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Eutanasia urbana

Por: Benjamin Barney-Caldas

En: mi ciudad - opinión -

Ante la imposibilidad de conservar adecuada y razonablemente las características básicas de una obra que forme parte del patrimonio arquitectónico y urbano, respecto a su emplazamiento, función, construcción y forma, es preferible darle una “muerte” digna a alterarlas del todo para su supuesta preservación. Y lo mismo aplica cuando se trata de reconstruir un edificio o espacio urbano que ni siquiera es un bien de interés cultural o no forma parte de la memoria colectiva de la gente, o que simplemente su arquitectura no lo amerita, o su adecuada renovación es muy costosa o casi imposible de lograr. Y aún más si es con el dinero de los contribuyentes.

Reconstruir la polémica biblioteca de Santo Domingo Savio en Medellín costaría tanto como lo que se despilfarró en construirla, y además lo equivocado de su diseño de revista internacional de la moda arquitectónica no lo amerita. Mejor dejarla en ruinas, lo que sería consecuente con el sobrenombre que le pusieron los vecinos del barrio: el Castillo de Drácula. Serviría para llevar a los estudiantes de ingeniería para que aprendan algo de ética profesional, pero sobre todo a los de arquitectura pues la mala construcción suele comenzar por un diseño incorrecto, principiando porque no es fácilmente renovable, y sin duda atraería más turistas que ahora y desde luego menos idiotas.

Y en Cartagena la plaza de toros de la Serrezuela lo que merece es una muerte digna pues hace años que está desmantelada y abandonada –era toda de madera– y no reconstruirla más arriba de su nivel original para dejarla encerrada por dos edificios de su misma altura. Que además apabullarían la casa que no pudieron incorporar al desmesurado centro comercial que pretenden hacer allí, dejando como recorderis de la plaza, que estaba en medio de un espacio abierto, su pequeña portada de mampostería (la que se vería aún mas pequeña). Lo pertinente sería dejar el espacio que ocupaba la Serrezuela como un patio central circular y alto que la recuerde.

Muerte indigna la del edificio principal del aeropuerto El Dorado en Bogotá y su amplio y bello hall, que insistieron en demoler sin ninguna necesidad aparte del macabro negocio de “enterrarlos”. Su digna presencia y evidente utilidad para otros usos complementarios del aeropuerto ponía en evidencia el desorden, ineficiencia y sobredimensionamiento del costoso nuevo edificio, y quizás por eso mismo es que quieren que desaparezcan del todo las anteriores instalaciones. Hasta trataron de alterar sin imaginación su nombre pese a que ya es parte de la memoria del país, todo un irrespeto a los colombianos que justamente impidieron hacerlo.

Por lo contrario, el mal llamado Bulevar del Río en Cali, pues no podrá tener árboles, lo que amerita es darle más de la vida que tenía antes de la equivocada supresión total del tránsito por ese largo sector de la Avenida Colombia y terminara por matarlo casi del todo. El caso es que la respiración boca a boca que le da un restaurante al que van a almorzar los burócratas que trabajan en el CAM no lo mantendrá respirando por mucho más tiempo. Aprovechando el carril ya abandonado para el paso de los buses del MIO se le podría hacer una transfusión de animación urbana permitiendo la circulación de taxis y carros, y recobrar así el carácter de paseo con el que fue diseñada la vieja avenida caleña.

* Imagen tomada del diario ADN.

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