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Las ardillas muertas

 

Ni en cojera de perro, ni en lágrimas de mujer, hay que creer.

Refrán popular

 

 

Un ritual de mis vacaciones en Costa Rica es visitar las últimas obras de arquitectura. Y lo usual es empezar por un paseo a pie por el condominio Loma Real. En esta ocasión el cortejo lo completaban dos hominidos (esposa y nieta) y dos canidos (Mota y Toby). El recorrido comienza en una rotonda rodeada de muros, con figuras de una lagartija y una salamandra en cerámica que anuncian conjuntos que llevan su nombre. Continúa por una calle recta flanqueada por árboles que la hacen sombreada y agradable al peatón, atraviesa un pequeño bosque y deja a la izquierda un parque con juegos de niños (que los ticos llaman “el play”).

 

Fue pasando el bosquecito que encontramos la ardilla muerta. Estaba al borde de la vía y tenía el cuerpo rígido, la espalda color marrón, la barriga blanca, la cola café y amarilla, los ojos abiertos y una boca que dejaba entrever dos dientes prominentes que en vida sirvieron para abrir nueces. No me pareció digno de una ardilla terminar su vida en las fauces de un perro, y decidí subir el cadáver a una rama fuera del alcance de dos bocas que ya se saboreaban. Tan pronto la puse sobre el árbol, la muerta dio un salto de esos que solo las ardillas vivas saben dar, y emprendió veloz carrera por el bosque seguida de cerca por Mota que, como la perrilla del poema de Marroquín, no la pudo alcanzar. Entonces agregué a la cojera de perro y a las lágrimas de mujer, las ardillas muertas. Y continuamos nuestro camino hacia la ladera donde se levanta orgullosa una de las últimas obras del barrio.

 

Se trata de una casa típica de la “arquitectura de imagen”, esa arquitectura superficial  que sacrifica funcionalidad, economía y adecuación al sitio, con tal de lograr una imagen atractiva que se parezca al “render” y garantice su publicación, un premio en un concurso o un reconocimiento en una bienal, y el consiguiente crecimiento del ego del autor y las arcas de los medios. La casa en mención está rodeada de un jardín donde la mano del hombre no ha sembrado nada vegetal diferente del “zacate” (prado). El único árbol ya existía en el lote. El salón mira desafiante al poniente y el cálido sol centroamericano atraviesa incontrolado la generosa fachada de vidrio. Es  fácil imaginar la ardiente temperatura dentro del acuario, o el gigantesco equipo de aire acondicionado y su consumo de energía que se considera un pecado mortal en los demás. No existe una pérgola amable con enredaderas o al menos un árbol frondoso que proteja el interior de los incómodos rayos solares. Ya no se usa el famoso “Brise Soleil” recomendado por Le Corbusier en los años cincuentas, cuando la protección del clima era un sentimiento natural y una práctica usual entre los arquitectos, sin que existiera el término “arquitectura bioclimática” ni se conociera su significado. Seguimos cacareando la ecología, la bioclimática y la sostenibilidad, y seguimos publicando y promocionando los proyectos que las ignoran, como ejemplos de buena arquitectura.

 

Veamos otro caso, esta vez en Colombia. En los principales medios escritos ha aparecido profusamente la propaganda engañosa de un proyecto que se construye en una playa del Caribe. Como para los expertos en mercadeo el español es una lengua muy pobre, toca recurrir a otros idiomas para ponerle nombres a los proyectos. Este se llama Two Towers. Aparece la imagen de un edificio en forma de barco, y debajo una información impactante: “Proyecto diseñado por la firma de arquitectos # 1 del mundo CHAPMAN TAYLOR”. Nadie me ha podido decir cómo ni cuándo se hizo el campeonato mundial de firmas de arquitectos, y que hizo Chapman Taylor para obtener semejante distinción. En todo caso no creo que haya sido por el proyecto en mención, con una fachada curva de vidrio – de moda – por los cuatro costados, como si el sol en el trópico fuera igual por los cuatro puntos cardinales, y un “adorno” inútil aparentemente en aluminio que le cuelga por la fachada. Arquitectura de imagen.

 

Desde que resolvimos olvidar la geografía no diferenciamos las características de llanos y montañas, bosques y desiertos, páramos y playas, y su influencia en la arquitectura. Y desdeñamos la historia, como si mirar analíticamente el pasado implicara un retroceso. Por eso nos hemos olvidado que las sombras de los aleros protegían a la vez a los peatones que recorrían las calles de nuestras ciudades coloniales y a las fachadas de las casas de la exposición solar; que los patios permitían una correcta iluminación y aireación de los espacios interiores; que los anchos muros de adobe aislaban las habitaciones del calor o el frio exterior; que el tamaño y diseño de las ventanas respondía a las necesidades de vista, asoleamiento y ventilación de los recintos; que el sol es un enemigo que se debe rechazar en los climas cálidos, y un amigo que se debe acoger con cariño en los climas fríos.

 

Hemos caído en un círculo vicioso, donde la calidad de la arquitectura está ausente: Las revistas de arquitectura de supermercado publican la arquitectura de imagen – de moda en el momento –  y propagandas engañosas. La gente compra las revistas, cree en las propagandas engañosas y pide la arquitectura de imagen; los arquitectos hacen esa arquitectura de imagen que la gente pide; las revistas publican  nuevamente la arquitectura de imagen que los arquitectos hacen, y vuelta a empezar. Con la esperanza de que algún día se reconozca la buena arquitectura, la respetuosa con el sitio, el entorno y el clima, la que considera las necesidades del usuario por encima de una imagen vendedora, completo el refrán popular y me siento a esperar el milagro.

 

Ni en cojera de perro, ni en ardillas muertas, ni en arquitectura de imagen, ni en propagandas engañosas, ni en lágrimas de mujer, hay que creer.

Refrán ampliado

 

 

WILLY DREWS

 

Casa en Costa Rica

Casa en Costa Rica

 

two towers

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