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ADENDO

Diciembre 2 de 2012

Antes los modelos eran reconocidos y explícitos, unos cuantos paradigmas, y los resultados usualmente diferentes, acordes con sus desiguales circunstancias de clima, paisaje y tradiciones. Ahora son casi idénticos a sus modelos, los que se tratan de ocultar para que se crea que las copias son originales. El hallazgo de las “olas” del Museo Drents, de Erick van Egeraat, por ejemplo, lleva a que alguien se pregunte si es un posible «referente» o mas vale un «referido» de las “olas” del Parque del Bicentenario en Bogotá, de Giancarlo Mazzanti, que dejaron bajo el “agua” al MamBo.

El concurso internacional que ganó van Egeraat para la nueva entrada y ampliación de dicho museo, en Assen, Holanda, es de principios de 2008, y se completó en 2011, pero hay que reconocer que Mazzanti lleva un tiempo dándole al mismo tema, como en “sus” olas de los estadios de los juegos Suramericanos de Medellín, de 2010. También es probable que tanto Mazzanti como van Egeraat y los arquitectos Kahle, Oíza y Arauzo, autores de las “olas” del Edificio Polivalente de Servicios de Hostelería en la Ciudad de la Innovación, en Navarra, España, también de 2008, se inspiraran en otro proyecto anterior que aun desconocemos.

Si la arquitectura no es una profesión ética. ¿Entonces que es? Es nada, dicen que ha dicho Daniel Liebeskind. En conclusión, el asunto de los créditos en arquitectura debería comenzar por reconocer sus modelos, y, como los músicos y pintores, hablar de “variaciones” sobre un tema. Pero si la memoria es la inteligencia de los tontos, como supuestamente dijo Einstein, ahora que ha sido sustituida por el Intenert ¿será que ya llegó el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad y el mundo solo tenga una generación de idiotas, como él lo predijo? Pero por supuesto no ellos, los vivos que se copian unos a otros, sino los que los aplauden y premian, y especialmente los que callan.

Benjamin Barney Caldas

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Créditos

Diciembre 1 – 2012

Casi nunca se menciona al arquitecto en los diferentes proyectos de vivienda o comercio que se venden en Colombia, y en los artículos de prensa solo se habla de ellos cuando se trata de un arquitecto de moda. “Si existe la obligación de dar créditos a un artículo, una fotografía, un cuadro o escultura, o al autor de una canción, ¿cuál es la razón para desconocer la autoría de los proyectos de arquitectura?” se pregunta el arquitecto Carlos Morales, y concluye “que todo edificio publicado debería tener una referencia al diseñador (para bien o para mal)”. Es más, todo edificio debería tener obligatoriamente una pequeña placa, como los carros, diciendo quiénes fueron su arquitecto y su constructor, la curaduría urbana que dio el permiso, y quién es su propietario, pues la disculpa recurrente de los funcionarios que deben notificar la multa correspondiente por desacato a la normativa, es que desconocen el nombre y el paradero del propietario. Se hace en otras partes y aquí hasta hace menos de un siglo se ponían en la fachada al menos el año y el nombre de los principales edificios.

No nombrar a los arquitectos es como si clientes y autoridades competentes no le dieran importancia a la responsabilidad intelectual de la práctica de un oficio con mayores consecuencias que muchos otros, en los que siempre se conocen los responsables, como abogados, médicos o banqueros. Al fin y al cabo los arquitectos son responsables, como mínimo, de que los edificios se puedan iluminar y climatizar sin un excesivo consumo de energía, hoy costosa y principal causante de los gases de efecto invernadero que llevan al cambio climático; de que sean construibles económicamente, seguros, funcionales, confortables y emocionantes; de que acaten las normas; y de que cuando estén en las ciudades (como ahora casi siempre) respeten las edificaciones y espacios preexistentes y las complementen. Su profesión afecta notoriamente a las ciudades y por lo tanto a todos. O será que sencillamente evaden su responsabilidad profesional, pues nunca protestan porque no se les dé el crédito correspondiente, y la Sociedad Colombiana de Arquitectos, a la que ni siquiera mencionan los que son socios, poco ha hecho en este sentido.

Crédito es la reputación, fama o autoridad, pero también la relación de los que han intervenido en la realización de una película o programa de televisión, y por extensión, de los que han participado en el diseño, aprobación y construcción de un edificio. Y de otro lado, autor es la persona que inventa algo o que ha hecho alguna obra científica, literaria o artística, lo que si les interesa a las “estrellas” que pagan artículos en periódicos y revistas para que los mencionen, cuando no números enteros dedicados acríticamente a su obra, como cualquier multinacional fabricante de vidrios. Pero lo que evidentemente es toda una falta de ética profesional es que no se mencione que se trata de autopromoción pagada. Revistas que son las que ven, que no leen, los estudiantes de arquitectura, aupados por no pocos profesores, para buscar en ellas los “referentes” de sus proyectos, sus modelos de moda, en lugar de encontrar referencias que permitan una comparación de la que sí se pueda aprender, pero tal parece que les preocupa más la novedad que lo pertinente, la fama que la ética profesional.

Benjamin Barney Caldas

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