Archivo por meses: abril 2013

Las ardillas muertas

 

Ni en cojera de perro, ni en lágrimas de mujer, hay que creer.

Refrán popular

 

 

Un ritual de mis vacaciones en Costa Rica es visitar las últimas obras de arquitectura. Y lo usual es empezar por un paseo a pie por el condominio Loma Real. En esta ocasión el cortejo lo completaban dos hominidos (esposa y nieta) y dos canidos (Mota y Toby). El recorrido comienza en una rotonda rodeada de muros, con figuras de una lagartija y una salamandra en cerámica que anuncian conjuntos que llevan su nombre. Continúa por una calle recta flanqueada por árboles que la hacen sombreada y agradable al peatón, atraviesa un pequeño bosque y deja a la izquierda un parque con juegos de niños (que los ticos llaman “el play”).

 

Fue pasando el bosquecito que encontramos la ardilla muerta. Estaba al borde de la vía y tenía el cuerpo rígido, la espalda color marrón, la barriga blanca, la cola café y amarilla, los ojos abiertos y una boca que dejaba entrever dos dientes prominentes que en vida sirvieron para abrir nueces. No me pareció digno de una ardilla terminar su vida en las fauces de un perro, y decidí subir el cadáver a una rama fuera del alcance de dos bocas que ya se saboreaban. Tan pronto la puse sobre el árbol, la muerta dio un salto de esos que solo las ardillas vivas saben dar, y emprendió veloz carrera por el bosque seguida de cerca por Mota que, como la perrilla del poema de Marroquín, no la pudo alcanzar. Entonces agregué a la cojera de perro y a las lágrimas de mujer, las ardillas muertas. Y continuamos nuestro camino hacia la ladera donde se levanta orgullosa una de las últimas obras del barrio.

 

Se trata de una casa típica de la “arquitectura de imagen”, esa arquitectura superficial  que sacrifica funcionalidad, economía y adecuación al sitio, con tal de lograr una imagen atractiva que se parezca al “render” y garantice su publicación, un premio en un concurso o un reconocimiento en una bienal, y el consiguiente crecimiento del ego del autor y las arcas de los medios. La casa en mención está rodeada de un jardín donde la mano del hombre no ha sembrado nada vegetal diferente del “zacate” (prado). El único árbol ya existía en el lote. El salón mira desafiante al poniente y el cálido sol centroamericano atraviesa incontrolado la generosa fachada de vidrio. Es  fácil imaginar la ardiente temperatura dentro del acuario, o el gigantesco equipo de aire acondicionado y su consumo de energía que se considera un pecado mortal en los demás. No existe una pérgola amable con enredaderas o al menos un árbol frondoso que proteja el interior de los incómodos rayos solares. Ya no se usa el famoso “Brise Soleil” recomendado por Le Corbusier en los años cincuentas, cuando la protección del clima era un sentimiento natural y una práctica usual entre los arquitectos, sin que existiera el término “arquitectura bioclimática” ni se conociera su significado. Seguimos cacareando la ecología, la bioclimática y la sostenibilidad, y seguimos publicando y promocionando los proyectos que las ignoran, como ejemplos de buena arquitectura.

 

Veamos otro caso, esta vez en Colombia. En los principales medios escritos ha aparecido profusamente la propaganda engañosa de un proyecto que se construye en una playa del Caribe. Como para los expertos en mercadeo el español es una lengua muy pobre, toca recurrir a otros idiomas para ponerle nombres a los proyectos. Este se llama Two Towers. Aparece la imagen de un edificio en forma de barco, y debajo una información impactante: “Proyecto diseñado por la firma de arquitectos # 1 del mundo CHAPMAN TAYLOR”. Nadie me ha podido decir cómo ni cuándo se hizo el campeonato mundial de firmas de arquitectos, y que hizo Chapman Taylor para obtener semejante distinción. En todo caso no creo que haya sido por el proyecto en mención, con una fachada curva de vidrio – de moda – por los cuatro costados, como si el sol en el trópico fuera igual por los cuatro puntos cardinales, y un “adorno” inútil aparentemente en aluminio que le cuelga por la fachada. Arquitectura de imagen.

 

Desde que resolvimos olvidar la geografía no diferenciamos las características de llanos y montañas, bosques y desiertos, páramos y playas, y su influencia en la arquitectura. Y desdeñamos la historia, como si mirar analíticamente el pasado implicara un retroceso. Por eso nos hemos olvidado que las sombras de los aleros protegían a la vez a los peatones que recorrían las calles de nuestras ciudades coloniales y a las fachadas de las casas de la exposición solar; que los patios permitían una correcta iluminación y aireación de los espacios interiores; que los anchos muros de adobe aislaban las habitaciones del calor o el frio exterior; que el tamaño y diseño de las ventanas respondía a las necesidades de vista, asoleamiento y ventilación de los recintos; que el sol es un enemigo que se debe rechazar en los climas cálidos, y un amigo que se debe acoger con cariño en los climas fríos.

 

Hemos caído en un círculo vicioso, donde la calidad de la arquitectura está ausente: Las revistas de arquitectura de supermercado publican la arquitectura de imagen – de moda en el momento –  y propagandas engañosas. La gente compra las revistas, cree en las propagandas engañosas y pide la arquitectura de imagen; los arquitectos hacen esa arquitectura de imagen que la gente pide; las revistas publican  nuevamente la arquitectura de imagen que los arquitectos hacen, y vuelta a empezar. Con la esperanza de que algún día se reconozca la buena arquitectura, la respetuosa con el sitio, el entorno y el clima, la que considera las necesidades del usuario por encima de una imagen vendedora, completo el refrán popular y me siento a esperar el milagro.

 

Ni en cojera de perro, ni en ardillas muertas, ni en arquitectura de imagen, ni en propagandas engañosas, ni en lágrimas de mujer, hay que creer.

Refrán ampliado

 

 

WILLY DREWS

 

Casa en Costa Rica

Casa en Costa Rica

 

two towers

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Cosa privada, Cosa pública

Abril 11 – 2013

En diciembre del 2010, en la revista El Malpensante, comparé un proyecto no construido de Rogelio Salmona –Usatama– con las Sierras del Este, unos edificios en obra en la avenida Circunvalar con calle 61. Ahora que las Sierras están terminadas las retomo señalar dos lunares por excelencia en la arquitectura bogotana: el de los edificios sobre y subdimensionados para sus lotes.

En sobredimensión, el proyecto para Usatama abordaba la misma dificultad que sortearon las Torres del Parque: considerar la montaña como una realidad paisajística de primera importancia. Para las Sierras del Este, en cambio, los cerros significan mejor vista y mayores ganancias. Para tener unas Nuevas y mejoradas Torres del Parque bastaban tres componentes que emularan lo que hizo Salmona hace más de cuarenta años: permitir el uso público del primer piso, reducir los metros de construcción y aceptar que el respeto por la visual hacia los cerros es un deber paisajístico-cultural. En cambio, estos edificios nos dejaron, en especial al barrio Chapinero Alto, un exhibicionista en la mitad de un parque, con su gabardina bien abierta.

Otro ejemplo de sobreactuación lo constituyen los «semi» sótanos del nuevo POT. Ahora, los semisótanos pueden sobresalir 2.50 mt, en lugar del ya obsoleto 1.50 mt del POT anterior. Significa que como había problemas con los parqueos en primer piso porque hacían «perder» un piso de altura, Planeación resolvió emular la Paz verde de las esmeraldas y relajar la normas para que los parqueaderos queden en los primeros pisos, sin que el edificio pierda altura. Para los que no lo saben, en Bogotá, y por irracional que parezca, la altura de los edificios no se reglamenta en metros sino en pisos; y los semisótanos pueden estar un «poquito» salidos sin que afecten la altura del edificio.

De la gran altura “en” de Bogotá, con la mejor vista y la mejor localización de la ciudad, vámonos para el norte, al lunar opuesto de la planeación: el subdimensionamiento de la baja altura en las “afueras” de Bogotá. Aquí, quienes sueñan con vivir en casa han encontrado una vida en armonía con la naturaleza, sostenible, ecológica, segura y contemporénea. En realidad, se trata de haciendas de cien y doscientas hectáreas deshuesadas a voluntad por parte de unos herederos -entre encartados y oportunistas- para convertirlas en conjuntos cerrados de vivienda de baja densidad. Guetos sin espacio, sin transporte y sin equipamientos públicos, a veinte minutos en carro de un pan para el desayuno. Una ciudad concebida como Cosa Privada, basada en el atractivo pero obsoleto modelo de la Ciudad jardín del siglo XIX.

Los que pasamos por estos sitios con la pregunta por una ciudad del siglo XXI, quedamos con una triple desesperanza: la de unos promotores de la buena vista que se niegan a entender la importancia de los cerros como paisaje; la de otros promotores para quienes el peatón es un pobre ignorante que no tiene carro; y la de otros promotores que parecen desconocer que su Felicidad verde no se refiere a la longitud de onda que emiten las hojas de los árboles, sino a una concepción política de la sociedad que relaciona el nuevo ambiente construido con el ambiente preexistente. Un debate en el que la vida urbana, desde una concepción ecosistémica del Territorio, se opone a una concepción economicista del Suelo urbano para la cual la ciudad es el hueso que sobra después de una parranda en la que unos grandes-edificios y unas casitas-grandes hacen lo que se les viene en gana con el paisaje y el territorio.

Ante cualquier reclamo por resultados tan despreocupados por la ciudad, los argumentos de promotores y constructores del Mi lote y yo son dos y siempre los mismos: “eso es lo que permite la norma” y “yo no las hago sino me limito a cumplirlas”.

En respuesta a lo que “permite” la norma, consideremos que las Torres del Parque dejaron de construir 15 o 20 mil metros cuadrados porque Salmona así lo propuso, en nombre de los cerros; y porque el promotor, el Banco Central Hipotecario, lo aceptó. Esperar que todos los arquitectos actuen así no es muy realista pero esperar que la norma se haga para que el ciudadano común sea más importante que un promotor inmobiliario parecería un asunto de sentido común.

Y contra aquello de limitarse a “cumplir” la norma, consideremos que antes de que ésta sea un hecho jurídico pasa por un proceso de cabildeo en el cual los constructores –agremiados en la Cámara Colombiana de la Construcción, Camacol– se sientan en barrera a vitorear por lo que les conviene. Un activismo que los lleva a cumplir unas normas que contribuyeron a hacer, incluida la forma de buscarles el Esguince jurídico. Pues una vez redactada la norma, viene un ejercicio de filigrana jurídico-curatorial que permite, por ejemplo, que las Torres del Este se conecten entre sí en los últimos pisos para convertirse, curatorialmente hablando, en un sólo edificio. O que un semisótano esté varios metros por encima del andén. O que se considere que un suburbio sin espacio público es ecológico. Si bien todo esto acaba por estar dentro de las interpretaciones plausibles de la ley, el hecho es que la ciudad que nos “regalan” responde a una versión de lo que un tipo como Mockus llamaría Juego sucio.

En mi opinión, la arquitectura que se está produciendo se procupa tan poco del ciudadano común porque el aparato normativo mediante el cual se planea y urbaniza la ciudad está pensado por y para los promotores. Así que antes de comenzar a resolver los problemas, el primer problema que tendríamos que resolver seía el de evitar que quienes hagan la norma sean los mismos que después «se limitan» a cumplirla. Luego, en un esfuerzo por corregir esta tendencia al privilegio de lo privado en la planificación actual, propongo tomar por lo menos seis medidas con carácter de Decreto Real.

1. Definir la Sabana del río Bogotá como un único territorio, regido por un único plan territorial. Deberíamos dejar de referirnos a Bogotá y la Sabana de Bogotá, como si fueran dos cosas distintas: una ciudad fea y apretujada, en demolición y renovación permanente; y un campo que se urbaniza mediante un confeti desarticulado de suburbios para unos aspirantes a hacendados modernos que quieren vivir más cerca de la naturaleza. No olvidemos que Usaquén, Suba, Engativá, Fontibón, Bosa y Usme también estuvieron fuera de Bogotá, tan artificiosamente como lo están hoy Soacha, Funza y Chía. Y recordemos que si la idea de una Región metropolitana se podría remontar a la concepción territorial de los Muiscas, la denominación consecuente en tiempos de la Ecología urbana, debería ser La Sabana del río Bogotá: un territorio en el que dentro de poco tendremos que compartir el aire, el agua y la comida, quince o veinte millones de personas, sumados a otro tanto de plantas y animales.

2. Utilizar los conceptos de Patrimonio y Medio ambiente para conservar el territorio. Deberíamos convertir los cerros, el río, sus afluentes y los humedales de toda la Sabana, en Patrimonio nacional ambiental; y las casas de hacienda de origen colonial o republicano –cada una con treinta o cuarenta hectáreas alrededor– en Patrimonio nacional arquitectónico y urbano. Si la ingenuidad nos sigue rigiendo, de los gestores y planeadores actuales sólo queda esperar más Economía vendida como Ecología: más autismo, más rejas, más carros, menos andenes, menos buses, menos bicicletas, menos animales, menos agua, menos cerros, menos humedales…

3. Adoptar la manzana como unidad urbanística única para el uso de vivienda. Deberíamos limitar el tamaño de la manzana a un área máxima, consecuente con distancias cómodas para peatones. Una manzana no tiene que ceñirse a la forma cuadrada de origen romano y colonial; puede ser rectangular o tener forma de orquídea, pero debe estar rodeada necesariamente de espacio público. Lo que no debería haber, esencialmente porque es tan antisocial como antiecológico, es la privatización del espacio urbano que genera el conjunto cerrado. Tampoco debería haber Supermanzanas, una buena intención de generar comunidad que por lo regular termina en más espacio privado y mayor inseguridad.

4. Limitar la distancia máxima entre puertas de entrada a casas o edificios para vivienda. Deberíamos pensar en la seguridad de los peatones como punto de partida del dimensionamiento urbano. Nada más desapacible y peligroso que estos nuevos conjuntos cercados, donde un peatón puede llegar a caminar trescientos o quinientos metros, antes de encontrar una puerta de ingreso que le devuelva la tranquilidad de sentirse entre humanos. En la oficina de ventas de uno de estos conjuntos en Cajicá, le pregunté a una vendedora –señalando un punto en la maqueta– qué creía ella que le pasaría, a las dos de la mañana, en la mitad de la “cuadra” del conjunto que estaba vendiendo. Con los ojos bien abiertos me devolvió la pregunta: “¿será que a una la violan?”.

5. Renunciar al lote individual para la vivienda hecha por “autoconstrucción”. Deberíamos olvidarnos de la «casita» que se desarrolla hasta convertirse en un «edificio»» y reemplazarla por el desarrollo progresivo en altura. Las mal llamadas «casas» que sus dueños terminan de construir después de quince años de esfuerzos, se parecen más a un ornitorrinco urbanístico que tiene cuerpo de casa, extremidades de apartamento y cola de inquilinato. Un edificio cuya tipología no tiene nombre en ningún tipo de análisis y en el que terminan viviendo varias familias, en ocasiones hacinándose de una manera que recuerda las imágenes tipo Tiempos difíciles. Con la diferencia de que no estamos ante fotografías o literatura del siglo XIX sino ante realidades del XXI.

6. Adoptar la bicicleta como proyecto ambiental. Deberíamos diseñar todas las nuevas calles –y rediseñar las actuales– para que la bicicleta no sea un desahogo de fin de semana sino un genuino, sano, seguro y ecológico medio de transporte. Cada calle de cada manzana de toda la Sabana del río Bogotá debería tener espacio para carros, peatones, árboles y bicicletas, ordenando la prelación en el orden inverso: bicicletas, árboles, peatones y carros. Para que el sistema funcione podríamos copiarnos de Holanda, donde si está lloviendo y el medio de transporte que utiliza el empleado es la bici, llegar tarde a la oficina es un derecho.

Para terminar, aclaro que este artículo fue escrito como mi última participación en El Malpensante. Tenía la intención de una despedida que sintetizaba los problemas a los que me había referido durante el tiempo que duró la columna y terminaba con una invitación que ahora extiendo a los lectores de Torre de Babel: para quienes se interesan por el futuro de la ciudad, los invito a que cada vez que pasen por sitios como aquellos a los que me he referido con fastidio, repitan lo mismo que yo: “que horror”. También los invito a que al pasar por el lado de una hacienda todavía sin descuartizar, que la exclamación sea: “qué maravilla”. Si sus hijos o cualquier otro le recuerdan que ya lo saben porque “siempre que pasamos por acá dice lo mismo”, no importa, hay que insistir. Recordemos que a comienzos de los años 60, en Nueva York, Jane Jacobs logró impedir la destrucción de un barrio entero, la construcción de una autopista y la renuncia Robert Moses, el supermán que lo promovía todo. Y todo a punta de promover un diálogo ciudadano, precisamente sobre la ciudad como Cosa pública.

Juan Luis Rodríguez

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Espectáculo y arquitectura

Abril 9 – 2013

En LECTURAS (EL TIEMPO) de Abril, hay una crónica con un enorme título “¿Hay Arquitectura Espectáculo en Colombia?. La obvia respuesta a esto es : Desde mediados del período colonial (s. XVII aprox.) la arquitectura-espectáculo, vale decir, las edificaciones de “ir a ver”, ha estado presente en ciudades y pueblos neogranadinos primero y colombianos luego, por lo que cabría concluír que la pregunta es ante todo sensacionalista. La iglesia parroquial era la edificación vistosa o de mostrar en medio de la pobre aldea, como la catedral lo fue en las ciudades de mayor tamaño. Aunque inútil como protección militar y obsoleto al ser terminado, el fuerte de San Felipe de Barajas en Cartagena fue y sigue siendo un fabuloso espectáculo de escultura a escala gigantesca. En Medellín, desde la catedral de Villanueva hasta la torre Coltejer, nunca ha faltado el espectáculo arquitectónico. Esto lo dice en el artículo citado el arquitecto Guillermo Fischer : Desde la antigüedad, los políticos han  usado a(sic) la arquitectura y viceversa…Pero, más adelante el artículo citado dice lo contrario : En el mundo (¡Ojo a la afirmación globalista!) la arquitectura espectáculo comenzó hace 20 años (?). Esto es pura desinformación publicitaria. Lo que siempre ha estado ahí no puede haber comenzado hace 20 ni 200 años. Quizás el texto citado se refería, no a la arquitectura en sí sino a la maquinaria socioeconómica y política creada para publicitar e imponer de todo, a nivel mundial: arquitectura, automóviles, celulares o desodorantes (no necesariamente en ese orden). En esta empresa propagandística participan hoy desde millonarios deseosos de invertir en algo que les dé “nombre” hasta la propia UNESCO, con su discutible invento del patrimonio mundial, incluyendo políticos con su reiterativa cantaleta de “lo social”, que no se sabe bien qué es pero suena persuasivo en el mundo de los slogans.

No es importante que en esa supuesta pero banal competencia pseudo-deportiva entre la capital colombiana y la antioqueña  haya una ficticia ventaja a favor de uno u otro competidor. Una mirada a las comunas o al inmediato pasado de Medellín, o bien a los infortunios viales y sectoriales de Bogotá bastaría para desanimar a cualquiera, excepto a un  creador mediático de famas instantáneas o a los denominados arquiestrellas. Estamos hablando, no de la historia de la arquitectura sino la del arribismo mundial que pide y recibe el espectáculo circense de la superarquitectura, vale decir “los nuevos símbolos”.

La recopilación de conceptos  contenida en el artículo citado, se refiere en parte al fenómeno de los “egotectos” y en el caso colombiano en especial, incluye apartes de una insólita  entrevista concedida por el ahora gobernador, Sergio Fajardo, al arquitecto Mazzanti, autor de la cuestionada Biblioteca España, en Medellín. Que Fajardo sea uno de los patrocinadores de tan discutida obra (acusada de plagio internacional) y Mazzanti el caso más protuberante en el país de fama mediática le añade humor involuntario pero le resta credibilidad a tan interesante hallazgo periodístico. Semejante entrevista, irónicamente publicada en una revista llamada Bomb (¡!) es análoga a que Benito Mussolini hubiera entrevistado a Adolfo Hitler sobre el tema de la expansión territorial forzosa en Europa. La extrema pretensión del entrevistado – y del entrevistador)  no faltó en ello : Lo que nosotros hemos hecho es entonces construir los nuevos símbolos… dixit Sergio Fajardo. Esa increíble apropiación de la simbología urbana es la verdadera cara de la llamada egotectura sumada a la egopolítica. Se suponía que la aparición de símbolos urbanos era producto de un largo y complejo proceso social y cultural, pero he aquí que en Medellín los símbolos son creaciones instantáneas – como el café liofilizado – del gobernador Fajardo y los arquitectos a su servicio.

En la dura realidad urbana no es fácilmente perceptible la mescolanza notable en el artículo citado  entre arquitectura-espectáculo y las “propuestas de ciudad”, que son posiblemente las que llamaron la atención de quienes, suponiendo que existe una especie de campeonato de “innovación” entre ciudades, decidieron darle un título mundial a Medellín. En lo de “propuestas de ciudad” todos parecen ser “innovadores” o al menos “renovadores”. La “Innovación” o vanguardismo patológico arquitectónico abundan en ciudades y pueblos del país, aparte de Medellín. El mal ejemplo cunde, dice la sabiduría popular. Es a unos vastos planes de  cambio urbanístico que alude lo de la “ciudad innovadora” y no a la alharaca formalista de unas cuantas obras de autores en búsqueda de fama rápida. Por otra parte,  es un  facilismo cómodo lo de ligar a “lo social” cuanto se le venga a la cabeza a políticos y arquitectos. Con lo social de por medio, todo vale y todo está bien. El público, en fín de cuentas, no tiene más remedio que aceptar la arquitectura que le impongan y es libre de ir a ver – o no – el espectáculo que le venden mediáticamente. Quien necesita íconos, especialmente arquitectónicos, no lleva mucha luz dentro de sí.

Germán Téllez

Arquitecto HFAIA – SCA

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Arquitectura y Ley

Abril 7 de 2013

“El Gobierno valenciano responsabiliza al arquitecto Santiago Calatrava y a la empresa constructora de los defectos registrados en la fachada del edificio del Palau de les Arts en Valencia. Esta es la conclusión del informe técnico encargado por el Consell, que esta misma semana se completará con un informe jurídico antes de emprender las acciones necesarias para reparar los desperfectos en el trencadís de azulejo blanco que recubre la gran fachada del teatro de la ópera.” (El País, Madrid, 22/03/ 2013 – 21:06 CET). Aunque el informe técnico “no dice que la culpa sea del arquitecto exclusivamente, sino de todos los sujetos intervinientes en el proceso constructivo” lo cierto es que el Gobierno confía en obtener “una respuesta favorable por parte de la empresa constructora y de los técnicos que intervienen en el proceso de dirección de las obras y de redacción del proyecto [y] si no se logra un acuerdo amistoso para que los responsables realicen las reparaciones adecuadas, el Consell recurrirá a los tribunales.”

Es otra mas de las demandas que persiguen a Calatrava, pero lo que nos debería de interesar en Colombia es el hecho de que al contrario de la arquitectura premoderna, en la que las formas resultaban de solucionar problemas de emplazamiento, función, construcción y, por supuesto, las formas mismas, la “arquitectura” de las últimas décadas aquí copia formas de moda recurrentes en la arquitectura espectáculo, ya muy criticada en Europa, que generan problemas al ignorar nuestras diferentes circunstancias de climas, paisajes y tradiciones. Y que son las que lamentablemente hipnotizan a nuestros estudiantes de la mano de las revistas internacionales de moda arquitectónica, que no de arquitectura, y las que aquí las imitan. Llegando al extremo de que algunas se subtitulan: Moda, Decoración y Arquitectura. A este extremo hemos llegado, al punto de que premiamos, aplaudimos y publicamos obras que por lo contrario se deberían criticar…y demandar. Porque una cosa es incurrir en errores y otra muy distinta hacer de los errores una estética pérfida, pues mientras la moda pasa, es su esencia, los edificios quedan dañando las ciudades en las que vivimos.

El caso mas notorio, por su importancia, consecuencia y trascendencia, es sin duda el oprobio que se insiste en construir el la Calle 26 de Bogotá, entre el Museo de Arte Moderno y el Parque de la Independencia y las Torres de Salmona y la sede, nada menos, que de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, capítulo de Bogotá y Cundinamarca. Nada ha valido aun pese a la decidida oposición organizada de los vecinos y a la critica pública de no pocos arquitectos no solo de la Capital sino de otras partes del país, preocupados por que ese adefesio haga metástasis en otras ciudades como ya ocurrió en Cali. Incluyendo además edificios que ni  siquiera son hechos por arquitectos: son firmados por otros, o firmados por estudiantes recién graduados que trabajan para otros que prefieren ocultar la mano, sin que el Consejo Profesional de Arquitectura se haga cargo de la evidente falta de ética profesional. Ni, peor aun, sin que el gremio tome cartas en el asunto. ¿Cuándo enteremos que en el ejercicio de la profesión es mas importante la ética que la estética? Y que aquella está determinada no apenas por la moral sino también por la Ley.

Benjamin Barney Caldas

Los abombamientos en el 'trencadís'  que recorren como arrugas el cascarón de la fachada / MÒNICA TORRES / EL PAIS

Los abombamientos en el ‘trencadís’ que recorren como arrugas el cascarón de la fachada / MÒNICA TORRES / EL PAIS

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Maestria en Arquitectura -Convocatoria II-2013

 Afiche DIGITAL 01-04-2013

 

La fundamentación de la Maestría en Arquitectura se apoya en la premisa de la autonomía entendida como la producción de conocimientos propios que definen a la arquitectura como disciplina y como oficio. Y este conocimiento se inicia en los edificios, que constituyen su núcleo. Por tanto, los estudios en la Maestría se centran en el proyecto arquitectónico entendido como un proceso que va de la concepción del edificio, que pasa por su producción, y llega al uso y a su permanencia en el tiempo.

Este proceso genera conocimiento tanto sobre la propia ideación como sobre el desarrollo de un texto analítico; es decir, para la producción de arquitectura, para su enseñanza y para la reflexión sobre los procesos del proyecto arquitectónico. La elaboración de nuevo conocimiento genera una reciprocidad entre el proyecto y el análisis, hasta el punto que se pueden reconocer como dos recorridos de un mismo proceso: el transcurso del proyecto al análisis, y su complemento, el paso del análisis al proyecto.

 

La Maestría en Arquitectura desarrolla su actividad investigativa en dos planes de Estudio: Plan de Estudios de investigación y Plan de Estudios de Profundización.

 

En el Plan de Estudios de investigación el estudiante analiza ejemplos significativos de la arquitectura como inicio del proceso que lo llevará a producir e inferir un cuerpo de reflexión teórico—analítico que sirva de base para explicar, comprender, producir o componer nuevos proyectos de arquitectura. Su razón de ser es la identificación de la lógica de la disciplina de la arquitectura, con lo cual se concentra en la identificación y reconstrucción de componentes, sus relaciones y procedimientos para concebir objetos arquitectónicos y utilizar el proyecto como herramienta para la investigación.

 

En el Plan de Estudios de Profundización el análisis está al servicio de la producción de un proyecto de arquitectura; es decir que se dispone para reformular y explorar operativamente principios, temas y reflexiones que contribuyen al desarrollo del proyecto arquitectónico y a su condición paradigmática. El Plan propone situar las transformaciones a la realidad producidas por el proyecto arquitectónico en el marco de la reflexión sobre sus formas de producción, conocimiento y vínculo con esa realidad. Esto significa acercar la práctica profesional a las teorías del proyecto —teorías del hacer arquitectura—, traducir la experiencia propia de la profesión en saber disciplinar.

La Maestría en Arquitectura le informa a los interesados en ingresar a sus Planes de Estudios en Investigación y profundización en el segundo semestre del año 2013, que se amplió el plazo de inscripciones hasta el miércoles 10 de abril hasta las 3:00 PM.

 

Mayor informacion:

Universidad Nacional de Colombia – Sede Bogotá, Carrera 30 No. 45-03Facultad de Artes, Edificio SINDU 314, Oficina Maestría en Arquitectura (202)

Teléfono: 3 16 50 00 Ext: 12204 

Correo Electrónico: maearq_farbog@unal.edu.co

 

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