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Fedegán: liposucción imposible

Octubre 10 – 2011

Ayer, por cuenta de un amigo que me obsequió el artículo de El Tiempo del viernes 30 de septiembre de 2011, me enteré que «El director del IDPC, Gabriel Pardo, acaba de aprobar las terceras modificaciones» al edificio que intenta construir Fedegán en Teusaquillo. Según el artículo, Pardo argumenta que «se ha dado el concepto favorable porque en los 11 planos presentados muestran que solucionarán las situaciones presentadas». El artículo se titula «Dura polémica por nueva sede que está construyendo Fedegán», y concluye:»Falta ver qué dicen los urbanistas y la Sociedad Colombiana de Arquitectos».

Si los “urbanistas” somos quienes anteriormente hemos protestado, asumo que pronto habrá una respuesta conjunta de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá –SMOB–, el capítulo Arquitectos uniandinos de la Universidad de los Andes -Arquiandinos- y la seccional Bogotá-Cundinamarca de la Sociedad Colombiana de Arquitectos; entidades que pidieron investigar al director del IDPC y a la arquitecta de Fedegán. Pero si se espera que la SCA-Nacional se manifieste, podemos contar con tener algo parecido a la espera sobre el Palacio de Justicia.

Por la vía de la Razón, la ilegalidad de Fedegán en Teusaquillo sólo tiene dos posibilidades de cumplir con las “situaciones presentadas” a las que alude Pardo: inventar una técnica llamada lipoconcreto, o demoler y volver a empezar. No obstante, como en el mundo estamos, también está el Poder como tercera posibilidad. En el caso del edificio para la Federación de Ganaderos, esta tercera vía fue la adoptada, operando así:

Fedegán primero consigue una arquitecta sin escrúpulos con quien “habla” y le explica qué necesita y “cómo son las vainas”. Acto seguido, ella “habla” con el director de Patrimonio para explicarle a su vez “cómo es que son las vainas”, y para asegurarse que éste pierda cualquier escrúpulo que le reste, después de dos alcaldías en el cargo. Luego, una curadora aprueba los planos, sin importar lo que contengan, pues entiende que vienen «recomendados». Hasta acá no hay más que juntas directivas,tinto, palabras, grandes pliegos de papel y “arte” de la política.

El paso siguiente es la construcción del edificio, donde de manera intencional y en contra de lo aprobado, se le hace «strecthing» a la estructura en todas las direcciones posibles. Con la mala fortuna que cuando la Alcaldía de Teusaquillo revisa la obra, lo que hace no es verificar papeles adulterados sino concreto fraguado, imposible de esconder, al modo de un segundo juego de planos. Entonces, la Alcaldía comprueba empíricamente las falsificaciones y sella la obra.

Sigue la historia. Hábilmente, Fedegán tumba lo único que de todos los estiramientos se podía tumbar, un voladizo en el costado sur de la estructura, logrando así el levantamiento del primer sello. No obstante, por insistencia del Taller-SMOB, la Alcaldía de Teusaquillo vuelve a medir y corrobora que si bien se corrigió un aspecto, los demás siguen idénticos. Y sellan por segunda vez.

Entonces, el Poder reaparece. Y ahora, vía El Tiempo, nos enteramos que el director de Patrimonio, con su cultivada habilidad para el eufemismo y la dilación, responde que los nuevos planos “muestran que solucionarán las situaciones presentadas”.

Solo falta un paso. La decisión por parte de la Curadora No. 3 de hacerse, o no, parte del juego de la legalización propuesta por el IDPC.

Si lo logran, no será porque Fedegán, el Instituto y la arquitecta hayan demostrado razonablemente que no hay, y nunca hubo, Trampa. Si lo logran, todo se reducirá a un complot por parte de la SMOB, Arquiandinos, la SCA-Bogotá, la Alcaldía de Teusaquillo, y por supuesto, yo, para enlodarlos y manchar su reputación. Si lo logran, quedaremos entonces con una obra legal-izada mediante un abuso de Poder. Y quedaremos con la pérdida de una casa a la que se le levantó la restricción patrimonial para dar paso a un esperpento legal-morfológico, incrustado en Teusaquillo.

Mientras tanto, la SCA-Nacional permanece como un avestruz, cuidando su «imagen».

A quien necesite «pruebas» le bastará ir hasta la 37, pararse frente al edificio, con la reglamentación en la mano, y sacar sus propias conclusiones. O para mayor seguridad, puede consultar las pruebas que ya, metro en mano, produjeron el Taller SMOB y la Alcaldía de Teusaquillo.

A quien se pregunte cuál es la «Dura polémica» a la que alude el titular de El Tiempo, debe saber que polémica que nunca la hubo ni la habrá. Lo que hay es un triunfo del Poder.

En el futuro cercano, a quien se pregunte qué pasó, si es que la Curadora No. 3 o algún otro curador lo permite, deberá bastarle saber que el edificio construído incumple las normas y los planos aprobados; y que sin embargo, se hizo porque el IDPC funciona como una lavandería de licencias, siempre y cuando el interesado sea lo suficientemente poderoso. Porque si usted es un ciudadano de a pié, téngalo por seguro que el IDPC le hará ver estrellas para aprobarle la remodelación de un baño, poniéndole por delante la palabra Patrimonio, como si se tratara del testamento de Simón Bolívar. En cambio, cuando el «ciudadano» tiene a mano otra palabra como Poder, el negocio es tan simple como la transacción de un CD, en cualquier esquina de Bogotá.
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– ¿Es que a usted le cuesta entender esto del Poder?, me pregunta un filósofo amigo.

– No es que me cueste, hombre. Es que no lo acepto. Se parece demasiado al principio de relajarse y disfrutar la violación, dada su inevitabilidad. ¿O es que a usted, o a alguna filosofía, le parece válido?

– Pues a mí no, claro que no. Pero como usted parece haberlo olvidado, le recuerdo que filosofías hay para todo y que la del Marqués de Sade también es parte de la historia de la filosofía. Además, no se le olvide que tipos como Spinoza son el peor camino posible para entender el Mal.

Juan Luis Rodríguez

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La dilación Parque de la Independencia se traslada al Concejo

Septiembre 27 – 2011

Ayer, 26 de septiembre, fue otro 1 de junio para el Parque de la Independencia. El Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, IDPC, volvió a hacernos perder el tiempo, esta vez en el Concejo de Bogotá. La vez anterior había sido en el Planetario Distrital, para darle contentillo a «la comunidad». Esta segunda vez, en busca de hacerle creer al Concejo que el proyecto actual sí hace parte de un plan, y que este plan es nada menos que de Rogelio Salmona.

Ante la imposibilidad de responder por la falta de un Plan Piloto que respalde el proyecto de Giancarlo Mazzanti para el Parque del Bicentenario, el director del IDPC, Gabriel Pardo García-Peña, nos aburrió durante media hora mostrándonos, entre otras necedades, el Plan Piloto de Salmona y el posterior de Juan Camilo Santamaría. Durante la exposición de Pardo, el nombre Salmona fue mencionado diez o veinte veces, como un mantra, para insuflar en los Concejales la idea de que Salmona tiene algo que ver con un “nuestro” proyecto.

Proyecto sobre el cual ni se vio ni se oyó nada, aparte de que el proyecto inical tenía algunos errores que eran atribuibles a él, a Pardo, pero que el nuevo proyecto “ya los corrigió”.

Evidentemente, no se trataba de explicar ningún proyecto sino de cumplir con una citación rutinaria, mientras avanzan en el afán de conseguir una autorización -que no tienen- por parte del Ministerio de Cultura, y una licencia -que tampoco tienen- por parte de Planeación Distrital.

Plan no hay y por eso y para eso estaban citados al Concejo: para explicar porqué no lo hay. El arquitecto, como de costumbre no apareció, y el IDU mandó un funcionario que tampoco pudo responder nada acerca de las irregularidades con las que se ha intervenido el parque, porque “yo soy sólo un ejecutor”.

Para continuar con el tema sin preocuparnos por el arquitecto, propongo olvidarnos de Mazzanti -quien cada vez resulta más evidente que no es más que un intermediario sin importancia en manos del IDPC y de CONFASE- y pasar a tomarnos en serio el tono y el carácter posesivo del Director del IDPC cuando habla de “nuestro” proyecto.

Como dueño del proyecto, Pardo hubiera podido reconocer la ilegalidad en la que están y llamarla por ejemplo, “un pequeño problema”. También, hubiera podido aceptar que se encuentran en el proceso de “aclararlo todo”; y aprovechando la oportunidad, hubiera podido seguir de largo y explicarle a los Concejales que la incomprensión hacia el diseño del parque surge de la genialidad de un proyecto que, por su brillantez, podría tomar otros cien años en entenderse; pero que él, no obstante, como Director de Patrimonio de la ciudad y como experto en el tema, puede dar fe que la ciudad obtendrá lo que se merece para celebrar el Bicentenario, así sea con un par de años de retraso.

Además, Pardo perdió la oportunidad para hacerle ver al Concejo de la ciudad, que quienes insistimos que hay un atropello patrimonial estamos cortos de visión y perdidos en asuntos de historia y cultura. Falta de visión y de comprensión que es precisamente lo que muchos reclamamos al IDPC. Y desde luego, también al Ministerio de Cultura; así los dos posen de lo contrario.

Si uno cree en lo que hace y en lo que tiene, lo dice, lo muestra y trata de convencer a quien corresponda. Pero así no fue. Tal vez porque eso no se hace en administración pública, o tal vez porque el IDPC no tiene con qué, o tal vez porque como funcionarios públicos que son, estaban cumpliendo con la citación, y nada más. De ser así, para los registros burocráticos, cumplieron. Sin embargo, ante los que estamos enterados de qué se trata el asunto y esperando respuestas hace ya no sabemos cuánto, volvieron a hacer el ridículo.

Dentro de su exposición, el Director del IDPC soltó un par de falacias que no pueden pasar inadvertidas:

1. “A nosotros nos parece muy importante el eje norte-sur”.
Lo cual significa que para pasar de un lado al otro de la 26, en sentido norte-sur, no basta que el Parque del Bicentenario cubra la 26 y que su diseño resuelva los flujos peatonales correctamente, sino que tiene que ocupar una parte del Parque de la Independencia.
El nuevo parque, por definición, tiene que unir uno y otro lado de la 26, y esta unión es en sentido norte-sur. No hay más opción. Ello no implica que para hacerlo haya que tumbar más de un centenar de árboles, ni ocupar una parte del espacio de un parque existente, ni imponer una arquitectura para la cual cuando un árbol se atraviesa, se tumba el árbol.
Lógica torpe y equivocada, por decirlo caritativamente.

2. “Como la reserva vial para Transmilenio le quitó al Parque de la Independencia 1.200 metros2, nosotros le vamos a restituir a la ciudad más de 5.000 metros2”.
Un poco más de tiempo y el cinismo de Pardo lo lleva a decir que le salimos debiendo al Instituto por su magnanimidad.
Lo que significa este retorcimiento lógico es que la reserva vial de la 26 le quitó al parque mil doscientos metros y que el proyecto del IDPC le va a quitar cinco mil y pico metros adicionales. Tenían que cubrir la 26 y aunque no se sabe bien ni cuándo ni por qué, en algún momento y por algún motivo decidieron duplicar el área del proyecto y ocupar el «lote» vecino.
De modo que, atribuyéndose un derecho que no tienen, y porque se trata de un espacio que no entienden, decidieron, como quien invade un baldío, ocupar una parte del Parque de la Independencia.

Mientras tanto, el plan IDPC-CONFASE sigue su marcha,. Ya le presentaron el nuevo proyecto al Ministerio de Cultura y están a la espera que el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural lo “autorice” para pasar a buscar la “aprobación” por parte de Planeación. Aprobación después de la cual asumo que debemos esperar otra adición presupuestal, similar a la que ya pasó CONFASE, por $1.300.000.000 para «diseños arquitectónicos». 1.300 millones, no 130 millones. Y no para la obra civil sino para diseño arquitectónico.

Quien quiera que vea desde afuera esta cifra, se puede imaginar que en Bogotá se juega Monopolio en serio; o que en la ciudad se va a diseñar un nuevo parque Simón Bolívar; sin entender que en Bogotá, y en Colombia, ser contratista en los tiempos actuales, equivale a ser miembro de la Iglesia durante la Edad Media.

Con el oportunismo del caso, el IDPC sigue invocando a “la comunidad” para justificarse. Pero “la comunidad” lo único que ha dicho son dos cosas, producto de dos opiniones diferentes dentro de la misma “comunidad”.

Los más radicales piden que se cumpla la orden judicial que obliga a suspender las obras hasta que toda la cadena de irregularidades, ilegalidades, mentiras y dilaciones, esté resuelta.

Los menos radicales, pedimos que el nuevo diseño se limite al área que cubre el túnel de la 26, que dejen de tumbar árboles y que dejen de insistir en hacernos ver una gran arquitectura donde no hay más que un capricho formal.

En lo que sí estamos de acuerdo unos y otros es en reclamar que los funcionarios asuman su papel de protectores del patrimonio y dejen de engañar al público. Y ahora, además, concordamos que con esta última intervención del IDPC, a quienes pretenden engañar es a los Concejales de la ciudad.

Juan Luis Rodríguez

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