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Giros lingüísticos para el Colón

Enero 22 de 2014

Justo en la última semana del 2013 tuvimos una novedad patrimonial importante: la Delegada para Asuntos Civiles de la Procuraduría convocó a una reunión con representantes del Ministerio de Cultura, el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural y la Universidad Nacional. La invitación tenía dos temas: el Teatro Colón y el Parque de la Independencia. El tiempo sólo alcanzó para uno, así que mientras se abre el espacio para el otro, resumo los intentos del Ministerio para ocultar los enredos del Teatro.

1. Ampliar el Colón. El Ministerio presenta con orgullo su proyecto de “ampliación” del Colón para lograr una sede para la Sinfónica de Colombia y un centro de producción teatral autosostenible. La “ampliación” no pasa de un nominalismo publicitario porque el edificio que se construirá es nuevo de punta a punta y porque espacialmente no tiene relación alguna con el teatro original. Una ampliación sería la extensión de uno o varios espacios como el vestíbulo, la platea o los palcos. O de los camerinos, la cafetería o los vestuarios. La obra proyectada, y que fue motivo de un concurso internacional, es simplemente un edificio anexo presentado incorrectamente como una ampliación.

2. Modernizar el escenario. Una modernización sería lo que ya se hizo con los palcos al quitarles el papel de colgadura o con la platea al redistribuir y cambiar la silletería. Pero con el escenario no vamos a ver ninguna modernización sino una demolición total de lo que había para hacer algo tan nuevo como el edificio motivo del concurso: un escenario y una tramoya nuevos desde los cimientos. Para matizar el hecho de haber destruido la caja escénica original y para demostrar que la novedad era indispensable, la argumentación se ampara en la supuesta voluntad del finado Pietro Cantini, quien “siempre consideró que el lote era demasiado pequeño”. Es probable que Cantini también se haya quejado porque no le dieron un lote en la Plaza de Bolívar o una manzana entera para hacer un edificio exento, como en Milán o Buenos Aires. Pero le dieron lo que le dieron y el teatro quedó como quedó. Según algunos expertos locales en música y teatro, la caja escénica podría haberse quedado como estaba por otros cien años. Y para los que vemos el teatro como una pieza arquitectónica, debió haberse quedado así por doscientos: intervenido y mejorado hasta donde lo permiten los principios de conservación patrimonial que buscan respetar la integralidad de ciertos edificios. El escenario bien pudo haberse «ampliado» y «modernizado», sin necesidad de haber evaporado la pieza original.

3. Respetar el Stella. La tercera de las inversiones de significado dice que el nuevo edificio le hará “la venia” al Edificio Stella, un edificio de la década de 1940 que también está protegido patrimonialmente. El truco está en aprovechar la condición “patrimonial” del Stella para desviar la atención que presenta la desmesura del edificio vecino al Stella, el de la Universidad Autónoma de Colombia –que no es patrimonial y que además tiene un añadido irreglamentario– para tomarlo como referencia de “empate”. Es curioso cómo para el Ministerio, algunas “casuchas” de la vecindad no merecen concesión alguna y demolerlas es un deber patriótico, mientras el edificio de la Autónoma merece todos sus respetos. Se trata de un edificio que bien podría desaparecer o por lo menos quedar rebajado en tres pisos de altura. Sin embargo, no se menciona la Autónoma sino el Stella porque el exbrupto de la Autónoma sirve para desviar la atención de otros dos exabruptos: la demolición secreta de la caja escénica y la acomodación a la fuerza de un programa de nuevos usos que sencillamente no cabe en el lote.

4. Un centro de producción teatral autosostenible. Dejando de lado la inaudita desaparición de los elementos patrimoniales producidos por la destrucción de la caja escénica, saltan a la vista la sostenibilidad económica de la obra y la supuesta planeación estratégica que fundamentó la audaz decisión de demoler el escenario tradicional para construir uno altamente sofisticado y varias veces más grande. A través de Arcadia nos han informado que la idea es hacer del Colón un gran teatro de producción propia y autosostenible, dotado con una nueva escena del tamaño y características del Teatro alla Scala de Milán (año 2002, arquitecto Mario Botta). Dicen los comunicados que el Colón pasará de ser un teatro que se alquila a diferentes empresarios que promueven sus propios eventos, a una empresa que autogenera sus propias producciones. En otras palabras, que la amortización entre los costos de producción de un evento y la venta de boletas correrán por cuenta del teatro. Si consideramos que el aforo del Colón es de 900 sillas, contra las 2.800 que tiene la Scala, habría que vender la boletería al triple del precio o triplicar el número de funciones. Pero quedémonos con un ejemplo local: el de la “La Octava Sinfonía de Mahler” interpretada por cerca de 400 músicos en escena en octubre de 2011 en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán. Esta magnífica presentación ilustra la dificultad de emular un gran teatro: se trató de una súper producción en la que el equilibrio entre las 1.745 sillas de aforo y el costo del evento –con la ayuda del Estado y algunos patrocinios– se logró en una sola función. A esta limitación habría que añadir la dificultad de enfrentar los inconvenientes para ubicar toda la orquesta, proporcionados por la relativa estrechez de los 14 metros de la boca del Jorge Eliécer, comparados con los inalterables 10 metros de boca del Colón. Parecemos estar frente a una exacerbación parroquial cuyo fundamento descansa en los consejos de unos asesores dexcontextualizados, pero expertos en acústica.

5. Polémicas y grandes cambios. Hablando de desinformar y tergiversar las cosas, las “polémicas” no son como informa Arcadia por “sobrecosto y demoras en la entrega” sino por detrimento patrimonial cultural. Y “el gran cambio” tampoco es como lo minimiza Arcadia –»el reemplazo de la tradicional lámpara del Teatro”– sino la desaparición de la caja escénica.

Mientras siguen las pautas de opinión y mientras la Delegada para Asuntos Civiles de la Procuraduría se informa para decidir si se trata, o no, de la misma ligereza administrativa y del mismo tipo de maltrato patrimonial, el Ministerio no se detiene y nos informa en El Tiempo, una vez más, lo mismo que dice para cualquiera de sus intervenciones: que el proyecto es una maravilla y que todo lo que han hecho es como la Operación Jaque.

 

Juan Luis Rodríguez

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Cambios

Septiembre 9, 2013

Como insistió Rogelio Salmona, hacer arquitectura aquí es un acto político. En contra no apenas de la corrupción, el clientelismo y la violencia, con que los políticos se roban las ciudades en las narices de todos, lo que demanda el voto en blanco sistemático, sino en contra de la incultura de nuestra cultura. De la cultura arquitectónica y por ende de las ciudades, justamente el escenario de la cultura, como dijo Lewis Mumford.

Pero no solo tenemos poco tiempo para cambiar no apenas nuestras instituciones gremiales, como lo la SCA,  la ACFA  y el CPA, sino y en primer lugar las escuelas de arquitectura, ahora sumidas en buscar una acreditación que poco acredita, diversificándolas, traspasando los limites de la experiencia pasada desde que se crearon: abriéndolas de nuevo bien, como propuso Germán Téllez hace años.

Escuelas que de nuevo tengan “maestros”, arquitectos reconocidos que practican el oficio, y no apenas con estudios de posgrado (de los que antes carecían casi todos). Que haya talleres verticales con cada uno, se visiten y estudien con el Neufert paradigmas locales y se hagan viajes de estudio en el país y el exterior. Que cuenten con bibliotecas idóneas, laboratorios de clima, estructuras y construcción, y talleres de maquetas.

En ellas, además de mejores arquitectos, habría que educar urbanistas, diseñadores, constructores,  historiadores, críticos y enseñar arquitectura como cultura general, que tanta falta para que trascienda su costoso espectáculo actual, pues sin buenos clientes no hay buenos edificios. Lo demuestra que casi no hay templos feos pues los dioses son los mejores clientes: son ricos, esplendidos y no molestan con nimiedades.

Profesionales que entiendan que lo mas importante de los edificios que es que completen calles de ciudades que ya existen y que siempre son viejas, componiendo, que no diseñando, como insistía Salmona, edificios construibles con economía y habitables con significado, emoción y confort, incrementado la calidad de vida de sus usuarios, y de los ciudadanos, que no pueden evitar su presencia en las ciudades.

Procurando que la gente trascienda su existencia mejorándola con ciudades emocionantes pero funcionales, y alargándola con edificios sanos, seguros y confortables. Traspasando los límites de su experiencia cotidiana mientras los recorren y habitan. Arquitectura ya no para dioses y reyes por la gracia de dios, y sus tumbas, sino para que hombres y mujeres corrientes sean los ciudadanos plenos de cualquier ciudad, villa o lugar.

Ciudades que son el escenario de su cultura, que ahora es de la vida y no apenas de la muerte o de lo que no existe, a lo que se consagró hasta hace poco el maravilloso Ars Sacra de occidente, pero que ya es todo el mundo. Ciudades que ayuden a salvar la naturaleza que siete mil millones de personas insisten en destruir colectivamente, sin trascender, mientras tratan de sobrevivir individualmente como si eso fuera posible.

Uruk fue hace seis milenios la primera, mayor y mas esplendida ciudad de Mesopotamia, influenciando todo el Oriente Próximo a través de la primera red de colonias de la historia. Allí se inicio la gran arquitectura con los Zigurats. Pero ahora en lugar de que cada ciudad sea una obra de arte levantada poco a poco en el tiempo y el espacio,  se cayó en la obsolescencia programada del edificio de penúltima moda.

Benjamin Barney Caldas

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Arquitectura sin columnas

Junio 21, 2013

 

Cuando el hombre dejó de ser cazador y se convirtió en agricultor, pasó de  nómada a sedentario. Entonces se construyó su primera vivienda permanente, y en ese momento nació la arquitectura. Con el tiempo la arquitectura fue considerada un arte mayor  – algunos aseguran que es una técnica – , utilitaria e imprescindible. Se puede vivir sin música, literatura, artes escénicas y artes visuales pero no se puede vivir sin un techo.

 

Se dice que toda mujer lleva un niño en el pecho y el periodista y humorista Klim agregaba que además lleva un arquitecto. De ahí la forma del pecho. Los arquitectos estamos conscientes de cómo emerge el arquitecto cuando la mujer se convierte en cliente. Y cuando el cliente es un hombre, con frecuencia nos confiesa que él siempre quiso ser  arquitecto, y automáticamente empieza a ejercer. Y como encontramos la arquitectura en todas nuestras actividades – dormir, estudiar, trabajar, recrearse -, estamos condenados a convivir con ella, y por eso hay mucha gente que se interesa en nuestra disciplina y quiere saber que está sucediendo en este campo.

 

Podríamos preguntarnos: ¿dónde encuentran la mujer con el arquitecto en el pecho, el arquitecto frustrado y el ciudadano interesado una columna regular y permanente sobre temas de arquitectura? Y podríamos respondernos: pues en los diarios y semanarios de mayor circulación.

 

Pues no. Ni EL TIEMPO, ni EL ESPECTADOR, ni la revista SEMANA, tienen una columna permanente. El PAIS de Cali es una excepción. Entonces – pensamos – con seguridad la encuentran en las revistas culturales.

 

Pues también no. LECTURAS de El tiempo nunca la ha tenido, y ARCADIA  y EL MALPENSANTE la tuvieron y la cancelaron. Todas publican columnas, artículos y reseñas sobre literatura, arte, música y cine. Pero nada de arquitectura. Tal vez – suponemos optimistas – escriben al menos noticias o reseñas sueltas sobre el tema.

 

Pues tampoco. En la última entrega de las tres revistas no aparece la palabra arquitectura. Finalmente – preguntamos pesimistas – ¿será que consideran que la arquitectura no es una expresión  cultural? ¿O que no es un tema “rentable”? ¿O que el tema no les interesa a los directores? ¿O a los lectores? ¿O a nadie?

 

El balón está en la cancha de los medios escritos. Sus directores tienen la palabra.

 

Willy Drews

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