Archivo por meses: septiembre 2010

Sierras del Este – Arquitortura

Septiembre 18 – 2010

El texto a continuación presenta apartes de una diatriba de Lucas Ospina, publicada en La Silla Vacía como Arquitortura colombiana (diatriba arquitectónica). La selección se utiliza para destacar el conjunto Sierras del Este, al que uno de los comentaristas al texto de Ospina –que se presenta como un estudiante de arquitectura y que firma como eigenheit– tiene la caradura de objetar mediante una seguidilla de preguntas y una sugerencia: “¿Usted sabe cuánta gente vive en Bogotá? ¿Cuáles son las proyecciones de habitantes en Bogotá para el 2019? ¿Cuántas de esas personas que viven hoy no tienen casa? ¿Qué dice el Plan de Ordenamiento Territorial acerca del manejo de predios para evitar expansión?, bueno si no lo sabe, se lo dejo de tarea.”
Sin necesidad de hacer la tarea y esperando evitarle a Ospina la inútil labor, le respondo a eigenheit con una propuesta que a lo mejor lo lanza a la fama, por un camino más acorde con su «perfil».
Supongamos que las proyecciones para el 2019 fueran 15 millones, o 20 millones para el 2018, o 23.4 millones para el 2021, da igual. Si estudia arquitectura y cree que un argumento como éste justifica la arquitectura de estos edificios, le propongo pensar en un cambio de oficio y utilizar el argumento para la publicidad de la próxima equivocación de Davivienda, esta vez con los cerros de Bogotá; un patrimonio de la ciudad que no necesita estar declarado por la UNESCO o el IDPC y que olvidó mencionar en su retahíla, asumo que por andar distraído con alguno de los engatuses de última moda como la inmaterialidad del patrimonio gastronómico y los recorridos culturales; o el ya célebre eslogan según el cual la pobreza y el narcotráfico en Medellín están al borde de la extinción a punta de arquitectura; o también, el no menos célebre complejo según el cual el éxito se mide por la imagen que se tenga de nosotros en el exterior.

Juan Luis Rodríguez

ARQUITORTURA

Uno de los casos que mejor refleja la miseria a la que ha llegado la arquitectura es el de Sierras del Este en la Avenida Circunvalar con calle 61, un proyecto de: Inversiones Mendeval S.A., Arquitectura y Concreto S.A. (“Lo que soñamos Lo construimos”), Grupo INMB y Constructor Valor S.A. («Trabaja por la excelencia en arquitectura, ingeniería y construcción desde 1982») y Alejandro F. Schedling. Davivienda, la empresa que financia este estropicio, lo califica entusiasta en una valla callejera: “ Qué buen proyecto”.

Uno quisiera que todos estos arquitectos graduados en el “piratécnico” de la guachapanda o de la universidad del lobby y la cofradía, o todos esos ingenieros que se ahorran el arquitecto, dejaran de hacer “arquitortura” y dedicaran sus manitas creativas a la pintura, al video, al performance, a la multimedia, a la acuarela, y expusieran sus mamarrachadas en la inocua esfera pública del arte, en exposiciones temporales, efímeras, donde sólo los vea un curador o un curador urbano (una profesión muy apetecida por el lucro que genera pero sin valor ni valentía arquitectónica). Hay maneras de soportar el mal arte, de hacerlo llevadero, de ignorarlo, pero la arquitectura se vive día a día, y cuando es mala hace la vida miserable y sólo queda padecerla.

Si la pobreza de la arquitectura y su fantochería es más que evidente en los palacetes que se erigen para la clases media y alta, poco se puede esperar de la llamada “vivienda de interés social”, ahí se confunde precariedad de medios y bajos costos con ausencia total de inteligencia e imaginación, son “soluciones de vivienda” que apenas cumplen con dar un techo, el resultado es nefasto: una culposa ecuación incapaz de concebir que los habitantes futuros de esos nichos puedan sentir placer sensorial alguno, como si sólo vivieran para parir, parir y parir y trabajar, trabajar y trabajar; es más, muchos de ellos laboran como “rusos” en los mismos panales que luego habitan por mera necesidad o trabajan como empleados de servicio en los hogares de los mismos “arquitontos” que los condenan a vivir en cajitas de cartón.
Si se trata de inversión el dinero parece que “está en el lugar correcto”, parafraseando el eslogan de la exitosa propaganda de Davivienda. Sierras del Este es un conjunto de tres torres cada una de 25 pisos y 421 unidades de vivienda que promociona así su arribismo: “ Vivir con altura no cuesta más” y vende el metro cuadrado de $2.250.000 a $3.200.000 y sus apartamentos de $235.000.000 a $750.000.000. Pero el “lugar correcto” de la inversión en Sierras del Este limita con su chambonada arquitectónica y hace de este proyecto toda una ironía. Todo un “davivienda”, como se llama a esos personajes risibles parecidos a los que salen en las mismas exitosas y premiadas campañas publicitarias de la empresa financiera, donde por ineptitud, estupidez, chicanería o infortunio de la vida, los protagonistas siempre están en el “lugar equivocado” y se usan como contraste moralizante para enfatizar la “corrección” que se quiere asociar a la imagen de Davivienda.

En una próxima campaña se podría invitar para un rol protagónico a alguien como el arquitecto Álvaro Ardila Cortés, el curador urbano número 2 que autorizó la construcción de Sierras del Este, él es otro “davivienda”, igual de inepto y pantallero al comentarista de fútbol de una serie reciente de comerciales exitosos que la empresa hizo en torno al mundial de fútbol. Sin embargo, puede que Davivienda tenga razón y Sierras del Este lo tenga “todo”, incluso arte: estas moles de ladrillo son un monumento a la codicia; tal vez por eso, vecino a Sierras del Este, se erige Kandisnky, otro falo altanero de ladrillo insuflado con el mismo viagra mercantil.

Las esculturales moles de Sierras del Este son el exacto opuesto de otro conjunto de torres. No, no se trata del ponqué blanco con gafas azules, más al norte sobre la misma avenida y empotrado en una cantera, donde dicen que vivirá Juanes o Shakira como si estuvieran en Cartagena o en Miami, un rechinante ejemplo del poco gusto de los que imponen el gusto, una mole más que desnuda la mendicidad espiritual del imaginario de nuestros pobres ricos. No, estas torres ejemplares se alzan más al sur, sobre la carrera quinta, son las Torres del Parque, de Rogelio Salmona: tres caracoles rojos y zigzagueantes con varias gamas y juegos de ladrillo, un placer progresivo para la vista, para sus habitantes y para el peatón.

Salmona imaginó, planeó, luchó y logró que las áreas de circulación privadas que rodean estos edificios estuvieran abiertas al público, el arquitecto diseñó un sueño de escalinatas que le regala un tiempo al peatón para pensar paso a paso en las subidas, bajadas y meandros de la vida, además, a pesar de tener licencia y presupuesto para construir más pisos y más apartamentos, el arquitecto, generoso, usó ese excedente para construir cielo y dejar circular el aire. La existencia de las Torres del Parque es la crítica más demoledora aSierras del Este, el talento de Salmona hace más que notoria la ineptitud y la codicia de los implicados en este esperpento, no sobra repetir sus nombres para que queden bien grabados en la historia universal de la infamia arquitectónica: Inversiones Mendeval S.A., Arquitectura y Concreto S.A., Grupo INMB y Constructor Valor S.A. y Alejandro F. Schedling, sin olvidar a Álvaro Ardila Cortés, el curador urbano que autorizó la licencia de construcción por 84.126 metros cuadrados de esta obra. Por cierto, ¿a más metros cuadrados autorizados más ganan los curadores?
Sierras del Este bloquea sin compasión —y sin dar nada a cambio— gran parte de la vista sobre los cerros, un patrimonio intangible de todos los bogotanos (¿dónde está el Alcalde de Bogotá?, ¿lejos? ¿en el Polo Norte? ¿en Sierras de la Anapo?¿Dónde está la Ministra de Medio Ambiente?¿entre el cerro?). Además, Sierras del Este, con sus tres torreones de lichiguez, a diferencia del caso de las Torres del Parque, ignora a los muchos peatones que tienen que circular obligatoriamente por esa pendiente, muchos de ellos estudiantes de una universidad vecina y habitantes de un barrio de otro “estrato” que atraviesan por su cuenta y riesgo la Avenida Circunvalar; todos ellos deben bajar y subir por una precaria trocha ante la mirada despectiva de estos claustros de hediondez visual enmarcados con firmeza en sus implacables cerramientos llenos de porteros y porterías: “pobres”, pensarán los mirones desde el encumbramiento seguro que les da su nuevo apartamento.

Una realidad: tras el gran temblor que destruirá a Bogotá, la ciudad tendrá una nueva oportunidad para el ejercicio de la arquitectura, de la curaduría urbana, del urbanismo, de la crítica, por ahora hay que esperar, cada uno metido en su hueco.

Lucas Ospina

Artículo completo en:

Arquitortura colombiana (diatriba arquitectónica)

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Grandes pensadores empequeñecidos por El Tiempo

Aludiendo a su reciente obligación autoimpuesta de corregir los errores publicados por El Tiempo en la columna Grandes Pensadores de la Ciudad, Willy Drews reclama haber optado “enfilar mis baterías de corto alcance a pecados veniales pero altamente nocivos como la incompetencia y la mediocridad”. Drews actúa por respeto a la profesión y a la memoria de los involucrados, pero mientras advierte y corrige, una y otra vez, El Tiempo ni responde ni corrige, una y otra vez; y para redondear, continúa malinformando, no se sabe si alevosa o chambonamente. Claro está que si consideran que Drews y los que se han pegado a la protesta están equivocados, o que los chambones somos otros, cuenten con nuestra rectificación.

Juan Luis Rodríguez

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10 de agosto, 2010

Dr. Roberto Pombo Holguín

Director General EL TIEMPO

CIUDAD

Estimado Roberto:

Muy loable la labor de EL TIEMPO de destacar semanalmente a aquellos arquitectos que han contribuido positivamente al desarrollo de Bogotá. Uno de ellos es Eduardo Londoño. Es necesario, sin embargo, ser más riguroso  en la selección de los proyectos presentados, en este caso los conjuntos de vivienda Timiza y Pablo VI, y el edificio para el Sena en Chapinero.

Los proyectos Timiza y Pablo VI fueron desarrollados por el Instituto de Crédito Territorial cuando el director de proyectos era el arquitecto Gabriel Pardo Rosas y el director de arquitectura y urbanismo el arquitecto Fernando Jimenez Mantilla. El arquitecto Rogelio Salmona dirigió el proyecto de Timiza, y el arquitecto Jimenez el de Pablo VI. El arquitecto Londoño fue un importante miembro del equipo de diseño pero no lo dirigió.

El edificio del Sena en Chapinero fue el resultado de un concurso ganado por los arquitectos Eduardo Angulo Flores, Germán Suárez Betancourt y Jorge Valencia Caro. El arquitecto Londoño no tuvo ninguna participación en este proyecto.

Eduardo Londoño diseñó con su socio Carlos Martínez proyectos de mucha importancia y de alta calidad. Pero no fueron estos tres.

Willy Drews

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Agosto 18, 2010

Dr. Roberto Pombo Holguín

Director General

EL TIEMPO

CIUDAD

Estimado Roberto:

En su columna del sábado sobre el arquitecto Enrique García Reyes menciona que “García participó en la construcción de la Clínica David Restrepo” pero no cita al autor del proyecto, el arquitecto Gabriel Serrano Camargo ( fallecido) de la Firma Cuellar Serrano Gómez. Los edificios son el testigo de la trayectoria profesional del arquitecto y por eso es necesario que en todo momento se reconozca su autoría. No reconocerla genera desinformación y va produciendo una falsa historia de nuestra arquitectura, más cuando se trata de un medio con tanta circulación como EL TIEMPO. Nuevamente le ruego un mayor rigor en la selección de las obras atribuidas al arquitecto que desean destacar, y confirmar, de ser posible con él mismo, su autoría.

Willy Drews

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Bogotá, agosto 18 de 2010

Doctor

ROBERTO POMBO

Director de EL TIEMPO

L. C.

Apreciado Señor Director:

Para los arquitectos colombianos es un motivo de satisfacción que El Tiempo, en su sección Bogotá, que aparece los sábados, dedique una página para exaltar la labor de nuestro oficio como pensadores de la ciudad, ya que pocas publicaciones lo hacen.

Sin embargo, en varias ocasiones, los biografiados aparecen como autores de edificios que no son de su autoría. Por ejemplo, en la publicación del 14 de Agosto de 2010 aparece Enrique García-Reyes  Mc Lellan como autor de la clínica bogotana “David Restrepo” que fue diseñada por el arquitecto Gabriel Serrano Camargo, socio de la firma Cuellar Serrano Gómez. También en la publicación del 7 de Agosto de 2010 aparece Eduardo Londoño Arango como autor del Sena de Chapinero, situado en la carrera 13 con calle 65, que es de mi autoría en colaboración con los colegas Hernando Benincore, Germán Suárez Betancourt y Jorge Valencia, proyecto que fue el ganador de un concurso público nacional en el año de 1965.

La veracidad en los créditos es indispensable para los investigadores, una de cuyas fuentes son las hemerotecas.

Gracias por su atención.

Cordialmente,

ARQUITECTO EDUARDO ANGULO FLOREZ
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Lunes 23 de agosto, 2010

Dr. Roberto Pombo Holguín

Director General

EL TIEMPO

CIUDAD

Estimado Roberto:

La obra de los arquitectos colombianos es a menudo subvalorada y muy pocas veces divulgada. Por eso recibí con entusiasmo la aparición en EL TIEMPO de la columna sabatina GRANDES PENSADORES DE LA CIUDAD, entusiasmo que empezó a desaparecer en la medida en que graves errores y frecuentes imprecisiones aparecieron cada vez más en los artículos, lo cual me llevó a escribir dos cartas aclaratorias al responsable de la columna en las últimas dos semanas (ver anexo) El resultado no pudo ser más ineficaz: La última columna, dedicada el arquitecto Jaime Camacho, fue peor que las anteriores.

El titular afirma que “Construyó en compañía de otro arquitecto…”. Referirse a Julián Guerrero, su socio durante 55 años, en forma anónima como “otro arquitecto” es, por decir lo menos, descortés. El hecho de que solo se mencionan algunas obras hechas antes de 1965 (ilustradas con dos malas fotografías que no tienen nada que ver con los proyectos citados), como si en ese momento el arquitecto Camacho hubiera dejado caer el lápiz; su fotografía de bachiller; y el apoteósico final del artículo con un dato trascendental en la vida del personaje y de indiscutible interés para los lectores como que “vivió en la calle 85 Nª 12-66 y su teléfono era el 367091” me llevan a creer que el artículo es simplemente una burda transcripción de una hoja de vida de hace 44 años.

Proyectos de la importancia y calidad del aeropuerto Palmaseca, el edificio Mazuera, la sede de Carvajal y Cia., la plaza de toros de Cañaveralejo, la sede del Grupo Social y muchos otros no mencionados en el artículo, hacen de la obra arquitectónica de Camacho y Guerrero una de las más reconocidas del País.

Ojalá se encargara de esta importante columna a un arquitecto medianamente informado antes de que su baja calidad le de entierro de pobre. Estoy seguro de que si revisas la columna en mención, compartirás conmigo un sentimiento de vergüenza. En mi caso, ajena.

Cordial saludo,

Willy Drews
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Agosto 24, 2010

Dr. Roberto Pombo Holguín

Director General

EL TIEMPO

CIUDAD

Estimado Roberto:

Quiero por este medio y aprovechando la carta de Willy Drews, manifestarte que estoy  de acuerdo con lo dicho en esta  al respecto del artículo sobre el arquitecto Camacho, que como bien lo expresa Willy entre otras cosas,  ha debido ser sobre la firma CAMACHO Y GUERRERO y no sobre Camacho y otro arquitecto.

Lo anterior me sirve para manifestarte algo que ya le había mencionado a Enrique Santos cuando él estaba en tu cargo, pues considero que el periódico El Tiempo podría mejorar su actitud al respecto de la valoración que se hace de la Obra de los arquitectos colombianos y extranjeros que con demasiada frecuencia y en los pocos artículos que aparecen en el periódico sobre proyectos y temas de arquitectura, no se acredita y valida de manera correcta al equipo de profesionales que los realiza al dar casi siempre preponderancia al promotor o dueño del proyecto y olvidar en muchas ocasiones al arquitecto diseñador por ejemplo.

Considero que la publicación de temas de arquitectura en un medio como El Tiempo, con una mayor frecuencia y cuidado de los contenidos, sería muy valiosa para lograr democratizar nuestra profesión y de esta manera hacer partícipe a toda la ciudadanía de lo que como profesionales estamos haciendo en nuestras ciudades  que al fin y al cabo son nuestra casa.

Recibe un cordial saludo;

Felipe González-Pacheco
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30 de agosto, 2010

Dr. Roberto Pombo Holguín

Director

EL TIEMPO

Estimado Roberto:

El fantasma de la desinformación sigue dirigiendo la columna de Grandes Pensadores de la Ciudad. La columna del sábado sobre Escilón Rodriguez apareció, como es usual, plagada de errores. El primero es que Escilón no existió. El que existió se llamaba Escipión. El segundo es que la foto que aparece del Pabellón de las Máquinas corresponde  al quiosco de la Música de Arturo Jaramillo. El tercero : La foto que aparece como del Palacio de Justicia corresponde, esa sí, al Pabellón de las Máquinas.

Con respecto a la autoría del Palacio de Justicia, se cree que el diseño es del arquitecto Pablo de la Cruz. Sin embargo el arquitecto Jorge Ramírez Nieto considera que en 1933 el arquitecto Pablo de la Cruz hizo el proyecto de ampliación del Palacio, lo cual deja en duda la paternidad del proyecto original de 1920.

Es una lástima que estos errores no solo se sigan presentando, sino que nunca se rectifiquen y el periódico EL TIEMPO, referencia obligada de futuros historiadores, esté escribiendo una falsa historia de la arquitectura bogotana.

Cordial saludo

Willy Drews
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Agosto 30 de 2010

Estimados colegas y amigos:

Esta es la cuarta carta a EL TIEMPO sin ningún resultado. Los muy buenos dedican sus energías a causas nobles: La justicia, la reparación, la libertad. Yo decidí enfilar mis baterías de corto alcance a pecados veniales pero altamente nocivos como la incompetencia y la mediocridad, en este caso referidas a la columna Grandes Pensadores de la Ciudad.

No podemos dejar que a la información sobre la arquitectura y la ciudad se le de tratamiento de tercera. Por esto les pido a la Sociedad Colombiana de Arquitectos y a Ustedes se pronuncien en esta batalla de tigre y burro amarrado.

Cordial saludo

El Burro Amarrado

Willy Drews
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Bogotá, Septiembre 1, 2010

Señor Don                                                                                          ROBERTO POMBO
Director General de El Tiempo

Estimado Roberto:

Si llegara a producirse una columna relativa a los grandes periodistas colombianos y quien la escribiera cayera en errores notables y en inexactitudes de la talla de las que se están presentando en la columna “Grandes Pensadores de la Ciudad”, el gremio de los periodistas de inmediato haría manifiesta su molestia y su sorpresa ante la ignorancia y falta de rigor profesional de quien la escribe.

Supongamos, por ejemplo, que el columnista a cargo de la columna “Grandes Periodistas de nuestra Nación” dijera que el Doctor Eduardo Santos estuvo casado con una señora y que tuvo tres hijos, uno de los cuales maneja un restaurante en Aruba, o que el prestigioso periodista Enrique Santos Montejo, “Calibán”, se destacó porque durante muchos años escribió sobre los firigüelos en las páginas editoriales del periódico, y que Don Fidel Cano, oriundo de Onzaga, Santander, compuso el Himno Nacional. No cabe la menor duda que cualquier profesional del periodismo se sentiría ofendido en sus fibras más íntimas, rechazaría semejante nivel de estupidez e  ignorancia, y de inmediato pediría la suspensión de la columna, cuando no de su autor.

Igual reacción sentimos los arquitectos, estimado Roberto, cuando vemos tantos errores,  banalidad, desconocimiento y falta de responsabilidad en la columna que, durante varios sábados, ha aparecido en las páginas de El Tiempo. Agradecemos el gesto de dedicarle espacio a quienes han sido forjadores de una de las más bellas y reconocidas arquitecturas del continente, pero quedaríamos doblemente agradecidos si se elimina, o si se replantea la forma en que se hace la columna y se asigna la responsabilidad a alguna persona con suficiente criterio y conocimiento para hacerlo.

Recibe un cordial saludo,

Carlos Morales Hendry
Arquitecto

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