Archivo por meses: febrero 2012

Obsesión FÁLICA y ciudades cosmopolitas

Febrero 29 – 2012

El “publireportaje” de hace unos días en El Tiempo se supone que “entrevistaba” a uno de los promotores del edifico BD Bacatá, un rascacielos que de manera anómala se levanta en la Avenida 19 con Carrera 4ª. El «artículo» hace una convocatoria para asistir a una serie de conferencias en las cuales se explicarán las bondades del proyecto.

Estamos acostumbrados ya a la campaña y el gasto publicitario que estos promotores han invertido en muchos medios escritos y en la radio, pero hacía mucho tiempo no se veía una arrogancia del calibre que exhiben en el tal “publireportaje”. Tanto, que el problema no parece encajar dentro del ámbito de la arquitectura sino de la psiquiatría. Las afirmaciones en las que basan sus argumentos así lo sugieren.

Si bien son muchos los términos que podrían asociarse con la actitud que se trasluce en el “publireportaje” (mesianismo, megalomanía, egocentrismo, grosería, narcisismo, ignorancia, manipulación, etc.), me abstendré de utilizarlos por respeto a estos señores que no pasan de ser comerciantes internacionales, con afán de hacer un enorme negocio pasando por encima de todos y de todo. Y, además, pretendiendo descrestar incautos con argumentos casi infantiles. Por eso tan sólo me limitaré a comentar algunas de sus afirmaciones.

Afirma el “entrevistado” que: «Suele decirse en las facultades de arquitectura del país que hasta los años 70 en Bogotá se veía arquitectura «excepcionalmente buena» pero que desde entonces la buena arquitectura de la capital sólo se ve «excepcionalmente»…que “Quienes creemos en el tremendo potencial que tiene Bogotá como ciudad cosmopolita, vemos con dolor cómo la ciudad le ha dado la espalda a la arquitectura mundial por más de treinta años. La ciudad, que en todo este tiempo ha crecido desmesuradamente y sin planificación, hoy brilla por su estética pobre, desordenada, que poco tiene para proponer al debate urbanístico mundial.”…que «la Torre Colpatria se terminó en 1979, y que esto significa que ningún bogotano de menos de 34 años ha visto cómo se construye un edificio de altura en la ciudad: el único proyecto urbanístico que han podido ver, y que hoy muestran con orgullo en sus tarjetas postales, es un bus de Transmilenio.»…que «La capital se encuentra en deuda con la propuesta de proyectos arquitectónicos de vanguardia, que pongan a Colombia en el panorama urbanístico internacional. Uno de los principales obstáculos para lograrlo, ha sido la mentalidad provincial con la que ha solido concebirse la Bogotá del futuro.».

Y continúa el “entrevistado” con una declaración de amor a Bogotá, uno de cuyos sectores va a destruir con su obra. «Bogotá se encuentra nuevamente frente al reto de pensar en grande»…uienes amamos esta ciudad, vemos la llegada de una nueva ola de arquitectos jóvenes, dispuestos a pensar en una capital más cosmopolita e incluyente, que se sobreponga al retroceso que ha sufrido en los últimos años, luego del ligero avance que habían logrado unas pocas administraciones. En otras palabras, hoy los bogotanos tenemos de nuevo la oportunidad de soñar.» Y sigue el “entrevistado” con otra tanda de afirmaciones igualmente sesudas. Sin embargo, dejemos por ahora hasta este punto y comentemos algunos de los planteamientos.

En primer lugar, son muchas cosas suelen decirse en las facultades de arquitectura. Precisamente para eso son las universidades, para decir, discutir y debatir. Una de las muchas cosas que también “suelen decirse”, es que en España la arquitectura, hasta los años 80 era “excepcionalmente” buena, hasta que cayó en manos de especuladores y divas. A partir de ese momento se tornó en un gran negocio que sin consideración alguna ha acabado con presupuestos y con cientos de lugares, explotando la credulidad de quienes caen en sus cuentos, construyendo edificios innecesarios con el argumento de que son diseñados por “arquitectos internacionales”, quienes en muchos casos a su vez son simples negociantes consagrados como producto de consumo por revistas que se prestan a este juego. La verdad es que en las facultades de arquitectura se solía estudiar la buena arquitectura que se vio en España hasta los años 80. Sin embargo, creo más cierto decir que en este momento hay maravillosos arquitectos tanto en España como en Colombia. Son arquitectos que, en vez de afanarse por figurar en el mundo de la farándula y de especular con su quehacer, trabajan dentro de respetables cánones profesionales y éticos.

Debemos pedirle al “entrevistado” que, por favor, no sufra con tanto dolor, ni que recurra a la demagogia barata. Que entienda que existen diversos contextos, y que una persona medianamente educada los puede distinguir. Tal vez sería mas apropiado que el “entrevistado” entendiera que la capital no le ha volteado la espalda al mundo sino, por el contrario, es precisamente la solidez y coherencia de muchos años de arquitectura bogotana la que ha permitido defenderse de los embates y modas internacionales que los grandes promotores/negociantes quieren imponer a nivel mundial.

En cuanto a la planeación de Bogotá, sin duda, deja mucho que desear, y es muy fácil ser crítico de salón. Pero el “entrevistado” entenderá que una ciudad que, por las condiciones sociales que ha vivido el país, crece de manera incontrolable y con extrema rapidez, genera toda suerte de improvisaciones y urgencias que generalmente no pueden atenderse como se quisiera por razones distintas a la planeación. El “entrevistado” probablemente entenderá la diferencia entre manejar la planeación de una ciudad que duplica su población en pocos años, y una de esas maravillosas ciudades y capitales europeas cuya población no aumenta en siglos y que, en algunos casos, decrece.

Si el “entrevistado”, su empresa y su arquitecto son incapaces de siquiera diseñar la entrada a un estacionamiento, o de hacer propuestas para el sector que está lesionando para convertirlo en uno de los más caóticos de la ciudad, difícilmente tienen credibilidad sus opiniones sobre planeación a mayores escalas. ¿Dónde está el pudor?

Por otra parte, el “entrevistado” limita su concepto de ciudad cosmopolita a que existan edificios de altura como la torre BD Bacatá. Dudo que Londres o Paris sean cosmopolitas por el tamaño de sus edificios. Debería, en cambio, tratar de entender que existen muchos otros aspectos para establecer esa medición: la actividad cultural como el Festival Internacional de Teatro, la presencia de los más importantes músicos del mundo en sinnúmero de auditorios de primera línea con que cuenta la ciudad, los museos, las bibliotecas, el espacio público, el número de visitantes por año, la capacidad hotelera, los atractivos turísticos, etc., etc. Al igual que un viajero visita la Torre Eiffel, la Opera de Sydney, el Parlamento Inglés, o el Museo de Arte Moderno en Nueva York, podemos tener la certeza que la torre BD Bacatá en nada ayudará a que la capital sea cosmopolita, y que nadie vendrá a Bogotá a visitarlo a no ser que deseen ver un sector destruido por una lamentable y errada operación de especulación urbana.

Creo que la única aseveración cierta en todo el “publireportaje” es que la Torre Colpatria se terminó en el año 1979. Pero que ningún bogotano de menos de 34 años haya visto cómo se construye un edificio de altura en Bogotá, no parece tener importancia sino para quienes consideran que esa experiencia es fundamental para el desarrollo de una persona. Argumento igualmente baladí sería afirmar que los bogotanos de 50 años no han cenado con Penélope Cruz, o conocido a Mickey Mouse. ¿En que cambia la mentalidad de una persona si ve o no ve construir un edificio de altura? Mas demagogia….

Bajo ese concepto, los habitantes de Washington, de todas las edades, nunca han visto construir una torre de más de 15 pisos y se encuentran condenados a padecer una ciudad llena de inmensos espacios públicos, parques, museos gratuitos y universidades. Los habitantes de Roma también están en la más profunda tristeza por tener una ciudad sin torres como la BD Bacatá y, a cambio, tener que soportar grandes monumentos de la historia. Los verdaderamente afortunados y felices son los madrileños, quienes están sin empleo, protestan en las calles y muchos han decidido salir de su país para hacer negocios de todo tipo en otras partes del mundo. Pero, según el “entrevistado”, a pesar de ese negro panorama, los madrileños deberán regocijarse y estar satisfechos por cuanto han visto la construcción de 4 torres comerciales en los últimos años.

Pero el “entrevistado” insiste que la importancia de su obra se mide por la altura del edificio que insistentemente saca a relucir, y reduce el problema a una competencia absolutamente adolescente (el mío es mas grande que el suyo…!!). Por alguna razón que desconocemos, el “entrevistado” considera que una ciudad no es cosmopolita si no tiene edificios en altura, que un edificio no es emblemático si no es de altura, que un edificio de altura nos permite ingresar al club de la vanguardia de la arquitectura mundial, y que Bogotá se redirá con un edificio en altura que sea mayor a los que existen. Probablemente la Alhambra de Granada, la Casa de Huéspedes Ilustres de Cartagena, el Instituto Salk en La Jolla, o el Parlamento de Berlín, por su falta de altura, carecen de importancia y no clasifican como edificios emblemáticos. Desconocemos la razón, pero todo parece concentrarse en una obsesión fálica en mente del “entrevistado”.

Y cuando se refiere a la “Arquitectura Mundial”, ¿a que se refiere? ¿Está incluyendo allí a la China y la India, que albergan casi la mitad de la población del planeta? ¿Tendrá en cuenta a África? ¿Y que decir de América Latina? O, dentro de su confusión y demagogia, es probable que la “Arquitectura Mundial” a la que se refiere se limita a Dubai y a aquellos edificios que los mercaderes y estrellas internacionales desarrollan en países ajenos a los suyos, destruyendo contextos urbanos, imponiendo modelos caprichosos y desarraigados de la cultura local, mercadeando productos que no les permiten llevar a cabo en sus países de origen

Hasta donde tengo presente, Colombia jamás ha competido por ganar un puesto en el ranking internacional de Arquitectura, ni ha buscado estar en la tal “vanguardia” (¿?) de la profesión. Hay excepciones, pero en términos generales, ha desarrollado arquitectura correcta, discreta, a veces modesta, de alta calidad, respetuosa de las normas y de la ciudad, sin afán de figuración. Es una arquitectura que ha hecho ciudad en vez de destruirla. Curiosamente, esa arquitectura colombiana tan desprovista de aspavientos y luces de relumbrón, contrario a lo que afirma el “entrevistado”, ha sido reconocida internacionalmente como excelente. Como resultado de este hecho, en Bogotá se produjeron proyectos como las Torres del Parque, la Biblioteca Virgilio Barco, las Torres Bavaria, los colegios y las bibliotecas distritales, el Museo Botero, la ciudadela Colsubsidio; todos proyectos correctos, respetuosos, y con un nivel de calidad que el ilustre “entrevistado”, por su curiosa obsesión, jamás logrará entender. Sus autores, y muchos otros, fueron o son todos arquitectos de calidad, como Rogelio Salmona, Germán Samper, Fernando Martínez, Guillermo Bermúdez, Daniel Bermúdez, Ernesto Jiménez, ninguno de los cuales ha pretendido establecer marcas mundiales o impresionar a incautos. Tan sólo han hecho buena, excelente, arquitectura.

Ahora el “entrevistado” trae a personas que considera importantes para dar una serie de conferencias dentro del ámbito de la Feria Inmobiliaria. Van nuestros respetos y bienvenidos sean. Curiosamente, con muchísima frecuencia vienen a Bogotá excelentes arquitectos de muy diversas partes del mundo a participar en ciclos de conferencias a las que le convendría asistir para entender qué es la arquitectura, qué es la ciudad y cual la responsabilidad ética de un promotor. Casi todos estos otros conferencistas se sorprenden sobre la manera como la ciudad ha podido mantener un carácter propio, una identidad, en medio de todas las presiones y modas internacionales. Esto, claro está, no lo percibe el “entrevistado”.

Pero, en fin de cuentas, el “entrevistado” vuelve a eludir lo fundamental de la torre BD Bacatá. No ha podido, o no ha querido, explicar con claridad cómo se obtuvieron licencias para un edificio que incumple múltiples normas, y cómo logró esa aprobación sin pagar la plusvalía correspondiente, sin hacer un plan parcial de desarrollo del sector y cómo responderá posteriormente por los problemas y riesgos que entraña un proyecto con estacionamientos inadecuados, ineficientes y muchos inutilizables, con vestíbulos de tamaños inadecuados, y por la congestión de trafico que generará en el sector. Tal vez para ese momento ya se hayan ido a otro país a agredir a otra ciudad.

Carlos Morales Hendry

 

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Pesadilla de talla mundial

Febrero 28 – 2012

Me parece siniestra la campaña publicitaria del “pegote” BD Bacatá, especialmente al haber contaminado como un virus letal el medio gremial o profesional de la planeación, el urbanismo, la construcción y (de última) la arquitectura en Bogotá. Todas estas, de virus nocivos ya tienen de sobra, para que ahora venga otro del extranjero para sumarse a los de origen local. Luego de conseguir sus tramposos objetivos pasando por encima o al lado de cuanta norma o noción reglamentaria encontraron en el camino, ahora atacan, como un cáncer importado, el ejercicio profesional y el modo de vida de miles de arquitectos y millones de habitantes de la capital colombiana, en un tono altanero, exclusivista y arrogante, cargado de alusiones humillantes y ofensivas para quienes no piensan como los jefes o responsables de la más grande “avivatada” de la historia urbanística de la capital colombiana. Los bogotanos somos, según estos patanes idealistas, una parranda de retardados mentales, incapaces de caer en cuenta de sus propias limitaciones, de haber menospreciado y “destruido” las inmarcesibles genialidades de Le Corbusier o de captar cómo se logra, con suficiente poder económico, pasar por sobre todo y sobre todos para hacer lo que se le venga en gana a alguien con el engañoso timo de que construir edificios más altos que otros es estar a tono con los tiempos actuales y a la moda con el resto de las catástrofes y crisis financieras “sostenibles” del mundo.

Me faltaba ver, en todos estos años, algo parecido a ese “suelto” afortunadamente relegado a la prensa electrónica. En el primer párrafo se nota claramente que su redactor (al menos en parte) es un colega al servicio de los intereses de los promotores del proyecto de marras, encabezados, si no recuerdo mal las informaciones veraces al respecto, por alguien con cuentas pendientes con la justicia española. Al citar el chisme generalizador sobre la arquitectura “excepcionalmente buena”, surgido en el ambiente de las facultades de arquitectura de “garaje” resulta claro que la propaganda debió reclutar algún “talento” arquitectónico bogotano para sumarlo al publicitario y darle así un aire “conocido” al asunto, al menos entre los arquitectos que se oponen, muy razonablemente, a este nuevo bodrio construido. Esta impresión se refuerza con la lectura de los siguientes párrafos, dignos de una perorata de algún defensor de oficio del capitalismo salvaje, en un círculo de simpatizantes en algún bar de moda, acompañada de unos cuantos tragos para dar más contundencia a las tonterías y tercios de verdades pronunciadas (o escritas). A las patadas con el idioma, el texto dice: (la mentalidad provincial) con la que ha solido concebirse…(el futuro de Bogotá…). Esto sería análogo al famoso bogotanismo “súbansen y corransen”. Lo de “solido”, tan cercano a “sólido”, es particularmente encantador. Y por ahí en el párrafo introductorio dice elegantemente “para que debatan…sobre la “nueva arquitectura en Bogotá”. Las irónicas comillas son significativas. ¿Será que todo lo anterior en la historia de la ciudad nunca fue nuevo?

No vale la pena discutir sobre si los bogotanos estamos o no en la obligación de poner a Colombia en el “panorama urbanístico internacional” mediante el subterfugio del pegote del BD BACATA Down Town, ni mucho menos “debatir” lo que, según el anónimo autor del “suelto” es ya un hecho cumplido (el edificio, “que ya está en construcción“, dice el texto). Ese no sería un debate sino una mordida por parte de los interlocutores, de un torpe anzuelo para convertirlos inesperadamente en colaboradores involuntarios a la publicidad y la justificación que tan ansiosamente buscan los autores del pegote. En mi indiferencia hacia los asuntos de la globalización profesional, sólo sabía de algunas obras de la firma ArchiTectonics, supuestamente fundada por una de las dos luminarias de la arquitectura mundial que se anuncian como profetas, apóstoles y redentores internacionales de la arquitectura bogotana (y colombiana, de paso), una como ideóloga y “debatista” y el otro como diseñador. Ignoro cuál sea la verdadera ortografía del nombre de la arquitecta que figura en el texto, unas veces con el apellido Dubbeldman y otras con el de Dubbledman. Es un enigma ese curioso interés de los promotores del proyecto de tener cierta opinión pública a su favor, de buscar una imagen placentera y bonachona para lo que es en el fondo un negocio crudo y una durísima prueba para el centro de la ciudad, en el curso de la cual alguien termina con los bolsillos llenos y le deja a la ciudad bastante menos de lo que los negocios del promotor Eiffel le dejaron a París, o los inversionistas Rockefeller a Nueva York.

¿Nadie se da cuenta de que todo esto, amén de inútil es sólo propaganda comercial justificativa de irregularidades, como lo fueron el aeropuerto de Eldorado y el parque del Bicentenario, un asunto de jugosos contratos y punto?. La arquitectura aquí carece totalmente de importancia. Sólo sirve para “chambonear” sobre cosas como la anchura de un vestíbulo de ascensores o la de un acceso a un monstruoso parqueadero.

No dejo de experimentar cierta desazón al ver a lo que hemos llegado. La pregunta publicitaria que arruinó todo para mí es: ¿es usted arquitecto de talla internacional? asista a nuestra convocatoria. ¿En qué consiste la “talla internacional”? ¿Será algo como las tallas S, M, L y XL? ¿Quién otorga o decide lo de la “talla internacional”? ¿Se obtiene en internet? ¿Si alguien en Bogotá tiene apenas “talla departamental” o “talla distrital” puede aspirar a debatir con Sergi Balaguer y Winka Dubbeldman sobre edificios de “talla mundial”? ¿Debo consultar con mi psiquiatra sobre un posible complejo de inferioridad causado por mi falencia tremenda de no ser “de talla internacional”?

El colmo de la arrogancia personal y profesional, además del atolondramiento conceptual es ese párrafo inicial en el que se anuncia pomposamente que la Torre BD (y no una empresa inversionista y constructora sino algo que aún no existe, ahí en la avenida 19) “busca arquitectos colombianos que hayan realizado proyectos de talla mundial para que debatan (sic) junto (no “contra” sino “junto”) a S. Balaguer y W. Dubbledman sobre la “nueva arquitectura en Bogotá”». La talla, nótese, ha pasado aquí de “internacional” a “mundial”. ¿O será lo mismo?

La medalla de oro al arribismo se la lleva sin duda el párrafo del texto que dice: Quienes creemos en el tremendo potencial que tiene Bogotá como ciudad cosmopolita, vemos con dolor cómo la ciudad le ha dado la espalda a la arquitectura mundial por más de treinta años….Al rodear su existencia de todo aquello que daría una sensación de cosmopolitismo, de nuevorriquismo desaforado, el narcotráfico y la mentalidad “traqueta” atacaron ese tremendo potencial que en efecto tiene el país colombiano, y lo llevaron a la dimensión mundial de los estupefacientes. El crimen cobró “talla mundial”. ¿Por qué no habría de cobrarla también la arquitectura colombiana, que, mal que bien, como está hoy, tiene un prestigio bien ganado fuera de nuestras fronteras pero sin obras de relumbrón vulgar ni posturas formales o dimensionales extremas. Y ante todo, sin piruetas reglamentarias de por medio? Que se haya logrado en Bogotá darle la espalda a una época aciaga de la arquitectura mundial no es un motivo de dolor sino de satisfacción. Es una postura auténtica, creativa, original y muy nuestra. Y desde ella podríamos preguntar, con clásico chauvinismo: ¿qué vienen a hacer aquí estos improvisados profetas de un futuro que ni les concierne ni les importa más allá de lo que se van a echar a sus bolsillos?

No sé qué pensar de la posibilidad que me brinda el autor de tan inquietante nota propagandística, al ofrecerme “…En otras palabras”, (¿las anteriores no servían?) hoy los bogotanos tenemos de nuevo al oportunidad de soñar… ¿Cómo, la Torre BD nos propone más pesadillas de las que ya tenemos? ¿Alguien quiere soñar con una ciudad como para Batman, llena de torres BD tétricas y oscuras?

P.D. Hecho el envió del presente texto, fue una sorpesa para mí ver la publicación en este mismo espacio de la «columna» de mi colega Willy Drews, con numerosas analogías y semejanzas temáticas. Ignoraba que ese texto estaba ya para ser publicado cuando envié el mío. Es con alguna sonrisa socarrona que tanto Willy como yo podemos señalar la coincidencia en el tema de la «talla» geográfica de los arquitectos colombianos y de la correspondiente a la obra de él y la mía.

Un ángulo problemático y polémico que no tratamos a propósito de la torre BD, o solamente lo hicimos a la tangente es éste, tomado de otro texto mío: parece que nos olvidamos de quienes en la Empresa de renovación y del Espacio Público, en las curadurías, en el IDPC les allanaron el camino a los aventureros de la Torre BD y por parte de quién. Los espejitos, se le puede decir a Willy Drews, vienen hoy acompañados de gruesos fajos de euros, haya o no crisis en España y otros países europeos. Quienes miran estos aconteceres desde lo alto de cargos oficiales en Colombia han estado desde hace mucho tiempo ahí y saben perfectamente bien qué está pasando con esta renovada conquista del medio financiero y urbano de Bogotá. Nos persigue el fantasma del continuismo destructor, demoledor, anarquizante, arquitectónico, urbanístico y planificador de la era Uribe. De la imagen de indiecito confundido que propone Willy Drews no se sabe si reír o llorar.

GERMÁN TÉLLEZ C.

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La alegría de aprender

Febrero 27 – 2012

Recibí la invitación con el entusiasmo y la curiosidad que producen avisos de página entera en los principales medios, reportajes pagados, etc. Los conquistadores españoles nos querían regalar los espejitos y abalorios de la buena arquitectura española!!

Corrí a la maloca a ponerme el taparrabos de los domingos para salir a darles la bienvenida y recibir las preciadas chucherías. Mientras me acomodaba las plumas de guacamaya, resolví impaciente repasar la invitación que en resumen decía: Desde los años 70 “la buena arquitectura de la capital solo se ve esporádicamente”. Bogotá”ha crecido desmesuradamente y sin planificación” y “brilla por su estética pobre, desordenada, que poco tiene para proponer al debate urbanístico mundial”. “El último edificio emblemático de Bogotá, la torre Colpatria, se terminó en 1979”. Uno de los obstáculos para el desarrollo de Bogotá es “la mentalidad provincial”. “Por más de 30 años la arquitectura bogotana le ha dado la espalda al mundo”.

El panorama se presentaba desolador: ¿cómo era que yo había vivido casi sesenta años en esa ciudad sin darme cuenta? Y más adelante preguntaba:”¿ Es usted arquitecto de talla internacional? Asista a nuestra convocatoria”. Me tocó entonces revisar mi “talla”, para lo cual recurrí a la marquilla de mi camisa: Decía “L”, que supongo quiere decir “Local”, o sea  de “mentalidad provincial”. Yo no era de “talla internacional”. Pensé entonces maliciosamente que tal vez adobando mi humilde proyecto de 8 casas en Costa Rica con una dosis similar de pedantería, prepotencia, vanidad y egolatría a la de la invitación, podía aparentar “talla internacional. Algo así: “Proyecto para ocho magníficas e importantes  residencias enclavadas en el paisaje de un pequeño país en el corazón de Centro América, cuya formidable arquitectura ha despertado generosos comentarios entre algunos de sus propietarios, y ha merecido que los nativos la califiquen como la mejor arquitectura de la cuadra, y posiblemente una de las mejores del mundo”.

Pero en ese momento me asaltó una duda- con esta inseguridad hasta las dudas asaltan-: Y si me rechazaban, ¿podría a mi edad soportar el golpe y la vergüenza? Pero si no me inscribía me perdería la oportunidad de conocer “uno de los arquitectos más importantes del siglo XXI” como lo anunciaba la convocatoria. Tal vez podría pararme en la puerta y verlo entrar, y con suerte podría tocarlo. ¿Y si este genio  también estuviera “investigado por la Fiscalía española por los presuntos delitos de administración desleal, apropiación indebida, estafa y falsificación en documento mercantil “como lo está el ex presidente del proyecto BD Bacatá, según afirma la revista Semana, y alguien me ve junto a él en un país donde es delito acercarse a dos metros de un delincuente?

Decepcionado y haciendo uso de mi pequeño saldo de altruismo, me resigné a dejarles el espacio a mis colegas de “talla internacional”. Entonces caí en cuenta de que esos arquitectos eran los mismos provincianos que en los últimos treinta años solo habían hecho “esporádicamente” buena arquitectura, responsables de que Bogotá haya “crecido desmesuradamente y sin planificación “y  brille “por su estética pobre, desordenada, que poco tiene para proponer al debate urbanístico mundial”, por lo tanto tampoco clasificaban.  Pensé entonces como última posibilidad en firmas de arquitectos jóvenes que todavía no fueran responsables de  la debacle de Bogotá, pero tuvieran  una destacada y reconocida participación en concursos internacionales, como el Taller 301. Pero entonces encontré en el texto de la invitación una malévola frasecita que decía: “Solo se necesita ser arquitecto o arquitecta, con un proyecto emblemático en el país”,  y “el último edificio emblemático de Bogotá, la torre Colpatria, se terminó en 1979”, cuando los jóvenes no habían nacido.

Finalmente consulté la invitación para saber quién era el arquitecto cuyos conocimientos no podríamos asimilar por incapacidad nuestra. Su nombre era Sergi Balaguer. Repasé mentalmente mi lista de “los arquitectos más importantes del siglo XXI”, y no lo encontré. Tampoco encontré a la telonera, Winka Dobbeldman. Culpando a mi ignorancia, revisé la lista de ganadores del premio Pritzker: tampoco estaba. Finalmente consulté libros recientes de arquitectura de” los más importantes” y no apareció.

Regresé a la invitación y encontré que el arquitecto Balaguer era el diseñador de la pirámide – truncada- promovida como BD Bacatá. La pregunta entonces fue: Si uno de “los arquitectos más importantes del siglo XXI” diseña un edificio que no respeta el entorno, mezquino con la ciudad, que no ofrece un metro de espacio público, que atenta contra la movilidad, y muestra errores elementales de tamaño y funcionamiento de los espacios, ¿Qué nos puede enseñar? Y ¿Qué se puede esperar entonces de los arquitectos de estupidez normal como uno?.

Deprimido, empiezo a guardar las plumas y el taparrabos, mientras del lagrimal se escurre una lágrima furtiva que resbala por la mejilla decorada con pintura de achiote. Perdí al nacer la oportunidad de ser arquitecto español, y acababa de perder, con mis colegas de la tribu, la oportunidad de aprender de arquitectos españoles a ser buenos arquitectos. Aceptemos con tristeza que no tendremos más remedio que seguir haciendo la arquitectura de porquería que desde el año 1979 nos caracteriza, en esta ciudad de porquería que “brilla por su estética pobre”.

WILLY DREWS

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La Séptima

Febrero 19 – 2012

Esta tradicional y larga calle de Bogotá es la más importante del país. Pero quitarle todo el tráfico vehicular comprometería su animación y seguridad, su función de parada de taxis y entrega de suministros, que aun cuando se hagan de madrugada necesitan por donde circular, como la policía, ambulancias y bomberos. Basta con ampliar los andenes y poner árboles alineados y cercanos para que no sean invadidos por los carros y apenas los bolardos estrictamente indispensables, dejando solo dos carriles para los carros, el de la derecha más ancho para que cuando paren no tranquen a los de atrás.

En París se han ampliado los andenes de los Campos Elíseos varias veces, en Quito se crecieron mucho de una vez los de la Avenida Amazonas, en México D.F. está el Paseo de la Reforma desde el siglo XIX y en Caracas se ampliaron los andenes de varias avenidas cuando se sacaron de ellas los buses con la construcción de su Metro hace años. La Calle Central en Panamá o el Paseo Bolívar en Cali, funcionan sin ningún tráfico pues son trayectos bastante más cortos y con muchos peatones, los que no tiene Brasilia, por ejemplo, por su baja densidad, por lo que allí es imposible una vía peatonal.

En Manizales funciona muy bien su principal vía central con un solo carril, y en Palmira quedó demostrado hace años que reducir las calzadas para aumentar los andenes mejora la calidad de vida de los ciudadanos. La medida fue puesta en práctica para el mes de diciembre en todo el centro con un comprobado éxito, usando bolardos provisionales, pero fue abandonada por el siguiente alcalde. Falta de continuidad que se ha constituido en la maldición de las ciudades colombianas.

¿Cuándo entenderemos lo conveniente que sería reducir las calzadas de las calles de los centros tradicionales de nuestras ciudades a solo dos carriles y dar toda el área sobrante a los andenes? Dos son suficientes casi siempre: uno para circular y otro para parar, e incluso uno como en Cartagena. Además los carriles continuos, aunque apenas sean dos, organizan el tráfico automotor haciéndolo mas ágil. Y ¿cuándo entenderemos que el transporte colectivo, ya sea en buses o trenes, se inicia y termina es en los andenes?

Los andenes amplios, llanos, continuos, sin barreras y sencillos, como en la Gran Vía en Madrid o el Paseo de Gracia en Barcelona o el Paseo de Colón en Sevilla o la Avenida del Márquez de Pombal en Lisboa, para mencionar apenas otras ciudades que tienen que ver con las nuestras, y por supuesto Manhattan, permiten que el caminar por la ciudad sea seguro y agradable, pues se pueden ver edificios y apreciar vitrinas, lo que favorece el comercio, amén de que en ellos se pueden mirar discretamente los demás. Hacen posible vivir la calle.

Las calles son consustanciales de las ciudades, tanto o más que los edificios, y base de la vida urbana, pero los coches de caballos y últimamente los automotores, hicieron necesaria su diferenciación en calzadas y andenes, mas nunca han perdido su carácter eminentemente peatonal. Son el espacio público más importante de cualquier ciudad pero las autoridades aquí poco se ocupan de ellas, obsesionadas con los carros, las vías, los puentes, los cobros por valorización, el clientelismo, la contratación y los serruchos.

Benjamín Barney Caldas

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Rascacielos de la Discordia

La revista Semana publicó la semana pasada un artículo sobre el edificio Bacatá BD. Considero que la batalla que adelantan Willy Drews, el Capítulo de Arquitectos de Uniandinos y la Sociedad de mejoras y Ornato, merecen todo el apoyo que podamos brindar. Van unos comentarios que envié a la revista.

El rascacielos de la discordia

Da mucho que pensar el artículo publicado (P.52, Edición 1554) sobre el edificio BD Bacatá que se pretende elevar sobre la avenida 19 de Bogotá. Al respecto quiero compartir algunas inquietudes.

Que las alturas estén mal calculadas y que sobrepasen en casi 30 pisos la que corresponde al aplicar correctamente la norma, puede ser una equivocación de buena fe por parte de los promotores, Planeación Distrital y la Curaduría. Que los aislamientos también estén mal calculados puede deberse a otra equivocación. Que los estacionamientos, así cumplan la norma establecida, no funcionen y sean inadecuados, y vayan a crear un verdadero caos en un sector ya imposible para el tránsito, también puede deberse a simple desconocimiento por parte del diseñador acerca de su responsabilidad, por cuanto debe tener criterios para aplicar en este edificio una norma diseñada para edificios de menor escala (el acceso de más de 700 carros se hace por una boca de la misma medida de una casa unifamiliar del Chicó).

Que se haya omitido el pago de la plusvalía que genera el obtener un enorme beneficio con relación a la norma, y que por este concepto la Capital deje de percibir una significativa suma, puede deberse a algún olvido por parte de las entidades públicas que tuvieron que ver con la aprobación de la licencia. Que el proyecto contenga unas zonas definidas de manera ambigua y que logren con ello eludir la exigencia de una cierta cantidad de estacionamientos, puede ser un simple error semántico. Que a pesar de todos los defectos, los estudios de tráfico y de impacto ambiental hayan sido aprobados, y que la Curaduría ante la cual se tramitó la licencia se haya visto involucrada en otros desaciertos y dudosas actuaciones, puede ser tan solo cosa del azar.

Y que, finalmente, uno de los principales socios de la empresa promotora esté demandado por la justicia de su país por “presuntos delitos de administración desleal, apropiación indebida, estafa y falsificación de documentos”, puede deberse a simple mala suerte.

A quienes hemos tenido la oportunidad de seguir de cerca el desarrollo de este edificio, tanta coincidencia, equivocación, errores, malas interpretaciones, actuaciones oficiales que deben explicarse, nos están generando dudas y mala espina. Se actuará con suficiente rapidez por parte de los organismos que ejercen vigilancia para aclarar todo y seguir adelante, o será que dentro de unos meses nos veremos ante otro escándalo financiero, otra pirámide, y otros damnificados que ante un enorme despliegue publicitario cayeron en una bien orquestada trampa? Son simples dudas, pero hay que abrir el ojo, y hacerlo pronto!!

Carlos Morales Hendry

Arquitecto

 

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Constructores sin escrúpulos

La sostenibilidad de las ciudades modernas está basada sobre cuatro principios: densificarse o “crecer hacia adentro”, reemplazar el automóvil particular por sistemas de transporte colectivo, preservar el entorno natural y crear espacio público, este último el crisol para la existencia de una sociedad con sentido de colectividad. Estos preceptos se hacen cada día más claros para el público y, por fortuna, son también los compromisos del nuevo alcalde Gustavo Petro.

Desafortunadamente, contra todo esto apunta un tipo de urbanización denunciada y reconocida mundialmente como la más antiecológica para el desarrollo de la ciudad moderna: Los suburbios de baja densidad en los municipios periféricos de Bogotá, casas para estratos altos que, a pesar de la etiqueta “verde” que las acompaña, su edificación implica la innecesaria construcción de nuevas vías, con cargo al erario público. Y dada la capacidad económica de los compradores, más y más vehículos privados para evitar el pico y placa y la molestia del transporte público, con el resultado directo de más congestión y menos transporte público.

Traigo como ejemplo ilustrativo de este dañino proceder, los desarrollos urbanísticos que están inundando de concreto el valle del cercano municipio de La Calera, gracias a las firmas constructoras más reconocidas del país (alguna inclusive con Cruz de Boyacá), las cuales cínicamente se autocalifican de poseer conciencia ecológica, pero incumplen todos los preceptos para tener una ciudad sostenible. Este municipio cuenta con un solo punto de acceso vial a Bogotá: la calle 87 con Séptima, actualmente colapsado. El futuro de esta vía, así como de las pocas que comunican a los otros municipios circundantes, es negro, debido a la misma razón: la urbanización periférica de baja densidad.

Estos constructores sin escrúpulos, a quienes solo interesa el lucro personal, y para nada el bienestar comunal, les importa un comino qué va a pasar con este problema. Deliberadamente le dejan al Estado la solución del problema que generan, haciendo que dineros que podrían ser utilizados en educación o salud, sean malgastados en vías innecesarias.

El interés económico de los constructores está unido a la gravísima corrupción de las oficinas de planeación y alcaldías de estos municipios, cuyos usos de la tierra, gracias a conveniencias particulares, son cambiados casi a diario.

Se hace necesario que el nuevo Plan de Ordenamiento Territorial de carácter ecológico que Petro ha prometido, no solamente involucre a los demás municipios que comparten la Sabana, sino que este nuevo POT ciudad-región de la Sabana de Bogotá también conlleve el control físico centralizado de la misma.

Guilermo Fischer

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