Archivo por meses: noviembre 2014

WD-Casa Castilla

La vereda tropical

Para algunos habitantes de otras latitudes, el trópico es una playa con palmeras y mulatas voluptuosas que bailan al compás de maracas y tambores. Pero la realidad es muy diferente.

El trópico o zona intertropical es la parte de la tierra donde los rayos solares inciden verticalmente, al menos una vez al año. Está comprendida entre el trópico de Cáncer y el de Capricornio y ocupa el 20% de la tierra emergida, y el 40% de la tierra útil para el hombre. La duración del día y la noche es muy similar a lo largo del año: 12 horas. Durante las horas de sol la temperatura sube, y durante la noche baja por irradiación. La mayor parte del África y Suramérica es tropical, lo mismo que toda Centroamérica, y parte de Norteamérica, Asia, Oceanía y Australia. Incluye territorios de 108 países, la mayoría tercermundistas con poca densidad de población (excepto Java), y alberga más del 35% de la población mundial y con el mayor índice de crecimiento.

Una de las características de la zona intertropical son las condiciones extremas de sus territorios: el desierto más grande después de la Antártida y el Ártico –el Sahara, con 9 millones de km2– y el más árido –Atacama–, los ríos más grandes –Amazonas, Congo, Ganges, Nilo– y selvas tropicales –incluyendo la Amazonía– que representan el 70% de los bosques existentes. Y altas montañas. Estos territorios a su vez se caracterizan por altos gradientes de temperaturas y humedades. En el desierto del Sahara los ríos son estacionales –excepto el Nilo– y los termómetros marcan temperaturas mínimas de -18oC y máximas de 58oC. El Atacama registra humedades relativas de 18% en el interior y 98% en el litoral.

Las selvas tropicales –situadas en Suramérica, Centroamérica, Asia, Melanesia, Madagascar, Indochina y noreste de Australia– tienen una temperatura media anual de entre 25 y 27 grados y la diferencia promedio entre el mes más frio y el más cálido es de 2oC. El elemento climático con mayor variabilidad anual es la lluvia y no la temperatura, y constituyen el mayor pulmón vegetal del planeta. La selva tropical más grande del mundo es la Amazonía, que pertenece a ocho países. En las áreas no selváticas o desérticas, el factor climático más importante es la altitud, que permite clasificar el territorio en seis pisos térmicos: Tierra caliente, Subtropical, Tierra templada, Tierra fría, Páramo y Helada.

El siglo XX se caracterizó por la internacionalización de la arquitectura. El Movimiento Moderno aterrizó sin desempacar en los países tropicales y se instaló para siempre desconociendo en muchos casos las condiciones climáticas de su entorno. Una tajada tan grande del mundo con condiciones tan especiales y diferentes exigía una arquitectura igualmente especial y diferente. A esta conclusión llegaron el arquitecto Bruno Stagno y su esposa Jimena Ugarte al llegar desde su austral Chile a la tropical Costa Rica. Y en 1994 fundaron el Instituto de Arquitectura Tropical. Como en toda nueva empresa, el primer problema a solucionar fue la financiación. Entonces los Stagno decidieron sostener el Instituto los primeros meses. Esos primeros meses ya suman veinte años.

Una inmersión seria y total en los temas de la arquitectura tropical condicionó los principales objetivos del Instituto, que sus fundadores describen como el estudio y análisis de la arquitecturay el urbanismo adaptados a las zonas de clima tropical y la promoción de una arquitectura de los recursos como alternativa a la costosa arquitectura inteligente o “high tech” y sus edificios ubicuos.

Se parte de la creencia de que la arquitectura contemporánea más adecuada para los países en desarrollo, más que una copia de los modelos foráneos, es esta arquitectura de los recursos que se nutre del ingenio y de los recursos particulares antes que de las costosas soluciones tecnológicas; es una arquitectura que rescata los valores culturales e históricos en nuevas propuestas contemporáneas como alternativa a la arquitectura acultural que afecta a la calidad de vida de todos, es indiferente a los aspectos sociales y culturales de cada sociedad y lugar, y que provoca la ausencia de identidad del territorio.

Entonces el Instituto se dedicó a organizar encuentros internacionales sobre arquitectura y urbanismo cada tres años con autoridades en la materia, publicar libros, revistas y artículos en revistas especializadas, promover la investigación, difundir y valorar el patrimonio de arquitectura tropical, estudiar las arquitecturas vernáculas y promover la reutilización de sus elementos característicos tales como grandes aleros, cubiertas inclinadas, patios, iluminación y ventilación natural, muros gruesos y ventanas protegidas; empleo racional del agua, manejo de las energías pasivas y uso de la vegetación no solo como elemento paisajístico sino como parte activa del control ambiental. Finalmente, formar y mantener una biblioteca para consulta de estudiantes, profesionales y académicos, que hoy cuenta con 3.000 volúmenes y es la mejor biblioteca especializada de América Central.

Voy a referirme a tres proyectos de los desarrollados por el Instituto: San José Posible, Floresta Urbana y RESET. El proyecto San José Posible consiste en la recuperación del espacio público de 16 manzanas en el centro de la capital de Costa Rica, y la peatonalización de la principal avenida del sector, con cableado subterráneo, adoquinado, arborización y mobiliario urbano. La obra es una realidad y se inaugura el próximo mes.

Floresta Urbana es el nombre de un plan de reforestación que pretende convertir a San José en un bosque urbano: una ciudad llena de árboles, con una rica biodiversidad, y parques como ejemplo de la exuberancia del trópico. Se trata no solo de mejorar el paisaje urbano sino también la calidad de vida de los habitantes de la capital. Floresta Urbana es un proyecto integral que busca reforestar la ciudad, llenando de diferentes especies parques, vías y espacios públicos. Solamente en los años 2007 y 2008, se sembraron 27.800 árboles.

En el año 1998 se implantó en los Estados Unidos el sistema de certificación de edificios sostenibles LEED. Esta certificación se basa en la normativa norteamericana y, aunque ha producido una saludable tendencia a mejorar la calidad de la arquitectura, la aplicación a los países tropicales no ha sido tan clara. Entonces, el Instituto de Arquitectura Tropical se dedicó a estudiar el sistema de certificación con estándares adecuados a los países de la región RESET (Requisitos para Edificaciones Sostenibles en el Trópico) priorizando la capacidad del diseño y el potencial de sostenibilidad que tiene la arquitectura. La normativa nace del oficio de la arquitectura y su capacidad para lograr soluciones viables y económicas donde las soluciones bioclimáticas primen sobre las costosas tecnologías. Se busca agotar el potencial del diseño antes de recurrir a la técnica.

La norma RESET fue donada por el Instituto al gobierno de Costa Rica, que ya la adoptó, y a la Unión Internacional de Arquitectos que la tradujo al francés y al inglés. La sigla RESET es muy pertinente pues nos sugiere a los arquitectos tropicales “reiniciar” el cerebro, borrar los prejuicios implantados por las modas y vicios de las arquitecturas importadas de otras latitudes, aceptar un cambio de conciencia que busque desempolvar nuestras raíces, reconocer los logros de los arquitectos locales que nos precedieron y la bondad de técnicas y materiales propios. El esfuerzo desinteresado y constante durante dos décadas de los esposos Stagno, nos ha abierto el camino hacia una arquitectura más nuestra y mejor. Y más tropical. Una vereda tropical.

* Casa Castilla (Pereira) de Willy Drews / © Javier García

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Min.-Vivienda

PetroVIPs

Supongamos que las nuevas viviendas “prioritarias” VIP que se van a insertar dentro los estratos cinco y seis de Bogotá no van a dañar nada y que con la operación se resolverá el problema de unas cuantas personas; y que otras tantas recibirán una lección; y que se sentará un precedente; y que se dejará una semilla que probará que el alcalde pudo afrontar el sensato reto de «El derecho a la ciudad», de Henri Lefebvre. Sin embargo, una vez consumado el hecho, ello no probará que el alcalde lo hizo bien sino que lo hizo, a secas. El que esté bien o mal lo probaría el tiempo. Pero queda la posibilidad de intentar hacerlo mejor, desde el principio.

Cualquier progresista que no esté de acuerdo con la idea de mezclar usos, personas y formas de vida es probablemente un conservador en el clóset. Petro no es de éstos sino que parece, por el contrario, un exhibicionista de parque y gabardina. Considero que el show se está presentando en el lugar equivocado y con la disciplina equivocada. Pues si bien va a probar que puede pensar como sociólogo, lo que tiene que probar es que puede pensar como urbanista, tratando la ciudad como un conjunto que necesita mezclas sociales y urbanas «virtuosas», planeadas con sentido urbanístico.

Si nos atenemos a “El derecho a la ciudad” para el cual son fundamentales una buena localización y unos buenos servicios, es claro que la localización es importantísima. Sería ilógico trasladar la solución a Suba, Bosa, Usme o las playas del río Bogotá, porque quedaríamos en el mismo urbanismo segregado que Petro con razón quiere combatir.

En Bogotá habría varios sectores que podrían convertirse en “el mejor sector de la cuidad”, sin necesidad de sobreactuarse donde no se necesita. Una de estas áreas sería el enorme trapecio localizado entre las avenidas Caracas y 30, y entre las calles 80 y 53. Si se trata de densificar y renovar, la localización es inmejorable, la dotación pobre, gran parte de las construcciones en mal estado, los andenes y las vías insuficientes y la densidad muy baja. Un proceso de renovación urbana en ese sector, a partir de un tipo de vivienda que usualmente se barre hacia los extramuros, podría ser un gran legado del alcalde para Bogotá. Esta sería apenas la primera parte.

La segunda parte consistiría en evitar la repetición de la vivienda digna de 46.5 m2 “aproximadamente” de la plaza de La Hoja. Las miniaturas de La Hoja constituyen un mal precedente. El modo para resolver este tipo de vivienda está inventado y se llama desarrollo progresivo. Lo que está por desarrollar es el desarrollo progresivo en altura.

Así, la primera parte del reto sería ubicarlas bien, y no solo trescientos o cuatrocientos cuartuchos tamaño apartamento de soltero pero para familias, sino ojalá treinta o cuarenta mil. La segunda parte del reto –y del legado– sería utilizar la tipología adecuada. Y una tercera, que en realidad sería la primera, consistiría en generar un esquema de renovación que le permita a los actuales dueños de la tierra permanecer en el sector y sacar provecho económico de la operación. No gentrificar, se le dice a esto en urbanismo.

* Imagen tomada del portal oficial de Bogotá.

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Lotes VIP

NIMBY a la bogotana

Paternalista, comunista o clasista. Parece imposible tomar una posición frente a la decisión del alcalde Petro de construir viviendas prioritarias en sectores de alto standing y, al mismo tiempo, ser políticamente correcto. En La Silla Vacía, Semana, El TiempoEl Espectador y El Colombiano aparecen notas, casi a diario desde el pasado 8 de noviembre, sobre el oportunismo y la radicalidad de los bogotanos. En la W radio opinan y dejan opinar.

Pregunté, a nombre de Torre de Babel, opiniones, comentarios, informaciones y sugerencias a varios urbanistas y arquitectos de Bogotá. Aunque fueron pocas las respuestas recibidas, son valiosas contribuciones a la discusión (si es que todavía existe tal).

¿Cómo resolver el problema de la falta de vivienda?
Camilo Santamaría es categórico y propone: los 4 lotes que el alcalde Petro ha seleccionado en el norte de Bogotá para construir Vivienda de Interés Social suman 4.959 metros cuadrados. En estos lotes, el alcalde mencionó que podría construir 372 viviendas de interés prioritario. Si se estima que el valor de la tierra en promedio de estos 4 lotes es de 10 millones por metro cuadrado, quiere decir que si el Distrito vende esta tierra, el valor que recibiría es de 50.000 millones de pesos.

Con ese dinero se pueden comprar 12 hectáreas útiles urbanizadas de tierra. Si se hace un cálculo de 400 viviendas por hectárea útil, se obtiene que el Distrito podría construir soluciones de vivienda para 4.800 familias. La pregunta que nos debemos hacer es: ¿es preferible resolver el problema de 372 viviendas en pequeños lotes ubicados en el barrio El Chicó? ¿O resolver el problema de 4.800 viviendas ubicadas en las localidades de Suba, Kennedy, Bosa o Usme?

Menos VIP y más ciudad
Juan Luis Rodríguez apoya las cuentas de Santamaría pero propone una solución diferente: el alcalde está dispuesto a mostrar que es un socialista y un humanista, de verdad. Lo que tiene que mostrar es que es un urbanista, de verdad, y resolver el sensato problema de “El derecho a la ciudad”, de una manera sensata.

Por ejemplo, entre la avenidas Caracas y la carrera 30 –NQS– y entre las calles 80 y 53 hay varios cientos de hectáreas con malas vías, mala dotación, malas construcciones y bajísima densidad. Pero con una inmejorable localización. Si esta área se renueva, tal como se está renovando el sector en el que se piensa humanizar la ciudad con viviendas sociales, la cantidad de personas que llegue a vivir en esta zona se podría triplicar o cuadruplicar. Con pobres, menos pobres y hasta con ricos envidiosos.

La mezcla de usos de personas y de formas de vida no se tiene que hacer a patadas. Lo que necesitamos son mezclas sociales y urbanas «virtuosas», planeadas con sentido urbanístico y en beneficio de la ciudad. Lo que le corresponde al alcalde es desarrollar la ciudad, no jugar al Zorro. Si la ciudad es dueña de grandes lotes en zonas donde los precios son como de Manhattan, que aproveche la oportunidad y los venda bien. Si se sigue alegando que el perímetro de la ciudad no se puede ampliar y que hay que densificar, con lo que vale cada uno de estos lotes se compra una manzana en la que podría ser la mejor zona de la ciudad, si alguien con el poder suficiente se lo propone.

Donde no podrían estar estos lotes sería en Suba, Kennedy, Bosa o Usme. Y menos en las playas del río Bogotá. A menos que haya un metro, o similar, para sacar a cada pobre beneficiario del moridero en el que le tocó ser un VIS o una Very Important Person.

¡Emberracaos!
Willy Drews recuerda su artículo en Torre de Babel, de noviembre 29 de 2012, sobre la plaza de La Hoja: el ministro [en ese momento] Vargas Lleras se inventó, como abrebocas populista de su futura campaña presidencial, su programa de cien mil VIP regaladas, y Petro, entusiasmado, le ofreció ocho lotes para construir 4.101 casas, uno de los cuales es el lote de la plaza de la Hoja. Para quienes no lo conocen, el lote en mención tiene una cabida de 3,7 hectáreas y está ubicado en la calle 19 con la avenida NQS. Es uno de los más costosos de propiedad del Distrito y estaba destinado al Centro Administrativo Distrital.

Una casa VIP en otro sitio de la ciudad vale 39 millones de pesos. El solo lote para cada casa, en el lote de La Hoja, ¡saldría costando alrededor de 300 millones! Regalar este lote es un ataque directo al patrimonio de Bogotá, y posiblemente un peculado o un detrimento patrimonial. ¿A alguien más le indigna que se dilapide el patrimonio de la ciudad, con fines electoreros? ¡Los bogotanos tienen motivos de sobra para ir más allá de la indignación! Para quienes no entendieron el mensaje de Hessel, se los traduzco a colombiano: ¡EMBERRACAOS!

NIMBY
Not In My Backyard: el viejo NIMBY aparece una vez más cuando se trata de cambios sustanciales en la habitabilidad y la cotidianidad de una ciudad. Nadie quiere que le modifiquen su entorno y mucho menos sin preguntar. Los NIMBIES creen firmemente que esos desarrollos que se plantean son necesarios para la sociedad en general pero que deben construirse lejos de ellos.

Cualquier propuesta que se haga, en cualquier localidad y en cualquier estrato, será duramente criticada y fuertemente rechazada por los habitantes de esa zona: sea en El Chicó, en Paloquemao o en Ciudad Bolívar. Por eso, bienvenida la imposición de Petro pero cuando sus intenciones se vuelvan serias. La solución del alcalde es a corto plazo si no se integra a la comunidad en el proceso y si no se desarrolla un plan de urbanismo que involucre más zonas de la ciudad, más usos (además de la vivienda) y más infraestructura. A Bogotá le hace falta una verdadera estrategia de renovación urbana y de inclusión económica; y a los gobernantes les hace falta pensar más allá de la minucia de la manzana y su estratificación.

El mayor problema del alcalde Petro es la falta de planeación (que, por lo visto, lo acompaña a diario: desde las basuras hasta la ineficacia para arreglar las vías de la ciudad con la famosa e inútil máquina tapa-huecos). Y se complica la historia cuando el gobierno local no cuenta con urbanistas responsables sino con oportunistas ansiosos por hablar de sostenibilidad y de justicia para meter a la fuerza las ocurrencias del dirigente.

* Imagen elaborada por Camilo Santamaría.

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