Sabana de Bogotá

Para URBANIZAR la van der Hammen

Por: Juan Luis Rodriguez

En: crítica - debates - mi ciudad -

Septiembre 8 – 2016

Urbanizar la reserva ambiental Thomas van der Hammen significa convertirla en un parque urbano de gran tamaño, PERO con sus bordes claramente definidos y sus áreas aledañas densamente pobladas, al modo de los bordes y las áreas aledañas del Central Park de Nueva York.

Hay parques urbanos enormes y paisajísticamente impresionantes PERO con una densidad y unos bordes «blandos». Por ejemplo, el Parque Casa de Campo en Madrid, el Bosque de Chapultepec en México D.F., el Parque Metropolitano en Santiago de Chile y el Parque Fénix en Dublín, todos con más de 700 hectáreas, son «blandos». Si les compara con las 320 hectáreas y los bordes claramente definidos y densamente poblados del parque neoyorkino.

Ante referentes como estos, Bogotá tendría la oportunidad de pertenecer a un selecto grupo con una reserva-parque-urbano de casi 1400 hectáreas. Para lograrlo, habría que poner en marcha algunos cambios administrativos, culturales e intelectuales.

Redefinir la Zona Norte

Cualquiera que se movilice por la Autopista Norte, rumbo a Chía, cuando pasa el Portal de la 170 empieza a percibir lo que es la zona norte de Bogotá: un territorio todavía abierto que va, más o menos, desde la calle 193 hasta La Caro, con los cerros orientales por un costado y «la sabana» por el otro. Este conocimiento geográfico-territorial es compartido por muchos como una experiencia.

Localidades

Otro es el conocimiento de la zona que tienen los propietarios de predios, y quienes por diferentes motivos tenemos que saber «qué pasa ahí». El conocimiento consiste en saber que a uno y otro lado de la Autopista están las localidades de Suba (11) y Usaquén (1); y que una vez pasada la calle 245, se sale de Bogotá y se entra al municipio de Chía, así uno todavía se sienta en Bogotá.

Un grupo menor de ciudadanos relacionado con la planeación urbana sabe que el norte lo constituyen las tres zonas independientes indicadas en este plano zonal: la Unidad de Planeación Rural −UPR−, la reserva CAR, más conocida por su alias como la reserva van der Hammen, y la zona del Plan de Ordenamiento Zonal del Norte −POZ−.
Zonas
Como unidades de planeación, estas tres zonas debieron quedar reglamentadas por el primer Plan de Ordenamiento Territorial –POT− aprobado en el año 2000. Infortunadamente, la aprobación del POT-2000 excluyó el tratamiento específico de las tres áreas, lo cual convirtió la totalidad de la zona norte en una mancha negra que bloqueó el desarrollo de la zona. El bloqueo, a su vez, propició el desarrollo de Chía, Cajicá y La Calera como «partes» de la ciudad, «por fuera» de la ciudad. El infortunio sucedió porque al alcalde Enrique Peñalosa le pareció que si no podía hacer en la zona lo que él tenía en mente, pues no se haría nada. Y efectivamente, no se ha hecho nada.

Hoy, dieciséis años después, el mismo alcalde está de regreso y promoviendo un proyecto de 1800 hectáreas para la zona POZ, llamado Lagos de Torca. Una de las estrategias para vender Lagos de Torca ha sido suponer que la van der Hammen no existe, limitándose a presentar Lagos de Torca como una maravilla ecológica en sí misma, y desconociendo que la CAR, el Ministerio del Medio Ambiente y, en general, todo el que sabe algo de biología, definieron la van der Hammen como un patrimonio ambiental.

Como primera conclusión, la zona norte tendría que ser un territorio integrado de aproximadamente 5000 hectáreas, de las cuales 1368 serían un parque urbano. Pasado este primer acuerdo, habría que:

Suspender el proyecto Lagos de Torca

El plano que muestra las tres zonas que conforman la zona norte no lo presenta la alcaldía. Si lo hiciera, demostraría que la vecindad de Lagos de Torca con la van der Hammen es una oportunidad malgastada. El plano demuestra lo contrario: que la administración actúa estratégicamente y que su objetivo es aprobar un decreto que le permita al alcalde continuar con la idea que le quedó truncada hace dieciséis años.

Lagos de Torca propone todo lo que manda el manual: vivienda densa, ciclorrutas, mezcla de usos, mezcla de estratos, corredores verdes, parques para grandes y chicos, transporte intermodal, ecología a mares, vivienda con compromiso social, TransMilenio, recuperación del humedal Torca-Guaymaral, elevación de la Autopista Norte en un tramo de 400 metros, distribución de cargas y beneficios, y mucho más. Todo esto lo corroboré en un evento oficial de “socialización” del proyecto, el pasado sábado 27 de agosto en la Escuela Colombiana de Ingeniería.

Ámbito de aplicación

Asistí al evento con la doble curiosidad de saber qué pasaría con el metro en esta parte de la ciudad y cómo sería la relación de la zona POZ con la van der Hammen (zona CAR). La presentación hizo evidente que no hay ni habrá metro, también que la estrategia está montada y que la reserva es un objetivo militar. La evidencia más directa salta a la vista en la primera diapositiva de la presentación “ámbito de aplicación”, que presenta la zona UPR como límite occidental de Lagos de Torca. Sería prudente suponer que se trata de una equivocación, remediable con un poco de buena voluntad. Pero es más probable acertar si se apuesta a que la administración está actuando de mala fe. Para remediar esta incorrección y conservar la reserva, el Decreto POZ-Lagos de Torca tendría que ser votado negativamente en el Concejo de Bogotá. Además, habría que:

Cambiar de fines

A pesar de la adversidad, todavía estamos a tiempo para aceptar que la conservación patrimonial hace parte de cualquier proceso de urbanización. De ser así, el paso a seguir con la zona norte no debería ser cómo cambiar la norma para construir más, sino cómo hacer posible la conservación. Tendríamos entonces que reformular el objetivo inicial de cómo comprar la reserva a cómo gestionarla y financiarla. Y si además aceptamos que hacer negocios también es parte de «urbanizar», tendríamos que considerar la situación hipotética de un propietario cualquiera, para el cual debería ser más rentable tener un lote de 2 o 3 mil metros cuadrados “frente a” la van der Hammen, que uno de 2 o 3 hectáreas en cualquier otra parte de la Sabana de Bogotá.

De modo que después de reconfigurar la zona norte, de archivar el proyecto Lagos de Torca, y de reformular los objetivos del proceso de urbanización, el paso a seguir sería aceptar que comprar o expropiar 1368 hectáreas no tiene futuro. En parte porque no hay con qué pagarlas, en parte porque la plata del Estado se debería invertir en obras de infraestructura, y en parte porque existen «mecanismos urbanísticos» más adecuadas para urbanizar y valorizar el suelo.

Cambiar de medios

Por ejemplo: el sistema de Bonos de progreso que se utilizó para la Carrera Décima, o la Transferencia de derechos de construcción que se utiliza en Canadá y en Europa (y que contempla la Ley 388 de 1997), o la redistribución de suelo o Reajuste de tierras, conocido por su efectividad en Japón (y también contemplado en la Ley 388). O una combinación de todos.

Las denominaciones son evidentes por sí mismas: los Bonos son papeles negociables que su propietario puede guardar en parte y redimir en parte, según su grado de ambición o necesidad; la Transferencia significa que el propietario deja de hacer algo en una parte del terreno a cambio de hacerlo en otra; y el Reajuste es algo que permite a un propietario que tiene, por ejemplo, el 3.45% inicial de 5 mil hectáreas, después de restar lo necesario (vías, reserva, rondas de río, lotes para edificios públicos y demás) queda con el 3.45% del área urbanizada para construcción, en forma de lotes, alrededor de lo que sería un paraíso ambiental. Así, para conservar la reserva, los mecanismos de gestión tendrían que estar más a tono con la planeación contemporánea. Además, habría que:

Cambiar de ideales

Para conservar la reserva ecológica que el alcalde intenta evaporar, habría que hacer dos ajustes a la «tradición»:
– Sustituir las ideas de perímetro urbano y norte de la ciudad, definidos en 1954, por una nueva forma de ver para la cual la reserva sería la Plaza de Bolívar de la Sabana de Bogotá.
– Sustituir la imagen suburbana representada en la casita individual en medio de la naturaleza, por un ideal de urbano inspirado en el borde amurallado del Central Park de Nueva York. Adaptado, por supuesto, a la realidad local del enorme y valioso patrimonio ambiental, alias van der Hammen.

Central Park

…lo que estoy proponiendo es la conservación de 1.400 hectáreas de la Sabana de Bogotá, bordeadas en dos costados por una muralla de edificios de 20, 30 y hasta 40 pisos de altura. No en todos los costados porque la condición de lugar permite –o exige– que dos de estos sean los cerros orientales y el cerro de la Conejera. Para los que consideren que esto es delirante, les respondo que el delirio está en el absurdo de la urbanización suburbana y la baja densidad. Y de paso, que si queremos evitar que el próximo Peñalosa llegue a “urbanizar” lo que será el perímetro urbano de Bogotá dentro de 50 años, deberíamos definir con la debida anticipación las próximas 2 mil, 3 mil o 6 mil hectáreas de patrimonio ambiental.

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