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La Bienal Imaginaria


 

La novela histórica es un género literario que permite decir mentiras sobre hechos históricos que también, en la mayoría de los casos, no son ciertos. Los novelistas escriben mejor que los historiadores, por lo cual las mentiras de los primeros terminan imponiéndose sobre las de los segundos, y escribiendo una nueva historia más mentirosa aun. Por eso muchos creen que la Pola fue linda, que Beethoven era un perro San Bernardo y Leonardo un actor de cine o una tortuga ninja.

Envalentonado con la esperanza de que se vuelvan historia, puedo escribir los textos más simples esta noche, escribir por ejemplo una breve novela histórica (breve es mejor) sobre una imaginaria Bienal Colombiana de Arquitectura.

El 31 de agosto de un año que no diré, el jurado de la Bienal se reunió en Santa Fe. De él hacía parte, como era costumbre, un invitado internacional que aportaba su refrescante ignorancia del medio, y su desconocimiento de pequeñas rencillas o preferencias parroquiales a un juzgamiento imparcial. Pero esa ignorancia se traducía a menudo en incomodas preguntas que lo convertían en una piedra en el zapato, como sucedió en esta oportunidad.

La primera pregunta de Piedra-en-el-zapato fue: Todos sabemos que la buena arquitectura se caracteriza por conservar su calidad durante toda su vida útil. Por qué no exigen entonces que los proyectos participantes tengan más de diez años de construidos, para evitar que se premie la arquitectura de moda que con el tiempo se ve ridícula y obsoleta? Después de un tiempo prudencial de dudas y carraspera, alguien explico que, como en el Coliseo, las tribunas exigían sangre nueva. Entonces – continuó preguntando Piedra-en-el-zapato – por qué no establecen la categoría de “Toda una vida” para el mejor proyecto de todos los tiempos, independiente de su edad. Sería interesante verificar cuales de estos proyectos fueron premiados en su momento en Bienales, y cuales rechazados. El presidente del jurado ordenó hábilmente un cambio de tercio y para iniciar el juzgamiento, leyó el tema de la Bienal: “Arquitectura y comunidad”.

Nuevamente Piedra-en-el-zapato metió el dedo en la llaga y preguntó: En una pasada Bienal el tema fue “Construyendo valor con la poética del lugar”. En Colombia los arquitectos diseñan durante dos años con base en un tema, los siguientes dos años con base en otro tema y así sucesivamente? No diseñan, como en todo el mundo, analizando simultáneamente todos los factores que conforman un proyecto? El proyecto ganador es aquel que acierta el tema de la siguiente Bienal y diseña con base en él?. El mismo alguien que antes carraspeó y después contestó que las tribunas exigían sangre nueva, aclaró que no importa, que no te preocupes, que finalmente el tema del tema es un anzuelo publicitario que no se tiene en cuenta al momento de juzgar, que esto lo puedes comprobar con las actas anteriores, que tranquilo, que ahora sí a lo que vinimos, que a juzgar.

Después de largas sesiones se adjudicaron los premios a los mejores proyectos de siete de las ocho categorías. Cuando más tarde se conocieron los resultados, no hubo comentarios ni protestas, posiblemente por:

–       La Bienal fue bien juzgada.

–       A los arquitectos no les interesa

–       A los que les interesa, les da pereza escribir.

–       A los que les interesa y no les da pereza escribir, nadie les para bolas.

Faltaba juzgar la última categoría: Vivienda de Interés Social. Nuevamente el dedo de Piedra-en-el-zapato se metió en la llaga: Por que llaman en Colombia de ”Interés Social” a la vivienda económica, si en el resto del mundo toda la vivienda es considerada de Interés Social?. Como nadie, ni siquiera el alguien de siempre, supo que contestar, continuaron el juzgamiento y declararon desierto el premio.

Entonces Piedra-en-el-zapato gastó sus últimos cartuchos y metió en la llaga los dedos que le quedaban: He visto que en anteriores oportunidades también han declarado desierto el premio de esta categoría: Es que los arquitectos colombianos no son capaces de diseñar una buena vivienda económica?  Es que el tema no es importante? Es que no es rentable? Es que el jurado no sabe del tema o es demasiado exigente?.

En este momento un hecho insólito interrumpió el incomodo silencio. El plano de una sencilla casita se desprendió de la pared y cayó boca arriba mirando al jurado con sus dos ventanitas a manera de ojos, como diciendo mírenme por favor. Habían pasado por alto esta vivienda elemental, recatada, adecuada al entorno, con posibilidades de crecer y adaptarse a las necesidades cambiantes de la familia, de fácil y económica construcción. Los jurados se miraron.

Para relatar el sorprendente final de la historia, plagio a José Manuel Marroquín, ese poeta-presidente que por andar rimando pendejadas (como uno) regaló un país. Al menos eso cuentan la historia y las novelas históricas:

Y aquella casita si

Para sorpresa del gremio

(cosa es de volverse loco)

No pudo ganar tampoco

El tan codiciado premio.

 

Mr. Stone-in-the-shoe dijo good by y abordó el avión con la esperanza de never volver a ser invitado como jurado de la Bienal Colombiana de Arquitectura.

Willy Drews

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Plagio y moral

Isaac Broid y Felipe Assadi hace poco participaron en el concurso para el Conjunto de Artes Escénicas de Guadalajara, con una propuesta que a todas luces es casi idéntica al proyecto de la Biblioteca de Santo Domingo Savio, de su amigo Giancarlo Mazzanti, proyecto que ya había sido objeto de debates por variadas causas, sobre todo, por su impresionante parecido al proyecto de concurso de David Chipperfield para el Centro multimedia de Hong Kong. La línea continúa y la falta de citación también.

I. Broid y F.Assadi: Conjunto de Artes Escénicas de Guadalajara, 2009
G.Mazzanti, Biblioteca Santo Domingo Savio, 2007
D.Chipperfield, Hong Kong University, concurso, 2003

Este doble parecido no dejaría de ser eso, un parecido, de no ser porque Broid y Assadi no dan explicaciones al hecho en su memoria del concurso; como no la dio Mazzanti en el suyo, en el que además “reutilizó” en lugar de “citar” la memoria de Chipperfield.

Evidentemente, con esta intencionada reutilización del proyecto de Mazzanti; me arriesgo a suponer que Broid nos quiere mostrar algo:

Que el repertorio formal de la arquitectura está agotado y que simplemente no queda más por hacer que reciclar. O bien, ¿será  mostrarnos –a quienes nos hemos quejado y a quienes les parece una queja injustificada– la validez ética en el campo de la arquitectura de retomar ideas proyectuales de otros autores y presentarlas como propias?

En principio, si se trata de demostrar que la arquitectura agotó sus temas, estaría de acuerdo con Broid-Assadi, más no estaría de acuerdo con que esto justifique la reproducción estilística de manera ligera, como es este caso, sin que haya una reflexión y maduración de las ideas, que de existir, le aportaría sin duda al desarrollo de la arquitectura.

Como parece que lo que vemos en la secuencia de Chipperfield, pasando por Mazzanti y terminado por ahora en Broid y Assadi, no se trata de la utilización de una tipología que implica evolución, sino más bien de un modelo, en los  términos clásicos de Quatremere de Quincy: “El modelo, entendido según la ejecución práctica del arte, es un objeto que debe repetirse tal cual es. El tipo es por el contrario, un objeto según el cual cada uno puede concebir obras que no se parecerán en nada entre sí. Todo es preciso y está dado en el modelo. Todo es mas o menos vago en el tipo…” [1], remitiendo de paso, los proyectos de Mazzanti y Broid al campo  del  zeitgeist,  o, a la frivolidad de la moda.

El utilizar la creación ajena sin reconocer la fuente es condenado actualmente por la sociedad capitalista, donde aparece el concepto de la propiedad privada, del cual se deriva el derecho a la propiedad intelectual; concepto inexistente en la antigüedad y que hace su aparición con la revolución industrial.

Se nos ha adoctrinado, como anota Stanley Fish de manera práctica en dos columnas publicadas en el New York Times :

“Estos últimos años ha existido un sinnúmero de asaltos a la noción de la originalidad, desde campos tan diversos como la teoría literaria, la historia, los estudios culturales, la filosofía, la antropología y las ciencias del Internet.

La autoria intelectual individual, como nos lo han dicho, es una invención reciente de una cultura burguesa obsesionada con el individualismo, los derechos individuales y el mito del progreso. Todos los textos son palimpsestos de textos anteriores; no ha existido  nada nuevo debajo del sol desde que Platón y Aristóteles, y ellos no eran nuevos tampoco; todo pertenece todos. En períodos anteriores las obras de arte fueron producidas en talleres por los equipos; el artesano principal pudo haberlos firmado, pero eran productos comunales. En algunas culturas, incluso valoran mas la imitación de modelos estándares que el trabajo que se destaque por la innovación. …” [2]

Aclara Fish que el problema del plagio atañe sobre todo al mundo académico, dado que para otros como  los científicos, historiadores o periodistas profesionales, el usar material ajeno sin acreditarlo es algo inconcebible. En cambio, en el campo de la música o la novela, la línea que delimita lo incorrecto y lo posible, comienza a ser difusa; y como añado yo, en el campo de la arquitectura es aun más borrosa.

Sin embargo, mientras en las artes plásticas, como en la música y la literatura la forma de calificar el plagio esta más o menos definida, en arquitectura aparentemente no existe una medida exacta para hacerlo, y esto es aprovechado de manera descarada por quienes lo ejercen. Tal vez la dificultad de establecer el plagio en arquitectura  se encuentre en la manera en que opera la arquitectura desde sus orígenes, en clara contravía del  concepto de propiedad intelectual capitalista.

En las sociedades primitivas el diseño arquitectónico hace parte de la cultura colectiva, y trabaja sobre  tipos arquitectónicos que van evolucionado con  la cultura de manera holística, así vemos en las tribus indígenas el edificar con cantos y rezos que trasmiten toda la información necesaria para este fin, sin que exista el concepto de autoría individual.

Si bien conocemos los nombres de los autores de las obras canónicas de la antigüedad clásica, es claro que trabajan bajo principios operativos proyectuales basados en el tipo como herramienta de diseño.

En la Roma clásica, el saber heredado de la cultura griega y los propios desarrollos romanos es compilado en códices como el de Vitruvio, que a su vez es reeditado por Felipe II en las Leyes de  Indias.[3]

En el Medioevo, el tipo llega a ser la manera principal de hacer arquitectura, y la aparición misma del Gótico el resultado de la obtención de conocimiento de una comunidad técnica por medio del ensayo y error, que termina por edificar un tipo arquitectónico novedoso.

En el Renacimiento se trabaja sobre tipologías y estilísticas clásicas

basadas en los antiguos códices romanos.

En el Barroco encontramos el renacer de la tratadística con sinnúmero de autores nuevamente operando con la tipología y una nueva estilística

En el siglo XVIII comienzan a aplicarse las normas que regulan la propiedad intelectual, como una consecuencia derivada de la propiedad material que genera capital.

El Movimiento Moderno, que paradójicamente buscaba una reforma social radical por medio de una arquitectura basada en la innovación como objetivo, construye una estilística comunal que buscaba significar la ruptura con la historia.

La dificultad para discernir y calificar el plagio en arquitectura yace como vemos en el carácter comunal de la creación arquitectónica a lo largo de la historia.

El plagio es un problema que atañe la esfera de la ética del individuo, dado que la moral colectiva no tiene claridad sobre lo que constituye plagio en el campo de la arquitectura.

Para Fish la investigación en la academia esta construida sobre la originalidad y el deseo de progreso del pensamiento “usted puede entonces decir que estas suposiciones y los resultados que se esperan –nuevas miradas, soluciones a problemas– serán destruidas si los estudiantes e investigadores toman la salida fácil y simplemente  copian algo que algún otro ha hecho ya.” [2]

En lo particular, y siguiendo a Fish, me tiene sin cuidado el problema moral de la copia en arquitectura, al fin y al cabo quien lo practica, más que todo, se engaña a sí mismo; mi preocupación está en el campo de lo profesional y académico.

El problema real, es que esta conducta no le aporta un ápice al crecimiento intelectual del individuo “que pierde una oportunidad para mejorar su habilidad de razonar o adquirir herramientas de habilidad”. [2]

Pero más grave aun es el daño que el plagio le hace a la arquitectura como epistemología, que al ser despojada de su capacidad de investigación y exploración pierde toda oportunidad de desarrollo intelectual.

En un medio en el que las revistas de decoración posan de arquitectura; las revistas de arquitectura posan a su vez de culturales; y las revistas culturales hacen lo propio posando de intelectuales, amén de las Bienales de Arquitectura, parecen encontrarse todas en plan de festejo del plagio, sólo resta que  quienes estamos vinculados a la academia, nos preocupemos por evitar esta práctica del reciclaje encubierto de vanguardia, como un asunto profesional; buscando que por lo menos en la academia se desarrollen nuevas soluciones y nuevas miradas, en busca de una arquitectura que resista el calificativo de vanguardia. En principio, todos estamos de acuerdo que se necesita una arquitectura contemporánea. No estamos de acuerdo con los procedimientos para lograrla, ni con los medios para publicitarla.

Guillermo Fischer

[1] Antoine Quatremere de Quincy, Dictionnaire historíque de l´Architecture, Paris, 1832
[2] Stanley Fish, Plagiarism Is Not a Big Moral Deal y The Ontology of Plagiarism: Part Two, new York Times, 2010
http://opinionator.blogs.nytimes.com/2010/08/09/plagiarism-is-not-a-big-moral-deal/
http://opinionator.blogs.nytimes.com/2010/08/16/the-ontology-of-plagiarism-part-two/
[3] http://revistas.ucm.es/ghi/02116111/articulos/QUCE8585120083A.PDF

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El vacío del diseño


David Dillon


El siguiente es un extracto de un texto del crítico norteamericano David Dillon, recientemente fallecido, tomado de una alocución dirigida al Concejo de Ejecutivos del Componente Arquitectónico en Richmond, Virginia en Agosto del 2008. Su validez y vigencia para el medio profesional y gremial colombiano es total y por tal razón debería ser divulgado en la Bienal Iberoamericana a tener lugar en Medellín. La traducción de GERMÁN TÉLLEZ, Hon. F. AIA, fue hecha sobre el editorial de Robert Ivy, F.AIA, publicado en el número de Julio 2010 de la revista Architectural Record. Si la situación en los Estados Unidos es como la analiza David Dillon, qué se podría pensar de la que existe en Colombia?.


“…existe un enorme vacío de crítica o comentarios serios sobre diseño, en el cual la arquitectura, el arte más público de todos, está perdiendo contacto con su público – con su base de clientela, si se quiere – y tiene cada vez menos influencia sobre el planeamiento y diseño de nuestras comunidades.

Para reafirmar lo obvio, los periódicos norteamericanos están en una modalidad reductiva , con sus utilidades y su franja del mercado publicitario en radical disminución. Una de las áreas en mayor peligro es la del cubrimiento del arte y la arquitectura. Este cubrimiento está siendo marginado o eliminado a través del país…

Esto es desastroso pues los críticos periodísticos son la primera línea del cubrimiento arquitectónico, siempre más a tiempo y con frecuencia de manera más comprensiva que en las revistas de diseño. Los periódicos son donde el público obtiene la mayor parte de su información sobre arquitectura y también sobre planeación urbana, desarrollo comunitario, conservación de vecindarios y otros temas sobre los cuales se preocupa. Las fuentes electrónicas de información no pueden  ni comenzar a llenar esta brecha, lo que significa que la conversación se ha detenido sobre la mayoría de estos temas de importancia vital. El diálogo y el debate han cedido su lugar a un silencio ensordecedor.

Sin embargo, no creo ni por un segundo que el público no se preocupe ya por la arquitectura y el urbanismo o que estos se hayan tornado en temas propios de escasos círculos de tertulia. Observen la proliferación de comités de revisión de proyectos y planeación que han surgido en todo el país…Que esto indique que el público se apasiona por el diseño o está mortalmente asustado de lo que los arquitectos le podrían hacer a ellos, es un asunto muy diferente.

Lo que está haciendo falta en todas partes es un lenguaje común y un esquema compartido de referencias para hablar sobre estos temas. Los arquitectos y el público habitan mundos muy diferentes cuando se trata de identificar y analizar los asuntos que realmente importan en nuestras comunidades.

La revista ARCHITECTURAL RECORD, para la cual he escrito durante 15 años, recientemente entrevistó a seis críticos a escala nacional respecto de qué era lo más importante para los residentes en cada región del país. Casi sin excepción, los temas claves fueron públicos y cívicos – vivienda a costo accesible, planeamiento regional, acceso a transporte público, conservación de vecindarios y zonas históricas, congestión urbana, crecimiento urbano desordenado y espacios abiertos. La Arquitectura con A mayúscula, como sería, por ejemplo, a lo que están dedicados ahora Rem Koolhaas o Frank Gehry, a duras penas quedó en el último lugar de la lista (subrayado del traductor). Lo que equivale a decir que hay una gran desconexión por ésta época entre lo que hacen los arquitectos y publican las revistas y lo que el público hace o lo que realmente capta su interés.

Correctamente o no, el público percibe que la profesión es mayoritariamente indiferente a sus preocupaciones. Piensa que los arquitectos están interesados principalmente en la arquitectura como un arte, la arquitectura como un negocio o en defender la autonomía de la profesión, que ha sido ya mayormente entregada o despilfarrada, al paso que se ven a sí mismos como guardianes del dominio público y de los elementos sociales y comunales de la arquitectura y el diseño urbano.

Admito que esta es una división simplista, pero la brecha de comunicación es real  y los arquitectos y los periodistas llevan mucha de la responsabilidad por haber creado esa zanja, así como en la tarea de cerrarla. …debemos revivir el diálogo con el público sobre los temas de diseño. Arquitectos y revistas de arquitectura están buscando ahora caminos para recuperar influencia y ganar autoridad, que no es lo mismo que poder.

Poder es la capacidad de lograr que algo ocurra o no ocurra u ocurra de modo diferente. Autoridad es otra cosa. Autoridad significa que su trabajo es leído, se le escucha, se habla sobre este y se le presta atención. Influencia o autoridad no vienen de detener en seco el proyecto X  sino de lograr una gradual agudización de las percepciones comunales respecto de buena calidad de diseño y por ello mismo, elevar el nivel de las expectativas públicas sobre lo que es aceptable y lo que no lo es.

La gran crítica Ada Louise Huxtable dijo alguna vez que el público conoce sus derechos respecto de la ley o la seguridad social o la salud y está al día en todo aquello a lo cual tiene derecho cívico. Pero no sabe nada de aquello a lo que tiene derecho en arquitectura, diseño urbano o políticas del medio ambiente. El trabajo principal de una buena revista de diseño es el de ayudar a educar al público respecto de sus derechos en estos asuntos, pues en fín de cuentas su mejor aliado es un público ilustrado y preocupado y su más poderosa arma es la habilidad para poner la opinión pública al servicio del buen diseño.”         

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Respuesta a la invitación de Escala

Julio 16 – 2010

Del 17 al 22 de mayo se juzgó en Bogotá la XXII Bienal Colombiana de Arquitectura, y el evento de premiación y presentación del libro se hará en Medellín del 11 al 15 de octubre. Se presentaron 500 obras o «proyectos» como se dice ambiguamente en el medio, de las cuales 138 entraron en competencia. Desde la revista Escala, David Eduardo Serna propone aprovechar la oportunidad de conocer anticipadamente los ganadores para hacer una “reflexión tranquila y meditada” sobre la arquitectura colombiana. Advierte Serna que si no hacemos esta reflexión «tendremos que atenernos» a versiones como la del editorial de Luis Fernández Galiano en AV Monografías, dedicada a Latinoamérica.[1]

Fernández Galiano dedica un encomio a la «floración exuberante» de arquitectura que anuncia una especie de tercera independencia:

…“Hoy, las Américas latinas celebran doscientos años de independencia conscientes de la unión inextricable de heroísmo y horror en las que al fin y al acabo fueron guerras civiles, y conscientes también de que el desenlace supuso el reemplazo de una dependencia política por otra económica que ha condicionado su destino ulterior, dibujando un panorama fragmentado que ha sido fermento de revueltas generosas, guerrillas sanguinarias y revoluciones agotadas…la América indígena y criolla se enriqueció con el flujo vital de los inmigrantes europeos hasta devolvernos nuestra imagen en un espejo, y ahora nos ofrece una floración exuberante de talento arquitectónico que aspira a medirse con los logros de su inagotable acervo de escritores….” [2]

Para Serna: “una introducción de este tipo antes que contribuir, ofende…si desde nuestra realidad no generamos crítica y opinión sobre nuestra producción… [nos] crearán panoramas desinformados y sesgados que se asumirán como verdaderos y correctos al ser difundidos masivamente”. Para Serna, «la SCA nos ha servido en bandeja de plata la oportunidad para contestar a esta caracterización, antes de la premiación de octubre”.

Acepto la invitación para des-endulzar el ambiente promovido por Fernández Galiano y para insistir -otra vez- sobre la necesidad de que la SCA, además de algo que hace muy bien como promover concursos, asuma el papel de promover una arquitectura más adecuada a las circunstancias nacionales, y menos preocupada por el aplauso internacional.[3]

Ofensa o contribución, la euforia de Fernández Galiano, aprovecha la circunstancia feliz del bicentenario para reformular un par de lugares comunes: primero, que se trata de una independencia política apenas sustituida por una dependencia económica, que llegan ya al doble siglo; y segundo, que hubo otro tipo de independencia, la literaria, que ya cumplió el medio siglo. A estos le agrega una nueva interpretación: que en la “América indígena y criolla” florece el talento, insinuando algo así como que la arquitectura en Colombia, por fin, rompió el Florero de Llorente.

El afán de AV Monografías no es nuevo y el reconocimiento extranjero tampoco. Fernández Galiano testimonia una sorpresa personal ante su recién descubierto nuevo mundo; sorpresa que para la SCA cumple la misma labor de cancillería que se autoimponen muchas instituciones nacionales para mejorar la imagen del país en el exterior. No obstante, celebrar que ahora sí, por fin, se superó el complejo de la identidad y el provincialismo de la localidad, para entrar a la contemporaneidad del mundo globalizado, no va más allá de reproducir el efecto liberador que los éxitos de un cantante o un deportista generan ocasionalmente sobre la imagen internacional de narcoparapaís.

Dejando a un lado la benigna imagen del editorial, consideremos el fallo. El propósito consiste en analizar lo que dice el jurado sobre porqué gana el que ganó, no en cuestionar o celebrar ganadores o perdedores, particularmente en la categoría Proyecto arquitectónico. Para comenzar, resalto tres aspectos que considero problemáticos:

-Primero, insiste el jurado en llamar “proyectos” a las obras de arquitectura. Dada la ambivalencia del término, esto sería normal, si los trataran más como cosas materiales y menos como imágenes y discursos. Pero como en eventos anteriores, las palabras del jurado de turno revelan un olvido recurrente: que con excepción de los planes de ordenamiento territorial cuya esencia proyectual es permanente, lo que se juzga en una categoría como la de Proyecto arquitectónico son obras, terminadas y habitadas.
-Segundo, insiste el jurado que la decisión fue “unánime”. Bien si lo fue, pero que un premio se dé por mayoría no lo invalida y tampoco es necesario dejar la impresión en el público que el premio no tuvo ni tiene discusión.
-Tercero, insiste también el jurado en un supuesto mérito por parte de los participantes en resolver problemas que van más allá de los “confines” de la práctica profesional: “el jurado, en particular sus miembros internacionales resaltan el evidente compromiso de los arquitectos colombianos para enfrentar y resolver situaciones más allá de los confines de la práctica profesional.” Debido tal vez a un espíritu de los tiempos, este primer valor resaltado el jurado no es arquitectónico sino que viene precisamente de un más allá que denomina los confines de la práctica profesional: “los proyectos ganadores ofrecen soluciones a problemas complejos de carácter social, político y cultural».

Los valores arquitectónicos de estos proyectos ganadores aparecen después: «al mismo tiempo realizan exploraciones formales elegantes utilizando materiales convencionales de forma innovadora logrando así una gran complejidad espacial.”

____________________

A partir de estas primeras afirmaciones, propongo deducir a posteriori, unos eventuales criterios de búsqueda mediante los cuales convocar a priori un futuro evento. Así, habría en estas declaraciones iniciales, tres criterios:

1. Buscar soluciones integrales en las que no sólo se resuelvan problemas arquitectónicos, sino además, problemas sociales, políticos y culturales:
2. Buscar innovaciones formales elegantes, por medio de materiales convencionales
3. Buscar complejidad espacial

Todavía en la introducción, anota el acta: “tanto los proyectos seleccionados para la muestra, como los proyectos ganadores, tienen un gran significado en todos los ámbitos de la práctica arquitectónica y estimulan el desarrollo de la arquitectura a nivel nacional y regional.” De esta nueva sentencia saldrían dos nuevos criterios:

4. Buscar un alto grado de significación en todos los ámbitos de la práctica
5. Buscar que las obras escogidas sirvan de estímulo para Colombia y Latinoamérica.

Después de la introducción, en la categoría Proyecto arquitectónico y justo antes de dar a conocer el ganador, continúa el acta: “el jurado, además de ponderar la calidad de los trabajos y la variedad de sus formatos, desea resaltar y reconocer la importancia que tiene la arquitectura en la transformación positiva del espacio colectivo, como lo demuestran muchos de los proyectos aquí presentados.” De acá se podría extraer otro criterio:

6. Buscar arquitectura que transforme positivamente el espacio colectivo

Luego, para los motivos específicos por los cuales se concede el primer premio al colegio Santo Domingo, el jurado explica que se trata de: “un proyecto excepcional y serio que se implanta acertadamente en el terreno para brindarle a la comunidad un lugar significativo de reunión. Sin sacrificar la seguridad necesaria en un edificio educativo, el proyecto se abre generosamente a su entorno inmediato de tal modo que el paisaje tan determinante se convierte, de manera positiva, en una parte fundamental de la experiencia diaria de los estudiantes de este plantel educativo. Por estas razones, el jurado, de manera unánime, concede a este proyecto, el primer premio en su categoría.” De esta sentencia saldrían tres nuevos criterios:

7. Buscar excepcionalidad y seriedad
8. Buscar generosidad con el entorno
9. Buscar lugares significativos para la comunidad

En resumen, entresacados de los motivos del jurado, estos nueve criterios se pueden conjugar y reagrupar en un conjunto de nueve búsquedas que podría servir como base para un futuro sistema a priori de reglas de juego:

1. Soluciones arquitectónicas que aborden problemas sociales, políticos y culturales.
9. Lugares significativos para la comunidad

2. Innovaciones formales que utilicen materiales convencionales
3. Complejidad espacial
7. Excepcionalidad y seriedad

4. Alto grado de significación en todos los ámbitos de la práctica

5. Ejemplos para Colombia y Latinoamérica

8. Generosidad con el entorno

Reagrupados temáticamente, hay dos criterios dominantes -el 1 y el 9- que pertenecen a un mismo grupo que relaciona arquitectura y comunidad. Considerando que se trata de criterios que explican la categoría Proyecto arquitectónico, y que hay otra categoría llamada Habitat y Vivienda Colectiva, parecería que la denominación Proyecto Arquitectónico privilegia los edificios de gestión y uso público, y la vivienda colectiva sobre la individual.

La SCA, en su calidad de “curadora” de la muestra tiene la libertad de definir estas prioridades, siempre y cuando sea clara. Y el jurado, en su calidad de “evaluador”, también podría hacerlo, siempre y cuando advierta con claridad que se trata de “opciones” y no de “hechos”. Lo que parece incorrecto es que un edificio parezca mejor que otro, o más proyecto arquitectónico que otro, porque presta un servicio público.

Los criterios 2, 3 y 7 pertenecen también a un mismo grupo en el que se buscan singularidad o novedad formal, complejidad espacial y materiales convencionales utilizados con elegancia. Para no malpensar creyendo que hay propuestas no-serias, la seriedad («un proyecto excepcional y serio») deberá entenderse como una redundancia circunstancial. Como se evidencia en el análisis anterior, la denominación Proyecto arquitectónico es problemática en la medida que se refiere a edificios de gestión y uso público, problema que no se soluciona creando una categoría para la gestión o el uso privado, sino ampliando o eliminando la categoría de Proyecto arquitectónico.

En este grupo, mediante los criterios relacionados con la forma y el espacio, se presenta un nuevo sistema de exclusiones y privilegios: se excluyen ahora, mediante el privilegio de lo complejo y lo excepcional, valores de signo contrario como lo convencional y lo simple. Desde luego, en ningún lugar dice que convención y simplicidad no se hubieran premiado, pero en la medida que se premian complejidad y novedad, se implica. Bastaría que como criterio se busque la Innovación, aceptando que ésta también se puede dar por la vía de lo simple y lo tradicional; eliminando prejuicios como que la innovación se relaciona con lo complejo o lo simple, o que innovar sólo es posible en lo formal. Además, abriendo las posibilidades en innovación hacia lo que el jurado denomina “todos los ámbitos de la práctica”.

El criterio 4 “Alto grado de significación en todos los ámbitos de la práctica”, aunque el acta no especifica cuáles son estos ámbitos, se puede asumir que involucra, como mínimo y además de lo formal, la construcción y la gestión. Para evitar la ambigüedad, bastaría definir con precisión, y desde luego a priori, las concepciones de ámbito y de innovación en arquitectura.

El criterio 5 “Ejemplos para Colombia y Latinoamérica”, se refiere a la posibilidad de que un ganador se convierta en punto de referencia dentro y fuera del país. Es cuestión de prioridades, pero bastaría con que la Bienal buscara generar modelos y pautas para las universidades y el gremio dentro de Colombia. Si a los extranjeros les parece bien, tanto mejor; pero bastaría que antes de un objetivo, esto se entendiera como una consecuencia afortunada.

Lo que sí podría constituirse en objetivo, y en consecuencia en criterio de valoración, sería que los ganadores se conviertan en modelos a seguir. Con un criterio como éste de por medio, por ejemplo, un miembro individual del jurado podría, desde sus preferencias personales, defender una obra de su agrado, al tiempo que podría ceder sin objeción, ante el argumento de otro jurado sobre una obra que, siguiendo los criterios establecidos, constituiría un mejor “modelo” para las circunstancias locales. Así, las circunstancias propicias podrían llevar a impulsar el uso de una tecnología de punta o de una tecnología tradicional; o por el contrario, llevar a favorecer un modelo de gestión que promueve cierto tipo de renovación urbana y evite otra. Y si el resultado coincide con un clamor o una necesidad regional, todavía mejor.

Por último, el criterio 8 “Generosidad con el entorno”, se refiere a lo que durante muchos años se llamó El lugar y que últimamente ha evolucionado, ampliándose hacia el Medio ambiente. De una arquitectura adjetivada como Arquitectura topológica o Arquitectura del lugar, hemos pasado a Arquitectura y medio ambiente. Desafortunadamente, el medio ambiente se enreda dentro de la miríada terminológica de Arquitectura sostenible, Arquitectura bioclimática y Arquitectura ecológica. La confusión, sin embargo, sólo significa que lo sostenible se divide en ecológico y bioclimático: lo ecológico relacionado con los procesos de producción de los edificios, y lo bioclimático con el funcionamiento y mantenimiento de los mismos.

Como criterio de juicio para una Bienal de arquitectura, se podría adoptar la generalidad del Medio ambiente, siempre y cuando, como en los análisis anteriores, las definiciones sean claras y se den por anticipado.

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El acta del comité de selección que conformó la muestra final y redujo los participantes de 500 a 138, demuestra otros tipos de falta de claridad: en lugar de explicar qué se privilegia y excluye, el jurado de selección se muestra sorprendido por hechos como la poca participación en vivienda de interés social y la amplia participación en vivienda individual. También se sorprenden porque la vivienda parece no ser un elemento esencial del habitat: «En la categoría Vivienda Colectiva y Hábitat, [el jurado del comité de selección] resalta la limitada participación recibida en proporción a la magnitud de obras que se producen en el país, expresa su preocupación por la mínima participación de la vivienda colectiva de interés social y la muy limitada experimentación que se evidencia en el país. Es claro el contraste que se presenta con el panorama en el apartado de vivienda individual, en el cual hubo una amplia y diversa participación, con lo cual se deduce que en Colombia aún no se ha dado un paso que nuestras ciudades y la sociedad están esperando, para que la calidad de nuestros entornos urbanos, esté fundamentada también en la vivienda como elemento esencial del hábitat».[4]

La escasa participación en vivienda de interés social corrobora lo que ya se sabe: que los arquitectos están más a gusto contratados para hacer vivienda individual y vivienda para estratos medios y altos; además, que la vivienda para estratos bajos es una cenicienta dejada en manos de los urbanizadores informales.

Sobre esta ausencia de interés por el interés social, me expongo a sugerir una reformulación para que el lamento no se limite al clamor por la falta de vivienda para pobres, por ejemplo: el comité expresa su preocupación por la incompetencia de la SCA y de las universidades para lograr que el eufemismo de la vivienda de interés social sea un tema de primera línea en arquitectura. Si hubiéramos pasado por la modernidad y asimilado los problemas de urbanización y crecimiento demográfico; o si hubiéramos pasado por la contemporaneidad y los problemas de medio ambiente, este arcaísmo de la vivienda individual estaría guardado en los museos; y la SCA, el gobierno y las universidades estarían preocupados por la vivienda colectiva para todos los estratos. Y para la sorpresa del comité porque la vivienda no sea un elemento esencial del hábitat, sugiero también una reformulación: mientras algunos seguimos esperando que “algo pase” por dentro, la SCA continúa anhelando que desde afuera “nos” consideren importantes.

Entre tanto, el jurado de la Bienal continúa conformado por un grupo de invitados obligados a actuar a la vez como legisladores y jueces; formulando sobre la marcha unos criterios para justificar unas preferencias ambiguas que deambulan entre lo social, lo significativo, la innovación, lo complejo, lo excepcional y la generosidad con el entorno.

En últimas, mediante estas denominaciones y jerquizaciones, parecería que la SCA considera que un conjunto de viviendas de estrato alto es menos como arquitectura que un colegio público, porque no es “significativo” para una comunidad. O que un colegio no hace parte del habitat porque el habitat se reduce a la vivienda. Sea como sea, deberían aclararlo.

Si se quiere enfatizar la importancia de “lo social”, seguido de todo lo demás, tendría que haber dos categorías aparte, por ejemplo: Arquitectura por Gestión pública y por Gestión privada, haciendo explícito que una se privilegia sobre la otra; en este caso, la pública. Con lo cual, lo que en realidad se estaría separando sería lo antes se llamaba Servicios complementarios y ahora se denomina Equipamientos urbanos, de lo que antes se llamaba Vivienda y ahora se denomina Habitat.

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El llamado de Escala propuso que una caracterización como la de AV Monografías requiere una respuesta para evitar “panoramas desinformados y sesgados que se asumirán como verdaderos y correctos al ser difundidos masivamente”.

Los nueve criterios acá identificados podrían servir a la SCA como punto de partida para constituir un sistema a priori de reglas de juego para la próxima bienal, exonerando al jurado de la tarea de inventar sus propios criterios, año tras año. Con los ajustes y complementos del caso, también le permitirían a la SCA asumir el papel de promover una arquitectura menos interesada en el aplauso de la comunidad internacional, y más preocupada por el descalabro interno de una ciudad –un habitat– cuya mayoría porcentual sigue siendo planeada, diseñada y construida, sin que a la SCA se le mueva un pelo.

Asumo que de responder, que nunca lo hacen, lo harían de manera “tranquila y meditada”, lavándose las manos y reclamando no hay nada que hacer, que la ciudad la dominan fuerzas superiores, que los arquitectos se ocupan de otras cosas. La misma nada que hicieron con Eldorado.[5]

Juan Luis Rodríguez

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NOTAS

1. El artículo La Bienal ha sido juzgada…que inicie la Bienal y las actas de selección y premiación están en www.revistaescala.com
2. Otra vez porque ya lo hice en el artículo Medio ambiente e innovación. Criterios para la Bienal XXII, artículo publicado en Memorias, Vol. 2 Núm. 3, Pontificia Universidad Javeriana, 2009.
3. AV Monografías, LATIN AMERICA 2010, número 138, diciembre de 2009
4.http://www.revistaescala.com/attachments/345_Acta%20
comite%20de%20seleccion%20de%20la%20Bienal%20de%20Arquitectura%202010.pdf
5. http://esferapublica.org/nfblog/?p=6939

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Bienales

Debería ser del interés de los ciudadanos que la Bienal Colombiana de Arquitectura «tiene por objeto presentar para conocimiento público y general, en Colombia y el exterior, una selección de las obras y trabajos más significativos en los diferentes campos de la Arquitectura». Pero tiene razón Maarten Goossens en su respuesta a la solicitud de la SCA de observaciones sobre la misma, en que debe incluir espacios de opinión, debate y reflexión, y que el público pueda sugerir temas y conferencistas, en un programa incluyente y más plural que el comité que hoy la organiza, y no limitarse a presentar proyectos, elegidos subjetivamente hay que añadir.

Lamentablemente todavía es un evento con características de concurso,  “juzgado” por jurados que no se han puesto de acuerdo previamente en que es lo van premiar, y que, como dice Juan Luis Rodríguez (Torre de Babel, 04 /05/2010), juzgan edificios como proyectos y no tienen inconveniente en hacerlo sin conocerlos para verificar si están bien hechos, y que” explica” sus fallos con una jerga vaga, vacía y frívola. Cualquier preocupación argumentativa se cambia por frases retóricas para evadir el tema de considerar la especificidad de las obras, y disimular que lo juzgado, en lugar de edificios, son fotos, planos, intenciones y frases coquetas.

Rodríguez, invocando a Montesquieu (Autonomía sin vergüenza, Escala, 02/2009),  muestra que al contrario de lo que pasa en el Derecho, en que las decisiones de los jueces deben ser razonadas, convincentes y coherentes con la constitución vigente, en nuestras bienales de arquitectura el sistema es “autónomo” y el jurado falla sin atender a unos propósitos previos. En cada caso inventa criterios de valoración  para justificar en sus actas, retóricamente y a posteriori, cualquier decisión. Estos jueces de ocasión no argumentan y  sus juicios adquieren la monárquica fórmula de así es porque nosotros tenemos la autoridad para juzgar.

Como apunta Rodríguez, es urgente elaborar unas reglas de juego para las bienales mediante las cuales los participantes, el jurado y el público sepan de antemano a qué atenerse, y no tener que esperar a que los jueces de turno se inventen cada vez su propio sistema de valoración, y la invitación a participar debería estar acompañada de una legislación que defina unos criterios  para convocar y juzgar, y después para socializar y presentar los resultados al público mediante un lenguaje que permita una discusión mas amplia. Especialmente entre los ciudadanos, habría que agregar, a los que finalmente está dirigida la arquitectura.

En esta columna se ha propuesto repetidamente que las bienales deben ser una muestra razonada en las principales ciudades de toda la arquitectura que se hace en Colombia, para que críticos, arquitectos y público opinen, especialmente sobre cómo esos edificios mejoran las lugares en los que están. Aunque en esta última se lograron muchas mejoras, el hecho es que nos fascina tener, reina, virreina y princesas, y el negocio que eso significa. Como ahora en Medellín, donde aprovechando la Bienal Iberoamericana que a mala hora se realizó allá y no en la capital, nos quieren hacer creer que su reciente arquitectura “espectáculo” representa la del país.

Benjamin Barney Caldas, El País, Cali 13/05/2010

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Una reflexión sobre la próxima Bienal

Cuando surgió el debate en el ciberespacio acerca de los premios a la arquitectura mediática que ha venido siendo presentada como “la arquitectura colombiana”, quienes participamos en ese debate solicitamos a la presidencia anterior de la SCA que nos permitiera tener para la discusión, no sólo el espacio virtual de la Sociedad sino también el físico, entendiendo que  a la Sociedad como el lugar natural donde se propicien y acojan los  debates y discusiones sobre el oficio de la arquitectura, y donde tenemos cabida todos los arquitectos colombianos, independientemente  de su ideología.

Numerosas veces solicitamos al expresidente Ricardo Navarrete la inclusión del debate en la pasada Bienal, con la participación  de todas las partes involucradas en la discusión. Navarrete nos dijo, también varias veces, que así lo haría, pero con sorpresa descubrimos que no solamente no lo hizo, evitando la inclusión de quienes tuvimos en el debate una posición contraria a quienes se califican como la vanguardia, sino que optó por tomar posición dentro de la discusión, al  invitar como conferencistas y panelistas a la SCA, a los mas conocidos representantes de la vanguardia mediática .

Luego, quienes participamos en el debate con un pensamiento diferente a los mediáticos,  vimos  repetirse la situación en el pasado Congreso: Nuevamente fuimos excluidos, mientras se invitaba a las mismas personalidades que se otorgan no sólo el titulo de vanguardia, sino de representantes de la arquitectura colombiana y portadores de la bandera de la nueva identidad nacional, ésta sí contemporánea.

También  ha sido clara la preferencia en la elección de las mismas personalidades como jurados de concursos,  lo cual ha resultado en la elección de una mayor cantidad de proyectos de tendencia mediática en los concursos organizados por la SCA.

Vale la pena anotar que este alineamiento ideológico de la SCA, ha producido el desligamiento de cualquier tendencia crítica interna, (son contados con los dedos de la mano los analistas  locales participantes en estos dos eventos) para entregarse al halago de los críticos y teóricos extranjeros que conforman un club de mutuos elogios  amparados bajo la dogmática premisa de que el mundo está globalizado.

Si la SCA pretende  seguir teniendo la representación de la arquitectura nacional, es necesario que recoja en su seno a todas las tendencias  ideológicas, ya que la existencia de diferentes posturas y de debates que surgen de las mismas,  no solamente son sanos sino necesarios para el adecuado desarrollo de  la profesión en país.

He expresado en anteriores ocasiones mi preocupación por la composición de jurados para concursos, aspecto que bajo el argumento de democratizar las elecciones, se ha convertido en botín de reparto a estamentos de la Sociedad.

El jurado de una Bienal debe tener las calidades que le permitan discernir sobre el mérito de las obras que participan. Por esta simple razón, en otros lugares generalmente son conformados por personalidades de la crítica, la academia y profesionales reconocidos por  su ejercicio profesional.

En el caso de la Bienal colombiana, el cuerpo de jurados de las últimas Bienales ha sido compuesto mayoritariamente por estamentos de la SCA: presidentes de seccionales, expresidentes nacionales, miembros de entidades oficiales como el Consejo profesional.  Tratándose de un evento como la  selección de la arquitectura representativa del país, no son estas las personas idóneas para un ejercicio de discusión que requiere un cierto nivel conceptual que, sin querer demeritar de su capacidad profesional  y de dirigencia gremial, no depende de la capacidad administrativa sino de la capacidad teórica que depende del estudio y la investigación, o de la capacidad técnica que depende de una práctica constante

Considero que  la Bienal no puede seguir siendo, cual reinado de belleza, un evento de proclamación de proyectos ganadores y de conferencistas invitados a promover su propia imagen o un tipo de imagen preseleccionado por la SCA sino nuevamente, el lugar natural donde se propicien y acojan los  debates y discusiones sobre el oficio de la arquitectura. La Bienal debería ser la gran oportunidad de construir un espacio para el análisis y la discusión de el estado de la arquitectura nacional; debería ser un foro amplio y democrático donde arquitectos con diferentes ideologías podamos reflexionar y construir el futuro de nuestra profesión.

En mi caso personal, el haber expresado anteriormente mi ideas con respecto a la organización de los jurados, en vez de entenderse como la crítica constructiva de un miembro activo, generó una moción de expulsión de la SCA, amén de calificativos como “el enemigo de la Sociedad”. Por medio de esta nuevo llamado, espero no ser castigado nuevamente. En cambio, y espero no sea ingenuamente, que los organizadores de la próxima Bienal tengan a bien esta reflexión.

Guillermo Fischer

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