Créditos

Por: Benjamin Barney-Caldas

En: opinión -

Diciembre 1 – 2012

Casi nunca se menciona al arquitecto en los diferentes proyectos de vivienda o comercio que se venden en Colombia, y en los artículos de prensa solo se habla de ellos cuando se trata de un arquitecto de moda. “Si existe la obligación de dar créditos a un artículo, una fotografía, un cuadro o escultura, o al autor de una canción, ¿cuál es la razón para desconocer la autoría de los proyectos de arquitectura?” se pregunta el arquitecto Carlos Morales, y concluye “que todo edificio publicado debería tener una referencia al diseñador (para bien o para mal)”. Es más, todo edificio debería tener obligatoriamente una pequeña placa, como los carros, diciendo quiénes fueron su arquitecto y su constructor, la curaduría urbana que dio el permiso, y quién es su propietario, pues la disculpa recurrente de los funcionarios que deben notificar la multa correspondiente por desacato a la normativa, es que desconocen el nombre y el paradero del propietario. Se hace en otras partes y aquí hasta hace menos de un siglo se ponían en la fachada al menos el año y el nombre de los principales edificios.

No nombrar a los arquitectos es como si clientes y autoridades competentes no le dieran importancia a la responsabilidad intelectual de la práctica de un oficio con mayores consecuencias que muchos otros, en los que siempre se conocen los responsables, como abogados, médicos o banqueros. Al fin y al cabo los arquitectos son responsables, como mínimo, de que los edificios se puedan iluminar y climatizar sin un excesivo consumo de energía, hoy costosa y principal causante de los gases de efecto invernadero que llevan al cambio climático; de que sean construibles económicamente, seguros, funcionales, confortables y emocionantes; de que acaten las normas; y de que cuando estén en las ciudades (como ahora casi siempre) respeten las edificaciones y espacios preexistentes y las complementen. Su profesión afecta notoriamente a las ciudades y por lo tanto a todos. O será que sencillamente evaden su responsabilidad profesional, pues nunca protestan porque no se les dé el crédito correspondiente, y la Sociedad Colombiana de Arquitectos, a la que ni siquiera mencionan los que son socios, poco ha hecho en este sentido.

Crédito es la reputación, fama o autoridad, pero también la relación de los que han intervenido en la realización de una película o programa de televisión, y por extensión, de los que han participado en el diseño, aprobación y construcción de un edificio. Y de otro lado, autor es la persona que inventa algo o que ha hecho alguna obra científica, literaria o artística, lo que si les interesa a las “estrellas” que pagan artículos en periódicos y revistas para que los mencionen, cuando no números enteros dedicados acríticamente a su obra, como cualquier multinacional fabricante de vidrios. Pero lo que evidentemente es toda una falta de ética profesional es que no se mencione que se trata de autopromoción pagada. Revistas que son las que ven, que no leen, los estudiantes de arquitectura, aupados por no pocos profesores, para buscar en ellas los “referentes” de sus proyectos, sus modelos de moda, en lugar de encontrar referencias que permitan una comparación de la que sí se pueda aprender, pero tal parece que les preocupa más la novedad que lo pertinente, la fama que la ética profesional.

Benjamin Barney Caldas

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5 pensamientos en “Créditos

  1. Francisco Pardo Téllez

    En viejas casas de Teusaquillo y La Soledad en Bogotá se conservan buenos ejemplos de esas improntas en un tamaño discreto, que como los logos de los equipos electrónicos o de los automóviles son referencia de la calidad del producto.

    Otra cosa, esta vez de mal gusto son las «Placas» en edificios públicos donde se menciona al Presidente e la República, al Gobernador, al Alcalde, a los Senadores y Representantes, a los Ministros y/o Secretarios, Personeros, Contralores, etc. durante cuyo periodo tuvo lugar la concepción, desarrollo de la idea (planos) y luego su construcción; muchos de los cuales jamás supieron del inmueble si no hasta su inauguración, donde por lo general el bronce o la piedra no alcanzan para mencionar al Arquitecto Proyectista y al Constructor Responsable.

    La industria del cine es una buena referencia de dar los debidos créditos a todos los que intervinieron, no son solo los actores y el director, son los camarógrafos, sonidistas, músicos, efectos especiales, carpinteros, electricistas, transportadores, maquillistas, peluqueros, etc. hasta los mensajeros y asistentes; se les hace referencia junto con equipos, lentes, película, etc. y sin olvidar locación; a veces es bueno para dejarse desacalorar y evitar los empujones a la salida del cine quedarse en la butaca y leer los créditos.

  2. Ricardo Daza

    Créditos: El autor es otro

    Pero hay un motivo más profundo para que no se den «Créditos». Sencillamente porque hoy en día el autor de la obra es otro:

    «En los cinco puntos de la más nueva arquitectura», Josep Quetglas señala:

    «La iniciativa del proyecto no es del propio arquitecto. El arquitecto y su obra aparecen tras una decisión política, y adopta la figura de un técnico parcial, personal contratado que resuelve un encargo, ya establecido en sus elementos de programa e imagen. El autor es otro.

    Eso puede parecernos, en estos tiempos, sensato y natural, pero es estrictamente lo contrario al modo de proceder que caracterizó a la arquitectura moderna, de manos de un Wright o un Le Corbusier, que precedían al mercado, que abrían a los usos posibilidades inesperadas, que se encargaban a sí mismos el proyecto para producir, como resultado, no sólo la arquitectura, sino al mismo cliente capaz de comprender, necesitar y encargar aquel proyecto.

    En la arquitectura del espectáculo se modifica la atribución de autoría de la obra. <> es ahora quien fija el modelo al que debe responder la obra, determina la imagen, escoge al proyectista…»

    Lo cual refleja el papel que tiene hoy en día el arquitecto: simple marioneta de las fuerzas del mercado.

  3. Benjamin Barney

    Antes los modelos eran reconocidos y explícitos, unos cuantos paradigmas, y los resultados usualmente diferentes, acordes con sus desiguales circunstancias de clima, paisaje y tradiciones. Ahora son casi idénticos a sus modelos, los que se tratan de ocultar para que se crea que las copias son originales. El hallazgo de las “olas” del Museo Drents, de Erick van Egeraat, por ejemplo, lleva a que alguien se pregunte si es un posible «referente» o mas vale un «referido» de las “olas” del Parque del Bicentenario en Bogotá, de Giancarlo Mazzanti, que dejaron bajo el “agua” al MamBo.

    El concurso internacional que ganó van Egeraat para la nueva entrada y ampliación de dicho museo, en Assen, Holanda, es de principios de 2008, y se completó en 2011, pero hay que reconocer que Mazzanti lleva un tiempo dándole al mismo tema, como en “sus” olas de los estadios de los juegos Suramericanos de Medellín, de 2010. También es probable que tanto Mazzanti como van Egeraat y los arquitectos Kahle, Oíza y Arauzo, autores de las “olas” del Edificio Polivalente de Servicios de Hostelería en la Ciudad de la Innovación, en Navarra, España, también de 2008, se inspiraran en otro proyecto anterior que aun desconocemos.

    Si la arquitectura no es una profesión ética. ¿Entonces que es? Es nada, dicen que ha dicho Daniel Liebeskind. En conclusión, el asunto de los créditos en arquitectura debería comenzar por reconocer sus modelos, y, como los músicos y pintores, hablar de “variaciones” sobre un tema. Pero si la memoria es la inteligencia de los tontos, como supuestamente dijo Einstein, ahora que ha sido sustituida por el Intenert ¿será que ya llegó el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad y el mundo solo tenga una generación de idiotas, como él lo predijo? Pero por supuesto no ellos, los vivos que se copian unos a otros, sino los que los aplauden y premian, y especialmente los que callan.

  4. Benjamin Barney Autor

    Para Oscar Niemeyer la arquitectura era “una cuestión de sueños y fantasías, de curvas generosas y de espacios amplios y abiertos,” y su preocupación fue siempre “hacer una cosa diferente que provoque sorpresa.”

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