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Arquitectos anónimos

Se sabe el nombre de la niña rubia que surge de una concha y el de su autor, pues El nacimiento de Venus y el pintor Botticelli siempre han estado unidos, como El Guernica y Picasso, Aida y Verdi, El Quijote y Cervantes, Las cuatro estaciones y Vivaldi. Pero, ¿alguien sabe que el arquitecto que diseñó el famoso rascacielos Empire State se llamaba William F. Lamb?

Decir que alguien descubrió la vacuna contra el cáncer sin decir quien, suena absurdo, pero, guardadas proporciones, es lo que pasa frecuentemente con los arquitectos, al menos en Colombia.

Con mucha frecuencia leemos descripciones de proyectos, acompañadas de infinidad de datos que para nosotros son superfluos, sin que aparezca por ninguna parte el nombre de los arquitectos –anónimos en este caso– que los diseñaron. Para muestra un botón:

La Universidad Nacional invertirá 70.000 millones de pesos en el nuevo edificio para la Facultad de Artes. Se empezará a construir el próximo año y contará con tres bloques que albergarán las escuelas de Arquitectura, Diseño Industrial y Cine y Televisión. El antiguo edificio tuvo que ser demolido porque tenía un gran desgaste estructural.

Esta noticia apareció en el periódico EL TIEMPO del 26 de noviembre de 2017. Quedamos enterados del costo, del inicio de la construcción, de cuántos bloques son y qué escuelas albergará. Pero del arquitecto, nada.

El segundo botón está contenido en las siguientes tres cartas:

Señora
SARAY MENDEZ
Gerente de Comunicaciones
Cámara de Comercio de Bogotá

Estimada Señora:

La Cámara de Comercio de Bogotá no quería un gran edificio. Quería mucho más. Quería un ícono, como estaba explícito en estos apartes de las bases del concurso internacional convocado para tal fin:

«Centro Internacional de Convenciones de Bogotá, un espacio de talla mundial que se convertirá en ícono de la ciudad y permitirá promover internacionalmente a Bogotá, así como atraer el turismo corporativo y de negocios para mejorar la competitividad de la ciudad…»

« […] Según Consuelo Caldas, Presidenta Ejecutiva de la CCB, con este proyecto la Cámara de Comercio de Bogotá y Corferias esperan mostrar a Bogotá como una ciudad dinámica, incluyente y sostenible que se convierta en un ícono urbano de la talla de la Torre Eiffel de París, el Teatro de la Ópera de Sydney [sic] o del Museo Guggenheim de Bilbao».

«Durante la primera etapa del concurso, se elegirán los cinco (5) candidatos que presenten el mejor diseño conceptual».

Como respuesta a  la convocatoria se inscribieron 90 consorcios, y dentro de los cinco candidatos que presentaron el mejor diseño conceptual, el jurado escogió como ganador al proyecto presentado por el consorcio constituido por la firma colombiana de Daniel Bermúdez y la española de Juan Herreros. Por la calidad de los miembros del jurado, estoy seguro de que el proyecto escogido era el mejor. Lo de ícono está por verse, pues los edificios íconos no nacen, se vuelven.

Y no se volvió a saber nada del Centro Internacional de Convenciones de Bogotá, distinto de que estaba en construcción. Hasta que en la revista Semana apareció una información que motivó mi primera carta:

Señores
Revista SEMANA
Ciudad

 ¿Quién sabe cuántos pisos y metros cuadrados tiene la Torre Trump, cuánto costó la torre Eiffel, cuántos puntos porcentuales del PIB producen las pirámides de Egipto, cuántos sectores de la economía se activaron con la construcción del museo Guggenheim en Bilbao? La respuesta es: casi nadie lo sabe porque a casi nadie le importa. Y esta información que a casi nadie le importa fue la que apareció en su artículo A otro nivel publicado en la edición 1850 de la revista SEMANA, sobre el Centro Internacional de Convenciones Ágora.

Pero en cambio no apareció lo que todos los interesados en arquitectura quisiéramos saber: quién diseñó tan importante obra. Contar que fue el arquitecto colombiano Daniel Bermúdez, asociado con el arquitecto español Juan Herreros, solamente habría aumentado trece a las casi mil palabras que tiene el artículo que, puesto en los términos de ustedes, equivale al 1.3 % del texto.

Nunca he visto una reseña sobre un libro –así sea una mala novela– o sobre un cuadro –así sea una mala pintura– en la que no se nombre al autor, personaje que casi nunca aparece cuando de arquitectura se trata.

A nombre del Arquitecto Anónimo –anónimo por culpa de los medios– le pido a SEMANA que incluya en sus protocolos la obligación de nombrar al autor en todas les reseñas sobre arquitectura. Tal vez en este caso, una golondrina sí haga un pequeño verano.

En la siguiente edición de la misma revista apareció una reseña similar que generó mi siguiente carta:

Señores
Revista SEMANA
Ciudad

En mi primera carta a SEMANA de octubre 17, me quejaba de que en las reseñas de obras de arquitectura no se informara sobre el o los autores, como sí sucede con las de literatura, música o cine. La queja se refería al Centro de Eventos Ágora, publicado en la edición 1850 con generosidad de datos tales como altura en pisos, metros cuadrados construidos, puntos porcentuales del PIB que producirá, y sectores de la economía activados. En ninguna parte se mencionaba que los autores fueron los arquitectos Daniel Bermúdez y Juan Herreros.

Acabo de recibir, acompañando la edición 1852 de SEMANA, la separata Bogotá Creativa en la que aparece nuevamente Ágora. Alcancé a pensar que mi primera carta –no publicada– habría surtido efecto y los diseñadores aparecerían en forma destacada. Vana ilusión. Nuevamente brillaban los datos ya citados, más algunos adicionales que, me imagino, SEMANA considera que todos los lectores deben saber, como los 134.552 metros cúbicos de tierra excavada, y nada de Bermúdez y Herreros.

Si una revista de la importancia de SEMANA no considera un derecho de los arquitectos que se reconozca su oficio, solo nos queda una pregunta chapulinezca: ¿quién podrá defendernos?

Las dos cartas no fueron ni contestadas ni publicadas.

La posibilidad de que esta reseña provenga de un comunicado de prensa que no incluía a Bermúdez y Herreros, me llevó a escribir esta tercera carta, esta vez a usted. Aunque los bogotanos no conocemos el edificio –aparentemente terminado–, estamos seguros de que es sobresaliente, y esto se debe al esfuerzo y a las capacidades de los proyectistas, sus colaboradores y todos los técnicos involucrados en los procesos de diseño y construcción. Sin embargo, para quienes leímos las reseñas, la sensación que nos quedó es que Semana y la CCB consideran que fue un grupo anónimo de personas y no cientos de esforzados profesionales y obreros quienes hicieron realidad la obra.

La ética de los arquitectos, señora Méndez, nos pide volcar en cada proyecto todas nuestras capacidades para lograr el mejor resultado. Y el resultado es el edificio terminado. Los edificios hablan por sus autores, y así como tenemos la responsabilidad del diseño y la obligación de buscar la excelencia, creemos tener el derecho de que figure el nombre de los autores del edificio. Solo le pido respetuosamente, como arquitecto, que se reconozca nuestro aporte, como sí sucede con otros artistas, científicos y académicos.

En el caso que nos ocupa, se trata de un importante proyecto que, estoy seguro, será motivo de orgullo de la Cámara de Comercio, los autores y los ciudadanos.

Atentamente,

Willy Drews
Arquitecto

C.C. Dra Mónica de Greiff
Presidente
Cámara de Comercio de Bogotá

 

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El tiempo en la arquitectura

Octubre 8 – 2021

Aparte de que el día da paso a la noche, el verano al invierno, la lluvia a la sequía, el viento a la calma chicha y la humedad a la resequedad que los rodea, los edificios solo se pueden usar y apreciar recorriéndolos. Incluso estando quietos en ellos se recorren con la mirada mientras pasa el tiempo. Se entra y se sale de ellos, se sube o se baja, se pasa de un recinto a otro, y todo cambia si se trata de un niño o un viejo y hasta de una mujer o un hombre y ni se diga de un enfermo o un discapacitado. Actividades todas que se llevan cabo no apenas en el espacio sino en el tiempo.

Es decir, que la arquitectura en este sentido es -debería ser- la composición de espacios que permitan una secuencia de sucesos de la vida diaria de la gente como a lo largo de los años. Secuencia que precisamente es el instrumento único de la arquitectura para engendrar emociones. Como las que genera la directriz acodada en nuestra arquitectura colonial y de tradición colonial y que por otros caminos reencontraron los grandes maestros de la arquitectura moderna.

Espacios y tiempos que se han de recorrer por los diversos usuarios de los edificios y que hay que hacer evidentes en los planos, recorriéndolos con la imaginación. O haciendo animaciones con ayuda del computador, pero no volando frívolamente como lo hacen muchos vendedores de ilusiones, trampa en la que a su vez caen muchos, sino circulando por los espacios de los edificios, es decir viajando en el tiempo.

Y así como los vestidos duran mucho menos que las personas, los edificios duran mucho mas, y por eso es que ineludiblemente cambian como dice Rafael Moneo (La vida de los edificios, 1985). Pero pese a esta verdad de a puño, rara vez se diseña su tiempo, solo su espacio, pese a que cada vez es mas evidente el paso del tiempo en ellos, y que ahora hablamos de proyectarlos más que de diseñarlos. Pero es que pasamos por alto que proyectar, además de hacer un proyecto de arquitectura o ingeniería, es también lanzar, dirigir hacia adelante o a distancia (DRAE).

Las viejas tipologías arquitectónicas permiten que los edificios cambien y que ellas evolucionen, con la enorme ventaja cultural de que así sea. Como la casa de patio en manzanas cerradas, típica de los barrios coloniales y de tradición colonial. Por ejemplo San Antonio en Cali, en su versión de medios patios y solar, antiquísima tipología que comparte con las casas de Cartagena, y que ha permitido su reinterpretación actual con éxito. De ahí que lo que pertinente sea el conocimiento y uso de las tipologías mas indicadas, logrando un acuerdo entre clima paisaje y tradición como pedía Le Corbusier (Boesiger, Le Corbusier, Oeuvre complete 1938-46, 1955).

Si la lengua cambiara totalmente con cada generación, mucho más de lo realmente necesario, pronto estaríamos en una torre de babel, que es precisamente en lo que se han convertido nuestras ciudades, de la mano de arquitectos que apenas buscan el espectáculo, copiando meramente edificios espectaculares de otras partes, y no recreando nuestras acertadas tipologías, como lo hizo Rogelio Salmona pero de lo que poco se habla. Basta pensar en su reincorporación de los patios a la arquitectura moderna del país, desde la Casa de Huéspedes Ilustres de Colombia, en Cartagena.

Benjamin Barney Caldas

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Grandes pensadores empequeñecidos por El Tiempo

Aludiendo a su reciente obligación autoimpuesta de corregir los errores publicados por El Tiempo en la columna Grandes Pensadores de la Ciudad, Willy Drews reclama haber optado “enfilar mis baterías de corto alcance a pecados veniales pero altamente nocivos como la incompetencia y la mediocridad”. Drews actúa por respeto a la profesión y a la memoria de los involucrados, pero mientras advierte y corrige, una y otra vez, El Tiempo ni responde ni corrige, una y otra vez; y para redondear, continúa malinformando, no se sabe si alevosa o chambonamente. Claro está que si consideran que Drews y los que se han pegado a la protesta están equivocados, o que los chambones somos otros, cuenten con nuestra rectificación.

Juan Luis Rodríguez

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10 de agosto, 2010

Dr. Roberto Pombo Holguín

Director General EL TIEMPO

CIUDAD

Estimado Roberto:

Muy loable la labor de EL TIEMPO de destacar semanalmente a aquellos arquitectos que han contribuido positivamente al desarrollo de Bogotá. Uno de ellos es Eduardo Londoño. Es necesario, sin embargo, ser más riguroso  en la selección de los proyectos presentados, en este caso los conjuntos de vivienda Timiza y Pablo VI, y el edificio para el Sena en Chapinero.

Los proyectos Timiza y Pablo VI fueron desarrollados por el Instituto de Crédito Territorial cuando el director de proyectos era el arquitecto Gabriel Pardo Rosas y el director de arquitectura y urbanismo el arquitecto Fernando Jimenez Mantilla. El arquitecto Rogelio Salmona dirigió el proyecto de Timiza, y el arquitecto Jimenez el de Pablo VI. El arquitecto Londoño fue un importante miembro del equipo de diseño pero no lo dirigió.

El edificio del Sena en Chapinero fue el resultado de un concurso ganado por los arquitectos Eduardo Angulo Flores, Germán Suárez Betancourt y Jorge Valencia Caro. El arquitecto Londoño no tuvo ninguna participación en este proyecto.

Eduardo Londoño diseñó con su socio Carlos Martínez proyectos de mucha importancia y de alta calidad. Pero no fueron estos tres.

Willy Drews

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Agosto 18, 2010

Dr. Roberto Pombo Holguín

Director General

EL TIEMPO

CIUDAD

Estimado Roberto:

En su columna del sábado sobre el arquitecto Enrique García Reyes menciona que “García participó en la construcción de la Clínica David Restrepo” pero no cita al autor del proyecto, el arquitecto Gabriel Serrano Camargo ( fallecido) de la Firma Cuellar Serrano Gómez. Los edificios son el testigo de la trayectoria profesional del arquitecto y por eso es necesario que en todo momento se reconozca su autoría. No reconocerla genera desinformación y va produciendo una falsa historia de nuestra arquitectura, más cuando se trata de un medio con tanta circulación como EL TIEMPO. Nuevamente le ruego un mayor rigor en la selección de las obras atribuidas al arquitecto que desean destacar, y confirmar, de ser posible con él mismo, su autoría.

Willy Drews

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Bogotá, agosto 18 de 2010

Doctor

ROBERTO POMBO

Director de EL TIEMPO

L. C.

Apreciado Señor Director:

Para los arquitectos colombianos es un motivo de satisfacción que El Tiempo, en su sección Bogotá, que aparece los sábados, dedique una página para exaltar la labor de nuestro oficio como pensadores de la ciudad, ya que pocas publicaciones lo hacen.

Sin embargo, en varias ocasiones, los biografiados aparecen como autores de edificios que no son de su autoría. Por ejemplo, en la publicación del 14 de Agosto de 2010 aparece Enrique García-Reyes  Mc Lellan como autor de la clínica bogotana “David Restrepo” que fue diseñada por el arquitecto Gabriel Serrano Camargo, socio de la firma Cuellar Serrano Gómez. También en la publicación del 7 de Agosto de 2010 aparece Eduardo Londoño Arango como autor del Sena de Chapinero, situado en la carrera 13 con calle 65, que es de mi autoría en colaboración con los colegas Hernando Benincore, Germán Suárez Betancourt y Jorge Valencia, proyecto que fue el ganador de un concurso público nacional en el año de 1965.

La veracidad en los créditos es indispensable para los investigadores, una de cuyas fuentes son las hemerotecas.

Gracias por su atención.

Cordialmente,

ARQUITECTO EDUARDO ANGULO FLOREZ
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Lunes 23 de agosto, 2010

Dr. Roberto Pombo Holguín

Director General

EL TIEMPO

CIUDAD

Estimado Roberto:

La obra de los arquitectos colombianos es a menudo subvalorada y muy pocas veces divulgada. Por eso recibí con entusiasmo la aparición en EL TIEMPO de la columna sabatina GRANDES PENSADORES DE LA CIUDAD, entusiasmo que empezó a desaparecer en la medida en que graves errores y frecuentes imprecisiones aparecieron cada vez más en los artículos, lo cual me llevó a escribir dos cartas aclaratorias al responsable de la columna en las últimas dos semanas (ver anexo) El resultado no pudo ser más ineficaz: La última columna, dedicada el arquitecto Jaime Camacho, fue peor que las anteriores.

El titular afirma que “Construyó en compañía de otro arquitecto…”. Referirse a Julián Guerrero, su socio durante 55 años, en forma anónima como “otro arquitecto” es, por decir lo menos, descortés. El hecho de que solo se mencionan algunas obras hechas antes de 1965 (ilustradas con dos malas fotografías que no tienen nada que ver con los proyectos citados), como si en ese momento el arquitecto Camacho hubiera dejado caer el lápiz; su fotografía de bachiller; y el apoteósico final del artículo con un dato trascendental en la vida del personaje y de indiscutible interés para los lectores como que “vivió en la calle 85 Nª 12-66 y su teléfono era el 367091” me llevan a creer que el artículo es simplemente una burda transcripción de una hoja de vida de hace 44 años.

Proyectos de la importancia y calidad del aeropuerto Palmaseca, el edificio Mazuera, la sede de Carvajal y Cia., la plaza de toros de Cañaveralejo, la sede del Grupo Social y muchos otros no mencionados en el artículo, hacen de la obra arquitectónica de Camacho y Guerrero una de las más reconocidas del País.

Ojalá se encargara de esta importante columna a un arquitecto medianamente informado antes de que su baja calidad le de entierro de pobre. Estoy seguro de que si revisas la columna en mención, compartirás conmigo un sentimiento de vergüenza. En mi caso, ajena.

Cordial saludo,

Willy Drews
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Agosto 24, 2010

Dr. Roberto Pombo Holguín

Director General

EL TIEMPO

CIUDAD

Estimado Roberto:

Quiero por este medio y aprovechando la carta de Willy Drews, manifestarte que estoy  de acuerdo con lo dicho en esta  al respecto del artículo sobre el arquitecto Camacho, que como bien lo expresa Willy entre otras cosas,  ha debido ser sobre la firma CAMACHO Y GUERRERO y no sobre Camacho y otro arquitecto.

Lo anterior me sirve para manifestarte algo que ya le había mencionado a Enrique Santos cuando él estaba en tu cargo, pues considero que el periódico El Tiempo podría mejorar su actitud al respecto de la valoración que se hace de la Obra de los arquitectos colombianos y extranjeros que con demasiada frecuencia y en los pocos artículos que aparecen en el periódico sobre proyectos y temas de arquitectura, no se acredita y valida de manera correcta al equipo de profesionales que los realiza al dar casi siempre preponderancia al promotor o dueño del proyecto y olvidar en muchas ocasiones al arquitecto diseñador por ejemplo.

Considero que la publicación de temas de arquitectura en un medio como El Tiempo, con una mayor frecuencia y cuidado de los contenidos, sería muy valiosa para lograr democratizar nuestra profesión y de esta manera hacer partícipe a toda la ciudadanía de lo que como profesionales estamos haciendo en nuestras ciudades  que al fin y al cabo son nuestra casa.

Recibe un cordial saludo;

Felipe González-Pacheco
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30 de agosto, 2010

Dr. Roberto Pombo Holguín

Director

EL TIEMPO

Estimado Roberto:

El fantasma de la desinformación sigue dirigiendo la columna de Grandes Pensadores de la Ciudad. La columna del sábado sobre Escilón Rodriguez apareció, como es usual, plagada de errores. El primero es que Escilón no existió. El que existió se llamaba Escipión. El segundo es que la foto que aparece del Pabellón de las Máquinas corresponde  al quiosco de la Música de Arturo Jaramillo. El tercero : La foto que aparece como del Palacio de Justicia corresponde, esa sí, al Pabellón de las Máquinas.

Con respecto a la autoría del Palacio de Justicia, se cree que el diseño es del arquitecto Pablo de la Cruz. Sin embargo el arquitecto Jorge Ramírez Nieto considera que en 1933 el arquitecto Pablo de la Cruz hizo el proyecto de ampliación del Palacio, lo cual deja en duda la paternidad del proyecto original de 1920.

Es una lástima que estos errores no solo se sigan presentando, sino que nunca se rectifiquen y el periódico EL TIEMPO, referencia obligada de futuros historiadores, esté escribiendo una falsa historia de la arquitectura bogotana.

Cordial saludo

Willy Drews
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Agosto 30 de 2010

Estimados colegas y amigos:

Esta es la cuarta carta a EL TIEMPO sin ningún resultado. Los muy buenos dedican sus energías a causas nobles: La justicia, la reparación, la libertad. Yo decidí enfilar mis baterías de corto alcance a pecados veniales pero altamente nocivos como la incompetencia y la mediocridad, en este caso referidas a la columna Grandes Pensadores de la Ciudad.

No podemos dejar que a la información sobre la arquitectura y la ciudad se le de tratamiento de tercera. Por esto les pido a la Sociedad Colombiana de Arquitectos y a Ustedes se pronuncien en esta batalla de tigre y burro amarrado.

Cordial saludo

El Burro Amarrado

Willy Drews
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Bogotá, Septiembre 1, 2010

Señor Don                                                                                          ROBERTO POMBO
Director General de El Tiempo

Estimado Roberto:

Si llegara a producirse una columna relativa a los grandes periodistas colombianos y quien la escribiera cayera en errores notables y en inexactitudes de la talla de las que se están presentando en la columna “Grandes Pensadores de la Ciudad”, el gremio de los periodistas de inmediato haría manifiesta su molestia y su sorpresa ante la ignorancia y falta de rigor profesional de quien la escribe.

Supongamos, por ejemplo, que el columnista a cargo de la columna “Grandes Periodistas de nuestra Nación” dijera que el Doctor Eduardo Santos estuvo casado con una señora y que tuvo tres hijos, uno de los cuales maneja un restaurante en Aruba, o que el prestigioso periodista Enrique Santos Montejo, “Calibán”, se destacó porque durante muchos años escribió sobre los firigüelos en las páginas editoriales del periódico, y que Don Fidel Cano, oriundo de Onzaga, Santander, compuso el Himno Nacional. No cabe la menor duda que cualquier profesional del periodismo se sentiría ofendido en sus fibras más íntimas, rechazaría semejante nivel de estupidez e  ignorancia, y de inmediato pediría la suspensión de la columna, cuando no de su autor.

Igual reacción sentimos los arquitectos, estimado Roberto, cuando vemos tantos errores,  banalidad, desconocimiento y falta de responsabilidad en la columna que, durante varios sábados, ha aparecido en las páginas de El Tiempo. Agradecemos el gesto de dedicarle espacio a quienes han sido forjadores de una de las más bellas y reconocidas arquitecturas del continente, pero quedaríamos doblemente agradecidos si se elimina, o si se replantea la forma en que se hace la columna y se asigna la responsabilidad a alguna persona con suficiente criterio y conocimiento para hacerlo.

Recibe un cordial saludo,

Carlos Morales Hendry
Arquitecto

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