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Giros lingüísticos para el Colón

Enero 22 de 2014

Justo en la última semana del 2013 tuvimos una novedad patrimonial importante: la Delegada para Asuntos Civiles de la Procuraduría convocó a una reunión con representantes del Ministerio de Cultura, el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural y la Universidad Nacional. La invitación tenía dos temas: el Teatro Colón y el Parque de la Independencia. El tiempo sólo alcanzó para uno, así que mientras se abre el espacio para el otro, resumo los intentos del Ministerio para ocultar los enredos del Teatro.

1. Ampliar el Colón. El Ministerio presenta con orgullo su proyecto de “ampliación” del Colón para lograr una sede para la Sinfónica de Colombia y un centro de producción teatral autosostenible. La “ampliación” no pasa de un nominalismo publicitario porque el edificio que se construirá es nuevo de punta a punta y porque espacialmente no tiene relación alguna con el teatro original. Una ampliación sería la extensión de uno o varios espacios como el vestíbulo, la platea o los palcos. O de los camerinos, la cafetería o los vestuarios. La obra proyectada, y que fue motivo de un concurso internacional, es simplemente un edificio anexo presentado incorrectamente como una ampliación.

2. Modernizar el escenario. Una modernización sería lo que ya se hizo con los palcos al quitarles el papel de colgadura o con la platea al redistribuir y cambiar la silletería. Pero con el escenario no vamos a ver ninguna modernización sino una demolición total de lo que había para hacer algo tan nuevo como el edificio motivo del concurso: un escenario y una tramoya nuevos desde los cimientos. Para matizar el hecho de haber destruido la caja escénica original y para demostrar que la novedad era indispensable, la argumentación se ampara en la supuesta voluntad del finado Pietro Cantini, quien “siempre consideró que el lote era demasiado pequeño”. Es probable que Cantini también se haya quejado porque no le dieron un lote en la Plaza de Bolívar o una manzana entera para hacer un edificio exento, como en Milán o Buenos Aires. Pero le dieron lo que le dieron y el teatro quedó como quedó. Según algunos expertos locales en música y teatro, la caja escénica podría haberse quedado como estaba por otros cien años. Y para los que vemos el teatro como una pieza arquitectónica, debió haberse quedado así por doscientos: intervenido y mejorado hasta donde lo permiten los principios de conservación patrimonial que buscan respetar la integralidad de ciertos edificios. El escenario bien pudo haberse «ampliado» y «modernizado», sin necesidad de haber evaporado la pieza original.

3. Respetar el Stella. La tercera de las inversiones de significado dice que el nuevo edificio le hará “la venia” al Edificio Stella, un edificio de la década de 1940 que también está protegido patrimonialmente. El truco está en aprovechar la condición “patrimonial” del Stella para desviar la atención que presenta la desmesura del edificio vecino al Stella, el de la Universidad Autónoma de Colombia –que no es patrimonial y que además tiene un añadido irreglamentario– para tomarlo como referencia de “empate”. Es curioso cómo para el Ministerio, algunas “casuchas” de la vecindad no merecen concesión alguna y demolerlas es un deber patriótico, mientras el edificio de la Autónoma merece todos sus respetos. Se trata de un edificio que bien podría desaparecer o por lo menos quedar rebajado en tres pisos de altura. Sin embargo, no se menciona la Autónoma sino el Stella porque el exbrupto de la Autónoma sirve para desviar la atención de otros dos exabruptos: la demolición secreta de la caja escénica y la acomodación a la fuerza de un programa de nuevos usos que sencillamente no cabe en el lote.

4. Un centro de producción teatral autosostenible. Dejando de lado la inaudita desaparición de los elementos patrimoniales producidos por la destrucción de la caja escénica, saltan a la vista la sostenibilidad económica de la obra y la supuesta planeación estratégica que fundamentó la audaz decisión de demoler el escenario tradicional para construir uno altamente sofisticado y varias veces más grande. A través de Arcadia nos han informado que la idea es hacer del Colón un gran teatro de producción propia y autosostenible, dotado con una nueva escena del tamaño y características del Teatro alla Scala de Milán (año 2002, arquitecto Mario Botta). Dicen los comunicados que el Colón pasará de ser un teatro que se alquila a diferentes empresarios que promueven sus propios eventos, a una empresa que autogenera sus propias producciones. En otras palabras, que la amortización entre los costos de producción de un evento y la venta de boletas correrán por cuenta del teatro. Si consideramos que el aforo del Colón es de 900 sillas, contra las 2.800 que tiene la Scala, habría que vender la boletería al triple del precio o triplicar el número de funciones. Pero quedémonos con un ejemplo local: el de la “La Octava Sinfonía de Mahler” interpretada por cerca de 400 músicos en escena en octubre de 2011 en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán. Esta magnífica presentación ilustra la dificultad de emular un gran teatro: se trató de una súper producción en la que el equilibrio entre las 1.745 sillas de aforo y el costo del evento –con la ayuda del Estado y algunos patrocinios– se logró en una sola función. A esta limitación habría que añadir la dificultad de enfrentar los inconvenientes para ubicar toda la orquesta, proporcionados por la relativa estrechez de los 14 metros de la boca del Jorge Eliécer, comparados con los inalterables 10 metros de boca del Colón. Parecemos estar frente a una exacerbación parroquial cuyo fundamento descansa en los consejos de unos asesores dexcontextualizados, pero expertos en acústica.

5. Polémicas y grandes cambios. Hablando de desinformar y tergiversar las cosas, las “polémicas” no son como informa Arcadia por “sobrecosto y demoras en la entrega” sino por detrimento patrimonial cultural. Y “el gran cambio” tampoco es como lo minimiza Arcadia –»el reemplazo de la tradicional lámpara del Teatro”– sino la desaparición de la caja escénica.

Mientras siguen las pautas de opinión y mientras la Delegada para Asuntos Civiles de la Procuraduría se informa para decidir si se trata, o no, de la misma ligereza administrativa y del mismo tipo de maltrato patrimonial, el Ministerio no se detiene y nos informa en El Tiempo, una vez más, lo mismo que dice para cualquiera de sus intervenciones: que el proyecto es una maravilla y que todo lo que han hecho es como la Operación Jaque.

 

Juan Luis Rodríguez

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Crucero para el Parque Bicentenario

Noviembre 26 de 2013

. . . Y todavía hay gente que piensa que el Parque Bicentenario es el producto de una mente genial que se ha ganado muchos premios; que los sobrecostos de la obra no tienen que ver con el cartel-carrusel de la 26 porque no la hicieron los Nule; que si el Ministerio de Cultura dice que todo bien todo bien es porque así es; y que Transmilenio está parado por cuenta de la necedad de unos habitantes de las Torres del Parque, empecinados en que la ciudad no progrese. . .  ¿Cómo no va a ser de este modo, si lo dicen El Tiempo, la W, Arcadia y todo el mundo?

Opiniones como estas lo único que prueban es que Charles Wright Mills le puso la cola al burro al diferenciar entre recitar opiniones y expresarlas, bien por escrito o por radio o en imágenes, con las que se impacta más y se ahorra tiempo. En este caso, la campaña publicitaria del “nuevo” diseño está basada en enganches de cajón como el del Maestro, tanto como en dibujos engañosos que demuestran lo que hubiera podido ser pero ya no puede ser, simplemente porque los niveles de las plataformas construidas no lo permiten; a menos, claro, que se demuelan, se hunda la vía y volvamos a empezar.

En las reuniones para ver cómo será la estrategia de medios para hacer públicas estas mentirillas, el problema se resuelve con un «tranquilos que’l papel aguanta todo». Entonces, como parte de la nueva estrategia para convencer al público a través de la prensa, viene la fastidiosa invocación al Salmona, el Maestro, como origen del proyecto. La falacia es muy simple: él tuvo la genialidad y nosotros, como sus discípulos, nos hemos limitado a desarrollarla.

Para los desinformados, lo primero que buscaba el poyecto de Salmona era “recuperar” la entrada principal de la Biblioteca Nacional sobre el Parque de la Independencia. Para logarlo había que modificar drásticamente los niveles de la 26 y las tuberías del acueducto. Si esto no se hizo –y ya es imposible hacerlo– por costos, por estética, por capricho o por el motivo que sea, ello no permite el abuso de reclamar una misma Idea. La nueva podría ser incluso mejor, pero no tiene nada que ver con la concepción original. Además, la plataforma propuesta por Salmona era una sola, continua e inclinada, y estaba localizada entre la Biblioteca y el Museo de Arte Moderno. Cubrir una vía no fure nunca la “idea” de Salmona, sino hacerlo de un cierto modo, que por si los publirreporteros no lo saben, no tiene absolutamente nada que ver con la “idea” que se desarrolló.

Hablando de ideas, y de burros, con ayuda de la columna Andrés carne de burro en El Espectador, propongo una salida para el estancamiento del llamado Parque Bicentenario. Empecemos por verlo así: ¿en qué se parecen la insinuación de Andrés Jaramillo –que una estudiante en minifalda está buscando líos– y la afirmación de la Ministra de Cultura al firmar una resolución culpando a los residentes de las Torres del Parque por no haber cumplido con un “deber constitucional”? Dicho de otro modo: ¿qué relación hay entre una estudiante que es tratada públicamente como una casquifloja y unas personas que por pedir que se respete un patrimonio urbano reciben tratamiento de infractores?

Se debe, estoy casi seguro, a que uno y otra se rigen por unas máximas similares. Una social que se resume en la pregunta: “¿usted no sabe quién soy yo?”; y una jurídica: “la mejor defensa es convertir al agredido en bandido”. Cuesta trabajo aceptar que alguien en su sano juicio pueda ser tan burro pero ahí estamos. Jaramillo ha hecho lo posible por sacar la pata pero la Ministra cada vez la hunde más, aferrada a que todo lo que hace el Ministerio no es legalizado sino legal.

Si de modificar el proyecto se tratara, y asumiendo que la Biblioteca Nacional ya se quedó así, yo estaría parcialmente de acuerdo con lo propuesto por “un grupo de arquitectos independientes” para remediar el impasse: tumbar dos o tres de las plataformas actuales y terminar el resto, y así evitar la invasión del Parque de la Independencia con rampas y jardineras superfluas. Además, invitaría al Distrito a incorporar al proyecto los parqueaderos de Inravisión y del MAMBo, para hacer que el parque empiece en la calle 24. También dejaría de llamarlo Parque Bicentenario y buscaría la forma de recordar que este sitio fue un bosque sagrado para los Muiscas.

Desafortunadamente, para un nuevo proyecto con las anteriores características necesitaríamos que el Ministerio de Cultura actuara como protector del patrimonio, lo cual es una quimera en manos de la administración actual, empeñada en salir de lo que se le ha vuelto una minifalda a la que identifican públicamente como la comunidad, y en privado como unas señoras desocupadas. Por eso, antes de hablar de nuevos planes necesitaríamos un doble giro: un cambio de Ministra y permitirle a la nueva que con fondos del Ministerio le regale a su antecesora un crucero por algún mar lejano.

Desde luego, andemás de otra Ministra necesitaríamos otro contratista, otro arquitecto, otros abogados y otros medios de comunicación. Pero lo fundamental es otra cabeza para la cultura, en cuyo cerebro esté claro que una de sus labores es proteger el patrimonio arquitectónico y urbanístico de la ciudad. Lo demás vendría por añadidura.

Mientras aparece esta nave del olvido providencial, asistiremos a más de lo mismo: abogados defendiendo el buen nombre de su cliente, eludiendo pruebas de inocencia y acusando al acusador; campañas publicitarias disfrazadas de información en la revista Arcadia; e inversiones del lenguaje como reclamar Detrimento patrimonial económico por haber invertido 17 mil millones en el Parque Bicentenario, en lugar de haber malgastado 17 mil millones en el Detrimento patrimonial cultural del Parque de la Independencia.

Juan Luis Rodríguez

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Arquitectos del continente condenan Parque Bicentenario de Bogotá

Bogotá, septiembre 30 de 2013

Los abajo firmantes, arquitectos de América Latina reunidos en la décimo quinta versión del Seminario de Arquitectura Latinoamericana, SAL 15, un encuentro bianual que convoca a los profesionales de la arquitectura y la ciudad del continente a fin de compartir experiencias, confrontar iniciativas en relación a desarrollos disciplinares de toda índole y analizar los aconteceres urbanos que afectan de manera significativa el devenir de nuestras ciudades, hemos considerado un imperativo ético emitir un pronunciamiento público en relación al proyecto denominado “Parque Bicentenario”, el cual se construye actualmente en el costado oriental de la emblemática Calle 26 del centro de Bogotá.

La circunstancia de constituirse el área en mención como un espacio urbano que reúne una singular densidad de valores culturales, paisajísticos y arquitectónicos, entre ellos la sede del Museo de Arte Moderno de Bogotá del arquitecto Rogelio Salmona, el edificio Embajador de Guillermo Bermúdez Umaña, La Biblioteca Nacional y el Quiosco de la Luz, bienes todos de interés cultural de la nación, además del Parque de la Independencia que junto a las Torres del Parque constituyen un conjunto patrimonial y paisajístico de excelsos valores tanto para el vecindario y la misma ciudad capital, como para el país y el continente en su conjunto, constituyen evidencias que nos obligan a formular el presente comunicado dirigido a las autoridades de la ciudad, a los medios de comunicación, universidades, organizaciones gremiales y ciudadanía en general.

Creemos unánimemente y sin lugar a duda alguna que el proyecto llamado Parque Bicentenario constituye una obra pública depredadora de su entorno, dilapidadora de recursos públicos e innecesaria como operación urbanística.

A la notable desproporción de la intervención desplegada sobre un frágil lugar urbano que se distinguía por haber sedimentado en el tiempo un conjunto testimonial de especial valor cultural y belleza ambiental, se suma su condición invasiva y la desproporción de su escala, la inexistente atención al lugar que se traduce en los reiterados espacios residuales que genera, adversidades todas que se suman al hecho de no derivarse de un concurso público como demanda la ley, ni haberse socializado oportunamente con la ciudadanía y con la comunidad afectada, la cual ha sostenido a lo largo de muchos meses una ejemplar resistencia activa al proyecto, sin que las instancias jurídicas ni las mismas autoridades de la ciudad hayan resultado sensibles al enorme estropicio urbano que representa la conclusión de las obras relacionadas con el presunto Parque.

Es para nosotros claro que conjunto de valores que reúne de manera tan emblemática el área urbana inmediata al proyecto, demanda de la ciudad unas operaciones urgentes y profundas, preferiblemente a través de convocatorias abiertas, que reconozcan y pongan de relieve los peculiares atributos del sector como un excepcional conjunto ambiental, urbanístico y arquitectónico.

Nos preocupa por último que la reciente campaña de las autoridades de la ciudad y de los medios de comunicación en dirección a pretender justificar la conclusión del Parque Bicentenario, ignora las enormes dudas que en vastos sectores del medio académico y profesional se han formulado reiteradamente en relación a este caso y al manejo del espacio público de nuestras ciudades en general, libres ojalá de innecesarios protagonismos de autor además de poco éticos ocultamientos de la realidad, tal como acontece en este caso cuando a través de cuestionables medios gráficos, se presenta ante la ciudadanía imágenes ficticias de un proyecto que en nada se corresponden con su previsible realidad.

Firmado en la sesión final del SAL 15, ciudad de Bogotá, Septiembre 29 de 2013.

Siguen firmas, nombres y país de origen:

Arq. María Dolores Muñoz – Chile

Arq. Juvenal Baracco- Perú

Arq. Gustavo Medeiros- Bolivia

Arq. Mariano Arana- Uruguay

Arq. Margareth Silva Pereira- Brasil

Lic. Louise Noelle Gras- México

Arq. Eduardo Tejeira Devis- Panamá

Arq. Omar Rancier- República Dominicana

Arq. Gustavo Luis Moiré- República Dominicana

Arq. Jorge Hampton- Argentina

Arq. Lorenzo Fonseca Martínez- Colombia

Arq. Leonel Pérez Bustamente- Chile

Arq. Patricia Méndez- Argentina

Arq. Pablo Fuentes Hernández- Chile

Arq. Hernán Ascui F. – Chile

Arq. Ana Esteban- España

Arq. Hugo Segawa- Brasil

Arq. Alejandro Ochoa Vega- México

Arq. William García Ramírez- Colombia

Arq. Claudia Burgos- Colombia

Arq. Nelson Inda- Uruguay

Arq. Carolina Salazar Marulanda- Colombia

Arq. Jorge Ramos de Dios- Argentina

Arq. Sandra Reina Mendoza- Colombia

Arq. Mario Sabugo- Argentina

Arq. Benjamín Barney- Colombia

Arq. Rodolfo Santa María- México

Arq. Pedro Belaúnde- Perú

Arq. Beatriz García Moreno- Colombia

Arq. Sergio Trujillo Jaramillo- Colombia

Arq. Silvia Arango Cardinal- Colombia

Arq. María Elvira Madriñán- Colombia

Arq. María José de Azevedo- Brasil

Arq. Ramón Gutiérrez- Argentina

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Propuesta para el Parque Bicentenario

Septiembre 21 – 2013

En Bogotá, el 19 de noviembre de 2012, un grupo de arquitectos independientes nos reunimos con el ánimo de proponer una salida al impasse del Parque del Bicentenario.

Consideraciones

– Somos conscientes de la importancia que reviste el espacio del Parque de la Independencia para la historia de Bogotá y para la vida urbana contemporánea. También de la necesidad de que el Parque del Bicentenario se resuelva de la mejor manera posible y de los graves perjuicios que para todos los ciudadanos significa la parálisis de las obras.

– Luego de estudiar los planos del llamado “Parque Bicentenario” y de observar las obras realizadas, hemos llegado a la conclusión de que este proyecto, tal como está previsto, es inviable y desfavorable para la administración distrital, y causará enormes perjuicios al entorno urbano y a la ciudadanía.

– Ya se ha adelantado la construcción de cinco plataformas en concreto que evidencian su impacto tanto en el costado norte (Parque de la Independencia, área de influencia de dos bienes de interés cultural de carácter nacional: el Conjunto El Parque y Templete de la Luz) como en el costado sur, que está bordeado por tres construcciones importantes: el edificio Embajador, el Museo de Arte Moderno con su futura ampliación y la Biblioteca Nacional y su ampliación; es importante resaltar que este último edificio es un bien de interés cultural de carácter nacional. Los muros que se han construido en el costado sur como remate de las plataformas, en la parte oriental y hacia la carrera 5ª, alcanzan una altura de 8 metros, bordeando un andén de escasos 2 metros, y hacia la parte occidental se levantan hasta 2 metros de altura.

– La intención de la presente propuesta es rescatar lo que se pueda de las construcciones ya hechas, liberar el frente del Museo de Arte Moderno e impedir intervenciones inadecuadas a ambos lados del Templete.

Propuesta

a. Demoler las plataformas localizadas en el costado oriental del proyecto, que para fines de esta propuesta se conocerán con los números 1 y 2.

b. Demoler la plataforma número 5 construida en el costado occidental del proyecto y no hacer la que aún falta por construir en este costado, para rebajar la altura de la plazoleta prevista sobre la carrera 7ª.

c. En las plataformas 3 y 4 que permanecerán, no superponer otras estructuras que aumenten la altura y formen callejones susceptibles de convertirse en focos de inseguridad.

d. Solicitar a la firma contratista Confase que, en conjunto con el arquitecto proyectista, acepten completamente esta propuesta y terminen las plataformas que se conservan y desarrollen un nuevo proyecto sin elevaciones innecesarias de manera que no creen nuevos problemas a la ciudad.

e. En caso de que la firma y el proyectista se nieguen a aceptar la propuesta, solicitar a las autoridades distritales rescindir el contrato con Confase y convocar un concurso (abierto o cerrado) en el que se seleccionen profesionales con experiencia en el diseño de espacios públicos para que propongan la mejor solución posible conservando las plataformas 3 y 4 y rediseñando plazoletas, andenes, rampas y escaleras, de manera que estas últimas no se proyecten en forma perpendicular a las plataformas sino paralelas a ellas, para reducir su impacto en el entorno.

f. En el caso de aceptarse y llevarse a cabo esta propuesta, concertar con los vecinos demandantes del proyecto actual la posibilidad de retirar sus demandas para facilitar los procesos jurídicos pendientes.

Enumeración plataformas

Enumeración de las plataformas

María Elvira Madriñán
Silvia Arango
Urbano Ripoll
Carlos Niño Murcia
Alberto Saldarriaga Roa

P.D. Es bueno recordar que la reunión del 19 de noviembre fue promovida por el gobierno distrital, pero del informe original se suprimió un párrafo, que es la esencia del problema: “…este proyecto, tal y como está previsto, es inviable, perjudicial para la administración distrital y causará enormes perjuicios al entorno urbano y a la ciudadanía.”. Como era de esperarse, las recomendaciones poco efecto tuvieron. Urbano Ripoll

 

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Coser la ciudad o herirla al intentar coserla

Septiembre 20 – 2013

El Parque de la Independencia surgió en Bogotá en 1910 con motivo de la celebración del Centenario de la Independencia, cuando ya la ciudad desbordaba su núcleo original y sus habitantes requerían de un espacio verde para la recreación y el contacto con la naturaleza. Allí se organizó la Exposición Industrial con varios pabellones, entre los que estaba el Kiosco de la Luz –construido por los hermanos Samper para mostrar las bondades y posibilidades del cemento–. Los pabellones fueron demolidos después, pero quedó el Kiosco como testimonio de esos eventos e ilusiones.

En los años 30 del siglo pasado, se levantó la Biblioteca Nacional frente al parque, y la integración que existió fue violentamente cortada por el paso de los viaductos de la calle 26, abiertos para unir el nuevo aeropuerto de El Dorado con el Centro Internacional y continuar hacia la estación del funicular de Monserrate. En los años 70, frente al parque se construyeron las Torres del Parque, uno de los proyectos de vivienda más significativos de la ciudad que, junto con las obras de complementación de caminos y escaleras de todo el parque, convirtieron el lugar en un sitio de gran valor ambiental y patrimonial, como fue luego reconocido por las autoridades.

El autor de las Torres, Rogelio Salmona, propuso reintegrar la zona del sur del barrio de Las Nieves con el Parque de la Independencia para reforzar el complejo cultural de la Biblioteca y el Museo de Arte Moderno y sus ampliaciones, además de realzar el edificio Embajador –otra obra emblemática de nuestra arquitectura moderna–. Salmona planteó una plataforma-puente que uniera las dos partes, idea que luego desarrolló el arquitecto Santamaría. Finalmente, Giancarlo Mazzanti diseñó un complejo de terrazas-puentes escalonados desde la carrera Quinta hasta la carrera Séptima, con algunas jardineras adicionales que propiciarían escondrijos, suciedad y posibles atracos, como también unas rampas que bajan de frente al parque y lo invaden de manera inaceptable.

Como el sistema Transmilenio requiere pendientes suaves y parejas, esto determinó la línea rasante de la vía que une los bajos de la Séptima con la parte alta y la llegada a Las Aguas, a la vez que los buses exigen una altura libre mínima de 5 metros, lo que elevó mucho esas terrazas-puente. Para los nuevos carriles del Solobus fue necesario ampliar la vía entre 8 y 10 metros, una franja que se cortó al parque y causó la tala de muchos árboles que han generado, con razón, mucho malestar en la comunidad.

Ver las terrazas hoy es encontrar una situación deplorable que exige pronta solución. Enumeremos las 5 terrazas-puente construidas y que permanecen en obra negra: la número 1 sería la del extremo oriental, frente al estacionamiento que está arriba del Museo de Arte Moderno; las terrazas 2 y 3 frente al Museo; y las terrazas 4 y 5 frente al lote para la ampliación del Museo y arriba del edificio Embajador. Falta construir la terraza 6 contra la carrera Séptima. Las terrazas 1 y 2 dejaron unos muros de alturas de 8 y 6 metros sobre el andén de la Biblioteca y el Museo, en tanto que desde el parque y desde el Kiosco de la Luz ya no se ve el Museo de Arte Moderno. ¡Una barbaridad!

Emumeración de las terrazas-puente

Enumeración de las terrazas-puente del proyecto en construcción
–foto aérea de la Revista Semana–

Las terrazas-puente

Vista de la terraza 1 hacia el Parque de la Independencia

Las terrazas-puente

Vista de las terrazas 1, 2 y 3 hacia el Parque de la Independencia

Ante esta situación, nos reunimos algunos arquitectos para buscar una salida: proponemos demoler las terrazas 1 y 2, las más elevadas, lo mismo que la número 5, la que está más cerca de la carrera Séptima, y mantener la 3 y la 4; o solo la 4. De esta manera, se tendría un puente ancho que integraría las dos mitades urbanas. Y como en ellas la altura sobre el andén es mucho menor –de 1.80 metros a 2.00 metros–, bajar al andén sur o al Parque de la Independencia es más fácil y se podría diseñar todo de manera sencilla y sensata. Aparte de las investigaciones jurídicas que se llevan a cabo y que deben continuar hasta llegar a las debidas sentencias de los jueces, se concluiría el proyecto para que la ciudad supere este impasse, para bien de los vecinos inmediatos que han luchado contra las agresiones al parque y para evitar que ese adefesio actual perdure no sabemos hasta cuándo.

 

Carlos NIÑO MURCIA, Arquitecto

Bajando a la playa

Modo urbano de bajar a la playa

 

Bajando a la playa

Modo vanguardístico de bajar a la playa

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Relájese y disfrute, el Parque Bicentenario

El parque violado

Invasión norte. Parque Confase-Colpatria

Septiembre 19 – 2013

El reportaje de El Espectador «Para nada tocamos patrimonio ni árboles« continúa siendo selectivamente desinformativo, como todo lo que han hecho los involucrados en la defensa del proyecto Parque Bicentenario, desde el 20 de julio del 2010. A diferencia de la publicación de El Tiempo según la cual Los vecinos que se sienten afectados pueden protestar todo lo que quieran, o de ADN insistiendo que «la obra no impacta bienes de la zona«, en El Espectador la voz cantante la lleva el diseñador del “nuevo” proyecto, a través de una entrevista en la que se hace el santo, el salvador y la víctima, todo en uno. Entre tanto, la “opinión pública”, suma una «noticia» tras otra y se convence cada vez más de que al pobre arquitecto, al pobre Ministerio y al pobre contratista no los dejan trabajar, por cuenta pequeño grupo de vecinos elitistas liderados por unas señoras preocupadas porque los gamines del sur se les metan en su parque.

La historia hace muy difícil llegar a las «conclusiones» con las que nos vienen bombardeando últimamente. El proyecto inicial se concibió de manera autista porque no se consideró como una oportunidad para la integración urbanística entre la calle 24, el Parque de la Independencia y eventualmente el Museo Nacional, y porque no consideró que los edificios y lotes existentes al sur de la 26 –Biblioteca Nacional, Museo de Arte Moderno, edificio Embajador, lote “las pulgas” y lote “Inravisión”– deberían ser parte del proyecto. La desconsideración llevó a generar un socavón, cuyo clímax se da frente al MAMBo. Entre tanto, hacia el lado que no se necesitaba crecer porque ahí estaba nada menos que el Parque de la Independencia, hacia este lado sí corrieron la cerca, multiplicando el lote por dos y el costo por cinco.

El supuesto nuevo proyecto mantiene los mismos errores, agravados por la grieta que sumerge al MAMBo. Quien tenga dudas, basta que se pare en la 7 con 26 y mire hacia los cerros. Si le sorprende con lo exagerado de la hendidura actual, podrá cogerse la cabeza al prever lo que va a quedar. Todo lo que necesita saber es que cuando las plataformas estén terminadas, serán un par de metros más altas, acentuando el encajonamiento. Lo que sí es una novedad son los nuevos renders que incluyen la ocupación del lote donde los domingos funciona el mercado de las pulgas. La ilustre novedad es una propuesta que al parecer es una herencia de Salmona para el Bicentenario. De ser así, debió haberse incluido desde el inicio o por lo menos debió modificar en algo el nuevo proyecto. No se hizo porque «el maestro» antes era un estorbo pero ahora resulta útil para dignificar la nueva propuesta, esconder omisiones, desviar la atención y sensibilizar la opinión pública.

Durante más de tres años, todas las entidades involucradas se mantuvieron en que el parque era así, como lo había diseñado el nuevo maestro, jugando de vez en cuando a escuchar las inquietudes de la comunidad en mesas democráticas. Pero las reuniones siempre fueron para conseguir un acuerdo comunitario sobre lo que estaba diseñado, y punto. Ahora, el proyecto se supone que cambió pero es el mismo, adornado con exuberante vegetación, al modo de los renders del Nuevo Eldorado, en los que el edificio parece estar en medio de la jungla, cuando en realidad lo que hay es un único árbol a la entrada del parqueadero, que probablemente se salvó de la tala por ahorrar plata.

Habría algo parecido a otro Parque Bicentenario si se estuviera al menos considerando la posibilidad de vincular al parque la calle 24 y los edificios existentes. Pero sólo se trata de darle glamur al hecho de haber invadido un área protegida como área de influencia de las Torres del Parque, y de haber generado un güeco urbano cuyo único remedio es la demolición de una buena parte de lo que está construido. Además, con tal de que no se note el vestido de seda, están acudiendo a pomposidades de cajón como que «Bogotá tendrá ahora parques sobre autopistas. Apuesta del maestro Salmona y el arquitecto Mazzanti«.

Pasada la época intransigente del Ministerio, entramos en la era de las modificaciones promovidas como lo último en diseño y sociología. Maravillas que para desgracia de la ciudad no se pueden realizar porque en las Torres del Parque hay todavía un grupito de vengadores que se opone al progreso. El grupo claro que lo hay pero a lo que se opone es a un festival de irregularidades.

Asumiendo, en aras de la discusión, que el nuevo proyecto fuera en realidad respetuoso, ello no borra el desprecio inicial con el que fue proyectado, esencialmente porque los niveles de terminación para las plataformas son incorregibles -a menos que se demuelan- y no se pueden cambiar a punta de retórica, perspectivas engañosas y manejo de medios. Tampoco se puede tapar el desparpajo con el que fue indebidamente autorizado, y legalizado a posteriori por el Ministerio de Cultura. Y tampoco se borra el haber empezado la construcción sin estar aprobado -que es diferente a autorizado. Y todo a un costo de Emirato árabe. Recalco con doble signo de exclamación esta última parte, la del costo, porque con dos colegas hicimos un estudio de para saber por qué el diseño costó más de mil millones de pesos adicionales, a lo que costaría en Colombia un parque con características similares y con especificaciones de primera calidad. Cuando se trata de plata, en el proyecto bicentenario se oye silbar el viento, asumo que porque hace parte del carrusel abandonado de la 26. Asumo también que cuando se trata de este tipo de asuntos, el público no se deja enredar con que sean tonterías de desocupados y que por eso la estrategia a seguir ha sido la del viento.

Sumando y restando, mis Cuentas bicentenarias dan que Confase le debe al Distrito más de mil millones de pesos, sólo en el ítem de diseño. Entiendo que un juicio condenatorio por la eventual malversación de este dinero sólo puede emitirlo una entidad competente. Pero dada la campaña publicitaria a la que nos están sometiendo últimamente, no sobra recordar que pedir cuentas claras antes de seguir adelante es algo con lo que creo que «la opinión pública» estaría de acuerdo. Tratándose de millones públicos y de contratos de la época de la alcaldía de Samuel Moreno, no parece mucho pedir. Tampoco se requiere mayor clarividencia para sospechar que si el carrusel de la 26 comienza en Eldorado, es probable que no termine en el Cementerio central sino unas cuadras más arriba.

Inoculada con inusitada pasión por El Tiempo y reforzada con una entrevista como la de El Espectador y la nota de ADN, es claro que la idea ha ido calando y que el Clamor Bicentenario por terminar ya casi deja de ser opinión pública y se convierte en resignación pública. La nueva verdad, en español bogotano, sería más o menos la siguiente: aquí no ha pasado nada, lo mejor es “dejar así”, “no sobar más” y “echar pa´lante” porque en Bogotá ya tenemos suficientes problemas y todos “estamos jartos” de no poder pasar por la 26. Mi interpretación, en español de la Picota, sería que como la violación es inevitable, no hay mejor remedio que relajarse y disfrutar.

Juan Luis Rodríguez

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El proyecto terminado se elevará aproximadamente 2 mts. por encima de este nivel. Al fondo, el Quiosco de la luz

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El proyecto terminado se elevará aproximadamente  3 mts. por encima de este nivel. Al fondo, el MAMBo

Vista desde el edificio Embajador

Costado sur. Vista desde el edificio Embajador

Costado Sur, MAMBo

Costado Sur, MAMBo

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