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Obsesión FÁLICA y ciudades cosmopolitas

Febrero 29 – 2012

El “publireportaje” de hace unos días en El Tiempo se supone que “entrevistaba” a uno de los promotores del edifico BD Bacatá, un rascacielos que de manera anómala se levanta en la Avenida 19 con Carrera 4ª. El «artículo» hace una convocatoria para asistir a una serie de conferencias en las cuales se explicarán las bondades del proyecto.

Estamos acostumbrados ya a la campaña y el gasto publicitario que estos promotores han invertido en muchos medios escritos y en la radio, pero hacía mucho tiempo no se veía una arrogancia del calibre que exhiben en el tal “publireportaje”. Tanto, que el problema no parece encajar dentro del ámbito de la arquitectura sino de la psiquiatría. Las afirmaciones en las que basan sus argumentos así lo sugieren.

Si bien son muchos los términos que podrían asociarse con la actitud que se trasluce en el “publireportaje” (mesianismo, megalomanía, egocentrismo, grosería, narcisismo, ignorancia, manipulación, etc.), me abstendré de utilizarlos por respeto a estos señores que no pasan de ser comerciantes internacionales, con afán de hacer un enorme negocio pasando por encima de todos y de todo. Y, además, pretendiendo descrestar incautos con argumentos casi infantiles. Por eso tan sólo me limitaré a comentar algunas de sus afirmaciones.

Afirma el “entrevistado” que: «Suele decirse en las facultades de arquitectura del país que hasta los años 70 en Bogotá se veía arquitectura «excepcionalmente buena» pero que desde entonces la buena arquitectura de la capital sólo se ve «excepcionalmente»…que “Quienes creemos en el tremendo potencial que tiene Bogotá como ciudad cosmopolita, vemos con dolor cómo la ciudad le ha dado la espalda a la arquitectura mundial por más de treinta años. La ciudad, que en todo este tiempo ha crecido desmesuradamente y sin planificación, hoy brilla por su estética pobre, desordenada, que poco tiene para proponer al debate urbanístico mundial.”…que «la Torre Colpatria se terminó en 1979, y que esto significa que ningún bogotano de menos de 34 años ha visto cómo se construye un edificio de altura en la ciudad: el único proyecto urbanístico que han podido ver, y que hoy muestran con orgullo en sus tarjetas postales, es un bus de Transmilenio.»…que «La capital se encuentra en deuda con la propuesta de proyectos arquitectónicos de vanguardia, que pongan a Colombia en el panorama urbanístico internacional. Uno de los principales obstáculos para lograrlo, ha sido la mentalidad provincial con la que ha solido concebirse la Bogotá del futuro.».

Y continúa el “entrevistado” con una declaración de amor a Bogotá, uno de cuyos sectores va a destruir con su obra. «Bogotá se encuentra nuevamente frente al reto de pensar en grande»…uienes amamos esta ciudad, vemos la llegada de una nueva ola de arquitectos jóvenes, dispuestos a pensar en una capital más cosmopolita e incluyente, que se sobreponga al retroceso que ha sufrido en los últimos años, luego del ligero avance que habían logrado unas pocas administraciones. En otras palabras, hoy los bogotanos tenemos de nuevo la oportunidad de soñar.» Y sigue el “entrevistado” con otra tanda de afirmaciones igualmente sesudas. Sin embargo, dejemos por ahora hasta este punto y comentemos algunos de los planteamientos.

En primer lugar, son muchas cosas suelen decirse en las facultades de arquitectura. Precisamente para eso son las universidades, para decir, discutir y debatir. Una de las muchas cosas que también “suelen decirse”, es que en España la arquitectura, hasta los años 80 era “excepcionalmente” buena, hasta que cayó en manos de especuladores y divas. A partir de ese momento se tornó en un gran negocio que sin consideración alguna ha acabado con presupuestos y con cientos de lugares, explotando la credulidad de quienes caen en sus cuentos, construyendo edificios innecesarios con el argumento de que son diseñados por “arquitectos internacionales”, quienes en muchos casos a su vez son simples negociantes consagrados como producto de consumo por revistas que se prestan a este juego. La verdad es que en las facultades de arquitectura se solía estudiar la buena arquitectura que se vio en España hasta los años 80. Sin embargo, creo más cierto decir que en este momento hay maravillosos arquitectos tanto en España como en Colombia. Son arquitectos que, en vez de afanarse por figurar en el mundo de la farándula y de especular con su quehacer, trabajan dentro de respetables cánones profesionales y éticos.

Debemos pedirle al “entrevistado” que, por favor, no sufra con tanto dolor, ni que recurra a la demagogia barata. Que entienda que existen diversos contextos, y que una persona medianamente educada los puede distinguir. Tal vez sería mas apropiado que el “entrevistado” entendiera que la capital no le ha volteado la espalda al mundo sino, por el contrario, es precisamente la solidez y coherencia de muchos años de arquitectura bogotana la que ha permitido defenderse de los embates y modas internacionales que los grandes promotores/negociantes quieren imponer a nivel mundial.

En cuanto a la planeación de Bogotá, sin duda, deja mucho que desear, y es muy fácil ser crítico de salón. Pero el “entrevistado” entenderá que una ciudad que, por las condiciones sociales que ha vivido el país, crece de manera incontrolable y con extrema rapidez, genera toda suerte de improvisaciones y urgencias que generalmente no pueden atenderse como se quisiera por razones distintas a la planeación. El “entrevistado” probablemente entenderá la diferencia entre manejar la planeación de una ciudad que duplica su población en pocos años, y una de esas maravillosas ciudades y capitales europeas cuya población no aumenta en siglos y que, en algunos casos, decrece.

Si el “entrevistado”, su empresa y su arquitecto son incapaces de siquiera diseñar la entrada a un estacionamiento, o de hacer propuestas para el sector que está lesionando para convertirlo en uno de los más caóticos de la ciudad, difícilmente tienen credibilidad sus opiniones sobre planeación a mayores escalas. ¿Dónde está el pudor?

Por otra parte, el “entrevistado” limita su concepto de ciudad cosmopolita a que existan edificios de altura como la torre BD Bacatá. Dudo que Londres o Paris sean cosmopolitas por el tamaño de sus edificios. Debería, en cambio, tratar de entender que existen muchos otros aspectos para establecer esa medición: la actividad cultural como el Festival Internacional de Teatro, la presencia de los más importantes músicos del mundo en sinnúmero de auditorios de primera línea con que cuenta la ciudad, los museos, las bibliotecas, el espacio público, el número de visitantes por año, la capacidad hotelera, los atractivos turísticos, etc., etc. Al igual que un viajero visita la Torre Eiffel, la Opera de Sydney, el Parlamento Inglés, o el Museo de Arte Moderno en Nueva York, podemos tener la certeza que la torre BD Bacatá en nada ayudará a que la capital sea cosmopolita, y que nadie vendrá a Bogotá a visitarlo a no ser que deseen ver un sector destruido por una lamentable y errada operación de especulación urbana.

Creo que la única aseveración cierta en todo el “publireportaje” es que la Torre Colpatria se terminó en el año 1979. Pero que ningún bogotano de menos de 34 años haya visto cómo se construye un edificio de altura en Bogotá, no parece tener importancia sino para quienes consideran que esa experiencia es fundamental para el desarrollo de una persona. Argumento igualmente baladí sería afirmar que los bogotanos de 50 años no han cenado con Penélope Cruz, o conocido a Mickey Mouse. ¿En que cambia la mentalidad de una persona si ve o no ve construir un edificio de altura? Mas demagogia….

Bajo ese concepto, los habitantes de Washington, de todas las edades, nunca han visto construir una torre de más de 15 pisos y se encuentran condenados a padecer una ciudad llena de inmensos espacios públicos, parques, museos gratuitos y universidades. Los habitantes de Roma también están en la más profunda tristeza por tener una ciudad sin torres como la BD Bacatá y, a cambio, tener que soportar grandes monumentos de la historia. Los verdaderamente afortunados y felices son los madrileños, quienes están sin empleo, protestan en las calles y muchos han decidido salir de su país para hacer negocios de todo tipo en otras partes del mundo. Pero, según el “entrevistado”, a pesar de ese negro panorama, los madrileños deberán regocijarse y estar satisfechos por cuanto han visto la construcción de 4 torres comerciales en los últimos años.

Pero el “entrevistado” insiste que la importancia de su obra se mide por la altura del edificio que insistentemente saca a relucir, y reduce el problema a una competencia absolutamente adolescente (el mío es mas grande que el suyo…!!). Por alguna razón que desconocemos, el “entrevistado” considera que una ciudad no es cosmopolita si no tiene edificios en altura, que un edificio no es emblemático si no es de altura, que un edificio de altura nos permite ingresar al club de la vanguardia de la arquitectura mundial, y que Bogotá se redirá con un edificio en altura que sea mayor a los que existen. Probablemente la Alhambra de Granada, la Casa de Huéspedes Ilustres de Cartagena, el Instituto Salk en La Jolla, o el Parlamento de Berlín, por su falta de altura, carecen de importancia y no clasifican como edificios emblemáticos. Desconocemos la razón, pero todo parece concentrarse en una obsesión fálica en mente del “entrevistado”.

Y cuando se refiere a la “Arquitectura Mundial”, ¿a que se refiere? ¿Está incluyendo allí a la China y la India, que albergan casi la mitad de la población del planeta? ¿Tendrá en cuenta a África? ¿Y que decir de América Latina? O, dentro de su confusión y demagogia, es probable que la “Arquitectura Mundial” a la que se refiere se limita a Dubai y a aquellos edificios que los mercaderes y estrellas internacionales desarrollan en países ajenos a los suyos, destruyendo contextos urbanos, imponiendo modelos caprichosos y desarraigados de la cultura local, mercadeando productos que no les permiten llevar a cabo en sus países de origen

Hasta donde tengo presente, Colombia jamás ha competido por ganar un puesto en el ranking internacional de Arquitectura, ni ha buscado estar en la tal “vanguardia” (¿?) de la profesión. Hay excepciones, pero en términos generales, ha desarrollado arquitectura correcta, discreta, a veces modesta, de alta calidad, respetuosa de las normas y de la ciudad, sin afán de figuración. Es una arquitectura que ha hecho ciudad en vez de destruirla. Curiosamente, esa arquitectura colombiana tan desprovista de aspavientos y luces de relumbrón, contrario a lo que afirma el “entrevistado”, ha sido reconocida internacionalmente como excelente. Como resultado de este hecho, en Bogotá se produjeron proyectos como las Torres del Parque, la Biblioteca Virgilio Barco, las Torres Bavaria, los colegios y las bibliotecas distritales, el Museo Botero, la ciudadela Colsubsidio; todos proyectos correctos, respetuosos, y con un nivel de calidad que el ilustre “entrevistado”, por su curiosa obsesión, jamás logrará entender. Sus autores, y muchos otros, fueron o son todos arquitectos de calidad, como Rogelio Salmona, Germán Samper, Fernando Martínez, Guillermo Bermúdez, Daniel Bermúdez, Ernesto Jiménez, ninguno de los cuales ha pretendido establecer marcas mundiales o impresionar a incautos. Tan sólo han hecho buena, excelente, arquitectura.

Ahora el “entrevistado” trae a personas que considera importantes para dar una serie de conferencias dentro del ámbito de la Feria Inmobiliaria. Van nuestros respetos y bienvenidos sean. Curiosamente, con muchísima frecuencia vienen a Bogotá excelentes arquitectos de muy diversas partes del mundo a participar en ciclos de conferencias a las que le convendría asistir para entender qué es la arquitectura, qué es la ciudad y cual la responsabilidad ética de un promotor. Casi todos estos otros conferencistas se sorprenden sobre la manera como la ciudad ha podido mantener un carácter propio, una identidad, en medio de todas las presiones y modas internacionales. Esto, claro está, no lo percibe el “entrevistado”.

Pero, en fin de cuentas, el “entrevistado” vuelve a eludir lo fundamental de la torre BD Bacatá. No ha podido, o no ha querido, explicar con claridad cómo se obtuvieron licencias para un edificio que incumple múltiples normas, y cómo logró esa aprobación sin pagar la plusvalía correspondiente, sin hacer un plan parcial de desarrollo del sector y cómo responderá posteriormente por los problemas y riesgos que entraña un proyecto con estacionamientos inadecuados, ineficientes y muchos inutilizables, con vestíbulos de tamaños inadecuados, y por la congestión de trafico que generará en el sector. Tal vez para ese momento ya se hayan ido a otro país a agredir a otra ciudad.

Carlos Morales Hendry

 

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Rascacielos de la Discordia

La revista Semana publicó la semana pasada un artículo sobre el edificio Bacatá BD. Considero que la batalla que adelantan Willy Drews, el Capítulo de Arquitectos de Uniandinos y la Sociedad de mejoras y Ornato, merecen todo el apoyo que podamos brindar. Van unos comentarios que envié a la revista.

El rascacielos de la discordia

Da mucho que pensar el artículo publicado (P.52, Edición 1554) sobre el edificio BD Bacatá que se pretende elevar sobre la avenida 19 de Bogotá. Al respecto quiero compartir algunas inquietudes.

Que las alturas estén mal calculadas y que sobrepasen en casi 30 pisos la que corresponde al aplicar correctamente la norma, puede ser una equivocación de buena fe por parte de los promotores, Planeación Distrital y la Curaduría. Que los aislamientos también estén mal calculados puede deberse a otra equivocación. Que los estacionamientos, así cumplan la norma establecida, no funcionen y sean inadecuados, y vayan a crear un verdadero caos en un sector ya imposible para el tránsito, también puede deberse a simple desconocimiento por parte del diseñador acerca de su responsabilidad, por cuanto debe tener criterios para aplicar en este edificio una norma diseñada para edificios de menor escala (el acceso de más de 700 carros se hace por una boca de la misma medida de una casa unifamiliar del Chicó).

Que se haya omitido el pago de la plusvalía que genera el obtener un enorme beneficio con relación a la norma, y que por este concepto la Capital deje de percibir una significativa suma, puede deberse a algún olvido por parte de las entidades públicas que tuvieron que ver con la aprobación de la licencia. Que el proyecto contenga unas zonas definidas de manera ambigua y que logren con ello eludir la exigencia de una cierta cantidad de estacionamientos, puede ser un simple error semántico. Que a pesar de todos los defectos, los estudios de tráfico y de impacto ambiental hayan sido aprobados, y que la Curaduría ante la cual se tramitó la licencia se haya visto involucrada en otros desaciertos y dudosas actuaciones, puede ser tan solo cosa del azar.

Y que, finalmente, uno de los principales socios de la empresa promotora esté demandado por la justicia de su país por “presuntos delitos de administración desleal, apropiación indebida, estafa y falsificación de documentos”, puede deberse a simple mala suerte.

A quienes hemos tenido la oportunidad de seguir de cerca el desarrollo de este edificio, tanta coincidencia, equivocación, errores, malas interpretaciones, actuaciones oficiales que deben explicarse, nos están generando dudas y mala espina. Se actuará con suficiente rapidez por parte de los organismos que ejercen vigilancia para aclarar todo y seguir adelante, o será que dentro de unos meses nos veremos ante otro escándalo financiero, otra pirámide, y otros damnificados que ante un enorme despliegue publicitario cayeron en una bien orquestada trampa? Son simples dudas, pero hay que abrir el ojo, y hacerlo pronto!!

Carlos Morales Hendry

Arquitecto

 

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La Muerte del Ícono

Un reciente editorial de la revista británica Architectural Review, bajo el título de “La Muerte del Icono” describe cómo la crisis económica de España ha llevado a cuestionarse la proliferación de proyectos de “autor” que se presentó durante los años de aparente bonanza, cuando las distintas provincias y ciudades competían para contar con obras, generalmente innecesarias, diseñadas por arquitectos del jet-set internacional. Surge ahora una indignación general frente al derroche de dineros públicos que durante muchos años hicieron las administraciones para el diseño y construcción de obras suntuarias. Se buscan responsables y se señalan culpables de inversiones que procuraban replicar el efecto Bilbao. Señala el artículo que es clara la incompetencia y falta de visión de las autoridades que, en su afán de figurar, dejaron de lado las más elementales medidas de control y rigor administrativo para adelantar este tipo de proyectos. Se cita el ejemplo de la invitación que se le hizo a Richard Meier para que diseñara un edificio en Barcelona. Parece que la conversación se redujo a: “Y, bueno, Arquitecto Meier, qué quisiera diseñar?” “No sé. Tal vez sería divertido un museo…..” Barcelona cuenta, desde hace varios años con el Museo de Arte Moderno, diseñado por Meier, en un lugar poco adecuado para este tipo de proyectos, desubicado, escondido, con una lamentable presencia de visitantes y con un costo que rebasó todos los cálculos. Pero las autoridades del momento consideraron que se necesitaba un edificio de Meier, costara lo que costara. Son bien numerosos los ejemplos que, como el anterior, han requerido inversiones exorbitantes y hoy hasta su mantenimiento genera dificultades. Entre ellos sobresalen la Ciudad de la Cultura en Santiago de Compostela, de Peter Eisenman, o la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en Valencia, de Calatrava. O el edificio de la Opera de Palma de Mayorca, por el cual el mismo Calatrava se encuentra demandado en cuantía de millón y medio de dólares. Consideran las autoridades que, a pesar de los altos honorarios que se le pagaron, el edificio no pasa de ser una maqueta tamaño natural, sin acabados ni calidad alguna. Otra obra que se cita es el Centro Internacional de Cultura, diseñado por Oscar Niemeyer para la ciudad de Avilés. Seis meses después de inaugurado, lo han tenido que cerrar en virtud de los escándalos políticos que se han presentado en torno al proyecto, con la posibilidad de que el cierre sea definitivo. Justo antes de la crisis, ya se oían voces de inconformidad por parte de muchos quienes empezaron a rechazar la manía y la obsesión por las arquitecturas de marca. El caso de Sevilla es bien significativo. En el 2006, la ciudadanía demandó, con éxito, la construcción de la biblioteca diseñada por Zaha Hadid, argumentando que se adelantaba de manera ilegal en terrenos de un parque público. Las más altas cortes de España han ordenado la demolición de la obra que ya se había iniciado. Allí mismo, la torre de más de 40 pisos que propone Cesar Pelli en el centro histórico ha llevado no solo a que los sevillanos protesten con vehemencia, sino también a que la UNESCO contemple retirarle a la ciudad su calificación de patrimonio de la humanidad. Muchos arquitectos españoles también han criticado lo sucedido en estos últimos años, y urgen al regreso a la excelente práctica disciplinada que caracterizó su arquitectura durante varias décadas. Es, sin embargo, una lástima que sea a raíz de una crisis económica que afloren los debates y los remordimientos. Pero parece que la verdadera crisis, más que económica, es de tipo ético con claros responsables: políticos, funcionarios públicos, promotores y, claro está, los arquitectos que en su rol de estrellas internacionales no han encontrado impedimento para prestarse a esta danza de millones. Algo me dice que en Bogotá empieza a observarse un comportamiento similar, y no parece haber contemplación alguna en destruir lugares consolidados de la ciudad argumentando que en el sitio se elevará una construcción diseñada por algún divo internacional. Ojo con las torres Bavaria!!

Carlos Morales Hendry

 

 

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Publicidad y Realidad

En alguna oportunidad reservamos, basado en imágenes de internet, habitaciones en un hotel del los Estados Unidos. El edificio, según la imagen, estaba frente al mar, con maravillosas vistas y acceso inmediato a la playa.

Al llegar, nuestra sorpresa fue enorme al darnos cuenta que no estaba localizado frente al mar sino a tres cuadras de distancia; tampoco tenía vista al mar sino a los edificios del lado opuesto de la calle; mucho menos tenía acceso directo a la playa. En los folletos que se ofrecían el vestíbulo, aparecía la misma imagen del internet.

Al reclamar, nos dieron la razón y admitieron que había algún tipo de “error” en la publicidad. Como resultado, nos devolvieron el dinero y nos consiguieron tarifas especiales en un hotel frente a la playa. Estuvimos tentados a entablar una demanda, pero no quisimos perder los pocos días de vacaciones en esta gestión. Posteriormente nos informaron que hacerlo es más sencillo de lo que uno piensa.

¿Se trataba de fraude? ¿Publicidad engañosa, tal vez? ¿Estafa? ¿Trampa o mentiras?  No lo sé con precisión, pero algo de todo esto había.

Recientemente se ha inaugurado con gran despliegue la torre Trump que se construyó en Panamá, enorme edificio que con un aire parecido al Burj Al Arab de Dubai, y que en la publicidad para ventas siempre se ha mostrado en imágenes como las que se adjuntan: playa, palmeras, yates, extraordinarias vistas y aislamientos generosos. Las imágenes lo muestran como una torre que se yergue solitaria en medio de jardines.

Dos fotografías que muestran el contraste entre lo ofrecido y la realidad

La realidad dista mucho de lo que se ofrece: no hay playa ni palmeras, se está frente a una bahía muerta y olorosa. En las tardes de sol la zona hiede a raíz de las descargas sanitarias de cantidades de construcciones de la ciudad. Dicen que la bahía será saneada, pero es cuestión de varios años. No hay los tales jardines, y los aislamientos son absolutamente risibles. A lado y lado se elevan torres de casi la misma altura con separaciones de pocos metros, y los apartamentos con vista son proporcionalmente pocos.

Otras dos imágenes que muestran el mismo contraste


 El ingreso a la Torre Trump se hace por una sola vía, de carácter local, que sirve a otras torres de enorme tamaño (50, 60 o más pisos). El tráfico es ya inmanejable en horas pico, y ahora será un infarto total. La infraestructura vial y de servicios está rebasada. Cabe mencionar que las otras torres no están completamente habitadas. El curioso fenómeno de ventas totales pero ocupación baja, algo común en la ciudad, ha evitado la catástrofe urbana que se presentaría de estar ocupadas todas las unidades.

Como ilustración se anexa fotografía del día de la inauguración, cuando las lluvias inundaron las calles y aislaron a los asistentes durante varias horas, con Presidente de la República y Sr. Trump abordo. Las alcantarillas fueron incapaces de absorber las lluvias, y al no haber vías alternas el caos fue total. Dicen que las alcantarillas se ampliarán, pero también será cuestión de años.

acceso a la Torre Trump el día de su inauguración.

¿Se trata de fraude? ¿Publicidad engañosa, tal vez? ¿Estafa? ¿Trampa o mentiras?  No lo sé con precisión, pero algo de todo esto puede presentarse. Ignoro que sentirá quien compró a distancia y viaja a conocer lo que le vendieron. Es que parece que todo vale en la publicidad, y a muchos de los compradores no parece interesarles lo que compran; simplemente compran.

Todo lo anterior, tan solo para recordar que en Bogotá se desea construir una enorme torre en el centro de la ciudad. Le hacen publicidad como si fuera un logro o algo benéfico para el sector. No se requieren demasiados estudios para saber lo que sucederá. Los únicos beneficiados serán los promotores y algunos de los primeros inversionistas, pero nada se aportará a la calidad de vida de la ciudad. Por el contrario, los problemas que se ocasionarán serán mayúsculos.

 

La torre que pretenden levantar en Bogotá


Es que no basta el hecho de que sea un buen negocio para algunos; es necesario que la zona se beneficie con la presencia de una intervención de tan alto impacto. Creo que muchos estamos a la espera de que nos informen acerca de cuáles son los beneficios que se aportarán con esta desproporcionada construcción.

 

Ojalá después no se descubra que hubo algo indebido en el proceso: algo como fraude, publicidad engañosa, mentiras o tal vez trampas.  No lo sé con precisión y ojalá no sea el caso, pero algo de todo esto puede presentarse y debemos estar alertas.

 

Carlos Morales Hendry

Arquitecto.

La última imagen ilustra porqué a este edificio lo están denominando “La Vagina de Trump”.


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