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En inminente riesgo el Valle aluvial del río Bogotá

Diciembre 15 – 2011

Al cruzar la planicie, el río Bogotá configura una banda que constituye el centro del paisaje de la Sabana. El suelo de la vasta planicie desciende suavemente desde el oriente y desde el occidente hasta configurar el cauce. Las múltiples curvas y vueltas y revueltas que describe la corriente revelan cuán rigurosamente la gravedad fue señalando a las aguas la secuencia exacta de mínimas diferencias de nivel que les permitiera encontrar el mejor camino hacia el Salto de Tequendama y hacia el valle del Magdalena.

La tersura de esta topografía explica porqué, desde hace miles de años, el río se desborda en tiempos de lluvia, anegando una porción significativa de superficie a lado y lado de sus márgenes. Los muiscas, entendiendo lo inevitable, construyeron un sistema agrícola de canales y camellones que les permitía proteger las cosechas de la llegada de las crecientes, e incluso criar capitanes, aquellos peces que conocieron nuestros abuelos y hoy ya han desaparecido.

Ante la expansión exorbitante de Bogotá en las últimas décadas, estas áreas inundables han empezado a experimentar la presión de los urbanizadores informales y el apetito de los promotores inmobiliarios formales.

Con muy buen juicio, partiendo del estudio riguroso de la pluviometría y de las cotas históricamente alcanzadas por las crecientes, la ciudad definió el límite de dichas zonas inundables y declaró protegida la superficie comprendida entre este borde y las riberas del río, con el propósito de impedir edificar allí y al mismo tiempo no perturbar los importantísimos procesos ecológicos que ocurren en estas áreas. Como un elemento fundamental de la estructura ecológica de nuestro territorio, esta franja de anchura variable quedó incluida y bautizada en el POT de 2000 con el nombre de Valle aluvial del río Bogotá. Ya hacía parte del mapa de microzonificación sísmica de la ciudad elaborado por Ingeominas y la Universidad de los Andes en 1997, el cual establece las previsiones necesarias para cimentar las construcciones en los diferentes sectores de la ciudad.

Hoy nos encontramos ante el riesgo de que la Secretaría Distrital de Planeación haga recortes enormes de esta gran área en la revisión al POT que se apresta a aprobar y la entregue a la especulación inmobiliaria, incluso autorizando ya mediante decreto (113 DE 2011) unos determinados proyectos de urbanización y pidiendo a la EAAB que asuma la responsabilidad de realizar las obras que mitiguen los riesgos de inundación. Es decir, ¡autorizando que con dineros públicos se haga obras para adaptar unas tierras que permitan hacer negocios privados!

Como colmo de las contradicciones, el mismo decreto 113 reconoce que cada diez años habrá una posibilidad de inundación que fluctuará entre el 10% y … ¡el 65%! El candidato Jaime Castro lo durante su campaña a la alcaldía. Entretanto. la Contraloría ha empezado a investigar; la alcaldesa Clara López ha sido advertida, las lluvias arrecian.

¿Cuándo podremos pensar en una ciudad sostenible en la que intereses privados y bien público no se contradigan?

Mauricio Pinilla
Comisión de Sostenibilidad
Sociedad Colombiana de Arquitectos

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