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Gloria Zea tiene razón

Marzo 12 – 2013

Como lo aclara el artículo de Lucas Ospina en La Silla Vacía, a la sala de cine Los Acevedo siempre se ha podido entrar desde el interior del MAMBo. De modo que responsabilizar a la obra del llamado Parque Bicentenario por la falta de películas en el Museo, no funciona.

Aún si la obra tuviera la culpa, lo grave para el Museo no es haber tenido que cerrar “temporalmente” sus puertas sobre la 26, sino que cuando el Parque esté terminado, estas puertas quedarán peor de lo que estaban. Antes al menos se veían desde allí el Quiosco de la Luz y los árboles del otro lado.

Un proyecto bien concebido se hubiera planteado cómo hacer para que el Museo, la Biblioteca Nacional y el edificio Embajador hubieran quedado como límites del Parque de la Independencia, y para que a éstos se entrara “desde” el Parque.

Un proyecto mejor concebido se hubiera planteado cómo hacer para que estos edificios quedaran «metidos» en el parque, haciendo lo que yo recuerdo haber oído –y visto en docenas de tesis universitarias– desde que empecé a estudiar arquitectura: que el Parque debería comenzar en la 24.

Lo que están a punto de dejarnos –con la colaboración inicial de la Directora del Museo, quien ahora parece que no duerme debido al remordimiento– es un callejón como el que se ve en las fotos del artículo de Ospina. Para quienes se interesen en opinar con conocimiento de causa, es indispensable verlo in situ. Lo que no se puede ver todavía con la misma claridad es la invasión del lado norte del Parque. Sin embargo, si lo que hay ahora parece un elefante, cuando esté terminado será una ballena azul.

Las obras hay que terminarlas y a veces resultan mejores de lo que uno se imagina. Pero para que esto pase, el proyecto debe tener una concepción y un diseño que éste no tiene. Nació autista y autista se quedará.

Aunque a posteriori y sin ningún mérito propio, la Directora del Museo tiene razón: ya que la entrada a cine no se pudo mejorar, demoler el pedacito de carrusel que ve desde su oficina, es la mejor solución.

Lastimosamente, el IDU, Confase y el Ministerio de Cultura tienen mucho de qué preocuparse y no están para pensar en la entrada a una maltrecha sala de cine. Menos ahora que consiguieron el apoyo de Colpatria y su prometida gran Plaza de eventos: un espacio que seguramente tiene un gran contenido social y ecológico, equivalente al contenido artístico-simbólico de la iluminación.

Juan Luis Rodríguez

Estado actual MAMBo (imagen: La Silla Vacía)

Estado actual MAMBo (imagen: La Silla Vacía)

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¿Dejar así?

Enero 14 – 2013

Para comenzar el año me propongo revisar qué pasó durante el anterior con algunas construcciones que incumplen las normas urbanísticas. Aventuro además un par de presagios de año nuevo, relacionados con las transgresiones a las que les auguro éxito; y con la única que creo que no lo tendrá: el Parque Bicentenario para los que insisten en no haber «violado» nada; el Parque de la Independencia para los que creemos que lo han «violado» todo.

Las pruebas están al alcance de cualquiera. Por lo general, basta un flexómetro para corroborar que la licencia legalizó algo que no debía, o que un curador, un constructor o los dos, hicieron trampa. Aun sin medir, en muchos casos basta contar ladrillos para corroborar que un muro que por norma no debía medir más de 1.50, tiene por lo menos el doble; o que un sótano al que hay que subir para entrar no es un sótano; o que si uno cuenta el número de pisos del edificio, por más que cuente y recuente, no le da lo que dice la valla de la curaduría.

En el Parque de la Independencia basta ir a visitar la obra de la 26 para percibir el mismo olor a alcantarilla. En este caso, sin embargo, no hay curador de por medio porque el proyecto comenzó sin aprobación. Y sigue sin «aprobación», aunque siempre tuvo la «autorización» del Ministerio de Cultura. Los implicados son varios pero la cadena empieza por el Ministerio, el cual todavía insiste en negar su responsabilidad por el visto bueno inicial que le dio al proyecto Parque Bicentenario. Lo hace probablemente bajo la convicción de que una mentira repetida con la suficiente tenacidad se convierte en verdad.

Antes de abordar esta apuesta a favor de la ciudad, veamos cinco ejemplos, también emproblemados, que probablemente pronto se desemproblemarán, en detrimento de la ciudad.

Fedegán

El edificio para la Federación Colombiana de Ganaderos que está en construcción en Teusaquillo –calle 37, abajo de la Caracas– fue aprobado por primera vez el 12 de agosto de 2009 y después de dos sellamientos por parte de la Alcaldía de la localidad –6 de diciembre de 2010 y 13 de junio de 2011– terminó el 2012 con una nueva licencia, concedida el 27 de agosto por un nuevo curador urbano -diferente al que concedió las dos anteriores y negó la tercera– para que Fedegán terminará el año como si hubiera recuperado la visa para los Estados Unidos.

Pasó lo predecible cuando surge un problema en este tipo y el asunto pasa directamente a una oficina de abogados o a un departamento de Jurídica. De ahí en adelante, cualquier acusación contra el Cliente se vuelve un asunto de vencer o morir, en manos de un hermeneuta experto en dilación de procesos que se ocupará, sistemática y pacientemente, de invalidar lo que le pongan al frente. Que faltó una fotocopia o una tilde; que no se puede demandar al curador como persona sino a la oficina que representa, o al revés; que el funcionario que hizo la medición no tiene un metro certificado por ICONTEC, o que se pasó un semáforo en rojo o que tiene una amante. Lo que sea, con tal de poner a rodar un Auto tras otro, que le añada otros seis meses al proceso; y luego otros seis, y seis más, hasta que el opositor se desespere; o se le venzan los términos; o quiebre.

Entre tanto, la estructura del edificio continúa teniendo los mismos tres metros adicionales de altura, y el sótano sigue sobresaliendo más de los 25 centímetros que permite la norma y más de los 1.50 metros que, por error, le autorizó la curaduría. Error porque en Teusaquillo no puede haber semisótanos.

Serranía de los Nogales

Los vecinos de los barrios Rosales y Patiasao optaron por no dejarse embestir por el conjunto de edificios Serranía de los Nogales -calle 79B con carrera 4- en el cual no sólo se retorcieron las normas en busca de metros cuadrados para la venta, sino que el conjunto se ubica en un lote cuyo uso fue cambiado, súbitamente, de Dotacional a Vivienda, un 28 de diciembre, tres días antes de que Luis Eduardo Garzón entregara la alcaldía.

En el predio funcionaba el Colegio Femenino de Colsubsidio. Al irse el colegio, el uso debía permanecer como institución. Evidentemente, si a un predio como este se le cambia de uso a vivienda, su valor sube automáticamente en miles de millones de pesos. Si estos excedentes hubieran llegado a las arcas del Distrito, y si el cambio de uso hubiera sido para mejorar el barrio, estaríamos hablando de un doble beneficio para la ciudad. Pero ni lo uno, ni lo otro.

En cuanto al manejo de las normas, los edificios de Serranía de los Nogales tendrán entre dos y tres pisos adicionales de altura, por cuenta de un recurrente acto de magia curatorial para terrenos con pendiente, que ubica los sótanos y semisótanos en los primeros pisos; y el antejardín, privatizado, varios metros por encima del andén. El «esguince jurídico» se hace aludiendo a el «nivel original» del terreno, cuando la norma está pensada para el peatón y se refiere con claridad al nivel por el que camina un peatón.

Portal de Calatrava

Un día me dirigía al cerro de la Conejera, y por cuenta de un hueco en la vía detuve el carro justo frente al conjunto Portal de Calatrava en San José de Bavaria –calle 183 con carrera 76–, una agrupación de ocho casas que todavía está en construcción. Al ojo, la comparación con los vecinos parecía otro ejemplo de «esguince». Tomé las fotos del caso, verifiqué las normas con ayuda de un arquitecto que ha trabajado en la urbanización y me animé a solicitar la mediación de la Comisión de Veeduría de las Curadurías Urbanas. Envié la carta el 3 de agosto del 2012. Me respondieron que estudiarían el caso y sólo volví a saber del proyecto a través de una foto enviada por un amigo desde un celular, en la que se ve una obra más avanzada y sin la valla de la curaduría.

Por intermedio del arquitecto que me ayudó con las normas, logré contactar a un vecino, al que le pedí tomar el relevo con la reclamación, pensando que buena parte de lo tedioso ya estaba hecho. Su respuesta es un testimonio de porqué los transgresores se pasean tan cómodos por la ciudad: “Uno no sabe quién esté haciendo eso ni quiénes puedan haber comprado, así que mejor no meterse en problemas”. Omertá, le dicen a esto en Italia.

La norma inicial de la urbanización exigía aislamientos laterales de 10 metros. La de hoy sólo exige la mitad pero este conjunto cubrió el 100% del aislamiento con marquesinas. No he visto los planos pero probablemente al área se le denomina «zona húmeda y a las marquesinas «pérgolas».

Lares 78

Hice a título propio la solicitud a la que acabo de referirme porque tenía confianza en la Comisión de Veeduría de las Curadurías Urbanas. Conocía el caso de los propietarios del edificio los Cerezos, a quienes la Comisión les había respondido que “sí”, que el edificio vecino a los Cerezos, el Lares 78 –calle 78 con carrera 9– “violaba” por lo menos una norma. Como el «concepto» de la Comisión no es suficiente para revocar una licencia o destituir un curador, se dirigieron a Planeación y ahí se toparon con Jurídica, que es como toparse con la Iglesia.

La respuesta de Planeación deja las cosas donde comenzaron. El documento empieza por despilfarrar quince o veinte páginas en tecnicismos de diversa índole, sumados al abuso empalagoso del adverbio “respetuosamente” y a un sinnúmero de frases interminables en las que si uno hace una pausa para respirar, pierde el hilo. Hasta que llega al clímax del último párrafo, en el que se confirma que si bien el Lares 78 “sí” viola las normas, como no se puede probar que en la violación haya habido mala fe, nada se puede hacer. Y firma el Obispo.

A pesar de la desazón, a los residentes les alcanzó el impulso para consultar una firma de abogados experta en el tema. La respuesta resultó peor que el sainete del comunicado de Planeación, pues les dijeron que «claro, con mucho gusto» pero que consideraran que el proceso podría tomar varios años, que no había ninguna garantía y que les iba acostar varios millones. Traducido, les dijeron: mejor olvídenlo.

Rosales 75

La idea que ahora tengo de cómo se mueven estos asuntos entre curadores, constructores, funcionarios y abogados salió de un cruce entre los casos que he mencionado y el peritaje que un Juzgado Administrativo le solicitó a la Universidad Nacional, para el cual fui designado como el Perito. Y acepté. Se trataba de una demanda contra el edificio Rosales 75 –carrera 4 con calle 75– por “violación” de normas. Después de revisar los quince o veinte AZ que constituyen el expediente, me pareció evidente que el edificio Rosales 75 incumplió varias normas, en especial tres, sobre las que presenté un informe de once páginas, el 21 de febrero de 2012. Concluyo en el informe que el edificio construido incumple las normas relacionadas con sótanos y semisótanos, antejardines y espacio público, y altura del edificio en pisos. Además, que una de las faltas es responsabilidad del constructor, otra del curador y otra de los dos.

Cuando daba el caso por olvidado, recibí un par de cuestionarios remitidos por el Juzgado, con preguntas de dos abogados defensores diferentes. Ninguna pregunta se ocupaba de mostrar que mis razonamientos fueran falaces o incorrectos. En las respuestas tuve que repetir varias veces, esta vez mediante un informe de veintiún páginas, presentado el 11 de septiembre, que la “capacidad científica” para entender un problema de estos depende de una comprensión de la norma y del conocimiento de lo que miden las diferentes partes de un edificio como “hecho construido”. Y que todo lo que se requiere por parte de un «experto» es constatar las incongruencias entre los planos y el «hecho construido».

En el informe no lo dije, porque como perito no me correspondía ir más allá de analizar evidencias y concluir sobre las mismas, pero considero que todas las inconsistencias son intencionales y no se pueden realizar sin un segundo juego de planos. Son lo que en Colombia algunos aceptan como Gajes del oficio y que otros las conocemos mejor como Avivatadas.

Vaticinios

Con Fedegán, empezamos el 2012 con una obra sellada por segunda vez y lo terminamos con un proyecto aprobado por tercera vez. Si tuviera que apostar, lo haría porque la Federación ganará y terminará su Frankenstein, esencialmente por agotamiento y hastío de los opositores. Podría ocurrir que la Alcaldía de Teusaquillo vuelva a sellarla, pero “alguien” lo tiene que solicitar y lo más probable es que quienes se animen a volver a empezar un nuevo proceso, estarán cada vez más agotados, hastiados o quebrados.

Con Serranía de los Nogales y Rosales 75, también apostaría a favor de que ganarán, sin perder un sólo metro cuadrado de ventas, aunque seguramente les costará una buena plata en abogados. Además de plata, puede que les tome tiempo; y si no es durante el 2013, será el siguiente, o el siguiente… Incluso, me atrevo a insinuar que si nos descuidamos con los predios en Extinción de dominio que maneja Estupefacientes, podría llegar a pasar algo similar a lo que ya sucedió con el Colegio de Colsubsidio. Por ejemplo, que el próximo 28 de diciembre, el predio de la excasa de Rodríguez Gacha en la Cabrera se convierta en el sitio perfecto para el nuevo centro comercial de Pedro Gómez y Compañía. Con el precedente del excolegio, es mejor ser precavidos.

Con Portal de Calatrava y Lares 78 ni siquiera hay caso. Nadie los ha demandado y aparte de mí creo que ya nadie habla al respecto.

Parque de la Independencia

El proyecto de un parque que conmemoraría el bicentenario de la independencia se dio a conocer al público a través de la prensa, el 20 de julio de 2010. La autorización del Ministerio se produjo oficialmente una semana después, el 27 de julio de 2010, a través de un documento dirigido al Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, IDPC. A pesar de insistir que se trató apenas de un «concepto técnico», el documento dice con claridad que se trata de una autorización: “Referencia: Autorización proyecto Parque Bicentenario localizado en inmediaciones de varios inmuebles declarados Bienes de Interés Cultural del Ámbito Nacional”.

Además de negar la autorización, el Ministerio insiste en defender que “no tenía competencia” para decidir sobre el Parque de la Independencia porque el Parque no era un Bien de Interés Cultural, BIC. Es cierto que no era un BIC, aunque ahora sí lo es, mediante una declaración hecha a posteriori, como parte del intento por invisibilizar el problema. También es cierto que el Parque siempre ha sido parte del Área de influencia de las Torres del Parque, que sí es un BIC, lo cual es suficiente para que cualquier intervención en el Área de influencia del BIC cuente, necesariamente, con la “autorización” del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural.

Al Ministerio le ha ido bien hasta el momento encubriendo el error y reclamando que no puede “aprobar” porque no le compete. Es verdad que no le compete «aprobar» pero sí “autorizar”, que para el caso significa darle un visto bueno, que fue lo que hizo con ligereza y ahora niega con pasión. Al que no le ha ido bien es al Parque, pues ya le talaron innecesariamente más de cien árboles y tampoco le ha ido bien a la ciudad que está pagando los costos de improvisación. Todo porque el Ministerio, en lugar de corregir el error, decidió pasar el asunto a Jurídica, en busca de tiempo y olvido. Desafortunadamente para el Ministerio, apareció un colectivo de ciudadanos llamado Habitando el territorio que ni olvida ni se asusta. Y que con exiguos recursos se las ha arreglado para no dejarse empapelar.

Antes de terminar el 2012, en medio de las dilaciones y yonofuis de rigor, apareció repentinamente una nueva Comunidad interesada en “rescatar” el proyecto Bicentenario. Se trata de un grupo liderado por el abogado que maneja los litigios de Colpatria, apoyado por miles de ciudadanos, la mayoría empleados de Colpatria. Invocando la democracia, este Colectivo aspira convertir el problema de la obra inconclusa sobre la 26, en el capricho estético de unos enemigos del «progreso» que viven en las Torres del Parque.

Comienza el 2013, pues, con el Parque de la Independencia, o con el llamado Parque Bicentenario que se construye al lado y encima del Parque de la Independencia, con varias discusiones en curso: que si se termina parcial o totalmente; que si se termina según el último de los diseños o hay que esperar al próximo; que si se cambia o se deja el arquitecto; que si el nuevo encargado se elegiría a dedo o por concurso; que si se demuele y se deja la ruina o se hace un buen puente… Sea como sea, cualquier decisión al respecto debería estar precedida de los resultados de la investigación que adelanta la Contraloría.

Vaticinio

Concluidas las investigaciones y tomadas las medidas del caso, apostaría que la solución a la que se llegará será la demolición de las dos plataformas estacionadas frente al Museo de Arte Moderno y el Quiosco de la Luz. Creo esto porque sabemos que de cumplir las normas actuales al pie de la letra no sale necesariamente una Gran Ciudad, como sabemos también que antes que ponerse a cambiar estas normas hay que empezar por cumplirlas; y lo creo, sobre todo, porque considero que a diferencia del colectivo Habitando el territorio cuya intención desde el comienzo ha sido llamar la atención sobre las eventuales ilegalidades del proyecto Parque Bicentenario, la intención del nuevo Colectivo Colpatria parece ser el muy colombiano “vamos pa´lante” que acabará convirtiéndolos en escorpiones.

Veremos, pues, si el 2013 nos deja con que la intervención del nuevo colectivo sirvió para promover la Plaza de conciertos Colpatria en el Parque Bicentenario, o si termina ayudando a descarrilar el eventual Carrusel del Bicentenario en el Parque de la Independencia. Si logramos aclarar las cosas o nos quedamos en el colombianísimo “eso, deje así”.

Voto, además, porque a lo que se haga se le quite el innecesario nombre Bicentenario para dejarlo como lo que le corresponde: una prolongación del Parque de la Independencia.

 

Juan Luis Rodríguez

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Cuentas bicentenarias

Marzo 29 – 2012

En Colombia llevamos varios años bajo una modalidad de contratación para grandes obras civiles, única en el mundo. En una primera ronda, se le da el contrato a la empresa que presente la mejor oferta, basada en un costo global estimado que se podrá “ajustar” durante el proceso. En segunda instancia, al “ganador” se le da la oportunidad de hacer sus propios diseños y presupuestos. Y en un tercer momento, se le extiende un tapete persa para ampliar y modificar costos, alcances y especificaciones, amparado en la maravilla jurídica del “otrosí”: una figura que le permite al “ganador” cambiar y al administrador ajustar, de manera que al final todo parezca en regla.

La obra del Transmilenio de la 26 se repartió en varios tramos, uno de los cuales le fue otorgado a Constructora Fase III, Confase. Como consta en los documentos entregados por la administración, el valor del contrato original era $213.890.249.965, pero con los adicionales ya incluidos, la nueva cifra para lo que costará la Fase III será $334.133.625.000. Tenemos entonces más de 120 mil millones en adicionales. Esta cifra supera incluso el 50% del valor del contrato inicial, el tope legal establecido por el mismo contrato para las “adiciones”.

El contrato incluye los trabajos de paisajismo en un sector del Parque de la Independencia, fragmento que ha sido bautizado como «Parque Bicentenario». Calculado con base en las tarifas de honorarios de la SCA, el diseño paisajístico (incluye zonas arquitectónicas y zonas verdes) para un parque con las características del Bicentenario podría llegar a costar 250 millones. Sin embargo, según el informe del Consorcio IML, interventores del Proyecto Bicentenario, por el diseño se pagarán $1.300.239.230, es decir, más de 1.000 millones de sobrecosto.

Asimismo, basado en los precios unitarios del IDU para construcción de espacio público, la construcción del parque podría llegar a costar, máximo, 11 mil millones; pero según la Adición No. 7 al Contrato de Obra No. 136 de 2007, la construcción costará 30.000 millones, es decir, otro sobrecosto, esta vez de más de 19.000 millones.

En sólo diseño y construcción para el Parque Bicentenario se destinaron como adicionales $31.300.239.230, lo cual equivale a $2.500.000 por metro cuadrado del Parque. Considerando que el costo del metro cuadrado de construcción de vivienda estrato seis, incluyendo honorarios profesionales, está en $1.900.000, ¿será que nos piensan enchapar el parque en oro? Y de no ser así, ¿quién se queda con la diferencia?

Suena escandaloso pero puede ser la falta de costumbre a pensar en grande que algunos padecemos. Sólo una investigación por parte de los organismos de control nos permitiría saber si estamos ante una versión local de ¿Quién Quiere ser Millonario?, o si todo no pasa de ser un malentendido.

Juan Luis Rodríguez

 

Los documentos de contratación referidos se pueden ver aquí:

http://parquebicentenariobogota.blogspot.com/2012/03/apartes-del-contratro.html

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Tema para la cena: subir y bajar al Parque de la Independencia

Octubre 23 – 2011

El arquitecto Carlos Niño Murcia me envió estos dibujos como ilustración al artículo que publicó la semana pasada en este portal.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dentro de la falta de participación pública que caracteriza a los arquitectos, tomando tinto me “enteré” que Niño había sido invitado a opinar sobre el proyecto para el Parque del Bicentenario y que había estado «de acuerdo» con el proyecto del Instituto de Patrimonio.

Fui entonces a visitar al supuesto nuevo aliado del IDPC, para enterarme de primera mano de qué es lo que podía parecerle tan bien, sobre algo que a mí me parece tan mal. El diálogo no prosperó porque a los cinco minutos ya me había dicho lo que apareció en su texto, y que con mayor claridad expresan sus dibujos.

El caso se parece al de la Ministra de educación hablando de las múltiples consultas hechas a los estudiantes para legitimar la reforma educativa. Reuniones en las que se da un «debate» al que los inconformes asisten esperando ser oídos y tenidos en cuenta, pero al que los representantes del gobierno asisten para llenar un requisito reglamentario que luego les permita aparecer en televisión, diciendo que sí, que claro que hubo consulta, y todo quedó en regla.

El IDPC ya pasó por ahí, por el intento de legitimar lo ilegitimable ante «la comunidad», y ya declaró públicamente que se «incorporaron» las sugerencias al «nuevo» proyecto. Superado ese problema, hay que entender que la pobre Ministra no es la única que la tiene difícil, pues el pobre Director de patrimonio no solo tiene que legalizar el parque Bicentenario, sino además, el edificio de Fedegán en Teusaquillo.

Yo no aguantaría. Por un lado, los de Fedegán deben estarlo presionando cada vez más con el «lavado» de la nueva licencia en la curaduría. Y como si esto no fuera suficientemente duro de pelar, por el otro lado, las plataformas del parque están a punto de estar terminadas y el bendito proyecto ni siquiera tiene licencia. Y ya van a ser las elecciones. Y las vacaciones. Y hay que entregar el cargo al nuevo alcalde. La locura.

Entre tanto, mientras los abogados hacen su trabajo, invito al público interesado en expresarse por medio del dibujo, a enviar su versión de cómo bajar de un parque al otro, a partir de la sugerencia de Niño y de un par de fotos recientes.

 

 

 

 

 

 

 

 

Algo que entre arquitectos se hace con frecuencia mientras llega la comida en un restaurante, sobre una servilleta o un mantel de papel. Para el futuro, algo que le permita a las nuevas generaciones entender retrospectivamente lo simple que hubiera sido construir algo respetuoso con el Parque de la Independencia, por allá en la era de los carruseles.

Juan Luis Rodríguez

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EL PARQUE BICENTENARIO

Octubre 13 de 2011

Desde su fundación hasta comienzos del siglo XX Bogotá terminaba por el norte en la ermita de San Diego. Ya en 1883 se inicia frente a ella el primer parque moderno, el del Centenario, para celebrar el nacimiento del Libertador y, poco después, se hizo, al otro lado de la carrera Séptima, el Parque de la Independencia, donde se organizó la Exposición Industrial de 1910. Ambos fueron arrasados en 1957 para dar paso a la calle 26, que comunicaba el nuevo centro internacional con el aeropuerto. Esto significó una herida urbana que separó el barrio de las Nieves y el centro de la ciudad con el parque y los desarrollos del norte.

Durante todo el siglo el parque de la Independencia fue un espacio de solaz y un lugar de encuentro de la gente con la naturaleza y con los demás habitantes. Los pabellones de la exposición fueron demolidos y solo permaneció el Pabellón de la Luz, un templete clásico construido para demostrar las cualidades del cemento armado.

En los años 70s el arquitecto Rogelio Salmona construyó las Torres del Parque y luego readecuó los senderos del Parque, resaltando la vegetación, sobre todo las imponentes palmeras y la relación con los cerros. Ahora se hace necesario dar paso al Transmilenio que sube por la 26 hasta Las Aguas, lo que requiere ampliar la vía preexistente en 8 metros, con el fin de conservar los cuatro carriles existentes para el tráfico mixto, más otros dos para el transporte público. Esto implica un recorte doloroso al parque pero que puede ser explicable.

La idea de recoser los dos sectores al cubrir la avenida es sin duda positiva, y el proyectista lo hace mediante franjas transversales, con unas jardineras que buscan ambientar esa costura. La altura libre exigida para el túnel eleva el nivel de la terraza, y eso merece más atención y cuidado en ambos costados del proyecto. Las franjas transversales se hacen con jardineras que a veces son más altas que las personas y esto genera inseguridad y lo hace propicio al desaseo. Pero el mayor problema es que el proyecto plantea bajar de la terraza hacia el parque con rampas perpendiculares que penetran demasiado en el parque y esto es inaceptable. El Pabellón de la Luz es invadido por rampas y escaleras que le restan presencia y espacio.

Se podría bajar de las terrazas en sentido paralelo a la 26 y no invadir el parque, eso sería muy sencillo pero el diseñador se niega, a pesar de las muchas protestas y pedidos que se le han hecho. Es como si del andén de un malecón urbano se bajara a la playa de manera frontal!, eso acabaría la playa y afectaría su unión con el mar y la posibilidad de vivir y recorrerla.

El parque Bicentenario debe ser un vínculo no un motivo de aguda discordia, como lo viene siendo. Es conveniente y necesario recoser la ciudad en este punto, pero se puede hacerlo sin agredir el parque, ese espacio tradicional y querido de los bogotanos. Es cuestión de modestia y sensatez, un asunto de respeto y lucidez. Así se hace la ciudad, la polis de todos y no el campo de los egos ni el feudo de las autoridades de turno. La ciudad se hace entre todos, no contra todos, articula tiempos pero no impone de manera bárbara el capricho del presente, adopta la técnica pero no es su arrasamiento por la tecnocracia, es la continuidad de la memoria, no la agresión al pasado, al paisaje y a sus habitantes.

 

Carlos Niño Murcia

Arquitecto

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La dilación Parque de la Independencia se traslada al Concejo

Septiembre 27 – 2011

Ayer, 26 de septiembre, fue otro 1 de junio para el Parque de la Independencia. El Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, IDPC, volvió a hacernos perder el tiempo, esta vez en el Concejo de Bogotá. La vez anterior había sido en el Planetario Distrital, para darle contentillo a «la comunidad». Esta segunda vez, en busca de hacerle creer al Concejo que el proyecto actual sí hace parte de un plan, y que este plan es nada menos que de Rogelio Salmona.

Ante la imposibilidad de responder por la falta de un Plan Piloto que respalde el proyecto de Giancarlo Mazzanti para el Parque del Bicentenario, el director del IDPC, Gabriel Pardo García-Peña, nos aburrió durante media hora mostrándonos, entre otras necedades, el Plan Piloto de Salmona y el posterior de Juan Camilo Santamaría. Durante la exposición de Pardo, el nombre Salmona fue mencionado diez o veinte veces, como un mantra, para insuflar en los Concejales la idea de que Salmona tiene algo que ver con un “nuestro” proyecto.

Proyecto sobre el cual ni se vio ni se oyó nada, aparte de que el proyecto inical tenía algunos errores que eran atribuibles a él, a Pardo, pero que el nuevo proyecto “ya los corrigió”.

Evidentemente, no se trataba de explicar ningún proyecto sino de cumplir con una citación rutinaria, mientras avanzan en el afán de conseguir una autorización -que no tienen- por parte del Ministerio de Cultura, y una licencia -que tampoco tienen- por parte de Planeación Distrital.

Plan no hay y por eso y para eso estaban citados al Concejo: para explicar porqué no lo hay. El arquitecto, como de costumbre no apareció, y el IDU mandó un funcionario que tampoco pudo responder nada acerca de las irregularidades con las que se ha intervenido el parque, porque “yo soy sólo un ejecutor”.

Para continuar con el tema sin preocuparnos por el arquitecto, propongo olvidarnos de Mazzanti -quien cada vez resulta más evidente que no es más que un intermediario sin importancia en manos del IDPC y de CONFASE- y pasar a tomarnos en serio el tono y el carácter posesivo del Director del IDPC cuando habla de “nuestro” proyecto.

Como dueño del proyecto, Pardo hubiera podido reconocer la ilegalidad en la que están y llamarla por ejemplo, “un pequeño problema”. También, hubiera podido aceptar que se encuentran en el proceso de “aclararlo todo”; y aprovechando la oportunidad, hubiera podido seguir de largo y explicarle a los Concejales que la incomprensión hacia el diseño del parque surge de la genialidad de un proyecto que, por su brillantez, podría tomar otros cien años en entenderse; pero que él, no obstante, como Director de Patrimonio de la ciudad y como experto en el tema, puede dar fe que la ciudad obtendrá lo que se merece para celebrar el Bicentenario, así sea con un par de años de retraso.

Además, Pardo perdió la oportunidad para hacerle ver al Concejo de la ciudad, que quienes insistimos que hay un atropello patrimonial estamos cortos de visión y perdidos en asuntos de historia y cultura. Falta de visión y de comprensión que es precisamente lo que muchos reclamamos al IDPC. Y desde luego, también al Ministerio de Cultura; así los dos posen de lo contrario.

Si uno cree en lo que hace y en lo que tiene, lo dice, lo muestra y trata de convencer a quien corresponda. Pero así no fue. Tal vez porque eso no se hace en administración pública, o tal vez porque el IDPC no tiene con qué, o tal vez porque como funcionarios públicos que son, estaban cumpliendo con la citación, y nada más. De ser así, para los registros burocráticos, cumplieron. Sin embargo, ante los que estamos enterados de qué se trata el asunto y esperando respuestas hace ya no sabemos cuánto, volvieron a hacer el ridículo.

Dentro de su exposición, el Director del IDPC soltó un par de falacias que no pueden pasar inadvertidas:

1. “A nosotros nos parece muy importante el eje norte-sur”.
Lo cual significa que para pasar de un lado al otro de la 26, en sentido norte-sur, no basta que el Parque del Bicentenario cubra la 26 y que su diseño resuelva los flujos peatonales correctamente, sino que tiene que ocupar una parte del Parque de la Independencia.
El nuevo parque, por definición, tiene que unir uno y otro lado de la 26, y esta unión es en sentido norte-sur. No hay más opción. Ello no implica que para hacerlo haya que tumbar más de un centenar de árboles, ni ocupar una parte del espacio de un parque existente, ni imponer una arquitectura para la cual cuando un árbol se atraviesa, se tumba el árbol.
Lógica torpe y equivocada, por decirlo caritativamente.

2. “Como la reserva vial para Transmilenio le quitó al Parque de la Independencia 1.200 metros2, nosotros le vamos a restituir a la ciudad más de 5.000 metros2”.
Un poco más de tiempo y el cinismo de Pardo lo lleva a decir que le salimos debiendo al Instituto por su magnanimidad.
Lo que significa este retorcimiento lógico es que la reserva vial de la 26 le quitó al parque mil doscientos metros y que el proyecto del IDPC le va a quitar cinco mil y pico metros adicionales. Tenían que cubrir la 26 y aunque no se sabe bien ni cuándo ni por qué, en algún momento y por algún motivo decidieron duplicar el área del proyecto y ocupar el «lote» vecino.
De modo que, atribuyéndose un derecho que no tienen, y porque se trata de un espacio que no entienden, decidieron, como quien invade un baldío, ocupar una parte del Parque de la Independencia.

Mientras tanto, el plan IDPC-CONFASE sigue su marcha,. Ya le presentaron el nuevo proyecto al Ministerio de Cultura y están a la espera que el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural lo “autorice” para pasar a buscar la “aprobación” por parte de Planeación. Aprobación después de la cual asumo que debemos esperar otra adición presupuestal, similar a la que ya pasó CONFASE, por $1.300.000.000 para «diseños arquitectónicos». 1.300 millones, no 130 millones. Y no para la obra civil sino para diseño arquitectónico.

Quien quiera que vea desde afuera esta cifra, se puede imaginar que en Bogotá se juega Monopolio en serio; o que en la ciudad se va a diseñar un nuevo parque Simón Bolívar; sin entender que en Bogotá, y en Colombia, ser contratista en los tiempos actuales, equivale a ser miembro de la Iglesia durante la Edad Media.

Con el oportunismo del caso, el IDPC sigue invocando a “la comunidad” para justificarse. Pero “la comunidad” lo único que ha dicho son dos cosas, producto de dos opiniones diferentes dentro de la misma “comunidad”.

Los más radicales piden que se cumpla la orden judicial que obliga a suspender las obras hasta que toda la cadena de irregularidades, ilegalidades, mentiras y dilaciones, esté resuelta.

Los menos radicales, pedimos que el nuevo diseño se limite al área que cubre el túnel de la 26, que dejen de tumbar árboles y que dejen de insistir en hacernos ver una gran arquitectura donde no hay más que un capricho formal.

En lo que sí estamos de acuerdo unos y otros es en reclamar que los funcionarios asuman su papel de protectores del patrimonio y dejen de engañar al público. Y ahora, además, concordamos que con esta última intervención del IDPC, a quienes pretenden engañar es a los Concejales de la ciudad.

Juan Luis Rodríguez

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