Sobre avisos y andenes

Por: Willy Drews

En: mi ciudad - opinión - urbana -

Agosto 23 de 2013

El recién llegado se sentó en el único banco ocupado del parque.

–       Buenos días, me llamo John Jairo Jaramillo.

–       Buenos – contestó el que no era recién llegado -.

–       Mis amigos me dicen Jotas. Desde que me jubilé en Calarcá me vine a vivir a Bogotá, y como no tengo nada que hacer, me dedico a recorrer la ciudad – prosiguió Jotas sin esperar la respuesta del que no era Jotas.

Me tiene aterrado, eavemaría, como está de feo Bogotá. Estamos invadidos por avisos, vallas y letreros. El otro día leí en el periódico que eso se llama contaminación visual. El que instala un negocio cree que ponerle un aviso no es suficiente, y cuando ha llenado la fachada de letreros horizontales, completa con verticales, después coloca una valla gigantesca sobre la cubierta, posteriormente cuelga un pendón en la puerta y finalmente atraviesa una valla en la mitad del andén. Todos dicen lo mismo.

El que no era Jotas, y que primero dijo buenos, se quedó callado. Jotas continuó: Hace algún tiempo pasé por la avenida Caracas. En treinta cuadras encontré seis Centros Radiológicos, Médicos y Naturistas y un Templo de la Salud, que compiten en tamaño y cantidad de avisos que reiteran no solamente el nombre del negocio, sino sus especialidades, enfermedades que curan, teléfonos y valor de la consulta.

Y si en el sector salud llueve, en el de educación no escampa: dos Institutos y un Centro de Capacitación, no solo agotan la posibilidad de cubrir de avisos la fachada – incluyendo ventanas – sino que además cuelgan pancartas de “Matriculas abiertas” como si alguna vez hubieran estado cerradas. Completan el escenario el Templo del Indio Amazónico y un Centro Electrónico Japonés en forma de pagoda de lata. Otro día bajé por la calle 45 y me encontré, en la misma cuadra, dos negocios que competían profusa, reiterada y exageradamente con la oferta de los mismos artículos de papelería, fotocopias y minutos de celular. Y qué decir de la Candelaria, el barrio más antiguo de Bogotá, que lo pintoretearon para devolverle un aspecto que nunca tuvo. . Sin hablar de los grafiti que están invadiendo la ciudad.

Finalmente el que no era Jotas, que primero dijo buenos y después se quedó callado, opinó: Para mí lo importante es el estado de los andenes, que es deplorable. Huecos, bolardos, postes, adoquines sueltos, y como si fuera poco, bicicletas que invaden el espacio del peatón. Las plaquetas prefabricadas están desprendidas y se han convertido en tropezones. Los andenes están intransitables y la administración distrital no hace nada. Su famosa contaminación visual me importa un c… (El latido del perro que estaba echado a sus pies no dejó oír el final de la frase).

Entonces Jotas se paró con esfuerzo y se alejó refunfuñando protestas de jubilado. El que no era Jotas, que primero dijo buenos, después se quedó callado y finalmente opinó, se acomodó las gafas negras, cogió con su mano izquierda la traílla de su pastor alemán y atravesó el parque dando rítmicos golpecitos con su bastón blanco, uno en el centro del camino, otro en el borde, uno en el centro, otro en el borde…

WILLY DREWS

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Un pensamiento en “Sobre avisos y andenes

  1. Enrique Uribe Botero

    Hombre que a don Jotas, no se le vaya a ocurrir bajar por la calle 26, entre otras troncales del Transmilenio, que por la desidia del Distrito y especialmente de Planeación Distrital, los retazos de los predios que quedaron por la compra de los lotes necesarios para la construcción de la vía, se vieron enfrentados a cientos, ojo, cientos de metros lineales y miles de metros cuadrados de culatas, porque todavía no ha habido el funcionario que se le ocurra permitir darle fachadas a los inmuebles qué están sobre la vía. Darles acceso, una nomenclatura, ventanas. Simple, darle la cara a la ciudad. Pues sorpréndase, doctor Willy, todavía no ha aparecido el funcionario que le parezca que si estos inmuebles se abren a la ciudad y que los retazos que quedaron, algunos cercados por alambre de púas, se utilizan como espacio público y no como baño de indigentes adyacente a estos inmuebles, por ejemplo terrazas para cafeterías, un arbolito o algo similar, el Distrito, no solamente gana en calidad ambiental, estética, seguridad y demás si no que gana en tributos, empleo y en general en la economía del sector.
    Pero como siempre, la desidia del estado la solucionamos los contribuyentes, ejemplo, el pico y placa. Dice el estado: “no soy capaz con el manejo del tráfico en la ciudad, definitivamente me quedó grande, en consecuencia ustedes los ciudadanos, me resuelven el problema, no saquen su carro, eso sí, el impuesto no se lo rebajo proporcionalmente.” En el caso de las culatas, también se les apareció “la virgen”, se decretaron soyadísimos y modernísimos, les entregaron las culatas, pintura incluida a los jóvenes grafiteros. Y, un grafiti por aquí otro por allá, chévere. Pero miles de metros cuadrados continuos, en no más de tres kilómetros (desde la tercera hasta la 28 en la troncal de la 26) multicolores y en no pocos casos con pinturas francamente repulsivas, definitivamente es el mejor ejemplo de lo que don Jotas conoció como contaminación visual. Pero no, el Distrito está orgulloso de dar libre expresión a los jóvenes artistas, ( ¿no habrá mejores espacios de formación artística? Qué pesar), en estas culatas que ellos por física desidia construyeron, y busca títulos, como Bogotá capital del grafiti.
    Suena realmente increíble, el estado constructor y promotor de culatas.

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