el Parque Independencia y abandone su afán arboricida, limitándose a ocupar la cubierta del túnel de la 26, que ojalá sea una maravilla. Pues yo, no solo soy bogotano sino que paso por ahí por lo menos día de por medio, y lo último que esperaría es un nuevo espacio urbano por debajo de la excelencia.

Como lo vi arrugando la cara en busca de qué decir, aproveché para otra reiteración: por favor no se confunda con los disuasorios y eufemismos de rigor como la envidia y el ataque personal. O como dijo otro amigo común, Hugo Mondragón -que al menos salió del closet por un ratico- con la «imposibilidad» de criticar por falta de «información suficiente»…Considere más bien la anomalía, por decirlo caritativamente, de que a un año de haber presentado el proyecto, todavía no hay información al respecto !Ni licencia!

…bueno, mejor dejemos ahí, dijo mi incrédulo colega, levantando una ceja.

…veo que prefiere el closet, repiqué en un último esfuerzo por oír un argumento en favor del Parque Bicentenario.

No. También tengo problemas con la lonchera ¿Entiende? Además, me aconsejó cuidar mis palabras porque «se va a meter en problemas».

No hombre, tranquilo, le dije yo. Cuando uno «acusa» a alguien mediante un texto como éste y el implicado sabe que quien lo está «injuriando» no sabe de qué habla, simplemente produce un argumento, demuestra el error y se acabó la discusión. O como en esta ocasión, si el injuriador soy yo, la discusión se acaba después de pedir las disculpas del caso. En cambio, cuando el acusado tiene rabo de paja, amenaza por lo general con demandar por injuria y calumnia, a ver si uno se asusta.

 

Juan Luis Rodríguez

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El vacío del diseño


David Dillon


El siguiente es un extracto de un texto del crítico norteamericano David Dillon, recientemente fallecido, tomado de una alocución dirigida al Concejo de Ejecutivos del Componente Arquitectónico en Richmond, Virginia en Agosto del 2008. Su validez y vigencia para el medio profesional y gremial colombiano es total y por tal razón debería ser divulgado en la Bienal Iberoamericana a tener lugar en Medellín. La traducción de GERMÁN TÉLLEZ, Hon. F. AIA, fue hecha sobre el editorial de Robert Ivy, F.AIA, publicado en el número de Julio 2010 de la revista Architectural Record. Si la situación en los Estados Unidos es como la analiza David Dillon, qué se podría pensar de la que existe en Colombia?.


“…existe un enorme vacío de crítica o comentarios serios sobre diseño, en el cual la arquitectura, el arte más público de todos, está perdiendo contacto con su público – con su base de clientela, si se quiere – y tiene cada vez menos influencia sobre el planeamiento y diseño de nuestras comunidades.

Para reafirmar lo obvio, los periódicos norteamericanos están en una modalidad reductiva , con sus utilidades y su franja del mercado publicitario en radical disminución. Una de las áreas en mayor peligro es la del cubrimiento del arte y la arquitectura. Este cubrimiento está siendo marginado o eliminado a través del país…

Esto es desastroso pues los críticos periodísticos son la primera línea del cubrimiento arquitectónico, siempre más a tiempo y con frecuencia de manera más comprensiva que en las revistas de diseño. Los periódicos son donde el público obtiene la mayor parte de su información sobre arquitectura y también sobre planeación urbana, desarrollo comunitario, conservación de vecindarios y otros temas sobre los cuales se preocupa. Las fuentes electrónicas de información no pueden  ni comenzar a llenar esta brecha, lo que significa que la conversación se ha detenido sobre la mayoría de estos temas de importancia vital. El diálogo y el debate han cedido su lugar a un silencio ensordecedor.

Sin embargo, no creo ni por un segundo que el público no se preocupe ya por la arquitectura y el urbanismo o que estos se hayan tornado en temas propios de escasos círculos de tertulia. Observen la proliferación de comités de revisión de proyectos y planeación que han surgido en todo el país…Que esto indique que el público se apasiona por el diseño o está mortalmente asustado de lo que los arquitectos le podrían hacer a ellos, es un asunto muy diferente.

Lo que está haciendo falta en todas partes es un lenguaje común y un esquema compartido de referencias para hablar sobre estos temas. Los arquitectos y el público habitan mundos muy diferentes cuando se trata de identificar y analizar los asuntos que realmente importan en nuestras comunidades.

La revista ARCHITECTURAL RECORD, para la cual he escrito durante 15 años, recientemente entrevistó a seis críticos a escala nacional respecto de qué era lo más importante para los residentes en cada región del país. Casi sin excepción, los temas claves fueron públicos y cívicos – vivienda a costo accesible, planeamiento regional, acceso a transporte público, conservación de vecindarios y zonas históricas, congestión urbana, crecimiento urbano desordenado y espacios abiertos. La Arquitectura con A mayúscula, como sería, por ejemplo, a lo que están dedicados ahora Rem Koolhaas o Frank Gehry, a duras penas quedó en el último lugar de la lista (subrayado del traductor). Lo que equivale a decir que hay una gran desconexión por ésta época entre lo que hacen los arquitectos y publican las revistas y lo que el público hace o lo que realmente capta su interés.

Correctamente o no, el público percibe que la profesión es mayoritariamente indiferente a sus preocupaciones. Piensa que los arquitectos están interesados principalmente en la arquitectura como un arte, la arquitectura como un negocio o en defender la autonomía de la profesión, que ha sido ya mayormente entregada o despilfarrada, al paso que se ven a sí mismos como guardianes del dominio público y de los elementos sociales y comunales de la arquitectura y el diseño urbano.

Admito que esta es una división simplista, pero la brecha de comunicación es real  y los arquitectos y los periodistas llevan mucha de la responsabilidad por haber creado esa zanja, así como en la tarea de cerrarla. …debemos revivir el diálogo con el público sobre los temas de diseño. Arquitectos y revistas de arquitectura están buscando ahora caminos para recuperar influencia y ganar autoridad, que no es lo mismo que poder.

Poder es la capacidad de lograr que algo ocurra o no ocurra u ocurra de modo diferente. Autoridad es otra cosa. Autoridad significa que su trabajo es leído, se le escucha, se habla sobre este y se le presta atención. Influencia o autoridad no vienen de detener en seco el proyecto X  sino de lograr una gradual agudización de las percepciones comunales respecto de buena calidad de diseño y por ello mismo, elevar el nivel de las expectativas públicas sobre lo que es aceptable y lo que no lo es.

La gran crítica Ada Louise Huxtable dijo alguna vez que el público conoce sus derechos respecto de la ley o la seguridad social o la salud y está al día en todo aquello a lo cual tiene derecho cívico. Pero no sabe nada de aquello a lo que tiene derecho en arquitectura, diseño urbano o políticas del medio ambiente. El trabajo principal de una buena revista de diseño es el de ayudar a educar al público respecto de sus derechos en estos asuntos, pues en fín de cuentas su mejor aliado es un público ilustrado y preocupado y su más poderosa arma es la habilidad para poner la opinión pública al servicio del buen diseño.”         

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Respuesta a la invitación de Escala

Julio 16 – 2010

Del 17 al 22 de mayo se juzgó en Bogotá la XXII Bienal Colombiana de Arquitectura, y el evento de premiación y presentación del libro se hará en Medellín del 11 al 15 de octubre. Se presentaron 500 obras o «proyectos» como se dice ambiguamente en el medio, de las cuales 138 entraron en competencia. Desde la revista Escala, David Eduardo Serna propone aprovechar la oportunidad de conocer anticipadamente los ganadores para hacer una “reflexión tranquila y meditada” sobre la arquitectura colombiana. Advierte Serna que si no hacemos esta reflexión «tendremos que atenernos» a versiones como la del editorial de Luis Fernández Galiano en AV Monografías, dedicada a Latinoamérica.[1]

Fernández Galiano dedica un encomio a la «floración exuberante» de arquitectura que anuncia una especie de tercera independencia:

…“Hoy, las Américas latinas celebran doscientos años de independencia conscientes de la unión inextricable de heroísmo y horror en las que al fin y al acabo fueron guerras civiles, y conscientes también de que el desenlace supuso el reemplazo de una dependencia política por otra económica que ha condicionado su destino ulterior, dibujando un panorama fragmentado que ha sido fermento de revueltas generosas, guerrillas sanguinarias y revoluciones agotadas…la América indígena y criolla se enriqueció con el flujo vital de los inmigrantes europeos hasta devolvernos nuestra imagen en un espejo, y ahora nos ofrece una floración exuberante de talento arquitectónico que aspira a medirse con los logros de su inagotable acervo de escritores….” [2]

Para Serna: “una introducción de este tipo antes que contribuir, ofende…si desde nuestra realidad no generamos crítica y opinión sobre nuestra producción… [nos] crearán panoramas desinformados y sesgados que se asumirán como verdaderos y correctos al ser difundidos masivamente”. Para Serna, «la SCA nos ha servido en bandeja de plata la oportunidad para contestar a esta caracterización, antes de la premiación de octubre”.

Acepto la invitación para des-endulzar el ambiente promovido por Fernández Galiano y para insistir -otra vez- sobre la necesidad de que la SCA, además de algo que hace muy bien como promover concursos, asuma el papel de promover una arquitectura más adecuada a las circunstancias nacionales, y menos preocupada por el aplauso internacional.[3]

Ofensa o contribución, la euforia de Fernández Galiano, aprovecha la circunstancia feliz del bicentenario para reformular un par de lugares comunes: primero, que se trata de una independencia política apenas sustituida por una dependencia económica, que llegan ya al doble siglo; y segundo, que hubo otro tipo de independencia, la literaria, que ya cumplió el medio siglo. A estos le agrega una nueva interpretación: que en la “América indígena y criolla” florece el talento, insinuando algo así como que la arquitectura en Colombia, por fin, rompió el Florero de Llorente.

El afán de AV Monografías no es nuevo y el reconocimiento extranjero tampoco. Fernández Galiano testimonia una sorpresa personal ante su recién descubierto nuevo mundo; sorpresa que para la SCA cumple la misma labor de cancillería que se autoimponen muchas instituciones nacionales para mejorar la imagen del país en el exterior. No obstante, celebrar que ahora sí, por fin, se superó el complejo de la identidad y el provincialismo de la localidad, para entrar a la contemporaneidad del mundo globalizado, no va más allá de reproducir el efecto liberador que los éxitos de un cantante o un deportista generan ocasionalmente sobre la imagen internacional de narcoparapaís.

Dejando a un lado la benigna imagen del editorial, consideremos el fallo. El propósito consiste en analizar lo que dice el jurado sobre porqué gana el que ganó, no en cuestionar o celebrar ganadores o perdedores, particularmente en la categoría Proyecto arquitectónico. Para comenzar, resalto tres aspectos que considero problemáticos:

-Primero, insiste el jurado en llamar “proyectos” a las obras de arquitectura. Dada la ambivalencia del término, esto sería normal, si los trataran más como cosas materiales y menos como imágenes y discursos. Pero como en eventos anteriores, las palabras del jurado de turno revelan un olvido recurrente: que con excepción de los planes de ordenamiento territorial cuya esencia proyectual es permanente, lo que se juzga en una categoría como la de Proyecto arquitectónico son obras, terminadas y habitadas.
-Segundo, insiste el jurado que la decisión fue “unánime”. Bien si lo fue, pero que un premio se dé por mayoría no lo invalida y tampoco es necesario dejar la impresión en el público que el premio no tuvo ni tiene discusión.
-Tercero, insiste también el jurado en un supuesto mérito por parte de los participantes en resolver problemas que van más allá de los “confines” de la práctica profesional: “el jurado, en particular sus miembros internacionales resaltan el evidente compromiso de los arquitectos colombianos para enfrentar y resolver situaciones más allá de los confines de la práctica profesional.” Debido tal vez a un espíritu de los tiempos, este primer valor resaltado el jurado no es arquitectónico sino que viene precisamente de un más allá que denomina los confines de la práctica profesional: “los proyectos ganadores ofrecen soluciones a problemas complejos de carácter social, político y cultural».

Los valores arquitectónicos de estos proyectos ganadores aparecen después: «al mismo tiempo realizan exploraciones formales elegantes utilizando materiales convencionales de forma innovadora logrando así una gran complejidad espacial.”

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A partir de estas primeras afirmaciones, propongo deducir a posteriori, unos eventuales criterios de búsqueda mediante los cuales convocar a priori un futuro evento. Así, habría en estas declaraciones iniciales, tres criterios:

1. Buscar soluciones integrales en las que no sólo se resuelvan problemas arquitectónicos, sino además, problemas sociales, políticos y culturales:
2. Buscar innovaciones formales elegantes, por medio de materiales convencionales
3. Buscar complejidad espacial

Todavía en la introducción, anota el acta: “tanto los proyectos seleccionados para la muestra, como los proyectos ganadores, tienen un gran significado en todos los ámbitos de la práctica arquitectónica y estimulan el desarrollo de la arquitectura a nivel nacional y regional.” De esta nueva sentencia saldrían dos nuevos criterios:

4. Buscar un alto grado de significación en todos los ámbitos de la práctica
5. Buscar que las obras escogidas sirvan de estímulo para Colombia y Latinoamérica.

Después de la introducción, en la categoría Proyecto arquitectónico y justo antes de dar a conocer el ganador, continúa el acta: “el jurado, además de ponderar la calidad de los trabajos y la variedad de sus formatos, desea resaltar y reconocer la importancia que tiene la arquitectura en la transformación positiva del espacio colectivo, como lo demuestran muchos de los proyectos aquí presentados.” De acá se podría extraer otro criterio:

6. Buscar arquitectura que transforme positivamente el espacio colectivo

Luego, para los motivos específicos por los cuales se concede el primer premio al colegio Santo Domingo, el jurado explica que se trata de: “un proyecto excepcional y serio que se implanta acertadamente en el terreno para brindarle a la comunidad un lugar significativo de reunión. Sin sacrificar la seguridad necesaria en un edificio educativo, el proyecto se abre generosamente a su entorno inmediato de tal modo que el paisaje tan determinante se convierte, de manera positiva, en una parte fundamental de la experiencia diaria de los estudiantes de este plantel educativo. Por estas razones, el jurado, de manera unánime, concede a este proyecto, el primer premio en su categoría.” De esta sentencia saldrían tres nuevos criterios:

7. Buscar excepcionalidad y seriedad
8. Buscar generosidad con el entorno
9. Buscar lugares significativos para la comunidad

En resumen, entresacados de los motivos del jurado, estos nueve criterios se pueden conjugar y reagrupar en un conjunto de nueve búsquedas que podría servir como base para un futuro sistema a priori de reglas de juego:

1. Soluciones arquitectónicas que aborden problemas sociales, políticos y culturales.
9. Lugares significativos para la comunidad

2. Innovaciones formales que utilicen materiales convencionales
3. Complejidad espacial
7. Excepcionalidad y seriedad

4. Alto grado de significación en todos los ámbitos de la práctica

5. Ejemplos para Colombia y Latinoamérica

8. Generosidad con el entorno

Reagrupados temáticamente, hay dos criterios dominantes -el 1 y el 9- que pertenecen a un mismo grupo que relaciona arquitectura y comunidad. Considerando que se trata de criterios que explican la categoría Proyecto arquitectónico, y que hay otra categoría llamada Habitat y Vivienda Colectiva, parecería que la denominación Proyecto Arquitectónico privilegia los edificios de gestión y uso público, y la vivienda colectiva sobre la individual.

La SCA, en su calidad de “curadora” de la muestra tiene la libertad de definir estas prioridades, siempre y cuando sea clara. Y el jurado, en su calidad de “evaluador”, también podría hacerlo, siempre y cuando advierta con claridad que se trata de “opciones” y no de “hechos”. Lo que parece incorrecto es que un edificio parezca mejor que otro, o más proyecto arquitectónico que otro, porque presta un servicio público.

Los criterios 2, 3 y 7 pertenecen también a un mismo grupo en el que se buscan singularidad o novedad formal, complejidad espacial y materiales convencionales utilizados con elegancia. Para no malpensar creyendo que hay propuestas no-serias, la seriedad («un proyecto excepcional y serio») deberá entenderse como una redundancia circunstancial. Como se evidencia en el análisis anterior, la denominación Proyecto arquitectónico es problemática en la medida que se refiere a edificios de gestión y uso público, problema que no se soluciona creando una categoría para la gestión o el uso privado, sino ampliando o eliminando la categoría de Proyecto arquitectónico.

En este grupo, mediante los criterios relacionados con la forma y el espacio, se presenta un nuevo sistema de exclusiones y privilegios: se excluyen ahora, mediante el privilegio de lo complejo y lo excepcional, valores de signo contrario como lo convencional y lo simple. Desde luego, en ningún lugar dice que convención y simplicidad no se hubieran premiado, pero en la medida que se premian complejidad y novedad, se implica. Bastaría que como criterio se busque la Innovación, aceptando que ésta también se puede dar por la vía de lo simple y lo tradicional; eliminando prejuicios como que la innovación se relaciona con lo complejo o lo simple, o que innovar sólo es posible en lo formal. Además, abriendo las posibilidades en innovación hacia lo que el jurado denomina “todos los ámbitos de la práctica”.

El criterio 4 “Alto grado de significación en todos los ámbitos de la práctica”, aunque el acta no especifica cuáles son estos ámbitos, se puede asumir que involucra, como mínimo y además de lo formal, la construcción y la gestión. Para evitar la ambigüedad, bastaría definir con precisión, y desde luego a priori, las concepciones de ámbito y de innovación en arquitectura.

El criterio 5 “Ejemplos para Colombia y Latinoamérica”, se refiere a la posibilidad de que un ganador se convierta en punto de referencia dentro y fuera del país. Es cuestión de prioridades, pero bastaría con que la Bienal buscara generar modelos y pautas para las universidades y el gremio dentro de Colombia. Si a los extranjeros les parece bien, tanto mejor; pero bastaría que antes de un objetivo, esto se entendiera como una consecuencia afortunada.

Lo que sí podría constituirse en objetivo, y en consecuencia en criterio de valoración, sería que los ganadores se conviertan en modelos a seguir. Con un criterio como éste de por medio, por ejemplo, un miembro individual del jurado podría, desde sus preferencias personales, defender una obra de su agrado, al tiempo que podría ceder sin objeción, ante el argumento de otro jurado sobre una obra que, siguiendo los criterios establecidos, constituiría un mejor “modelo” para las circunstancias locales. Así, las circunstancias propicias podrían llevar a impulsar el uso de una tecnología de punta o de una tecnología tradicional; o por el contrario, llevar a favorecer un modelo de gestión que promueve cierto tipo de renovación urbana y evite otra. Y si el resultado coincide con un clamor o una necesidad regional, todavía mejor.

Por último, el criterio 8 “Generosidad con el entorno”, se refiere a lo que durante muchos años se llamó El lugar y que últimamente ha evolucionado, ampliándose hacia el Medio ambiente. De una arquitectura adjetivada como Arquitectura topológica o Arquitectura del lugar, hemos pasado a Arquitectura y medio ambiente. Desafortunadamente, el medio ambiente se enreda dentro de la miríada terminológica de Arquitectura sostenible, Arquitectura bioclimática y Arquitectura ecológica. La confusión, sin embargo, sólo significa que lo sostenible se divide en ecológico y bioclimático: lo ecológico relacionado con los procesos de producción de los edificios, y lo bioclimático con el funcionamiento y mantenimiento de los mismos.

Como criterio de juicio para una Bienal de arquitectura, se podría adoptar la generalidad del Medio ambiente, siempre y cuando, como en los análisis anteriores, las definiciones sean claras y se den por anticipado.

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El acta del comité de selección que conformó la muestra final y redujo los participantes de 500 a 138, demuestra otros tipos de falta de claridad: en lugar de explicar qué se privilegia y excluye, el jurado de selección se muestra sorprendido por hechos como la poca participación en vivienda de interés social y la amplia participación en vivienda individual. También se sorprenden porque la vivienda parece no ser un elemento esencial del habitat: «En la categoría Vivienda Colectiva y Hábitat, [el jurado del comité de selección] resalta la limitada participación recibida en proporción a la magnitud de obras que se producen en el país, expresa su preocupación por la mínima participación de la vivienda colectiva de interés social y la muy limitada experimentación que se evidencia en el país. Es claro el contraste que se presenta con el panorama en el apartado de vivienda individual, en el cual hubo una amplia y diversa participación, con lo cual se deduce que en Colombia aún no se ha dado un paso que nuestras ciudades y la sociedad están esperando, para que la calidad de nuestros entornos urbanos, esté fundamentada también en la vivienda como elemento esencial del hábitat».[4]

La escasa participación en vivienda de interés social corrobora lo que ya se sabe: que los arquitectos están más a gusto contratados para hacer vivienda individual y vivienda para estratos medios y altos; además, que la vivienda para estratos bajos es una cenicienta dejada en manos de los urbanizadores informales.

Sobre esta ausencia de interés por el interés social, me expongo a sugerir una reformulación para que el lamento no se limite al clamor por la falta de vivienda para pobres, por ejemplo: el comité expresa su preocupación por la incompetencia de la SCA y de las universidades para lograr que el eufemismo de la vivienda de interés social sea un tema de primera línea en arquitectura. Si hubiéramos pasado por la modernidad y asimilado los problemas de urbanización y crecimiento demográfico; o si hubiéramos pasado por la contemporaneidad y los problemas de medio ambiente, este arcaísmo de la vivienda individual estaría guardado en los museos; y la SCA, el gobierno y las universidades estarían preocupados por la vivienda colectiva para todos los estratos. Y para la sorpresa del comité porque la vivienda no sea un elemento esencial del hábitat, sugiero también una reformulación: mientras algunos seguimos esperando que “algo pase” por dentro, la SCA continúa anhelando que desde afuera “nos” consideren importantes.

Entre tanto, el jurado de la Bienal continúa conformado por un grupo de invitados obligados a actuar a la vez como legisladores y jueces; formulando sobre la marcha unos criterios para justificar unas preferencias ambiguas que deambulan entre lo social, lo significativo, la innovación, lo complejo, lo excepcional y la generosidad con el entorno.

En últimas, mediante estas denominaciones y jerquizaciones, parecería que la SCA considera que un conjunto de viviendas de estrato alto es menos como arquitectura que un colegio público, porque no es “significativo” para una comunidad. O que un colegio no hace parte del habitat porque el habitat se reduce a la vivienda. Sea como sea, deberían aclararlo.

Si se quiere enfatizar la importancia de “lo social”, seguido de todo lo demás, tendría que haber dos categorías aparte, por ejemplo: Arquitectura por Gestión pública y por Gestión privada, haciendo explícito que una se privilegia sobre la otra; en este caso, la pública. Con lo cual, lo que en realidad se estaría separando sería lo antes se llamaba Servicios complementarios y ahora se denomina Equipamientos urbanos, de lo que antes se llamaba Vivienda y ahora se denomina Habitat.

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El llamado de Escala propuso que una caracterización como la de AV Monografías requiere una respuesta para evitar “panoramas desinformados y sesgados que se asumirán como verdaderos y correctos al ser difundidos masivamente”.

Los nueve criterios acá identificados podrían servir a la SCA como punto de partida para constituir un sistema a priori de reglas de juego para la próxima bienal, exonerando al jurado de la tarea de inventar sus propios criterios, año tras año. Con los ajustes y complementos del caso, también le permitirían a la SCA asumir el papel de promover una arquitectura menos interesada en el aplauso de la comunidad internacional, y más preocupada por el descalabro interno de una ciudad –un habitat– cuya mayoría porcentual sigue siendo planeada, diseñada y construida, sin que a la SCA se le mueva un pelo.

Asumo que de responder, que nunca lo hacen, lo harían de manera “tranquila y meditada”, lavándose las manos y reclamando no hay nada que hacer, que la ciudad la dominan fuerzas superiores, que los arquitectos se ocupan de otras cosas. La misma nada que hicieron con Eldorado.[5]

Juan Luis Rodríguez

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NOTAS

1. El artículo La Bienal ha sido juzgada…que inicie la Bienal y las actas de selección y premiación están en www.revistaescala.com
2. Otra vez porque ya lo hice en el artículo Medio ambiente e innovación. Criterios para la Bienal XXII, artículo publicado en Memorias, Vol. 2 Núm. 3, Pontificia Universidad Javeriana, 2009.
3. AV Monografías, LATIN AMERICA 2010, número 138, diciembre de 2009
4.http://www.revistaescala.com/attachments/345_Acta%20
comite%20de%20seleccion%20de%20la%20Bienal%20de%20Arquitectura%202010.pdf
5. http://esferapublica.org/nfblog/?p=6939

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Una reflexión sobre la próxima Bienal

Cuando surgió el debate en el ciberespacio acerca de los premios a la arquitectura mediática que ha venido siendo presentada como “la arquitectura colombiana”, quienes participamos en ese debate solicitamos a la presidencia anterior de la SCA que nos permitiera tener para la discusión, no sólo el espacio virtual de la Sociedad sino también el físico, entendiendo que  a la Sociedad como el lugar natural donde se propicien y acojan los  debates y discusiones sobre el oficio de la arquitectura, y donde tenemos cabida todos los arquitectos colombianos, independientemente  de su ideología.

Numerosas veces solicitamos al expresidente Ricardo Navarrete la inclusión del debate en la pasada Bienal, con la participación  de todas las partes involucradas en la discusión. Navarrete nos dijo, también varias veces, que así lo haría, pero con sorpresa descubrimos que no solamente no lo hizo, evitando la inclusión de quienes tuvimos en el debate una posición contraria a quienes se califican como la vanguardia, sino que optó por tomar posición dentro de la discusión, al  invitar como conferencistas y panelistas a la SCA, a los mas conocidos representantes de la vanguardia mediática .

Luego, quienes participamos en el debate con un pensamiento diferente a los mediáticos,  vimos  repetirse la situación en el pasado Congreso: Nuevamente fuimos excluidos, mientras se invitaba a las mismas personalidades que se otorgan no sólo el titulo de vanguardia, sino de representantes de la arquitectura colombiana y portadores de la bandera de la nueva identidad nacional, ésta sí contemporánea.

También  ha sido clara la preferencia en la elección de las mismas personalidades como jurados de concursos,  lo cual ha resultado en la elección de una mayor cantidad de proyectos de tendencia mediática en los concursos organizados por la SCA.

Vale la pena anotar que este alineamiento ideológico de la SCA, ha producido el desligamiento de cualquier tendencia crítica interna, (son contados con los dedos de la mano los analistas  locales participantes en estos dos eventos) para entregarse al halago de los críticos y teóricos extranjeros que conforman un club de mutuos elogios  amparados bajo la dogmática premisa de que el mundo está globalizado.

Si la SCA pretende  seguir teniendo la representación de la arquitectura nacional, es necesario que recoja en su seno a todas las tendencias  ideológicas, ya que la existencia de diferentes posturas y de debates que surgen de las mismas,  no solamente son sanos sino necesarios para el adecuado desarrollo de  la profesión en país.

He expresado en anteriores ocasiones mi preocupación por la composición de jurados para concursos, aspecto que bajo el argumento de democratizar las elecciones, se ha convertido en botín de reparto a estamentos de la Sociedad.

El jurado de una Bienal debe tener las calidades que le permitan discernir sobre el mérito de las obras que participan. Por esta simple razón, en otros lugares generalmente son conformados por personalidades de la crítica, la academia y profesionales reconocidos por  su ejercicio profesional.

En el caso de la Bienal colombiana, el cuerpo de jurados de las últimas Bienales ha sido compuesto mayoritariamente por estamentos de la SCA: presidentes de seccionales, expresidentes nacionales, miembros de entidades oficiales como el Consejo profesional.  Tratándose de un evento como la  selección de la arquitectura representativa del país, no son estas las personas idóneas para un ejercicio de discusión que requiere un cierto nivel conceptual que, sin querer demeritar de su capacidad profesional  y de dirigencia gremial, no depende de la capacidad administrativa sino de la capacidad teórica que depende del estudio y la investigación, o de la capacidad técnica que depende de una práctica constante

Considero que  la Bienal no puede seguir siendo, cual reinado de belleza, un evento de proclamación de proyectos ganadores y de conferencistas invitados a promover su propia imagen o un tipo de imagen preseleccionado por la SCA sino nuevamente, el lugar natural donde se propicien y acojan los  debates y discusiones sobre el oficio de la arquitectura. La Bienal debería ser la gran oportunidad de construir un espacio para el análisis y la discusión de el estado de la arquitectura nacional; debería ser un foro amplio y democrático donde arquitectos con diferentes ideologías podamos reflexionar y construir el futuro de nuestra profesión.

En mi caso personal, el haber expresado anteriormente mi ideas con respecto a la organización de los jurados, en vez de entenderse como la crítica constructiva de un miembro activo, generó una moción de expulsión de la SCA, amén de calificativos como “el enemigo de la Sociedad”. Por medio de esta nuevo llamado, espero no ser castigado nuevamente. En cambio, y espero no sea ingenuamente, que los organizadores de la próxima Bienal tengan a bien esta reflexión.

Guillermo Fischer

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