Archivo por meses: julio 2011

Crítica a una crítica de la crítica

“No critique tanto mijo que eso es muy feo”
(Típica frase materna)

En su columna “Una cosa más” (revista ARCADIA Nª 70), hace el arquitecto Miguel Mesa una crítica de la crítica referida a los últimos debates de arquitectura.

Opina Mesa que “juzgar a los colegas y condenarlos de estilistas, copistas, pseudofilósofos, impostores, destructores del patrimonio, la naturaleza y la sensibilidad de las comunidades, es un gesto temerario, injusto y sospechoso”. Desaprueba los “comentarios que rayan en el chisme y la calumnia”, y le preocupa “el tono camorrero y prejuicioso con el que se escriben algunos de estos supuestos debates”. Si esto es cierto, hasta aquí estoy de acuerdo con él, como lo he expresado en ocasiones anteriores. La crítica debe ser firme, pero ante todo objetiva, seria y respetuosa.

Lo que me pareció leer entre líneas (ojalá me equivoque) y en eso si me declaro en desacuerdo, es que Mesa considera que no se deberían tocar estos temas, por el hecho de que un arquitecto quiere “que no se reforme un estadio sino que se haga uno nuevo”, o acusa “al compañero de pupitre de copiar un dibujo” o considera que “los edificios no juegan un papel importante en la transformación de las sociedades” o ataca “a los edificios singulares” o se burla de lo que escribe un colega “sin explicar por qué sus ideas carecen de interés” o demerita “la ampliación de un parque” porque “hay otro proyecto más adecuado que ese”.

Yo considero que si un arquitecto cree honestamente que es mejor un estadio nuevo que uno revestido, o que un compañero copió un dibujo, o que los edificios por si mismos no son los que transforman las sociedades, o que no deben diseñarse con el único objetivo de parecer originales, o que no comparte las ideas de un colega o su manera de expresarlas, o que existe un proyecto de un parque más adecuado y respetuoso de árboles centenarios, no solo está autorizado para decirlo, sino que debe hacerlo.

La crítica sin censura, sana y en los términos claros y respetuosos ya anotados, es un reflejo de la libertad de expresión y el derecho a disentir. Es el crítico mismo quien debe decidir si son “estas inconformidades, importantes o insignificantes” y merecen por lo tanto que dedique ó no su esfuerzo a luchar por lo que él considera el bien común. Por su parte el lector tiene también el derecho de no leer la crítica, leerla y no hacer nada, ó leerla y respaldarla o controvertirla. La expresión de diferentes puntos de vista permite elaborar un concepto más cercano a la realidad.

La crítica, más que un derecho, es una obligación moral. Recordemos que somos responsables ante nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, no solo de la ciudad que hacemos, sino de la que dejamos hacer.

Espero equivocarme, apreciado Miguel, al interpretar que el fondo de su escrito era una limitación de los temas susceptibles de controversia. Le recuerdo que, acogiéndose a sus derechos como lector, puede no leer, aceptar ó criticar esta crítica de su crítica a la crítica.

WILLY DREWS

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La mercadotecnia de Hadid y Schumacher


Un  reciente articulo  de Zaha Hadid y su socio Patrik Schumacher en El País de España, titulado “Edificios adaptables”, constituye uno de los textos mas falaces que haya leído en el campo de la arquitectura.

Como anota Owen Hatterley en su articulo “Zaha Hadid y la vanguardia neoliberal”, en la verborrea seudocientífica de este dúo, es posible entrever a las “mil mesetas” de Deleuze y Guatari, texto de predilección de todos los arquitectos charlatanes que se califican de vanguardistas, aunque Hadid y Schumacher se tomen el cuidado de no citarlos.

Zaha Hadid  ha tenido como costumbre, el no hablar ni escribir de arquitectura, pero ha dibujado de una manera que se podría calificar de “critica”. En cambio, su locuaz socio Schumacher, toma la palabra y habla por ella en artículos y entrevistas que aparecen firmados por ambos.

En este articulo, Schumacher nos habla de su herramienta para el cambio socio-ambiental: un estilo al que han bautizado Parametricismo, término prestado de la informática:

“El posfordismo exige patrones de ordenación espacial nuevos, más variados, complejos y densamente integrados que sean inherentemente adaptables. Desde un punto de vista retrospectivo, el posmodernismo (años ochenta) y el deconstructivismo (años noventa) podrían entenderse como los primeros pasos en esta dirección. Pronto fueron sustituidos -y sus adquisiciones parciales de conocimientos y sus descubrimientos fueron conservados y elaborados- por un nuevo y poderoso paradigma y un estilo que promete liderar una nueva ola de investigación e innovación en el campo del diseño: el parametricismo.”

 

Como la estrategia de todo arquitecto charlatán está basada en abrumar a su audiencia con conceptos que no son explicados, hago la tarea: posfordismo significa producción diversificada o producción flexible en aras de calidad, en oposición al término fordismo que implica  “producción en serie“,

Luego, para generar mayor estupefacción, nos “explica” en que consiste su nuevo estilo:

La premisa del parametricismo es que todos los elementos urbanos y arquitectónicos deben ser paramétricamente adaptables. En lugar de ensamblar figuras geométricas rígidas y herméticas (como han hecho todos los estilos arquitectónicos anteriores), el parametricismo introduce elementos maleables en un juego dinámico de receptividad mutua y de adaptación contextual. Los procesos clave del diseño son la variación y la correlación. Todo componente de la arquitectura debe interconectarse con todos los demás aspectos del diseño y tener un efecto en ellos. Esto debería tener como consecuencia una intensificación generalizada de las relaciones que enriquecen y dan coherencia, y facilita que los usuarios comprendan la arquitectura y se muevan por ella.”

 

Primero que todo, para evitar confusiones, hay que aclarar que el diseño paramétrico no es un estilo, es una forma digital de producción de objetos, y su definición es sencilla: se trata de la utilización -en un programa de diseño asistido por computador- de parámetros que “restringen” las formas. A modo de ilustración, un parámetro puede ser el que los muros de un proyecto solo tengan ángulos de 30° entre sí, que las ventanas solo existan cuando el muro tiene orientación norte, que las cubiertas estén generadas por un radio determinado, etc. Esto produce una forma que cumple con los decisiones que los diseñadores han tomado previamente; los parámetros pueden ser de variada índole: estilísticos, ambientales, aerodinámicos, etc.

Hay que aclarar también, que desde épocas remotas todo diseño arquitectónico incorpora relaciones con el entorno, con los usuarios, con la técnica, etc. El que esas relaciones sean visibles para el usuario o no, siempre ha dependido del arquitecto; aquí no hay nada de nuevo, contrario a lo que Schumacher quiere hacer aparecer.

Schumacher le acomoda al término paramétrico el sufijo “ismo” y  lo declara “estilo”. Y como es claro que todo estilo implica algún tipo de comunicación, Schumacher, con su varita mágica, le otorga el poder de comunicar:

“Las ciudades deben seguir ofreciendo unas condiciones de vida que favorezcan el trabajo innovador. Antes de que podamos abordar de lleno la cuestión de cómo optimizar nuestras ciudades desde el punto de vista de la ingeniería medioambiental, debemos responder primero a la pregunta de qué patrones y arquitectura urbanos tendrán más posibilidades de vitalizar y potenciar la vida productiva y los procesos de comunicación de los que depende todo lo demás.

Esta pregunta guarda relación con la competencia fundamental y la función social imperecederas de la arquitectura, es decir, ordenar y enmarcar la comunicación social mediante el diseño innovador o adaptable del entorno construido. La comunicación social requiere instituciones y las instituciones requieren marcos arquitectónicos.”

 

Esto es una impostura. La función social imperecedera de la arquitectura ha sido y es la preservación de la vida humana. La comunicación es otra función de la arquitectura, pero no la principal, ni es imperecedera: han existido épocas en la historia en que la arquitectura se ha despojado intencionalmente su capacidad simbólica, como ocurrió con el Movimiento Moderno, actitud que dicho sea de paso, se podría calificar de ingenua.

Si revisamos lo que Hadid nos ha comunicado a través de sus primeros dibujos, antes de que su obra fuera construida, dibujos que recientemente fueron expuestos en el Guggenheim -y que encuentro particularmente poéticos- la conclusión sería que se mostró allí a  esa Zaha que en los primeros años de su ejercicio retoma del constructivismo ruso, especialmente de Malevich, la imagen de fluidez, recurso utilizado usualmente para comunicar la idea de cambio.

La arquitectura constructivista rusa tuvo la clara  intención de poseer carácter simbólico, mediante innovadoras  formas vanguardistas, no solamente con el propósito de romper con los contenidos de las formas clásicas asociadas a las estructuras del poder que la revolución acababa  de desmontar, sino con la función de comunicar, con vigoroso dinamismo, el cambio social que implica la revolución marxista-leninista.

En el Movimiento Moderno occidental , a semejanza del constructivismo ruso, desaparece el concepto de estilo por la misma razón, porque a sus iniciadores les parece que atado a este concepto vienen contenidos simbólicos del poder no democrático. Y si es que la arquitectura va a jugar un papel preponderante en la construcción de una nueva sociedad mas progresista, es necesario encontrar nuevas formas que interrumpan la transmisión de significados del poder establecido. Pero, el constructivismo, a diferencia del deconstructivismo, no se plantea la construcción de formas -vehículo de nuevos significados-, sino que se toma la opción de pretender que la arquitectura no sea vehículo de ningún significado. La arquitectura es vista simplemente como herramienta para el cambio social, lo que conocemos como la “función social” de la arquitectura, esto es, desprovista de su carga simbólica y solo se le permite que comunique su función y la forma como está construida. Le Corbusier, para quien la arquitectura es ante todo herramienta, hace la única analogía permitida: la de la máquina.

El trabajo de esta primera Hadid está basado en la descomposición formal de los elementos murarios, de cubierta y basamento, que el deconstructivismo -derivación estilística del constructivismo ruso que la silente Hadid abraza en ese momento- incluye en la aceptación y la exploración del valor simbólico de la arquitectura. ¿Pero que es lo que intentan comunicar? El deconstructivismo  pretendió transmitir la idea de cambio, por medio de la descomposición dinámica y el uso de formas fluidas;  sin embargo, como nunca se estableció en que consistía el cambio sugerido, este deconstructivismo terminó por ser un simple ejercicio formal con ninguna función social, a diferencia del constructivismo ruso que estaba ligado a una ideología política.

Schumacher reconoce la necesidad de adjudicarle contenidos simbólicos a la arquitectura, y para ello acude al  camino recorrido por Rossi y Venturi, en pos de recuperar el ingrediente simbólico. La diferencia está en el contenido: mientras estos  estaban preocupados por recuperar  el ingrediente historicista, Schumacher quiere adjudicarle contenidos asociados a lo que resulte comercial, en este momento, como lo veremos mas adelante. Es sorprendente como el discurso de Hadid y Schumacher cambia de acuerdo a la conveniencia del mercado. En el  año 2008,  publica su pretencioso  y críptico “Manifiesto Parametricista”, donde no aparece su arquitectura como vehículo de conceptos ecológicos.

Y en ese mismo año, Hadid da una entrevista en El Periódico, plantea que este nuevo estilo, el parametricismo, representa la nueva sociedad:

“ Me interesa especialmente dar forma al terreno, esculpiendo, explosionando. No sólo como un gesto formal, sino como una manera de lidiar con le componente social de la arquitectura. Las complejidades de la vida contemporánea no pueden ser moldeadas en simples cuadrículas y cubos platónicos de la era industrial. Hoy, en plena era digital, en el siglo XXI, las vidas de las personas son mucho más flexibles y globalizadas, y tenemos que tratar problemas sociales mucho más complicados que aquellos programas sociales del siglo XX industrial. Esto requiere una nueva arquitectura de la fluidez.”

 

Aquí le esta adjudicando a su Arquitectura de la Fluidez, el poder de solucionar la complejidad de la  vida contemporánea. Esto resulta tan difícil de creer, que se podría  pensar que ni él mismo se lo cree; pero el asunto que me interesa, es el que aparece implícito: la capacidad que le adjudica al parametricismo de simbolizar la complejidad social actual.

En esta entrevista de El País, el discurso cambia. Ahora la arquitectura de Hadid, sin que exista un cambio estilístico -ya que es  la misma arquitectura “fluida” de sus últimos quince años-, de repente es capaz de comunicar lo ecológico, lo sustentable: “La neutralidad y monotonía desorientadoras y genéricas del modernismo dan paso a la elocuencia ecológicamente adaptable del parametricismo”

Es Philip Johnson, quien claramente  entiende la arquitectura como objeto de consumo del capitalismo, el que acuña el término de “ Estilo Internacional”, en razón a que para el público general, la manera mas fácil de digerir la arquitectura es a través del nomenclaturas de “estilo”. Detrás de esta nomenclatura estilística de “parametricismo” simplemente se encuentra una estrategia bastante vulgar de mercadotecnia: la realidad es que la deconstrucción ha perdido valor comercial, porque está “demodé”, en este instante. Al contrario, todo objeto de consumo que tenga la etiqueta “ecológico” es exitoso comercialmente. Resulta curioso ver que las formas de Hadid continúan siendo las mismas desde hace más de veinte  años,  continúan comunicando ese significado de dinamismo, heredado del  deconstructivismo. Y de repente, de manera descarada, se les adjudica la capacidad de transmitir como significado un valor ecológico, lo cual no es más que un desvergonzado ejercicio comercial.

 

El artículo termina de manera penosa, cayendo en la autopromoción desvergonzada de sus proyectos en España; pero tal vez, ésta sea la parte más sincera del texto.

Llama la atención las coincidencias con los arquitectos que se consideran vanguardia en Colombia: el lenguaje críptico, las  asociaciones  a Deleuze y Guatari, y el carácter de arquitectura  “eco-social”  que le quieren colgar a sus obras, a si no lo sean en lo más mínimo.

 

Para quienes quieran ver en vivo a este maestro de la charlatanería arquitectónica, el jueves 14  de julio dará una charla en el Hotel Sheraton de Bogotá, a las 3:30 p.m.

 

Guillermo Fischer

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Hace rato que no reto

 

 

“…y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres

como en las noches lúgubres el llanto del pinar.

El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,

y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Mas hay también ¡Oh tierra! Un día…un día…un día…”

Porfirio Barba Jacob

 

…en que amanecemos tan desafiantes, tan desafiantes, que quisiéramos desvestirnos en una cabina telefónica y salir con una capa y una letra en el pecho a desafiar malhechores; o si las fuerzas no nos alcanzan para ser Superhéroes, embestir molinos con un caballo flaco y un escudero gordo; pero si tampoco llegamos a caballeros andantes, al menos retar a todos los que conocen ó deberían conocer el proyecto aprobado por la curaduría 4 para el rascacielos BD Bacatá en Bogotá.

 

Comienzo con el Sr. Comprador de uno de los 396 apartamentos, y lo reto a que me diga si examinó detenidamente el proyecto antes de pagar entre $ 5.404.500 y $ 7.845.063 por metro cuadrado, y comparó precios con lo ofrecido en los sitios más caros de Bogotá, por ejemplo el barrio La Cabrera (estrato 6), donde según la revista Propiedades y Remodelación Nª 19 de junio de 2011, aparece el “Precio del metro cuadrado en Bogotá.” entre $ 5.500.000 y $ 6.800.000, con “acabados lujosos como pisos en mármol o similar, enchapes y grifería de lujo, fachada de estrato alto y cocina tipo europeo”.

 

Sospecho que no lo hizo puesto que compró, y paso entonces a explicarle como es el acceso, según aparece en el plano aprobado A.01.01. Se llega a un vestíbulo en el primer piso y de allí se pasa al hall de ascensores que mide (léalo bien), un metro con cincuenta de ancho!  O en otras palabras, aproximadamente el equivalente a dos hojas del periódico El Tiempo extendidas en el piso! Cuando llega el ascensor, usted tiene que recostarse contra la pared del fondo para que quienes llegan puedan salir!. Como contra la pared solo caben 17 personas y en el edificio habitan aproximadamente mil, los demás que aspiren a subir en ese momento tendrán que hacer cola en el vestíbulo, o pedir un turno, o solicitar cita telefónica con anterioridad. Este mini espacio se repite en todos los pisos.

 

Yo sé que si lo reto a que se imagine que pasa si en ese momento llega un trasteo, me va a contestar que no hay problema pues el trasteo entra por el sótano: veamos que pasa entonces con el camión del trasteo. Cuando va llegando, se encuentra una cola de varias cuadras de algunos de los 737 vehículos que tratan de entrar por una puerta (entrada y salida) que mide seis metros!, (plano  A.0101) espacio que ni siquiera alcanza para un vehículo entrando, otro saliendo, cabina de control, máquina expendedora de tiquetes, separador, andén de protección, vigilante y perro. Para que se haga una idea de la situación, lo reto a que se imagine la entrada vehicular a cualquier centro comercial, (Centro Andino, por ejemplo) un sábado en la tarde; elimínele dos de las tres entradas y una de las dos salidas, y agréguele a la actividad comercial 396 apartamentos, 138 oficinas, y un hotel de 542 habitaciones. Espero le haya quedado claro.

 

Asumamos en vía de discusión, que el camión del trasteo lleva un santo al volante, quien después de esperar las  horas que sea necesario logra acercarse a la puerta y trata de llegar al segundo sótano donde hay 4 puestos de descargue con una altura de dos metros con cincuenta (planos A.1.-2  y A.02.05). No lo logra. No cabe el camión. Entonces usted decide hacer el trasteo en su automóvil y al llegar al estacionamiento asignado (con servidumbre) no puede pasar pues su compañero de desgracia (mejor dicho, de servidumbre) se fue de vacaciones y no dejó las llaves. De todas maneras no habría podido sacar el trasteo pues escasamente puede abrir parcialmente las puertas de un lado, en un puesto de dos metros con veinte de ancho, pegado  contra una cortina de concreto (planos  A.1.-2 a A.1.-6, ejes C a R, 11 a 13). La solución, Sr. Comprador, es que venda el carro, el sofá, el piano y la cama doble, y haga el trasteo en taxi y arrastrando dos maletas y una camándula. La camándula es para que pida que no haya un temblor ó un incendio, pues evacuar mil personas asustadas de un edificio de 55 pisos por dos escaleras, no es tarea fácil.

 

El siguiente turno es para el Sr. Comprador de una  oficina, y el reto es que me confiese si estaba enterado de los precios del mercado. El precio del metro cuadrado de oficinas en el BD Bacatá en este momento, varía entre  $ 4.150.913 y $ 5.308.000 dependiendo del piso (dato de la oficina de ventas 30 6 2011). En la página 66 de la revista Propiedades y Remodelación ya citada, aparece el “Precio del metro cuadrado en oficinas de Bogotá.” Para las mejores oficinas (tipo AAA) en la zona más cercana al centro, el Centro Internacional, con mejor ubicación, menos problemas de movilidad y mayor demanda,  se estima un valor por metro cuadrado entre $3.900.000 y $4.100.000.

BD Bacatà

Torre Caja Madrid

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si usted la compró para su uso personal  no se preocupe, resígnese;

Si la compró para alquilar o revender, preocúpese;

Si la compró para estar en uno de los edificios más altos del mundo, desilusiónese: en la página Emporis, hay doscientos de más de 239 metros;

Si la compró por la originalidad del edificio, no se emocione tanto; consulte como referencia el proyecto de Norman Foster, Torre Caja Madrid.

 

El Sr. Comprador de un FiDi  del Hotel sabe que “Los FiDis no son una inversión financiera: no garantizan una rentabilidad ni su redención en un plazo determinado”, pues así  lo aclara la propaganda. Yo le tengo un reto: Que confiese si antes de comprar, se enteró de cuales son las principales características del Hotel. Si no fue así yo lo entero. El hotel ofrece 542 habitaciones (según la primera propaganda) o 364 (según la última), repartidas en 57 pisos. En siete de ellos (43 a 49) hay siete habitaciones por piso; en cuatro (53 a 56) hay tres suites por piso, y en los últimos cinco, solo un apartamento por piso!. Esto hace costosa e ineficiente su operación. Sin embargo los promotores calculan las utilidades con base en una tarifa de $ 270.000 para el primer año. Reto a un operador hotelero a que me diga si cree que podría ser competitivo con este hotel, esa localización y esa tarifa, teniendo en cuenta que el Hotel Ibis, por ejemplo, nuevo, eficiente y ubicado en un mejor sitio, tiene en este momento una tarifa de aproximadamente $ 112.000.

 

Y como si esto no fuera suficiente

El Hotel Tequendama queda en frente.

Y si este argumento no lo conmueve,

Compare el Centro Internacional con la calle 19.

 

Finalmente decidí hacerme un auto-reto: Tratar de recordar si en mis 52 años como profesional y profesor había conocido un proyecto con un mayor desprecio por lo funcional, un menor sentido de las proporciones, y un comprador, que no está en capacidad de entender planos, más confiado. Mi respuesta fue no. Ante esta auto-derrota solo me queda retar a cualquier profesor de cualquier semestre de taller de diseño, de cualquier Facultad de Arquitectura, a que califique este proyecto.

 

Amamos los ritos. Nuestro complejo tercermundista nos lleva inevitablemente al rito de adorar, de rodillas y en silencio, los ídolos arquitectónicos que nos llegan de fuera, por ser “los más”: Los más grandes, los más raros, los más  feos, o los más malos; o simplemente por ser una muestra apabullante de invasión extranjera. (Se dice invasión ó inversión?). Y después del rito de adorar, compramos.

 

Hace rato que no reto, pero hoy he roto un rito.

 

 

Willy Drews

 

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