Archivo del Autor: torredeb

«ARQUITECTURA, REPRESENTACIÓN, FOTOGRAFÍA»

 

 

 

Gianni Braghieri Proyectos 1970-1990

 

Presentación Aldo Rossi

De Gianni Braghieri, quien fue mi alumno en el Politécnico de Milán y mi asistente en el Instituto de Universitario de Arquitectura de Venecia, y con el cual también he trabajado durante muchos años, no puedo hablar más que con admiración y afecto. En estas últimas obras él continúa una investigación que ha seguido siempre con serenidad y claridad: la materia, los colores y la disposición de los edificios están siempre unidos a la misma matriz. Braghieri no conoce las incertidumbres y mucho menos los desequilibrios por más positivos o negativos que sean. Y por esto he hablado de serenidad, como si fuera muy consciente que la verdad se encontrará al final de esta búsqueda.

 

Hablando de él no me gustaría escribir una introducción genérica y prefiero continuar con el análisis de una obra suya. Se trata del emplazamiento del proyecto en Nosedo para el Sistema de Depuración de Aguas residuales. La amplia introducción de caracteres técnicos y de cuestiones ligadas al emplazamiento mismo, cuestiones muy importantes para las grandes ciudades, dan un cuadro, diría yo, completo de las dificultades encontradas, de las soluciones elegidas y de la técnica usada, recorriendo el difícil iter del proyecto desde el inicio hasta su aprobación. Esto resulta casi como un manual que se adhiere a los hechos y es indicativo para otros proyectos de este tipo. Tal es el equilibrio del proyecto entre paisaje y construcción, exigencias técnicas y garantías ecológicas, de modo que la arquitectura del proyecto parece nacer “naturalmente” de este conjunto de factores. Pero la arquitectura, como otra obra del hombre, no nace “naturalmente”: nace más bien de la comprensión y la representación que el arquitecto es capaz de hacer.

 

Es este el sentido de la introducción a la obra de Gianni Braghieri: aquí el arquitecto ha sabido darnos una síntesis de todos los problemas a través de la forma, y con esta la elección de los materiales y, lo más importante, la dimensión. No la dimensión métrica prescrita por el proyecto, sino la dimensión de esta arquitectura que parece trasladada de la dimensión del campo Lombardo, de las filas de arboles, (olmos, moreras, álamos) que desde siglos marcan la tierra de la baja lombardia. Se necesitaría volver a Carlo Cattaneo, “a la tierra impregnada por la fatiga del hombre” para entender la belleza de esta unión entre la arquitectura y la tierra. Y justamente Gianni Braghieri insiste sobre estas bellas tavole, que hemos podido admirar en la Bienal de Venecia, donde la representación topográfica se vuelve línea directriz de lo construido y conjunto con el paisaje. Paisaje donde la granja lombarda emerge como una tipología fijada desde la villa romana hasta nuestros días. En el modelo del emplazamiento visto desde el norte, el arquitecto describe un conjunto de granjas y casas rurales como si fueran un proyecto suyo y de hecho es la premisa de su proyecto.

 

Gianni Braghieri ha estudiado durante muchos años como estudiante y docente del Politécnico de Milán nuestro territorio lombardo y aquí traduce su conocimiento, si se quiere académico, en una construcción concreta. Así nacía la gran arquitectura civil, la arquitectura civil que no tiene necesidad solo de grandes temas pero que se revela esencialmente en la intervención precisa; lo que en ingeniería se llama el “artefacto”, encuentra en la arquitectura una ampliación que lo hace, por así decir, fundamento de la arquitectura misma: el puente, la galería, la calle y también la división del suelo que no es solo de naturaleza topográfica. Viendo esta obra confío en una renovación de la arquitectura civil y sobre todo viendo y también estudiando el “Emplazamiento de Nosedo”, me parece que de esta estrecha relación entre necesidades técnicas y voluntad figurativa pueda renacer esta arquitectura civil, desafortunadamente deteriorada por intervenciones municipales, a menudo manipulada y que no tiene en cuenta la importancia que esa ha tenido para la ciudad y el campo. Es también y sobre todo porque estos lugares entre la ciudad y el campo no deben volverse periferia urbana, sino ser como cremalleras de una planificación diferente del territorio. Con esta arquitectura Gianni Braghieri nos demuestra que una obra en sí modesta y por fuera de los grandes temas de la arquitectura puede y debe ser objeto de estudio y de atenta proyectación. En este caso Gianni Braghieri nos ha ofrecido una solución ejemplar, y ha entendido cómo ameritaba ser tratado el tema.

 

Texto publicado en S. Tringali, R. La Rosa (Curadores) de Gianni Braghieri Proyectos 1970-1990, L.C.T., Módica 1990

 

Gianni Braghieri

 

Arquitecto italiano nacido en Villa d’Adda, Provincia de Bérgamo, Lombardía (1945). Se graduó como arquitecto en el Politécnico de Milán (1970), y empezó a trabajar en el despacho de los arquitectos Giorgio Grassi y Aldo Rossi. Investigador de tiempo completo en el Instituto Universitario de Arquitetura de Venezia (1980), donde obtuvo la plaza para la cátedra de Composición Arquitetónica (1986). Luego fue profesor titular de la cátedra de Arquitectura y Composición Arquitectónica en la Facultad de Ingenería de la Universidad de Palermo (1988).

 

También ha sido profesor titular de la Cátedra de Composición Arquitetónica en la Facultad de Arquitectura del Politécnico de Milán (1991), y profesor titular de la misma Cátedra en la Facultad de Ingenería de la Universidad de Bolonia (1994). En 1999 fundó la Facultad de Arquitectura “Aldo Rossi” en la Universidad de Bolonia, la que presidió hasta el 2005.

 

Ha sido profesor visitante en diversas universidades del mundo, entre las que se cuentan Princeton; la Ecole Polytecnique Federale, Lausanne,Suiza; la Universidad de Siracusa y el Politécnico de Gdansk (Polonia).

 

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La Arquitectura y su reivindicación simbólica

Tomado de Arqhys

La definición de estas áreas emblemáticas se apoyará en la pugna por la supremacía de una ciudad sobre las otras; la arquitectura como representación juega un papel primordial. La arquitectura representativa que sea capaz de atraer inversiones debe ofrecer confianza y una imagen de ciudad pujante. Se forman zoológicos de íconos arquitectónicos de probada fuerza mediática que servirán de imagen publica para la ciudad, ayudando a su posicionamiento en las redes de ciudades de servicios y turismo. La elección del arquitecto de estos nuevos emblemas es significativa. Desde el momento en que se decide la construcción de un nuevo edificio, complejo o modificación de la ciudad, cada paso se convierte en un espectáculo que empieza por la decisión del lugar hasta la elección de los posibles arquitectos y el desarrollo del proyecto. El futuro edificio es real tanto en la virtualidad de los medios de comunicación especializados como en los de comunicación de masas. Se consume la arquitectura antes que exista el edificio matérico. En el universo cambiante de las tendencias estéticas, los ciclos de vigencia se acortan con la misma rapidez que se eleva el umbral de la novedad. La arquitectura finge producir el mundo que la consume.

El acortamiento de los períodos de vigencia de una determinada estética esta invariablemente supeditado a su ingreso en el complejo sistema de la novedad, de la noticia de la ultima hora; nada que no sea extraño como novedad será reseñado por los grandes medios de comunicación. Se trata de un doble juego extremadamente peligroso; aquello aparentemente hace que una arquitectura y una ciudad existan su difusión y su reconocimiento es lo que también puede hacer que sucumba o desaparezca como un fuego de artificio. La búsqueda del ícono o emblema no es un hecho exclusivo de la iniciativa privada. Los museos son el caso más emblemático del cambio de política respecto a la ciudad. Un equipamiento urbano ya no se piensa para ser usado por la ciudad, sino como un elemento diferencial en las tablas de la calificación empresarial urbana y en el potencial turístico de la ciudad. Para la existencia de un museo, sea publico o privado, se necesita la fuerza mediática que los convierta en focos de peregrinación. Poco importa qué se expondrá y cómo, pues el envoltorio vacío parece suficiente en la lógica de usar y tirar. Para que la cultura sea rentable como un parque temático debe atraer a las masas por su grandilocuencia, como si se tratara de las catedrales del nuevo milenio.

Las ciudades-museos que hacen su aparición en la escena urbana como verdaderas fortalezas, el Getty Museum en los Ángeles de Richard Meier, o la ciudad de las artes y las ciencias en Valencia de Santiago Calatrava, son otro elemento segregado y potencializador de la especulación urbana en su entorno inmediato. En los últimos años se han propagado los grandes edificios emblemáticos, construidos por arquitectos de prestigio, que no limitan su actuación a una ciudad o un país, sino que proyectan para todo el mundo, con la única singularidad del propio bagaje de imágenes acuñadas por el arquitecto y, por tanto, reconocibles. A diferencia de los centros de ocio y consumo, donde la imagen esta más estereotipada y tipificada y la firma es importante como marca de empresa y no como obra de arquitecto con prestigio ‘crítico’, pues se siguen pautas del manual, que dependen mas de la eficacia del marketing y de la capacidad de sorprender y entretener dentro de códigos reconocidos de estrategias ya probadas, más que de construir una verdadera propuesta arquitectónica. Los emblemas urbanos necesitan del nombre de un arquitecto reconocido mediáticamente, pues se constituyen en noticias culturales por medio de su nombre, otorgando otro tipo de impacto social a la noticia y avalando la operación. Por ello, parte de la efectividad de la inversión y de la convalidación del proyecto reside en la elección del arquitecto. La elección de un arquitecto de reconocido prestigio (y extranjero) aumenta la atracción de los media por el nuevo proyecto, edificio o inversión.

La transformación de las empresas con la intromisión masiva de los medios de comunicación de masas ha producido el advenimiento de la ciudad de consumo, de la ciudad electrónica y telemática, etc., y con ello se cumple, definitivamente, la desaparición de sus funciones tradicionales. Por ello, la ciudad pasa a ser emblema, pero no de si misma o del poder político y publico, sino de las empresas que la moldean; desde la silueta de la ciudad hasta el cambio de normativas de usos y superficies según conveniencia del inversor y promotor privado. La primacía de lo privado sobre lo público tergiversa y pervierte las relaciones sociales del uso del espacio urbano. La arquitectura propuesta como emblema se convierte en un icono y, por tanto, en objeto; se banaliza también como complejidad, también desaparece la arquitectura y, de más de está decirlo, puede desaparecer también el arquitecto. La incapacidad de relacionarse con el lugar y de enraizar con lógicas de entretejido urbano convierte a estos centros en una sumatoria de objetos que, independientemente de su posible calidad arquitectónica aislada, generan un área urbana de fácil degradación, al imposibilitar su apropiación cotidiana y doméstica. Sin esta apropiación no hay ciudad, sino pura estenografía vacua.

Luisa García
República Dominicana

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La estética de las lentejas

 

Todos somos aficionados a la arquitectura. O la arquitectura exigiría que todos lo fuéramos. Tan fácil como le resulta a la política que se hable de ella, a la construcción de ciudades y edificios debía corresponder una atención tan tensa y popular como la de los «indignados». Ni la pintura ni la música se hallan tan obligadas a responder socialmente pero la arquitectura construye o destruye, mejora o empeora delictivamente la ciudad. Ayer destacó este periódico uno de los viejos proyectos de Patxi Mangado destinado a un auditorio en Teulada (Alicante). Mangado podría haber sido alcalde de Pamplona y secretario general de cualquier plataforma dedicada a politiquear con furor. Ni le falta oratoria convincente ni ganas de mandar. Es, sin embargo, arquitecto a tiempo completo y, encima, con la conciencia propensa a la culpa, tal como inculcó a muchas generaciones los grandes maestros de las escuelas españolas, casi monjes de la Bauhaus y las viviendas sociales. Bajo esa influencia Patxi Mangado ha creado una fundación, Arquitectura y Sociedad, que trata de hacer lo imposible por fundir ambos términos en uno. De hecho, no ha habido en España un arte (en España es arte e ingeniería a la vez) que se apegue tanto a la existencia civil como el suyo. Los pintores, los escritores o los rockeros cuando son famosos tienden por lo general a ser divos. Muchos arquitectos también. La diferencia es que mientras en las demás profesiones pueden seguir siéndolo sin hacer daño a nadie, los narcisismos de un arquitecto pueden incluso matar. Muchos de los arquitectos famosos, españoles o extranjeros, que construyeron aquí durante las dos últimas décadas, fueron recientemente desenmascarados por un gran reportero, Llàtzer Moix, en Arquitectura milagrosa (Anagrama). Y le llamo «reportero» porque bastaba reportar lo construido para aportar noticia de las barbaridades que se han hecho. Arquitecturas pin-up cuyo cuerpo apenas resiste ni un mal Photoshop ni el menor paso del tiempo. Edificios espectaculares forrados de pladur, acrobacias fotogénicas cuyo pecado de vanidad es directamente proporcional a sus poses obscenas. Desde los años sesenta, casi todos los arquitectos occidentales (desde Piano a Moneo), admitían que un trabajo narcisista era lo peor que les podía pasar. Antes de venir Cristo al mundo, Vitrubio había establecido una trinidad de principios (firmitas. utilitas y venustas) como pilares de la arquitectura honrada. Los edificios que se caen (no firmitas), los museos que se edifican sin contenidos (no utilitas) o las ciudades monstruosas (no venustas), son los tres pecados capitales que como jinetes del Apocalipsis han arrasado más de medio mundo durante la prosperidad. Dubai o Shanghái son hoy la perla falsa de ese infierno del estilo por el estilo, la grandeza por el gigantismo y el soborno por la especulación. De esa época quedan demasiados testimonios pero su fin ha llegado ya. «Sois tan pobres que solo tenéis dinero» se leía sobre una fachada en un banco de Lisboa. La época del mucho dinero ha colaborado en la rutina y en la ruina de la arquitectura. Creadores que han repetido hasta la saciedad su misma obra para venderse como marcas a mandamases políticos que han multiplicado por cinco o seis los presupuestos de la comunidad, decenas de auditorios, aeropuertos, museos y ciudades culturales que han expoliado las arcas presentes y futuras. La orgía de la arquitectura de oropel, próxima al carnaval, ha disfrazado las ciudades de progreso mientras entre bambalinas los protagonistas se repartían la pasta. Hubo una época, la de los años ochenta, en la que conocí personalmente a los mejores profesionales del medio en España y, salvo alguna engominada excepción, todos eran de oro macizo. De esa materia es también hoy el arquitecto Patxi Mangado y prácticamente la mayoría de su generación, que cuenta con medio siglo a cuestas. Capaces todos ellos de entender que el estilo no es nunca mejor guía que el franco amor a la gente. La crisis, quién lo duda, acarrea mucho dolor, pero en su seno se ve de cerca la ignominia de las lentejuelas y la importante responsabilidad ante una ciudad de seres humanos donde en realidad se sirven platos de lentejas.

VICENTE VERDÚ

02/06/2011

Tomado de : ELPAIS.com

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Impostura intelectual

Torre de Babel tiene como política no publicar comentarios de incontinencia y desahogo, tipo Facebook. En contra de esta política publico los comentarios no divulgados que he recibido. Lo hago confiando en que a quienes les parece que estamos ante un pensador importante a quien yo he maltratado, le eviten a la cultura arquitectónica colombiana tener que esperar cincuenta años para entenderlo. Los invito a explicarlo, aclarando que lo que estoy tratando de hacer es desenmascarar lo que considero una impostura intelectual.

Me parece que Mauricio Pinilla tiene razón al afirmar que el Orquideorama se merecía el Premio Nacional de arquitectura. Pero eso es otra cosa. A lo que he llamado charlatanería es al texto publicado de un foro, en el que además yo participé. Considero que nos están tratando de vender como contemporaneidad, vanguardia y genialidad, lo que en su momento Alan Sokal denominó impostura, chapucería y logorrea.

Este fenómeno del abuso del lenguaje científico y de la metáfora proviene  en arquitectura  de un círculo al que pertenecen Andrés Jaque, Izaskún Chinchilla y Uriel Fogué, entre otros, quienes amparados en autores como Gilles Deleuze, Felix Guattari  y Bruno Latour, saquean ideas pertenecientes a los campos de la ciencia, la filosofía y la sociología, para transponerlas a la arquitectura, de manera “paradójica”, reproduciendo los abusos de los que  lo que Sokal acusa a estos mismos autores. Para el caso, la construcción de una impostura sobre otra impostura.

A Jaque, Chinchilla y Fogué hay que abonarles que su modo críptico resulta más inteligible que el ultracríptico Mesa. Además, acuden  a las obligatorias referencias bibliográficas, caso que no se da en los escritos de Mesa.

Mi forma de mostrar la impostura ha sido evidenciándola, citando los textos de Mesa como aparecen en la revista Memorias. No considero necesario hacer más porque me parece que la falta de claridad que demuestran brilla por sí misma, hasta el punto de poderla considerar humorística.

Si los admiradores o partícipes de este modo de escribir insisten que basta con leerlos, que hablan por sí mismos, que no necesitan explicación, y que la molestia o la risa que nos genera a algunos es cuestión de ignorancia, asumo que el caso queda cerrado. Los que así piensan seguirán pensando que estamos ante un talento al que yo malignamente quiero perjudicar, y yo seguiré pensando que estamos ante una impostura intelectual.

Sin embargo, si alguno considera necesario demostrar mi equivocación, ojalá opte por la claridad. Le aseguro que yo, y probablemente algunos de los que consideran que esto es chapucería, verborrea o logorrea, y una prolongación de la seudovanguardia española, les aseguro que se lo sabremos reconocer.

Guillermo Fischer

Comentarios no publicados:



Autor: Sergio Gomez.
Que lastima por Fischer.
No ha sido capaz de entender lo que dice Felipe!! Esta desconectado… Lee apenas un fragmento de sus textos y cree haberlo abarcado. Tendria que desmenuzar palabra por palabra el texto para poderlo entender, pues cada una de ellas tiene un sentido completo.
Lo descalifica como si fuera su enemigo, ridiculizandolo. Sin embargo el que queda ridiculizado es el.
No creo que la obra de felipe pueda ser reducida a 5 parrafos fuera de contexto, tendria que estudiarse sus edificios y sus libros.
La historia en pocos meses olvidara este incidente sin importancia, pero en unos 50 años los arquitectos podrán recorrer los magníficos edificios de Felipe,  leer sus textos y entender el pensamiento que le daba sentido a la arquitectura Colombiana de la primera década del siglo XXI. Lastima que Fischer se haya quedado por fuera de todo esto, desconectado, sin producir, sin escribir, sin crear, vive en otro tiempo y espacio, y por eso le angustia no etender y para no perder visibilidad, ataca a los que si trabajan. El fondo de sus textos  es un amargo quejido.
Autor:Ana Maria Pinzon:
Sigo opinando que es muy desafortunada esta actitud de «ataque directo» y lo único que se me viene a la mente son dos palabras: mala leche.
Autor : Maarten Goossens
Guillermo: ¿Fue su columna un chiste entonces? No había caído en cuenta…
Pero lo que pasa es que denuncia el uso de un lenguaje en su opinión vacía, pero sin decir por qué lo es. Por lo tanto, si yo fuera Felipe Mesa, en este momento no me sentiría invitado a dar respuestas o iniciar una discusión (una discusión que podría resultar muy interesante, porque este tema de «hablar en difícil» sí creo que es un problema que merece atención) porque Ud. en su columna no dice nada en concreto sobre los fragmentos del texto en cuestión.
Lo invito a enumerar 10 palabras empleadas por Mesa y explicar de cada una por qué está mal usada.
Autor: Guillermo Fischer
Hola Maarten:
Diez palabras: todo el texto!
Estoy dejando que los lectores juzguen por su cuenta, para Ud, por lo visto esta ponencia es coherente, lo invito  publique un articulo en defensa.
Saludos,
Memo
Autor : Maarten Goossens
Todo el texto…. bien, pero ¿dónde está la explicación de por qué el lenguaje de Mesa no sirve?
No estoy en contra de la denuncia o del tema o «a favor de Felipe Mesa» (como si esto fuera una competencia) ni mucho menos, por lo tanto no me corresponde a mí publicar un artículo en su defensa. Lo que sí me parece clave es que siempre haya argumentos y que las críticas estén fundamentadas, y eso es lo que me hace falta y la razón de hacerle la invitación que le hice.
Un saludo,
Maarten
Autor : Maarten Goossens
Guillermo, los comentarios que hice sobre su columna los hice con el objetivo de iniciar una discusión sobre el tema que está proponiendo pero a raíz de argumentos. No entiendo por qué no publicó mi comentario ni  responde públicamente: ¿Es Torre de Babel no un portal abierto?
Sigo entonces a la espera de que publique el comentario de antes de ayer. Hagamos esta conversación entre todos para que todo el mundo pueda participar.
MG

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Verborrea arquitectónica: el nuevo yerbatero paisa

En  Medellín  ha  surgido un grupo perteneciente a la nueva generación  de arquitectos, a quienes la verborrea de origen filosófico-cultural parece trasnocharlos tanto como la necesidad de fama. Jerga filosófica o seudofilosófica, y teoría (estéril) de la arquitectura de los años 80, pero con más de dos buenas décadas de trasnoche. Hay uno que sobresale: Felipe Mesa, quien se caracteriza por el uso de un metalenguaje con el que pretende cautivar las audiencias estudiantiles. Esto me trae la imagen del culebrero paisa, ese folclórico charlatán vendedor de ineficaces pócimas que iba de pueblo en pueblo.

En un interesante Foro en la Universidad Javeriana, Mesa presentó lo que denominó “aforismos”. Veamos algunos ejemplos de ellos:

Arquitectura espera

“Los proyectos nunca están completos. Por eso se dice que la arquitectura es la activación de redes e intercambios ecosociales en espera. Un grupo de aves, la lluvia, una conversación humana o el paso de un auto son fenómenos cotidianos, que posibilitan la arquitectura y que la conectan con amplios ciclos planetarios y eventos cotidianos de manera simultánea. La arquitectura es fuerza relacional y actividad pasajera. Viene y se va. Más que estilo y vanguardia es configuración abierta, que da un paso atrás y espera el contacto con diversos grupos humanos y no humanos. Es contacto y desgaste.”

Arquitectura animada

“La arquitectura pertenece a un tercer reino planetario: el de lo inorgánico animado. Es relación estrecha de lo mineral-orgánico y por ello, se sitúa en una categoría especial de lo vivo. Cómo técnica natural posee una micro evolución dispar no lineal y pequeñas extinciones. Antes que plantear la escisión entre lo natural y lo artificial, se suma a la incertidumbre sobre los límites de lo vivo.”

Arquitectura ecosocial

“La arquitectura es el encuentro de fuerzas sociales y eco-lógicas en un tejido complejo y concreto. No es metafórica sino radicalmente directa. Y lo social es en sí mismo una ecología. Es red de redes y ciclo de ciclos. El tejido es continuo y cortándolo advertiremos sus diversas fuerzas: flujos comunicativos de electrones, fuerzas lumínicas y gravitatorias planetarias, relaciones afectivas cotidianas. “

Arquitectura acuerdo

“El proyecto de arquitectura puede entenderse como un acuerdo parcial o un pacto provisional: social, material, energético y afectivo. La arquitectura es en sí misma la suma de contratos naturales y sociales necesarios. El proceso del acuerdo implica el desacuerdo, la diferencia y zonas de simetría que puedan dar paso a estrategias proyectuales concretas. ….“

Texto completo en Memorias de arquitectura, NOTAS ABIERTAS Y REDUNDANTES PARA UNA ARQUITECTURA ECOSOCIAL, Felipe Mesa,  vol. 2 num. 3, 2009, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.

El nivel de enredo y el metalenguaje es tal, que bien se merecería compararlo con la conocida burla de Alan Sokal, profesor de física  teórica en NYU.

Sokal publicó un articulo en Social Text titulado “Transgredir los límites: Hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica” el cual mereció elogiosa crítica, para luego publicar otro en Lingua Franca donde mostraba como el artículo había sido una trampa, con el objetivo de mostrar  la falta de rigor de los intelectuales «posmodernos» tales como Deleuze ,Lacan, Baudrillard y Kristeva, quienes utilizan abusivamente conceptos prestados de las ciencias físico-matemáticas, aturdiendo a sus lectores con una jerga aparentemente erudita, sin preocuparse por su sentido, y de paso, negando la verdad.

A quien le interese el tema, encontrará una interesante entrevista en: Biblioweb de sinDominio

Propongo leer el contenido cultural tras la jerga de Mesa como equivalente al contenido científico tras la jerga reciclada por Sokal, y han pasado desde esto, más de quince años.

Para ponerlo de otro modo, me parece que Mesa ha escrito algunas de las mejores piezas humorísticas que yo haya leído, ya no en sokalesco sino en cantinflesco. Con la diferencia que Cantinflas buscaba, de manera genial, hacernos reír, en cambio, lo que busca Mesa es una apariencia intelectual, que termina siendo igual o aún más jocosa.

Guillermo Fischer

Nota: algunas personas me han dicho que la dureza de los términos usados en este articulo distrae la atención de la discusión principal,  que como dice Willy, es acerca de como se escribe la arquitectura ¿En qué términos? ¿Para quien se escribe?
Con esa intención se han remplazado términos como culebrero y charlataneria por yerbatero y verborrea.
GF

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La Movilidad no perdona-Carta abierta al Polo y al Alcalde de Bogotá-


Tal parece que el alcalde de Bogotá se empeña en atribuir el tremendo colapso de la movilidad en Bogotá, a la profusión – por demás indiscriminada y exasperante-de obras públicas en la ciudad, las cuales presuntamente producirán, en palabras del gobernante, una “transformación histórica y sin antecedentes en la ciudad”….

De resultar cierta tal afirmación, la ciudadanía podría esperar dos consecuencias importantes: la primera, que los problemas de movilidad serán superados una vez concluyan las intervenciones en curso y que por lo tanto, se trata de una circunstancia excepcional y sobre todo pasajera, y la segunda, que la calidad de las obras apuntan a dejar una huella perdurable y positiva en la historia y en el devenir futuro de la ciudad.

Como si los problemas imperdonables de corrupción y burdo clientelismo no fuesen suficientes, estamos convencidos que se trata de una nueva manera de distraer la opinión pública, propiciando expectativas que además de falsas, son en extremos dañinas a la lenta tarea de construir credibilidad institucional, contraparte necesaria para consolidar una ciudadanía proactiva, solidaria y genuinamente consciente de sus derechos y obligaciones.

Es por ello que con todo respeto pero también, con la vehemencia que otorga el acervo de las evidencias, muchos de nosotros, ciudadanos y dolientes de Bogotá, nos permitimos dudar de tales aseveraciones y expresar nuestra profunda indignación por la impericia y la improvisación, la insensibilidad estética, además de la ausencia de un genuino sentido de lo público, características notables de la manera como un partido político y  un específico alcalde, manejan hoy el destino de la ciudad.

Quienes creemos que la construcción de ciudadanía en un país como Colombia nace de la correspondencia  entre la solvencia técnica y la transparencia de quienes son elegidos para gobernar la ciudad y una población, cuya pluralidad de problemas e intereses son posibles de aunar en torno a propósitos comunes que además de gratificar su vida, la fortalezcan como colectividad solidaria, ya no silenciosa masa cuya existencia es sólo rememorada a través de episódicos procesos electorales.

Si bien nuestro grado de conciencia ciudadana es todavía incipiente, también es cierto que Bogotá ha sedimentado una fibra crítica que le permite demandar mejores condiciones de habitabilidad urbana, convencidos como estamos que los progresos han sido y son posibles y que por ello, no estamos destinados, en razón a un insondable arbitrio del destino, a conformarnos con una ciudad sin atributos, fea, inoperante, insegura y hostil, en degradación progresiva y con un futuro incierto, cuando no claramente inviable.

Amparados en el convencimiento que es en el silencio donde mejor se abonan  los males anacrónicos de nuestras instituciones y el abrevadero, además, que nutre las perversas inercias que han deformado en nuestro país el ejercicio de la política, queremos exponer de manera pública nuestras preocupaciones frente a la manera reductiva, simplista e irresponsable como la actual administración distrital ha encarado en Bogotá el desafío de la movilidad.

El asunto sustantivo, de lo cual nunca se habla y que parece pasar inadvertido para la actual administración, atañe para este caso en particular al Modelo de Crecimiento adoptado por la ciudad, amparado hace ya tiempo sobre la lógica de la densificación y el control a la expansión de la urbanización, modelo que si bien apropiado, no implica con exclusividad multiplicar la oferta inmobiliaria ya que ello demanda la existencia de más y mejores soportes ambientales y espacios públicos, tales como andenes, plazas, parques, alamedas, equipamientos y aunque parezca perogrullada, adicionales y más calificados corredores para la movilidad.

Movilidad que se ampare efectivamente en la prevalencia de lo colectivo sobre lo privado, no como simple retórica sino a través de hechos y evidencias que consoliden una alternativa verídica al transporte privado pero que también, reduzcan la dependencia que la ciudad tiene de su malla arterial, en aras de proveer una mayor continuidad y capilaridad a todos los niveles de sus estructuras de movilidad, a sabiendas que en Bogotá, como en toda ciudad del mundo conocido, hay que convivir con muchas modalidades viables de movilidad, entre ellas con el vehículo privado, cuya restricción progresiva será necesaria  una vez se cuente con una oferta pública digna, eficaz y suficiente.

La mencionada densificación de vastas zonas urbanas actualmente en marcha en Bogotá, resultado de radicales cambios en su norma urbanística, no solo induce una dinámica de concentración poblacional que claramente no se corresponde con la dotación de espacios públicos suficientes, sino que está produciendo y lo que es peor, va a incrementar -es responsable admitirlo-, enormes colapsos en los desplazamientos para la ciudadanía y un deterioro generalizado del valor del suelo y de la calidad de vida.

Con o sin conocimiento de tales coordenadas estructurales de movilidad, probabilidades ambas inexcusables, poco o nada parece sin embargo ocupar a la actual administración ante tales desafíos, presa como está del síndrome de amparar su éxito político en la incierta capacidad de inaugurar obras inconclusas, fragmentarias, chapuceras, cuando no, francamente innecesarias.

A las dudosas bondades del futuro Sistema Integrado de Transporte Público, el cual no hará sino reforzar la antológica incapacidad y mala fe de los transportadores privados -léase bien, de los privados– para operar la movilidad de la ciudad, se suma el creciente colapso y saturación del sistema Transmilenio como modelo vertebral de transporte público a corto y mediano plazo, cuyas proyectos de extensión, Calle 26 y Carrera 7ª, son decididamente lesivos en muchos sentidos para la ciudad.

Los mayores problemas del corredor de la Calle 26 además de su costo, del atraso de las obras o de los bochornosos actos de corrupción, resultan ser  la ausencia de diseños de calidad –ninguno derivado de concursos o convocatorias públicas, como es habitual en el país desde hace muchas décadas (dónde estaba la Sociedad Colombiana de Arquitectos?); el inicio de las obras sin contar con los estudios y diseños necesarios (dónde estaba el IDU?); la perversa contratación “llave en mano” (léase “haga lo que quiera, como lo quiera, pero barato y rápido”); el avasallamiento del patrimonio paisajístico (donde estaba el Jardín Botánico?); la pérdida de memoria e identidad de paisaje en uno de los escasos corredores dignos y emblemáticos de la ciudad y como si no fuera suficiente, elocuentes evidencias técnicas de su innecesaridad como corredor troncal de movilidad….

Si hay proyectos que en la historia reciente de muchas ciudades en Colombia realmente han impactado favorablemente vastos sectores urbanos con un sentido democratizador, han sido los Sistemas Integrados de transporte Masivo. Su éxito alude no sólo a su capacidad de movilizar enormes grupos de población de manera eficiente y digna a costos relativamente moderados de inversión, sino también a una operación masiva que promueve educación ciudadana pero sobre todo, la  regeneración de los espacios urbanos adyacentes, tales como andenes, plazas o parques, equipamientos asociados al sistema, cruces peatonales seguros, proyectos de arborización, mobiliario, actualización de redes, entre otros muchos beneficios asociados.

Para sorpresa de todos, más aun si cabe presumir que es la izquierda la tutora natural de lo público, tendremos los bogotanos que conformarnos con el engendro de una versión “light” de Transmilenio, ahora dispuesta apresuradamente en el más histórico y tradicional corredor de la ciudad, la carrera Séptima, sin diseños que respondan a una vía patrimonial y técnicamente muy delicada pero más aún, careciendo de las bondades urbanísticas y ambientales que han sido habituales en proyectos similares desplegados por todo el país en la última década.

Asuntos todos graves al extremo, si el problema de la movilidad en Bogotá no aludiera también a otros y variados asuntos que afectan significativamente a millones de personas cada día y sobre los cuales, tampoco la aludida administración de la ciudad parece siquiera percatarse.

Poco o nada se ha hecho, por ejemplo, sobre la chatarrización – léase robo descarado de los transportadores a la población- y la sobreoferta de buses; menos en relación a la proliferación y anarquía de motos  y taxis o frente a recientes y atrasadas modalidades de locomoción como los bicitaxis; tampoco en torno a la publicidad exterior sobre vehículos cuya condición es la movilidad lenta; nada, frente a la inaudita y creciente presencia de las llamadas zorras y de las mismas ventas de toda índole y tamaño  en espacios públicos -carriles vehiculares incluidos-, porque lo cierto es que ya plazas, andenes y parques están permanentemente tomados para el uso y beneficio de particulares.

No hay en esta supuesta metrópoli, para sumar ejemplos, quién calibre periódica y sistemáticamente la red de semaforización, tampoco entidad o persona que imponga las debidas sanciones a los conductores insolidarios o quien asista la caótica movilidad durante las horas nocturnas y menos aún, algo o alguien que imponga controles al tráfico para resguardar el derecho al silencio que nos asiste a todos los ciudadanos.

Vastos territorios urbanos librados a la indolencia de la Alcaldía la cual, cuando actúa, evidencia sistemáticamente dos improntas asociadas a su peculiar noción de proyecto público: pérdida de calidad estética y pésimo gusto generalizado, sumadas a obras civiles de pésima factura, con obsolescencia rápida, que nunca se empiezan, jamás se terminan, siempre se abandonan.

Además de corredores vehiculares plagados de huecos, obstáculos, con señalizaciones o pasos de cebras inexistentes o en ruinas, la movilidad de la ciudad involucra también andenes y ciclovías, soportes en buena hora reconquistados para los bogotanos pero hoy de nuevo invadidos por vehículos, publicidad, ventas, basura, pasacalles y todo tipo de adversidades físicas, los cuales coartan su uso y deterioran el paisaje de la Calle como bien público por excelencia.

Entre los precarios argumentos del derecho al trabajo y los sospechosos recelos en aplicar un debido y justo ejercicio de autoridad –lo cierto es que en la Bogotá de hoy cada quién hace lo que venga en gana-, lo que aflora son las evidentes veleidades populistas que en últimas apuntan a la privatización fragante y creciente de lo Público, sedimentando en la ciudadanía un malestar cotidiano, una sensación generalizada de naufragio social que requerirá de muchos años para tan solo recuperar el tiempo  y el espacio perdidos.

A pesar de que quieran siempre convencernos que los asuntos de movilidad transitan exclusivamente por la presencia de más y más vías vehiculares, entiéndase más y más contratación, una observación desprevenida nos evidencia entonces la necesidad de enfrentar múltiples frentes que aluden a aspectos de política, de planes y de proyectos, entrecruzados con acciones informativas, normativas y restrictivas que provean programas integrales derivados, no de simples ocurrencias, sino de una política estable y de largo aliento formulada a través de un verídico Plan de Movilidad para la ciudad.

Insistimos, ya para concluir, que resulta un siniestro contra sentido el que sea justamente un gobierno de izquierda, el encargado de expandir en nuestra ciudad el perverso mecanismo de contratación “llave en mano”, práctica neoliberal que elude los Concursos de Proponentes y por ende, la selección por calidad de las propuestas que afectan el espacio urbano, desterrando la participación ciudadana como principio rector que guía, democratiza y califica las intervenciones sobre lo público y la movilidad.

La ciudad no es una empresa ni un coto electoral que puede ser librado al clientelismo y la corrupción a través de la contratación: es ni más ni menos, el albergue de vida para las mayorías de la población en nuestro país.  El tamaño y naturaleza de sus desafíos demanda, de las mentes más lúcidas, las alternativas más poéticas, los despliegues técnicos más justos, las soluciones sociales más perdurables.

La construcción de la ciudad posible y deseada es un lento emprendimiento colectivo que convoca miradas a largo plazo, impensables de proveer por gerentes y politiqueros oportunistas. Reconocer en la ciudad nuestro bien cultural más preciado, demanda entre nosotros la lenta formación de una ciudadanía actuante y solidaria, singularmente proactiva y lo suficientemente crítica, entre otras, para dudar que el origen de nuestra crisis de movilidad sea derivada simplemente de algunas pocas o muchas, pero en todo caso, miopes y malogradas obras….

Sergio Trujillo Jaramillo

Ciudadano arquitecto

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