Archivo del Autor: Ramon Gutierrez

Cuando Goliat premió a David, o David se premió a sí mismo

Oct 7,  2012

En una curiosa Bienal Internacional de Arquitectura donde la gran mayoría de los pabellones no mostraban contenidos de arquitectura y conformaban “instalaciones” más propias de una Feria de Arte, las autoridades decidieron premiar justamente la falta de una participación protagónica de la arquitectura.

 

El 29 de agosto el Jurado de la Bienal de Venecia otorgó el Primer Premio “El León de Oro” a la reconstrucción de un Bar venezolano que hipotéticamente estaba en la azotea de la Torre David de Caracas un edificio inconcluso invadido por okupas. El Bar era la instalación de un Pabellón del conjunto auspiciado por el curador Mr. David Chipperfield y formado por el llamado Urban-Think Thank integrado por Justin McGuirk de Londres, Alfredo Brillembourg y Hubert Klumpner, junto al fotógrafo holandés Iwan Baan. El proyecto de la torre David inconclusa fue del arquitecto Enrique José Gómez y del constructor David Brillembourg (primo del premiado) con oficinas en Nueva York y Zurich. El Bar, denominado “Gran Horizonte” era considerado como un “pop-up” punto de encuentro informal en la Bienal[1].

 

Cabe aclarar que este stand, ubicado en la zona del Arsenal, no representaba oficialmente a Venezuela, cuyo Pabellón, realizado por Carlo Scarpa hace más de medio siglo en la zona de los jardines, tenía una Exposición denominada “Ciudad Socializante vs. Ciudad Alienante” con un catálogo con textos de Juan Pedro Posani y el Ministro de Vivienda Ricardo Molina acompañado por pinturas de Domenico Silvestre y un audiovisual con los testimonios de María Sojo. Esta era la versión oficial del Gobierno de Hugo Chávez en la Bienal. Las personas que atendían este Pabellón nacional desconocían la existencia del Bar de arepas y parrillada que complementaba el imaginario latinoamericano que Mr. Chipperfield y sus amigos habían montado.

 

El rascacielos inconcluso Torre de David tiene 45 pisos con 190 metros de altura y residen allí cerca de 3000 personas que ocuparon el espacio dentro de las políticas fomentadas por las carencias de vivienda. Carencias estas determinadas por el proceso de urbanización, la pobreza, los avatares de las inundaciones y derrumbes que asolaron la ciudad de Caracas en los últimos años. La reorganización de los modos de vida, la decoración de los ambientes que recoge el fotógrafo y los nuevos hábitos de esta “arquitectura sin arquitectos” es lo que ha terminado siendo curiosamente premiado por una Bienal de Arquitectura.

 

Aunque pueda parecer “políticamente correcto” este rescate de una respuesta ante la crisis de vivienda del continente, lo que se está premiando aquí no era realmente la solución del problema sino una iniciativa de emergencia que termina convirtiéndose en un camino, prestigiado por este Premio, para resolver sin compromiso del Estado ni de la sociedad, mediante la invasión y la ocupación, unas formas de supervivencia carentes de los adecuados servicios y las condiciones mínimas de habitabilidad.

 

“La Torre de David testimonia el fracaso del neoliberalismo y la capacidad de sobreponerse a las situaciones de los más pobres y marginados de la sociedad, de modo que también representa una oportunidad de reconsiderar cómo se crean las comunidades urbanas”, explican los autores del proyecto[2]. Se omite según opina el Diario El Universal de Caracas que la llamada Torre de David “no es precisamente una construcción “abandonada” u “ocupada” -como la llama Brillembourg- sino “invadida”. O que el edificio se ha convertido en una estructura infranqueable hasta para las autoridades policiales”[3]. La Torre, que pasó a manos del estado luego de la crisis económica de 1994 debió haber sido reciclada o terminada para dar solución adecuada a las carencias de vivienda, pero, como señalaba Juan José Pérez Rancel en 2011 con aquella ocupación del edificio, comenzada en el 2007, “la promiscuidad cobró venganza y se instaló en las alturas, para alumbrar como un faro a la ciudad, proclamando el fracaso del populismo, de los falsos redentores, de la planificación, de la modernidad. El triunfo de la modernidad inconclusa sobre la posmodernidad prematura”[4].

 

El Colegio de Arquitectos de Venezuela consideró el Premio como una acción política otorgada a un “sofisticado happening para europeos ociosos” donde el Jurado, integrado por cuatro arquitectos europeos y uno estadounidense hablan de “nueva comunidad”, “nueva identidad” y de un “modelo inspirador” que sin dudas está premiando más a los habitantes que a los arquitectos[5]. Inspirados en la “Civilización del espectáculo” que predominaba claramente en los Pabellones de la Bienal, esta decadente premiación de Goliat al pobre David es claramente una burla que testimonia la caricatura que ciertos sectores de la intelectualidad arquitectónica adjudican a nuestra realidad americana.

 

Esta realidad de postergadas respuestas de calidad hoy celebradas de esta forma insultante requiere entender, como dice claramente Anaxtu Zabalbeascoa, que “no se trata de censurar la intervención ciudadana. Al contrario, se trata de evitar convertirla en una moda que acabe con ella”[6]. En el mismo sentido el arquitecto venezolano Henry Vicente reflexionaba aludiendo a esta admiración por el supuesto éxito de las ocupaciones en momentos en que Europa se sacude en sus propias crisis, parece “que estamos negociando con espejitos al revés, ahora somos nosotros los que los vendemos”[7]. La presencia del Pabellón fue acompañada por un libro (que no estaba accesible a los visitantes) y que se remitió al Jurado. El mismo fue editado por Lars Müller Publishers de Suiza, que también contrató al fotógrafo para comparar Brasilia con Chandigarh (2010).

 

El cineasta Thaelman Urgelles, escribió un artículo donde decía: “El premio ¿es acaso un sarcasmo, una crítica del espanto a través de la ironía? Pues no, el premio se confiere con toda la sinceridad del curador y los jurados europeos, quienes nos miran a los latinoamericanos como especímenes de su particular espeleología social o, peor dicho, no pierden la oportunidad de alimentar su arrogancia al celebrar nuestra miseria y descomposición, elevándola a la categoría de arte”. Para el arquitecto Jimmy Alcock, Urgelles habla de la visión que Europa tiene de nosotros[8].

 

El ex Decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela, Marco Negrón detallaba aspectos de este proceso de ocupación del edificio: «Antes de la invasión, sin que ninguna autoridad interviniera para impedirlo, fue sometido a una intensa depredación por comerciantes informales que cargaron con todo lo que fuera transportable y tuviera valor. Sobre la vida interna del complejo, donde se calcula que habitan unas 700 familias en 28 de sus 45 pisos, se han tejido toda clase de historias difíciles de comprobar debido a la extraterritorialidad de facto de que goza la infraestructura; debe suponerse sin embargo que, como ocurre en toda la ciudad, se trata de una población mayoritariamente trabajadora y de conducta normal, agobiada por necesidades perentorias que, frente a una prolongada crisis, la inoperatividad del Estado y el oportunismo del Gobierno, encontró esa alternativa para resolver sus problemas más esenciales aun de manera extremadamente precaria”.

 

 “La determinación de esas personas, su coraje para no rendirse frente a la adversidad y la incompetencia oficial, son sin duda merecedores de los mayores elogios, no así la solución: los autores del libro sostienen, sin sonrojarse, que la Torre es “un símbolo del fracaso del neoliberalismo” cuando en verdad se trata de la consagración del capitalismo más salvaje: una pequeña oligarquía en la frontera del delito -la que lideró la ocupación- que ejerce su dominio sobre la mayoría en un territorio del que el Estado ha desertado, exactamente igual a como ocurre con los “pranes” en las cárceles o los azotes de “barrio” en muchas zonas populares. En un gesto de chocante demagogia Venecia ha premiado el atraso, la quiebra de la civilización, la miseria transformada en espectáculo al gusto de un público frívolo que ha agotado no sólo la creatividad sino hasta la mínima sensibilidad humana”[9].

 

Cabe señalar que la Torre David, a pesar de la buena voluntad de sus ocupantes que dicen haber expulsado a “los malandros”, tiene sus problemas. Fue recientemente allanada para buscar a un diplomático secuestrado y para decomisar armas. Un testimonio contemporáneo señala que “los malandros circulan en motos por las rampas de los estacionamientos, cobran peaje a toda hora a quien quiere bajar o subir; suceden más de cuatro violaciones diarias a niños y niñas, jóvenes y mujeres; han caído al vacío más de cuarenta niños (de meses y de pocos años de edad); se trafica todo el tiempo con drogas; roban a quienes regresan de sus trabajos, etc”. Lo ratifica también el arquitecto Oscar Tenreiro al decir: “no figuran en el panorama los dramas de niños caídos al vacío, de extorsiones diarias a manos de delincuentes, de venta de espacios, de promiscuidad, de complicidad con autoridades complacientes; más que ignorancia es idiotez”[10].

 

Los méritos de haber logrado un sistema de uso de electricidad y abastecimiento de agua potable, no impiden verificar la odisea de quienes habitan un edificio de esa altura sin ascensores y con carencias de todo tipo, unidas a estas circunstancias de degradación social.

 

Mientras tanto en Venezuela se comienza a poner en tela de juicio la conducta del grupo Urban Think-Thank por actuaciones anteriores. Aparentemente obtuvieron un financiamiento cercano al medio millón de dólares del Kulturstiftung des Bundes (Fundación Cultural de Alemania) para un proyecto llamado Caracas Case: Cultura Urbana Informal. Una manera interesante de estudiar la pobreza con cuantiosos recursos. También se les menciona como utilizando, sin dar el crédito correspondiente, los estudios que sobre la Torre David hicieron Ángela Bonadies y Juan José Olavarría[11].

 

Pero también están presentes las reflexiones sobre el significado de este Premio en la hora actual. Tenreiro acota que: “Se dice que ha premiado la miseria, lo cual en el caso que nos ocupa a los venezolanos no puede ser más cierto. Pero lo más significativo es que ha dejado muy en claro la hipocresía que cunde en estos espacios, la ignorancia, la frivolidad. Pero eso no es nuevo. Lo nuevo, para mí al menos, es verlo tan claro. La historia es la misma de siempre. Somos vistos como casos de estudio. Los europeos cultos se dan el lujo de ignorar o pasar por alto (para eso los ayudan los arribistas de aquí), que no hay posible autopromoción de los pobres que no pase por una búsqueda incesante de perfeccionamiento de la democracia”[12]

 

En definitiva un Premio que muestra más el desconcierto de una Europa que sale de la euforia de la “Arquitectura Milagrosa” de los “lápices de oro” de un Star system que ha saqueado, con la complicidad de los políticos y otros arquitectos protagonistas del arribismo y del doble discurso, la economía pública de varios países de aquel continente[13].

 

El poderoso Goliat europeo premió a David en Venecia o, en realidad, David Chipperfield se premió a sí mismo, usando el imaginario de la pobreza latinoamericana como la nueva excusa vanguardista.

 

Arq. Ramón Gutiérrez.

CEDODAL. Argentina

Publicado originalmente en: Entre rayas


[1] Véase Il Giornale dell´Architettura, Venecia, 28 de agosto de 2012.

[2] Bosco, Roberta. “Venecia rompe con la arquitectura espectáculo”. El País. Madrid, 27 de agosto de 2012.

[3] Falcón, Dubraska. “La Torre David fue reconocida con el León de Oro en Venecia”. El Universal. Caracas, 30 de agosto de 2012

[4] Pérez Rancel, Juan José. “Metamorfosis. La venganza en la Torre de David”. Revista Medio Informativo, Facultad de Arquitectura, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 24 de junio de 2011.

[5] Colegio de Arquitectos de Venezuela. Declaración sobre la XIII Bienal de Arquitectura de Venecia. Caracas, septiembre de 2012.

[6] Zabalbeascoa, Anatxu. “Frente a la vanidad, latinidad”. El País, Madrid, 12 de septiembre de 2012.

[7] Idem.

[8] Alcock, Jimmy. Croquis CAV. Caracas, 23 de septiembre de 2012.

[9] Negrón, Marco. “Venecia. La miseria como espectáculo”. Croquis CAV, Caracas, 11 de septiembre de 2012.

[10] Tenreiro, Oscar. “El triunfo del Cinismo”. Croquis CAV, Caracas,  2 de septiembre de 2012.

[11] Pintó, Matías y Pintó, Mateo. “LEÓN DE chORO”. En http://latorrededavid.blogspot.com.ar/

[12] Tenreiro, Oscar. El triunfo del cinismo. Op. Cit.

[13] Moix, Llatzer. Arquitectura milagrosa. Hazañas de los arquitectos estrella en la España del Guggenheim. Barcelona, Anagrama, 2010.

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“THE CANCHA” Una necesaria mirada latinoamericana sobre el Pabellón Chileno en la Bienal de Arquitectura de Venecia

 

Septiembre 5- 2012

Hace unos días tuvimos oportunidad de visitar y dialogar con los colegas de Chile que hicieron el Pabellón de su país en la 13ª Bienal de Venecia. En principio nos alegró su notoria intencionalidad de proponer una lectura “andina” utilizando la “Cancha” como símbolo de su presencia institucional. Sin embargo, nos extrañó que inmediatamente calificaran la cancha como “Chilean Soilscapes” olvidando que estaban ante un término quechua (no mapuche) y que no solamente abarcaba otros lugares, regiones y países, sino que era propio explícitamente de alguno de esos países.

El catálogo del Pabellón Chileno fue editado exclusivamente en inglés, a diferencia de otros países que recurrieron a su propio idioma con traducciones al italiano y al inglés. Cuando consulté si existía Catálogo en español se me indicó que no, “porqué costaba mucho la traducción”. Esta absurda respuesta –ya que pensamos que los autores escribirían en español y por ende se habría pagado para hacerlo en inglés- nos desconcertó. Con el catálogo en la mano descubrimos que uno de los “Curators” Bernardo Valdés Echenique era nacido en Princeton (USA), la otra “Curator” Pilar Pinchart Saavedra, residía ahora en España y de los autores, Juan Pablo Corvalán era natural de Ginebra (Suiza) y el fotógrafo Cristóbal Palma Domínguez había visto la luz en Oxford (Inglaterra). Es decir, una Legión Extranjera al servicio de la globalización de la Cancha.

El resto de los autores residentes todos en Santiago menos Ivelic que era de Viña del Mar, ciudades éstas donde es bastante habitual hablar cotidianamente en español. Superada esta curiosa circunstancia de un Catálogo que no estaba destinado a los chilenos y que, a la vez, los representaba de una manera “particularmente relevante” como indicaba la autoridad del Consejo Nacional de Cultura y Artes, la Cancha se nos empezaba a definir ambiguamente como un lugar de confrontación o de una inclusión que, como explica el Catálogo incluía a los animales, árboles y porque no, a la gente, inclusive a los mapuches que no crearon la Cancha.

El Pabellón 

Como queriendo refugiarse en la materialidad del suelo, Chile expuso en 1992 en Sevilla un magnífico Pabellón de madera que tenía como atractivo no solamente su excelente arquitectura sino un témpano de hielo que fuera trasladado con esfuerzo y que constituyó un punto de interés notorio. En este nuevo pabellón de la Cancha, los Curadores hicieron una poco exitosa réplica de aquella idea de hace dos décadas para colocar trozos de sal de la cantera de “Tarapacá Salt Flat” como atractivo adicional en un fondo semioscuro del Pabellón.

La intencionalidad dramática de la penumbra del espacio que definieron los Curadores refleja notoriamente sus ideas que alimentan el contenido del Pabellón. En esa suerte de dialéctica no se tuvo en cuenta que el término quechua de la Cancha se refiere a un espacio abierto pero, a la vez, contenido, concepto que fuera obviado claramente por quienes utilizaron aquí el término. La propia “cancha” incaica fue utilizada por los españoles en la superposición de la ciudad del Cusco (Perú) para articular las viviendas que la rodeaban formando así el nuevo patio central de las grandes residencias.

Los quechuas, aunque vincularan el término “Cancha” al maíz, jamás se les hubiera ocurrido vincularlo a una andenería de cultivos. Estas incongruencias se verifican rápidamente en la elección de los ejemplos fotografiados que se utilizan en el pabellón chileno donde abundan conjuntos peruanos y de otros países americanos, sin señalar pertinentemente su procedencia (lo que sí se realiza en el catálogo).

Esta apropiación gratuita de Pisaq, Sacsahuamán, Chincheros, Moray o Chan Chan como expresión del “Chilean Soilscapes” es demostrativa de la insuficiencia de las expresiones en su propio espacio territorial, de un tema cuyos Curadores no manejan ni comprenden cabalmente. Se vincula ello a los usos de otros espacios mexicanos o centroamericanos para explicar el “Chilean Soilscapes” o acudir a una presunta cartografía “histórica” donde aparece un Chile “embarazado” proyectado más allá de los Andes. Es evidente que el “Common Ground” que era el lema de la Bienal de Venecia no puede ser integrado por esta manera de entender el “Chilean Soilscapes”.

El pabellón en su realización tiene un interesante “ambiente” espacial, pero el equívoco mensaje se ajusta a una instalación de faroles cuyas pantallas reproducen los temas. Sin embargo, lo estrecho del espacio entre estas lámparas hace muy difícil la posibilidad de rodearlas para ver los contenidos de las pantallas y por ende predomina sobre todo la visión de conjunto frente a la de los contenidos. Sin dudas que en ello, el pabellón gana,a pesar del esfuerzo intelectual de los “Curators”.

El Catálogo “Cancha. Chilean Soilscapes”

El catálogo puede ser visto como una serie de siete artículos de diversos autores que van precedidos por presentaciones oficiales y una nota de los Curadores. De ellos uno se refiere al Desierto, tres a Santiago de Chile (uno de ellos compartido con Puerto Viejo y Castro, única mención al sur chileno), uno a Amereida en la región de Valparaíso, otro a un ciclo histórico de Chile y finalmente uno a “Kancha” de predominio fotográfico.

Para nosotros es sin dudas, el artículo “Deserta” de Pedro Ignacio Alonso Zúñiga el que más seriamente trata el tema en el contexto territorial del Desierto de Atacama en que se articuló la idea del espacio de una presunta “Cancha” sin límites. La nota va acompañada de unas excelentes fotografías aéreas de Ignacio Infante y una visión del ecosistema muy pertinente.

Los trabajos sobre Santiago de Chile, que asumen casi la mitad del relato, se desprenden de la temática canchera para enfocarse en los temas que interesan promover. Así Alejandro Aravena en su firma “Elemental” nos propone un “Metropolitan Promenade” cuyo mapeo contrasta con la cartografía del “Real Estate” de su colega Cuadros Ibañez. Apuntando hacia la necesidad de un espacio urbano calificado en Santiago, donde solo reconoce como tal el Cerro San Cristóbal receptor, según Aravena, de cinco millones de visitantes anuales, propone encarar allí el Metropolitan Promenade. El Catálogo no define quien habría de realizarlo, pero la respuesta es casi elemental. Una forma de promover iniciativas privadas desde la gestión pública.

En la misma línea, el “Play Ground” de Genaro Cuadros nos advierte del éxito del neoliberalismo que termina degradado por los proyectos urbanos fallidos. Queda a cargo del lector adivinar los responsables de tan dramática situación cuando las ideas eran tan buenas. Con sus gráficos y cuadros, Cuadros Ibañez nos demuestra que la exitosa tarea del “Dictatorship A. Pinochet” es que recién en 1990 (cuando está en retirada) logra realizar similar cantidad de viviendas que las que había hecho Salvador Allende en 1971. Para referirnos nada más que a lo cuantitativo las cifras de aquel maravilloso neoliberalismo fueron siempre superadas por los gobiernos siguientes de la Concertación.

El autor nos muestra en su visión para promover atractivas inversiones, un mapeo del “Stratum” socioeconómico de Santiago de Chile. Allí se puede percibir que el área urbana que ocupa la “clase alta” triplica la extensión territorial de la que dispone la “clase baja”, se obvia además hablar de densidades o de población cuantitativa. A la vez se insiste en la exitosa rentabilidad que tiene la inversión en vivienda, una engañosa referencia que no atiende a dar respuesta a las necesidades de vivienda social ya que en general generan escasa o nula rentabilidad. Se omite aclarar que justamente los sectores más carenciados de vivienda están fuera del “mercado” y que su problema no se resolverá sin adecuadas políticas muy alejadas del exitoso neoliberalismo que promueve el autor.

El otro texto que toma parcialmente Santiago de Chile y en particular la Plaza Italia es el de Rodrigo Tisi “Perfomances of conquest”, donde a través de fotografías bastante intrascendentes muestra como los ciudadanos se fotografían en ese espacio abierto como lugar de confluencia. Son intrascendentes pues se trata de fotografías de pose, sin actividades concretas sino de referencia de presencia en un sitio significado por la vigencia de monumentos variados. El caso de Puerto Viejo, un asentamiento pesquero se trata de una “toma” de pobladores para una segunda casa de vacaciones, (algo similar al Cabo Polonio de Uruguay) avanzando sobre la costa en un área de peligro por maremotos. La justicia chilena no aprobó la ocupación, ni el derecho de localización por más de 20 años de los habitantes estando en trámite de desalojo. El tercer caso se refiere a la construcción de un Mall en Castro, capital de Chiloé, un área considerada derelevante patrimonio mundial por la UNESCO. El “Castro Shopping Mall” fue un lamentable proyecto de un estudio de arquitectos argentinos que ha impactado atrozmente en el contexto patrimonial de Castro y motivó un conflicto de intereses donde el Municipio se demostró ausente para hacer respetar sus propias Ordenanzas y cómplice de los intereses especulativos de los proyectistas, empresarios y ansiosos consumidores locales.

En la lectura histórica de Juan Pablo Corvalán (Susuka) creemos que su presentación ofrece con bastante honestidad el mensaje que el texto de “Cancha” pretendía. De entrada nomás se pregunta “¿Podemos pensar en un Chile sin límites?” inquiriendo su papel potencial en la globalización y definiendo un rol protagónico a nivel continental capaz de exportar “ideas frescas”. Apoyándose en los estudios del geógrafo francés Claude Gay (1844-48) y con la calidad de unos dibujos y fotomontajes articula estadios cronológicos de Chile. Así aparecen una gama de cartografías imaginarias con varios Chiles posibles que avanzan hacia latitudes de otros países vecinos o que en el imaginario fantasioso del autor llevan el Desierto de Atacama hasta el límite de Ecuador y Colombia. No se trata tanto de una fantasía ingenua del dibujante sino una expresión puntual de ese Chile sin límites que propugnaba.

El discurso es coincidente con los anteriores cuando nos recuerda que es justamente la economía de libre mercado la que elogia el crecimiento de Chile y que bajo una fuente insospechada e inimputable como la Agencia Standard & Poor´s (recordar las opiniones de las Agencias sobre Lehman Brothers antes de la crisis) ubica al país como “leading position” dentro de América Latina en categoría A+. La historia en definitiva, ha logrado colocar en un puesto de alta relevancia a Chile en el “Global Competiveness Index”. La relación con la presunta Cancha local todavía no aparece clara.

Le corresponderá al arquitecto Germán del Sol, realizador de obras de singular interés abordar el tema que unifique aquel primer texto del desierto con el espíritu de la “Kancha”. Con unas pocas líneas y unas bellas fotografías del propio autor y de Guy Wenborne parece que bastaría para exponer la teoría de una cabalgata fotográfica que va desde el Juego de Pelota en Monte Albán (México), hasta alguna obra de arquitectura del autor radicada en Chile. En medio de ello, el uso y abuso de lugares prehispánicos del Perú, demuestran lo inocuo de un mensaje propiamente chileno y el error de no haber tomado el tema con la adecuada escala americana, no solamente en las fotos sino también en los conceptos.

En esto es posible rescatar el histórico trabajo de la Universidad Católica de Valparaíso a través de Amereida que desarrolla Iván Ivelic. Un poema que en 1967 recoge el argentino Godofredo Iommi percibiendo el continente americano como un mito épico que es necesario volver a integrar territorialmente. El espacio continental constituye el territorio vinculado por las Travesías, la primera de las cuales en 1965 cruzará por Chile, Argentina y Bolivia, dando pie a un mecanismo de diálogos culturales y vivencias compartidas. Otro argentino, el escultor Claudio Girola, marca con su obra sobre las Travesías el hito identificatorio de esa actividad itinerante.

La construcción en Ritoque de “Ciudad abierta” (aunque de acceso privado) en los años 70 marcó el punto de referencia de las Travesías y el espacio de las convivencias que devinieron en la radicación de profesores e integrantes del proyecto en un largo proceso de construcción de un espacio reconocible como aval de aquellas ideas de arte y diseño. No encontraremos, sin embargo, en el extenso trabajo de Ivelic una sola mención a la palabra “Cancha” que hubiera podido integrar el texto a la temática que teóricamente planteaban los Curadores.

En concreto casi ninguno de los autores recurre a la palabra “Cancha” en sus textos, ni utiliza su contenido conceptual correcto. Nos presenta un Chile parcial de centro a norte que pretende promover espacios de inversión en Santiago y que recurre a la metáfora prehispánica para anclarse en una presunta historia territorial cuya vigencia hoy solo se demuestra por ejemplos externos al propio territorio chileno. El uso indebido de ellos muestra la ausencia del sentimiento latinoamericano de quienes –los Curadores en primer lugar- se han hecho responsables de este Catálogo y Pabellón. Esperamos que no sea expresión de ese vago sentimiento que ejercitan algunos chilenos de que estamos ante “los ingleses de Sudamérica”·

En Chile los americanos perdimos la batalla de Cancha Rayada en la guerra de la independencia, hoy sentimos que nos rayan la cancha para definir unas ideas que solamente se pueden entender en inglés, como el Catálogo y el Pabellón. Seguimos queriendo al Chile y a los chilenos latinoamericanos.

Arq. Ramón Gutiérrez.

CEDODAL,

Buenos Aires

*Publicada previamente en Vitruvius

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